Pueblo, 16 de diciembre de 1975
[El Aaiún, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]
La escena se repite desde hace días en cualquiera de los barrios musulmanes de la capital del Sahara. Al caer la noche, una familia saharaui amontona sus escasos enseres en la trasera de un Land-Rover detenido a la puerta de la casa. Procurando hacer el menor ruido posible, con los faros apagados, el conductor dirige su vehículo hacia las afueras de la ciudad, cruzando las calles desiertas, evitando cuidadosamente las zonas donde montan guardia los soldados marroquíes. A su lado, la esposa contempla en silencio el largo camino que se abre ante ellos, mientras sostiene la cabeza de los dos "gualletes" que, envueltos en una manta, duermen sobre su pecho. Una vez fuera de la ciudad, evitando las pistas frecuentadas, donde patrullan los marroquíes, se dirigirán hacia el este. Allí, en el desierto, se unirán a los casi veinte mil refugiados que huyeron a las zonas controladas por el Polisario, alejándose de las tropas marroquíes.
De esta forma, buena parte de la población nativa de El Aaiún ha emprendido el éxodo en los últimos días. Desde la llegada de los marroquíes a El Aaiún. especialmente a partir de la entrada de dos columnas militares en la capital del Sahara y los registros y detenciones llevados a cabo entre los saharauis tras los ataques del Frente Polisario, centenares de nativos cogen apresuradamente sus bártulos, cierran la puerta de su casa y huyen. Tienen miedo de Marruecos.
El anuncio de la inminente retirada de las tropas españolas ha acelerado la marcha de estas gentes. Ayer, durante un recorrido por Casas de Piedra, quedé asombrado ante la cantidad de viviendas que han sido clausuradas definitivamente. El barrio musulmán, que posiblemente poseía mayor densidad de población, ofrece ahora al visitante un aspecto desolador. Muy pocas personas se ven por las calles. Buena parte de antiguos amigos y conocidos desaparecieron rumbo al este, y de vez en cuando alguien trae noticias de aquel Mohamed, Jaffa o Ahmed, que ahora está en Amgala, Mahbes o El Farsia, empuñando un fusil. El enorme barrio de jaimas de Hatarrambla, próximo al cuartel marroquí recientemente atacado por comandos del Polisario, ha desaparecido por completo. Sus habitantes desmontaron sus tiendas y barracas y se han internado en el desierto.
En diversas conversaciones mantenidas con saharauis, éstos me han expresado su intención de abandonar El Aaiún antes de que, con la marcha de las tropas españolas, las fuerzas de ocupación marroquíes puedan iniciar una campaña de represión contra el sector de la población civil, todavía extraordinariamente amplio, favorable al Frente Polisario. “Si ya están sucediendo cosas así, con los españoles todavía en El Aaiún”, me decía un militante del Frente, “imagínate lo que podría ocurrir cuando aquí se queden los marroquíes a solas con nosotros”.
Otro factor que viene a agravar el miedo de los saharauis, que es un miedo sin paliativos, atroz, es el temor de que los archivos que contienen datos sobre personas partidarias del Polisario puedan caer en manos de la Policía marroquí. A este clima de recelo e incertidumbre hay que añadir el hecho de que un buen número de saharauis pro-marroquíes, a los que, según se asegura, también se han unido no pocos oportunistas, colaboran con los nuevos dueños de El Aaiún, е incluso, se dice, proporcionan información y efectúan denuncias. A este respeсto, hace un par de días fue incendiada por personas no identificadas la casa de un saharaui presuntamente pro-marroquí.
La presencia de la Policía Secreta marrоquí, llegada en apreciable cantidad a El Aaiún, no contribuye a proporcionar oрtimismo a los saharauis disconformes con la solución al problema del Sahara. Naturalmente, no todos los saharauis de El Aaiún piensan en la huida. Se forman grandes colas ante el parador nacional o ante el edificio donde se ha instalado provisionalmente la administración marroquí del territorio para presentar respeto a los nuevos gobernantes o para manifestar adhesiones inquebrantables. Entre ellos he visto a antiguos miembros de la Policia Territorial, todavía vistiendo el uniforme, y a no pocos saharauis que todavía no hace un mes agitaban banderas del Frente de Liberación y pedían a gritos la independencia.
Ayer, al caer la noche, todo el mundo se encerró en sus casas. El Frente Polisario ha anunciado una oleada de terrorismo antimarroquí. EN las calles desiertas, centinelas de las FAR hacen guardia con el dedo en el gatillo. El Aaiún, para los saharauis, se ha convertido en la capital del miedo.
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