20 diciembre 1975

Se arrió la bandera en El Aaiún


Pueblo, 20 de diciembre de 1975

[El Aaiún, crónica telefónica de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte] 

Sólo diez civiles —nueve europeos y un saharaui— nos encontrábamos presentes ayer, a las 18,15 horas, cuando la bandera española fue arriada por última vez del cuartel general del Sahara, sin ningún tipo de ceremonia especial, sin apenas otros testigos que el pequeño grupo de periodistas y una docena de militares españoles. Un piquete de soldados presentó armas а la enseña que se deslizaba por el mástil. A pesar de la sencillez, el acto, al que no ha querido darse ningún relieve formal por parte de las autoridades españolas, a ninguno de los presentes se le escapaba la importancia del momento. Oficialmente, la presencia militar española en El Aaiún estaba terminando para sjempre. La historia de un siglo español en el Sahara Occidental entra, a partir de hoy, en su epílogo.

Ayer salieron de El Aaiún con destino al BIR de la playa, lugar de concentración de las tropas espanolas antes del embarque hacia Canarias o Villa Cisneros —punto este último todavía confuso—, lo que quedaba en la ciudad de Intendencia, Farmacia, Sanidad. Veterinaria y la Plana Mayor de Tropas Nómadas. Según las órdenes previstas para hoy, a las siete de la mañana debían salir hacia el BIR los restantes servicios, y a las once los efectivos del cuartel general del Sahara, Policía Militar y la VII Compañía del Tercio. A las tres de la tarde, el Grupo Ligero deberá emprender también el camino de la playa.

Con la retirada de estas tropas, el Ejército español abandona hoy definitivamente la ciudad de El Aaiún.

19 diciembre 1975

Encarnizados combates en La Güera


Pueblo, 19 de diciembre de 1975

El personal civil español que permanecía en La Güera, prestando servicios en el puerto y en la empresa de harinas de pescado de esta localidad, evacuada hаce casi dos meses por las tropas españolas, se ha visto obligado a abandonar la ciudad, ante la violencia de los combates que tienen lugar en ella. Desde hace una semana, según declaran los testigos presenciales llegados ayer a El Aaiún, el ejército mauritano se esfuerza por controlar la localidad costera saharaui, en cuyo interior ofrecen desesperada resistencia doscientos guerrilleros del Frente Polisario.

Desde el mar, donde intervienen cañoneras y “vedettes” de la Marina, y desde tierra con piezas de grueso calibre, los mauritanos están llevando a cabo en los últimos días un bombardeo sistemático de la ciudad, mientras unidades del ejército y tropas auxiliares han conseguido ocupar la totalidad del istmo que une La Güera con el continente, encerrando a los polisarios y a la población civil en una estrecha franja de terreno, con el mar a las espaldas. Los guerrilleros, armados con material ligero diverso, sin ningún tipo de armamento pesado y con escasas posibilidades de recibir refuerzos, ya que se encuentran cercados, defienden la ciudad casa por casa, en inferioridad total de medios humanos y materiales. Según la narración de los testigos españoles, el número de bajas por ambas partes está siendo muy elevado. 

No es cierto, como aseguraba la agencia de noticias marroquí MAP que Argelia haya desembarcado hombres y material en la zona. Por el contrario, a los polisarios les empieza a escasear la munición. “No están dispuestos a rendirse”, asegura uno de los españoles llegados de La Güera, “aunque, militarmente hablando, la eficacia de sus medios es mínima. Eso sí: redaños les sobran”. Según estos testimonios. los рolisarios no podrán mantenerse en esta situación durante mucho tiempo, y el ejército mauritano parece resuelto a arrasar la ciudad hasta conseguir acallar el último foco de resistencia.

Lo que está sucediendo en La Güera prueba, aparte de la decisión de los guerrilleros saharauis de pelear hasta el fin, la escasa potencia del ejército mauritano, que. según los informes recibidos, no supera los dos mil hombres. Desde hace una semana, un puñado de guerrilleros resueltos a vender cara su piel están dando trabajo a la mayor parte de los efectivos militares mauritanos, que sólo van a conseguir hacerse con la ciudad tras haberla reducido a escombros con los bombardeos, en el curso de una lucha cruenta que está diezmando las no muy nutridas filas de su ejército. Los observadores opinan que la misma situación se producirá cuando Mauritania pretenda conquistar Auserd, al nordeste de La Güera, donde también los guerrilleros se aprestan a la defensa. Por otra parte, los mauritanos han sufrido también un serio descalabro en la zona fronteriza de Inal, algunos kilómetros al sur de Tichia. 

“Sin embargo”, me decía ayer Bartolomé Peláez, un veterano del Sahara, “los polisarios no están llevando a cabo la lucha de forma adecuada. Persisten en defender las ciudades por aquello del valor simbólico, dejándose encerrar en ellas, donde los cazarán uno por uno tras rociarlos con la artillería. Lógicamente, deberían abandonar las ciudades y combatir desde el desierto, donde nadie puede atraparles. También es absurdo gastar munición en matar hombres. En un territorio como el Sahara, donde las distancias son muy grandes, y muy vulnerables por tanto, las líneas de comunicación, deberían dedicarse a atacar convoyes y destruir y capturar vehículos. Es la única zona en que, con sus medios, podrían mantener una guerra de guerrillas eficaz. Si continúan defendiendo ciudades será muy hermoso y heroico, pero los van a hacer papilla”.

La situación en La Güera hace pensar a los observadores que, en el caso teórico de que fuese Mauritania la que, según los acuerdos de Madrid, lograse tomar Villa Cisneros a mediados del mes próximo, las fuerzas ocupantes serían desembarcadas por mar. Porque si las fuerzas armadas mauritanas deben subir hacia el norte por tierra, у en todas partes van a invertir el mismo tiempo para destruir los focos de resistencia del Polisario, llegado el día 15 sólo habría dos opciones para las tropas españolas que se encuentran replegadas en Villa Cisneros: abandonar la ciudad a los saharianos —es decir, al Polisario— y esperar a los marroquíes, o aguardar, con mucha paciencia, la llegada del ejército mauritano.

18 diciembre 1975

Temores marroquíes


Pueblo, 18 de diciembre de 1975

[El Aaiún, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

En pleno centro de la ciudad, junto a la calle principal de El Aaiún, el coche celular marroquí se detuvo bajo la lluvia. Cuatro gendarmes, fusil en bandolera, penetraron en la vivienda mientras sus compañeros vigilaban los extremos de la calle. Dos periodistas españoles contemplábamos la escena que se desarrollaba en una zona que, teóricamente, todavía se encontraba bajo jurisdicción de las tropas españolas.

A los pocos minutos, los gendarmes reaparecieron conduciendo a un hombre, un saharaui que fue introducido en la trаsera del vehículo, con puertas y ventanas cubiertas de reja metálica. Ante la mirada de los escasos transeúntes que a esa hora circulaban por las calles, el coche arrancó, perdiéndose entre las calles vecinas. De esa forma, todavía discretamente, sin excesiva ostentación, las trоpas marroquíes efectúan diariamente detenciones de saharauis sospechosos de pertenecer al Frente Polisario. Los registros continúan en los barrios musulmanes de la ciudad. Hace unos días, la Policía marroquí se presentó durante la noche en la vivienda de una familia cuya hija se encuentra en el desierto con el Polisario. Según la versión de testigos presenciales, los marroquíes propinaron una paliza a una hermana de la guerrillera que, desgraciadamente, poseía un gran parecido físico con aquélla. Yo conocí a la muchacha, que se unió al Frente Polisario, e incluso ‘Pueblo’ publicó la fotografia que le hice hace menos de un mes en la guerrilla. Desearía creer que no fue mi fotografía la culpable de este incidente. 

Otra escena penosa tuvo lugar ayer. frente al parador nacional, sede de las delegaciones oficiales marroquí y mauritana. Un saharaui, que circulaba con un bulto de ropa bajo el brazo, fue inmediatamente detenido por la Policía de Seguridad marroquí y, tras recibir varios culatazos, fue conducido al interior, a pesar de que en el hatillo de ropa sólo llevaba un viejo “derrah”.

Los marroquíes, a pesar de haberse instalado en El Aaiún con elevado número de soldados, gendarmes y fuerzas auxiliares, a pesar de sus constantes declaraciones de que el pueblo saharaui es amigo y los ha recibido con los brazos abiertos, demuestran una auténtica preocupación ante la posibilidad de acciones terroristas del Frente Polisario, y el temor está justificado. Según fuentes españolas dignas de crédito, un convoy marroquí fue atacado el martes por los guerrilleros, entre Dahora y El Aaiún, con el balance de un oficial de las FAR muerto y varios heridos marroquíes. Por otra parte, a menudo se oyen durante la noche explosiones o algún disparo lejano, pero cоmo todo sucede en zonas totalmente controladas por Marruecos, resulta imposible obtener información al respecto. A partir de las dieciséis horas de ayer, las fuerzas de seguridad marroquíes se hicieron cargo de la custodia en la mayor parte de los edificios oficiales de El Aaiún. Ante el banco, Correos y Telégrafos, Teléfonos, la oficina de Iberia, la Casa de España, el cine local, las fuerzas auxiliares marrоquíes se fueron distribuyendo por las calles, fusil y metralleta al brazo.

La calle principal de El Aaiún se encontraba a media tarde ocupada por varios vehículos de la gendarmería. Durante un par de horas los marroquíes controlaron prácticamente la capital del Sahara... Pero digo durante un par de horas porque aquella maniobra, según informaría más tarde un portavoz oficioso del Estado Maуor del Sahara, se debió a una errónea interpretación de las órdenes recibidas. Sobre las seis de lа tarde, la situación volvía a la normalidad, dentro de lo que cabe. De todas formas, los marroquíes siguen controlando un amplio sector de la ciudad.

Y también Radio Sahara. Desde hace días, Marruecos emite boletines informativos de propaganda en hassanía y árabe a través de las antenas de la radio española e incluso, según medios autorizados, están efectuando gestiones ante las autoridades marroquíes para emitir también sus boletines de información en castellano.

Se acabó también la tolerancia para los fotógrafos de prensa y de televisión españoles. Desde ahora, para inmortalizar gráficamente a los soldados o gendarmes marroquíes hay que jugarse el bigote, de lo que puede dar fe el corresponsal de RTVE retenido tenido durante varios minutos por los marroquíes en la carrеtera de Smara.

Ayer se esperaba la llegada del ministro de Información marroquí, señor Benhima, pero en el último momento fue aplazada la visita por causas que se desconocen. Quien sí llegó fue el secretario general del Sahara, coronel Rodríguez de Viguri, quien durante diez días ha mantenido consultas sobre el futuro del Sahara en medios oficiales de la capital de España. Para las siete de la tarde de ayer, Rodríguez de Viguri tenía prevista una reunión de jefes de servicio para informarles de las instrucciones recibidas del gobierno español respecto a la situación de los funcionarios españoles que permanecerán en el Sahara tras la evacuación de las tropas españolas.

16 diciembre 1975

La capital del miedo


Pueblo, 16 de diciembre de 1975

[El Aaiún, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

La escena se repite desde hace días en cualquiera de los barrios musulmanes de la capital del Sahara. Al caer la noche, una familia saharaui amontona sus escasos enseres en la trasera de un Land-Rover detenido a la puerta de la casa. Procurando hacer el menor ruido posible, con los faros apagados, el conductor dirige su vehículo hacia las afueras de la ciudad, cruzando las calles desiertas, evitando cuidadosamente las zonas donde montan guardia los soldados marroquíes. A su lado, la esposa contempla en silencio el largo camino que se abre ante ellos, mientras sostiene la cabeza de los dos "gualletes" que, envueltos en una manta, duermen sobre su pecho. Una vez fuera de la ciudad, evitando las pistas frecuentadas, donde patrullan los marroquíes, se dirigirán hacia el este. Allí, en el desierto, se unirán a los casi veinte mil refugiados que huyeron a las zonas controladas por el Polisario, alejándose de las tropas marroquíes. 

De esta forma, buena parte de la población nativa de El Aaiún ha emprendido el éxodo en los últimos días. Desde la llegada de los marroquíes a El Aaiún. especialmente a partir de la entrada de dos columnas militares en la capital del Sahara y los registros y detenciones llevados a cabo entre los saharauis tras los ataques del Frente Polisario, centenares de nativos cogen apresuradamente sus bártulos, cierran la puerta de su casa y huyen. Tienen miedo de Marruecos.

El anuncio de la inminente retirada de las tropas españolas ha acelerado la marcha de estas gentes. Ayer, durante un recorrido por Casas de Piedra, quedé asombrado ante la cantidad de viviendas que han sido clausuradas definitivamente. El barrio musulmán, que posiblemente poseía mayor densidad de población, ofrece ahora al visitante un aspecto desolador. Muy pocas personas se ven por las calles. Buena parte de antiguos amigos y conocidos desaparecieron rumbo al este, y de vez en cuando alguien trae noticias de aquel Mohamed, Jaffa o Ahmed, que ahora está en Amgala, Mahbes o El Farsia, empuñando un fusil. El enorme barrio de jaimas de Hatarrambla, próximo al cuartel marroquí recientemente atacado por comandos del Polisario, ha desaparecido por completo. Sus habitantes desmontaron sus tiendas y barracas y se han internado en el desierto.

En diversas conversaciones mantenidas con saharauis, éstos me han expresado su intención de abandonar El Aaiún antes de que, con la marcha de las tropas españolas, las fuerzas de ocupación marroquíes puedan iniciar una campaña de represión contra el sector de la población civil, todavía extraordinariamente amplio, favorable al Frente Polisario. “Si ya están sucediendo cosas así, con los españoles todavía en El Aaiún”, me decía un militante del Frente, “imagínate lo que podría ocurrir cuando aquí se queden los marroquíes a solas con nosotros”.

Otro factor que viene a agravar el miedo de los saharauis, que es un miedo sin paliativos, atroz, es el temor de que los archivos que contienen datos sobre personas partidarias del Polisario puedan caer en manos de la Policía marroquí. A este clima de recelo e incertidumbre hay que añadir el hecho de que un buen número de saharauis pro-marroquíes, a los que, según se asegura, también se han unido no pocos oportunistas, colaboran con los nuevos dueños de El Aaiún, е incluso, se dice, proporcionan información y efectúan denuncias. A este respeсto, hace un par de días fue incendiada por personas no identificadas la casa de un saharaui presuntamente pro-marroquí.

La presencia de la Policía Secreta marrоquí, llegada en apreciable cantidad a El Aaiún, no contribuye a proporcionar oрtimismo a los saharauis disconformes con la solución al problema del Sahara. Naturalmente, no todos los saharauis de El Aaiún piensan en la huida. Se forman grandes colas ante el parador nacional o ante el edificio donde se ha instalado provisionalmente la administración marroquí del territorio para presentar respeto a los nuevos gobernantes o para manifestar adhesiones inquebrantables. Entre ellos he visto a antiguos miembros de la Policia Territorial, todavía vistiendo el uniforme, y a no pocos saharauis que todavía no hace un mes agitaban banderas del Frente de Liberación y pedían a gritos la independencia.

Ayer, al caer la noche, todo el mundo se encerró en sus casas. El Frente Polisario ha anunciado una oleada de terrorismo antimarroquí. EN las calles desiertas, centinelas de las FAR hacen guardia con el dedo en el gatillo. El Aaiún, para los saharauis, se ha convertido en la capital del miedo.

15 diciembre 1975

Disciplina y prudencia de los militares españoles


Pueblo, 15 de diciembre de 1975

[De nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

“No fotos, monsieur...”

El gendarme marroquí se acerca con rapidez, interponiéndose entre mi Pentax y el grupo de soldados de las FAR que me dispongo a fotografiar. Con extrema cortesía, mi interlocutor expone ampliamente su celo en el cumplimiento de las órdenes recibidas. Y cuando al volverse de espaldas escucha el inconfundible clic de la máquina al dispararse, se limita a dirigirme una mirada de reprobadora consternación.

Son serios los marroquíes. Serios y extremadamente corteses cuando se dirigen a los españoles. De guardia en las esquinas, patrullando sobre los jeeps blancos de la gendarmería real, los marroquíes en El Aaiún cumplen a rajatabla las instrucciones recibidas: evitar a toda costa incidentes con los españoles, que pueden alterar la ya muy delicada situación para nosotros. En general, todo son mieles y cumplidos. La enemistad pasó, Marruecos y España son amigos, esta era la única solución posible, a ver si una tarde de estas nos tomamos unas copitas... Y cuando al pasar junto a los gendarmes algún español malhumorado murmura “viva el Frente Polisario”, entre dientes, los marroquíes se hacen los sordos, en un alarde de diplomacia.

Sin embargo, esta difícil convivencia resultaría imposible sin la disciplina y la prudencia de que durante estos poco agradables días están haciendo gala los militares españoles. No es poca la tensión que reina en el ambiente a nivel de la calle. “Habría sido muy distinto”, me decía uno de nuestros oficiales, “que tras un relevo en la administración civil nosotros hubiésemos salido por un lado mientras los marroquíes penetraban por el otro”. Efectivamente. Es la superposición de zonas de influencia respectivas, la confusa delimitación de competencias, los encuentros en mitad de la calle o en la barra de un bar, lo que crea una sensación de malestar, que no siempre es alejada por el amistoso interés de los marroquíes ni por la fría disciplina de los españoles. La incomodidad flota en el aire. Hace dos días estuvo a punto de originarse un incidente en el cabaret Oasis, donde un oficial marroquí confesó haber participado en la instalación de las minas que entre Tah y Negritas costaron la vida a cinco militares españoles.

Otro incidente, que sí pudo tener consecuencias graves, sucedió cuando, tras escucharse dos disparos, un grupo de altos oficiales marroquíes, arma en mano, pretendió penetrar con sus tropas en una zona que todavía se encontraba bajo custodia española, con intención manifiesta de efectuar registros y detenciones entre los saharauis de Casas de Piedra. Un pequeño destacamento de la Policía Territorial, bajo el mando de algunos oficiales, les impidió el paso, y durante algunos minutos la situación atravesó por una fase que podríamos calificar de crítica. Los marroquíes, visiblemente excitados, querían pasar adelante a toda costa, y los españoles, remitiéndose al acuerdo sobre zonas de influencia, se declararon resueltos a impedirlo. Finalmente triunfó el buen sentido y los marroquíes se retiraron. Un día después, las FAR asumían el control absoluto de la zona.

La promiscuidad de tropas españolas y marroquíes en El Aaiún resulta, evidentemente, penosa para quienes desde hace años han defendido este territorio. Es difícil para nuestros últimos centuriones de África aceptar plenamente la idea de que durante tanto tiempo defendieron de Marruecos un Sahara que, en vista de los acontecimientos, está siendo proclamado marroquí. Pero su sentido del deber y la disciplina, eso resulta evidente, se ha impuesto en este caso a cualquier tipo de sentimientos personales, y todo se está llevando a cabo según las instrucciones que en su momento fueron impartidas por el Gobierno español. En el aspecto de la obediencia militar, como en tantos otros, el comportamiento de nuestros soldados del Sahara está resultando irreprochable. Como muy bien señalaba ayer un oficial español: “Los marroquíes están aquí, y se les respeta. Lo que nadie puede esperar, como es lógico, es que nos riamos de los mismos chistes y nos demos con ellos amistosas palmadas en la espalda”.

Ya queda poco tiempo, de todas formas. A sólo cinco días de la evacuación militar de El Aaiún, la presencia española se ve reducida al mínimo. Ya no controlamos sectores importantes del territorio, a excepción de Villa Cisneros y las instalaciones de Bucraa, cuya cinta transportadora quedó paralizada tras los ataques del Polisario, aunque ignoramos si a consecuencia de éstos. “No siento ninguna tristeza por abandonar el Sahara”, ha declarado el general Gómez de Salazar. “Pero sí una enorme satisfacción de haber estado aquí y, especialmente, del comportamiento de mis subordinados”.

Entre tanto, buena parte de los saharauis que habitan la capital del Sahara conocen ya la fecha en que ésta será abandonada polos españoles y hacen a toda prisa los preparativos para salir de aquí antes de que nuestras tropas se marchen y los marroquíes queden con las manos libres en la ciudad. Pero éste ya es tema para la próxima crónica.



13 diciembre 1975

No hubo combates en Smara


Pueblo, 13 de diciembre de 1975

[Smara, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

“Nuestros "fedayines" combaten duramente en Smara. La ciudad está cercada, y tres cuartas partes de ella se encuentran ya bajo control del Frente Polisario. Los marroquíes se defienden en el antiguo cuartel del Tercio, donde han sido rodeados por los nuestros...”.

Es Radio Sahara Independiente, la emisora del Frente Polisario, ubicada en algún lugar de Argelia, la que habla. La emisión, captada en EI Aaiún a las nueve y cuarto de la noche del jueves, la escuchamos con la natural sorpresa tres periodistas españoles, en nuestra tertulia diaria de la Pensión Magaz. El boletín informativo del Frente Polisario añadía otras noticias, como la emboscada a un convoy de cien vehículos marroquíes que circulaban de Echedería a El Farsia, una incursión de comandos en la ciudad marroquí de Zag y la muerte, cerca de Bu-Craa, de un teniente, tres cabos y un soldado de las Fuerzas Armadas Reales Marroquíes. Al día siguiente, ayer por la mañana, los tres periodistas nos fuimos a Smara en un helicóptero marroquí, aprovechando el viaje de varios miembros de la misión alauita de El Aaiún, entre los que se encontraban el coronel Dlimi Driss Basr, secretario de Estado del Interior, Musa Saadi, titular de Comercio, Minas y Marina Mercante, y Benmansur, historiador del Reino. Todos ellos acudían а orar en la ciudad santa del Sahara. Nuestra intención, por supuesto, no era la misma. Deseábamos comprobar la veracidad del informe difundido por Radio Sahara Independiente.

Resultó ser absolutamente falso. En Smara, ciudad, no hay la menor señal de combates. Las tropas marroquíes, desplegadas en torno, ocupan posiciones defensivas, atrincheradas en las alturas y depresiones del terreno. No hemos escuchado un tiro, ni encontramos signos de alarma o inquietud. La población civil saharaui, ni tanta como parece asegurar Marruecos ni tan poca como afirma el Frente Polisario, pasea tranquilamente por las calles y observa a los soldados marroquíes, sentada a las puertas de sus casas. Los soldados de las FAR ocupan los cuarteles del Tercio, Tropas Nómadas y Policía Territorial, con la bandera roja y estrella verde de cinco puntas ondeando en los mástiles. Retratos de Hassán II aparecen pegados con cinta adhesiva en algunos muros, y los “slogans” del Frente Polisario han sido tachados con pintura. Banderas marroquíes estaban colocadas a lo largo del recorrido previsto para la comisión oficial, y frente a la mezquita, donde se oró durante más de sesenta minutos, unos trescientos saharauis, con banderitas de papel y tres pancartas en hassania, escuchaban las palabras de Benmansur, quien les llevaba el saludo de las ciudades marroquies, y les prometía paz, progreso y prosperidad.

12 diciembre 1975

Ataques múltiples del Frente Polisario


Pueblo, 12 de diciembre de 1975

[De nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Los ataques que durante la noche del miércoles llevó a cabo el Frente Polisario contra diversos objetivos calificados de enemigos han precipitado un tanto los acontecimientos en el Sahara. Ayer, un importante contingente militar marroquí, cuya llegada a El Aaiún no estaba prevista hasta el día 15 de diciembre, ocupó el abandonado cuartel del Tercio en Sidi-Bulla y rеforzó a las tropas auxiliares en el cuartel de Hatarrambla. Por la mаñапа у рor la tarde, de 6.000 а 8.000 soldados de las FAR con carros blindados, autoametralladoras, vehículos ligeros y camiones de tropas y apoyo logístico, se situaron en los dos puntos estratégicos de las afueras de El Aaiún, la carretera del Norte y la de Smara. Sólo una salida de la capital del Sahara no está todavía controlada por los marroquíes: la que conduce al aeropuerto y a la playa.

El Frente Polisario inició lo que se estima el preludio de una larga ofensiva contra Marruecos durante la noche del pasado miércoles, cuando un jeep marroquí recibió una ráfaga de ametralladora salida de la oscuridad, en el barrio de Casas de Piedra. Algo más avanzada la noche, las estaciones número uno y número cinco de la cinta transportadora de Fos-Bucraa sufrieron sendos ataques de los comandos del Frente Polisario. Sobre las diez de la noche, cinco granadas PO-2 fueron lanzadas contra lugares de propietarios presuntamente pro marroquíes, en uno de los cuales se estaba reuniendo en aquellos instantes un elevado número de personas, pero todo el mundo resultó ileso. Dos horas después, a las doce de la noche, comandos del Polisario atacaron desde cuatro puntos distintos el cuartel de Hatarrambla, donde se había instalado un destacamento de tropas auxiliares marroquíes. Los polisarios atacaron por sorpresa con ráfagas de ametralladorа, causando al menos dos heridos marroquíes, uno de ellos muy grave. El ataque duró aproximadamente quince minutos; cuando ya los atacantes se perdían en la noche acudió al lugar una compañía del Tercio, destacada a la zona del ataque, porque, según informaría más tarde una alta autoridad del territorio, la misión de garantizar la seguridad exterior de los cuarteles donde se han instalado los marroquíes, es todavia responsabilidad de las tropas españolas. Es quizá para delimitar claramente esas responsabilidades para lo que ayer por la tarde se reunió el gobernador general del Sahara con los miembros de la delegación marroquí. Posiblemente a partir de hoy quedarán bajo control exclusivamente marroquí las zonas de Colominas y Casas de Piedra, que, rodeadas de alambradas, se consideran el principal foco de subversión en la capital del Sahara.

A las tres de la madrugada sonó el teléfono del general gobernador, Gómez de Salazar. Los marroquíes deseaban saber si no habría inconveniente, a la vista de los aún calientes acontecimientos, para adelantar la llegada de tropas de las FAR, prevista para el día 15. Dichas tropas se encontraban ya preparadas en la zona de Daora, localidad próxima a El Aaiún. Obtenida la conformidad del general gobernador, los marroquíes se pusieron en camino.

A las diez de la mañana de ayer, la primera columna marroquí, compuesta por unos 4.000 hombres con vehículos blindados y apoyo logístico, atravesó la ciudad de El Aaiún y ocupó el cuartel de Hatarrambla, estableciendo controles en la carretera de Smara. El coronel Dlimi, jefe de las FAR del sector Sur, regresó a la capital del Sahara a la cabeza de estas tropas. “No hemos encontrado la menor resistencia en el camino, ni hubo problemas al atravesar la ciudad”, diría más tarde. Alrededor del cuartel de Hatarrambla, cuyas paredes se encuentran salpicadas de impactos de bala, con los vidrios de las ventanas rotos, las tropas marroquíes han instalado un amplio dispositivo de seguridad, con el despliegue de tropas y unidades blindadas. 

La segunda columna marroquí se encontraba, a las tres de la tarde de ayer, detenida a un par de kilómetros del cuartel de Sidi-Bulla, antigua sede del Tercer Tercio Sahariano Don Juan de Austria. En el interior, los últimos 150 legionarios, mandados personalmente por el teniente coronel Travesero, daban los últimos toques a la evacuación definitiva y total de su cuartel. En la explanada, desprovista ya de las insignias del monumento a los muertos y de su “Pepito” —la estatua en piedra de un legionario combatiendo—, los camiones cargados con los últimos colchones, sillas, mesas y material diverso mantenían los motores en marcha, dispuestos para salir. La bandera había sido arriada ya. A las 16,15 se dio la orden de partida, y los últimos militares españoles abandonaron el cuartel. Durante veinte minutos, cuatro periodistas españoles fuimos los únicos dueños de Sidi-Bulla, situado en aquellos momentos en tierra de nadie. En la explanada desierta sólo se movía un perro, olvidado durante la retirada. Victoria Marco de Linares, de ‘El Alcázar’, lloraba silenciosamente al pasear por las estancias del cuartel vacío.

A las 16,35, un grupo de gendarmes y periodistas marroquíes penetró en el cuartel. Quince minutos después lo hacía un grupo de reconocimiento militar. A las diecisiete horas, los blindados marroquíes franqueaban la puerta principal, mientras agrupaciones defensivas de las FAR tomaban posesión de las alturas colindantes, en el borde mismo de la Seguia El Hamra.

Al anochecer, en el horizonte rojo se recortaba la silueta de los carros marroquíes. Sobre El Aaiún flotaban nubes de humo negro. Desde hace días, los españoles queman todo cuanto no es evacuable de sus archivos militares.

11 diciembre 1975

La presencia española se extingue


Pueblo, 11 de diciembre de 1975

[De nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Mucho es lo que El Aaiún ha cambiado en veinte días, al menos en la imagen externa que la capital del Sahara ofrece al recién llegado. En el aeropuerto, donde Valentín González, cuyas crónicas han dado durante quince días cumplida cuenta de la actualidad en el territorio, emprendió ayer viaje de regreso a la Península, el viajero comprende inmediatamente que el Sahara, recurriendo al tópico, ya no es lo que fue; que algo importante, la presencia de España en este desierto, se está desvaneciendo aceleradamente. Y resulta difícil para el cronista reprimir un pequeño sentimiento de nostalgia.

Pocos son ya los españoles en El Aaiún. Se ven algunos civiles, empleados de Fos Bucraa y del Gobierno, y en el plano militar se encuentran todavía aquí la Policía Territorial, un destacamento de tropas nómadas y una bandera del Tercio. Ayer salió hacia Villa Cisneros el último convoy militar, en viaje que durará dos días, compuesto por ochenta jeeps, treinta camiones, veinte autobuses, vehículos blindados y piezas antiaéreas.

En lo que respecta al material civil que espera aún ser evacuado, según los informes recogidos en una apresurada toma de contacto, con este día a día cambiante de actualidad del Sahara, aún quedan efectivos suficientes para cargar un barco. En tal sentido, aseguran medios informados de El Aaiún, se gestionan los servicios de un buque a bordo del cual será evacuado del Sahara el último cargamento de material civil. En lo que a evacuaciones respecta, para hoy estaba previsto el cierre de la única sucursal bancaria española existente en El Aaiún; en el futuro, su lugar será ocupado por un bancо marroquí que aceptará la conversión de pesetas y dirhams.

Royal Air Maroc y Air Mauritania continúan sus líneas regulares de vuelo con escalas en el aeropuerto de El Aaiún. Ayer, en el momento de la llegada, dos miembros de la delegación mauritana en el territorio se encargaban de controlar el embarque de un grupo de saharauis, hombres y mujeres, que emprendían viaje a Mauritania.

Quienes sí llegaron fueron tres secretarios de Estado marroquíes, con rango de ministros, que se han integrado en la misión presidida por el señor Bensuda, quien continúa en Rabat, siendo desempeñadas las funciones de gobernador adjunto marroquí por el secretario de Estado y de Interior, señor Driss Basri. Acompañaba a los recién llegados el señor Karim Lamrani, director general de fosfatos marroquíes. 

10 diciembre 1975

Disminuye la tensión


Pueblo, 10 de diciembre de 1975

[El Aaiún, crónica telefónica de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Con la orden de regreso a casa que Hassán II dio ayer a los voluntarios de la “marcha verde” la tensión se ha relajado considerablemente en el territorio. Pero, al mismo tiempo que este suspiro de alivio, una serie de interrogantes se abren aquí en torno al futuro próximo. Con la primera fase de la evacuación de personal civil casi finalizada, convertido el Sahara en un enorme cuartel con acusada sensación de provisionalidad, con las tropas españolas replegadas tácticamente hacia los sectores del litoral, El Aaiún y Villa Cisneros, la vida en el territorio parece quedar en suspenso, mientras se perfila la nueva situación.

Una pregunta está en boca de todos: ¿Qué va a pasar ahora? ¿Han dado resultados positivos los contactos Madrid-Rabat? Hay un aspecto de vital importancia en el nuevo planteamiento. La “marcha verde” se retira, es cierto. Pero Marruecos ha establecido junto a ésta una cabeza de puente de ocho kilómetros de profundidad, en la zona noroeste del territorio, en la que ha introducido efectivos militares. Según los observadores del ejército español que siguieron el avance de la marcha, autoametralladoras y tropas marroquíes penetraron junto a los voluntarios civiles, estableciéndose en la cuña de ocho kilómetros. Hasta el momento de redactar esta crónica, el Sahara español tiene ocho kilómetros menos en su zona noroeste. Y ahora viene la pregunta. ¿La orden de retirada impartida por Hassán II se hace también extensiva a las fuerzas militares que cruzaron la frontera por Tah? ¿Recuperará el ejército español esos ocho kilómetros abandonados por necesidades tácticas, o permanecerá en la “frontera militar” a trece kilómetros de la frontera real del Sahara con Mаrruecos? En lo que respecta a la zona nordeste del territorio, la situación es mucho más complicada. Hace ya un par de semanas que, también por necesidades tácticas, el ejército español dejó los puestos fronterizos de Hausa, Echdeiria y Mahbes, en las fronteras nordeste del Sahara. También se replegó de Tifariti en el este, de Guelta Zemmur en el este también, y de la ciudad de La Guera, en el sur del territorio. La zona abandonada por los españoles se encuentra, en mayor o menor medida, controlada por el Frente Polisario, que domina totalmente la ciudad de Ausesu, y cuyas filas se han visto engrosadas en los últimos días por la casi totalidad de los policías territoriales nativos licenciados por España en Smara y Villa Cisneros. 

Y ahora entramos en el tema de mayor interés: el de la frontera nordeste del Sahara. En Hausa, Echdeiria y Mahbes, que ya hemos dicho son zonas en las que hay una presencia militar del Frente Polisario, se ha estado registrando, paralelamente a la entrada de la “marcha verde” por el noroeste, una penetración marroquí, esta vez de unidades militares, con vehículos, blindados ligeros y tropas de las FAR. La “marcha verde”, nominalmente pacífica, ha estado sirviendo de cortina de humo a esta otra invasión militar, cuyo objetivo ha sido ocupar los puestos abandonados tácticamente por España. Al no haber presencia física de nuestro Ejército en el sector, el Frente Polisario —se dice que posiblemente reforzado por Argelia— ha estado combatiendo desde el comienzo del presente mes a los marroquíes, en unos enfrentamientos que los medios informados de El Aaiún califican de encarnizados.

Los combates se han registrado, según fuentes del Polisario, principalmente en torno a tres zonas claramente definidas: Echdeiria, El Farsia y Hausa. En Echdeiria comenzó la penetración marroquí el día 1 de este mes, con la entrada de 105 vehículos marroquíes que transportaban tropas bajo el mando del capitán Uld Lebeid, capitán de las FAR, que ahora, teóricamente, manda tropas del Frente de Liberación y la Unidad, supuesto ejército pro marroquí, pro liberación del Sahara, que en la práctica no es otra cosa que tropas marroquíes camufladas de saharauis. Tras ocupar el antiguo puesto español, los marroquíes fueron atacados al caer la noche por unidades guerrilleras del Polisario, durando los combates hasta el día 4. En esa fecha, 37 vehículos marroquíes se retiraron hacia el norte, trabando combate con otra unidad del Polisario, en el lugar llamado Legsaib, donde todavía se luchaba el pasado viernes.

En Hausa, donde según observadores aéreos españoles ondeaba la bandera marroquí el domingo día 9, penetró el 1 de noviembre una patrulla compuesta por siete vehículos militares marroquíes, mandada por otro capitán del FLU, Mohamed Jaer. Durante siete días. guerrilleros del Polisario se dedicaron a hostigar a los marroquíes en combates que fuentes próximas al Frente de Liberación describen como sin cuartel». El viernes por la tarde los enfrentamientos en la zona continuaban. En El Farsia, también el día 1 de noviembre, una tropa marroquí numerosa se empeñó en combates con guerrilleros del Frente Polisario, en los que, según informes recibidos, llegaron a intervenir unidades blindadas ligeras y helicópteros de las FAR. En el curso de los combates, el Polisario asegura haberse apoderado de dos blindados ligeros y algunos lanzagranadas del las FAR, con un número no determinado de bajas del Polisario. Según las últimas noticias recibidas, siguen los combates esporádicos en la zona de la frontera nordeste, en una profundidad de varias decenas de kilómetros, y las unidades militares marroquíes permanecen allí.

Llegamos a las preguntas: ¿cuál es el futuro de esta zona? ¿Permanecerán los marroquíes, continuando su penetración en este sector, abandonado tácticamente por las fuerzas españolas, donde el Polisario sólo podrá resistir militarmente con un apoyo intensivo de Argelia? ¿Concierne a las tropas que invaden el nordeste la orden de retirada de Hassán II? ¿Será recuperada esta zona por el Ejército español o puede abandonarse definitivamente?

02 diciembre 1975

Hoy, primera fase de la evacuación


Pueblo, 3 de diciembre de 1975

[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

No sabemos cuándo terminará de hacerlo, pero España se va del Sahara. De eso ya no queda la menor duda. Hoy, lunes, dio comienzo la primera fase de la evacuación obligatoria de todo el personal civil cuya presencia no es imprescindible en el territorio. En los próximos veinte días, según está previsto, saldrá de aquí todo aquello que no es absolutamente necesario en lo que respecta a empresas, mercancías, stocks de productos, librerías, bazares y otros negocios propiedad de europeos, así como el 50 por 100 de los bares y restaurantes. Permanecerán, hasta nueva orden, una empresa de combustibles, otra concesionaria de vehículos todo terreno, la compañía de aviación Iberia y la sucursal del Banco Exterior de Espаñа. Fos Bucraa, según se nos informa, posee su propio plan de evacuación, cuyos detalles no han sido hechos públicos hasta el momento. 

En lo referente al aspecto militar, se ignora la fecha de evacuación definitiva por parte del Ejército, prevista en la última fase de la operación que hoy comienza. Nuestras tropas permanecen físicamente en las ciudades de El Aaiún, Villa Cisneros, Aargub, Smara, Dahora y Haunia, mientras en los puestos fronterizos las guarniciones han sido replegadas. Estas zonas, según afirman portavoces militares, nо se encuentran en situación de vacío absoluto, ya que son cubiertas con patrullas móviles y reconocimientos aéreos. El Ejército sigue garantizando la integridad territorial del Sahara y fuentes oficiales declaran que se han establecido unas medidas destinadas a hacer frente a la posible penetración de la marcha verde marroquí. El amplio dispositivo de seguridad que se mantenía en el interior ante el temor de incidentes por parte de los saharauis ha disminuido, a fin de que las tropas cubran otros sectores de mayor importancia estratégica. 

Entre tanto, fuentes próximas al Polisario aluden a un reciente choque armado entre una unidad del Frente de Liberación y tropas de las Fuerzas Armadas Reales marroquíes, que tuvo lugar en el sector entre Echediria y Mahbes, en la zona de El Farsia. Por ambas partes se produjo un número indeterminado de bajas. Las tropas marroquíes habían penetrado profundamente en el territorio por un zona de difícil control, dadas las características del terreno, y fueron interceptadas por fuerzas armadas del Polisario, a unos ochenta kilómetros al sur de la frontera.

Como informábamos en nuestra edición especial urgente de ayer domingo, a las once de la mañana -doce hora española- llegó al aeropuerto militar de El Aaiún el Jefe del Estado en funciones, don Juan Carlos de Borbón y Borbón. Acompañaban a Su Alteza Real el ministro del Ejército, teniente general Coloma Gallegos; el jefe del Alto Estado Mayor, teniente general Fernández Vallespín; el capitán general de Canarias, teniente general Cuadra Medina; el director de Promoción del Sahara, don Eduardo Blanco, y otras altas autoridades militares. En el aeropuerto recibieron a SAR el Príncipe el gobernador general del Sahara, don Federico Gómez de Salazar, autoridades territoriales y jefes y oficiales de la guarnición del territorio. Rindió honores en el aeropuerto una compañía de la Legión, con banda y bandera.

Desde el aeropuerto, el Jefe del Estado en funciones se trasladó al cuartel general del Sahara, donde celebró una reunión con los mandos militares del Estado Mayor. Después, entre el fervor popular de la muchedumbre concentrada ante el anuncio de la noticia, Su Alteza Real se dirigió al cuartel del Tercio Sahariano Don Juan de Austria, tercero de la Legión, donde impuso la medalla del Ejército al capitán don Rafael Cárdenas, a quien se le concediera por su participación en numerosas acciones militares en los últimos meses. Su Alteza Real presenció a continuación el aсto de honor a los muertos de la Legión, extensivo en esta ocasión a todos los caídos en acción. Tras colocar una corona de laurel ante el túmulo que se alza en el centro del раtio de armas del cuartel, el Jefe del Estado en funciones presidió el desfile de diversas fuerzas de la Legión y de la Policía Territorial.

28 noviembre 1975

La guerra secreta del Sahara

Pueblo, 28 de noviembre de 1975

[A tres meses del anunciado final de la presencia española en el Sahara, la situación en el territorio es la siguiente: las tropas españolas se encuentran replegadas, por razones estratégicas, a las zonas próximas al litoral, en torno a las ciudades de El Aaiún y Villa Cisneros. Al otro lado de lo que se ha dado en llamar "frontera militar", en una extensión de terreno que constituye casi las tres cuartas partes del Sahara, la ausencia de fuerzas españolas es total. Nuestro ejército ha abandonado ya definitivamente todos los puestos militares que mantenía próximos a las fronteras del territorio, a excepción de Daora y Hagunia, que, con Smara y Cucraa, se encuentran todavía incluidos en el sector que aún controlan nuestras tropas. El resto, con las ciudades de Auserd y La Güera y los puestos fronterizos de Guelta Zemmur, Hausa, Mahbes y Echdeiria es, teóricamente, "territorio saharaui", pero en la práctica no es sino una especie de tierra de nadie, donde el Frente Polisario se esfuerza por afianzar su autoridad y establecer una administración y donde las tropas marroquíes, cuya penetración se inició el pasado día 1 de noviembre, dominan ya importantes sectores en Hausa, Echeiría y El Farsia, bajo la frontera nordeste del territorio, llegando a profundizar más de sesenta kilómetros en el interior del Sahara. Unos y otros, marroquíes y polisarios, se hallan empeñados en una guerra cruel y encarnizada que, hasta el momento, se encuentra sólo en su fase inicial. De esa guerra, que todavía en buena parte permanece secreta y que tiene por escenario las montañas barridas por los vientos alisios, o el desierto, donde las temperaturas superan a veces hasta los 50 grados centígrados, 'Pueblo' ofrece este impresionante testimonio directo de nuestro enviado especial.]

El Farsia está en las proximidades de la frontera nordeste del Sahara, allí donde la "Hammada", la llanura que se adentra en el territorio desde Argelia, se quiebra en un laberinto de profundas gargantas y cauces secos de ríos, antiguos afluentes de la Seguia El Hamra. Desde hace un mes, en las trincheras de una posición abandonada por la Legión española, efectivos militares marroquíes, casi un batallón, apoyado por algunos blindados, se mantienen en territorio saharaui como en zona ocupada, hostigados de continuo por los guerrilleros del Frente Polisario. Lo mismo sucede en Hausa y Echdeiria, puestos militares españoles españoles que en otro tiempo salvaguardaban la frontera norte del Sahara y que ahora, con sus guarniciones replegadas hacia la costa, se encuentran en poder de las Fuerzas Armadas Reаles de Marruecos.

Porque Marruecos ha invadido el Sahara, al menos parte de él, con importantes fuerzas que cruzaron el раralelo 27,40 al amparo de la cortina de humo que en su momento constituyó la "marcha verde" de Hassán II. Con los españoles situados al otro lado de la frontera militar, para oponerse a la penetrаción marroquí sólo hay grupos de combatientes del Frente Polisario, que desde los primeros momentos iniciaron contra las tropas invasoras la única forma de lucha posible en vista de sus escasos medios y la naturaleza del terreno: la guerrilla. Encaramados sobre las rocas de las montañas que circundan El Farsia y Echdeiria, agazapados en el desierto en torno a Hausa, los polisarios combaten desde hace un mes, fusiles contra blindados y morteros, tendiendo emboscadas en los cauces secos, disparando sobre los convoyes de aprovisionamiento de las FAR y dispuestos, lo afirman ellos, a luchar hasta el último hombre por defender una independencia que consideran gravemente amenazada.

Durante ocho días he compartido la vida de los guerrilleros del Frente Polisario. Ellos me han llevado a la zona de los combates, hasta escasos metros de las tropas marroquíes atrincheradas en El Farsia. Me han mostrado su organización en el territorio que, quizá prematuramente, consideran "liberado", y me han explicado las razones de su lucha. No voy a entrar en consideraciones políticas, cuyas claves se debaten en otros escenarios. Voy a contar lo que he visto.

Recorrí la zona nororiental del Sahara tras cruzar, sin complicaciones, la llamada "frontera militar" a la que se han replegado las tropas españolas. De allí en adelante, el territorio se encuentra bajo control del Frente Polisario. La bandera de los guerrilleros, con frecuencia de fabricación casera, ondea en cada "jaima", en cada campamento, en cada población. En el desierto, en los lugares que parecen más abandonados, centinelas del Frente se encuentran por todas partes, controlando el tráfico que, en vehículos de todo terreno, circulan sobre pistas polvorientas, donde los vehículos traquetean hasta que parecen a punto de romperse en mil pedazos.


Cada hombre tiene su fusil, a excepción de los chiquillos y los ancianos que no pueden combatir. Pero por la pista de Tifariti a Mahbes, cuartel general del Polisario, caravanas de Land Rovers y camiones se dirigen hacia el norte, conduciendo grupos de voluntarios saharauis que abandonan las ciudades para unirse a la guerrilla. Viajan amontonados, cubiertos de polvo, con el turbante envuelto en torno a la cabeza, con las provisiones justas para el camino, con una manta, a veces un cuchillo y un pequeño bulto que contiene ropa. Lo dejan todo tras de sí. Sólo hace un par de días se despidieron de su mujer, de sus "gualletes", de sus padres. Dijeron que se iban a luchar con el Polisario, que volverían, o quizá no volvieran nunca, que Dios es quien lo sabe. Y se fueron a la guerra.

Los hay de todas las edades: jóvenes a los que todavía no despunta la barba y hombres ya curtidos, habitantes del desierto o de las ciudades. Mohamed es uno de ellos: muy joven, con lentes, comparte conmigo su manta y su comida. Seremos compañeros de viaje hasta Mahbes. Allí, tras ponerse a disposición del Frente Polisario, lo veré partir una noche, su manta al hombro, enfundado en el uniforme, que le viene grande, en dirección a un lugar desconocido.

Antes de partir, Ahmed me habló de sus motivos para unirse a la guerrilla. Son, más o menos, los de todos los hombres con quienes conversaré durante estos ocho días. España se va, Marruecos está entrando en el Sahara y hacen falta brazos para luchar por la independencia. "El Frente Polisario es el único que está dispuesto a pelear por ello. No podemos permitir que Marruecos se adueñe del Sahara, porque nosotros somos saharauis, no marroquíes". Para estos hombres, el planteamiento es sencillo. No se trata ya de fosfatos, ni les preocupan los condicionamientos políticos de los países implicados en el tema del Sahara. Es sólo cuestión de supervivencia como pueblo independiente, de luchar contra quien les invade. "No hay acuerdo válido sobre el papel si en la práctica no está rubricado con el fusil", oiré decir en el cuartel general de Mahbes.

En Amgala, pequeña poblacion fronteriza con Mauritania, el Polisario ha establecido un campamento de instrucción, donde los nuevos reclutas aprenden la lucha de guerrillas. Pasaré allí una noche, hablando con el joven responsable militar. La población civil está perfectamente encuadrada, recibe clases, de formación política. Los niños, los "gualletes", hacen instrucción militar y aprenden a utilizar con soltura la terminología revolucionaria. Los veré en Tifariti y Mahbes, desfilando en formación con el fusil ametrallador MAT en bandolera.


También las mujeres aprenden el manejo de las armas. Lulei, secretario general del Frente de Liberación, me dice en su puesto de mando que "hasta el momento no combaten las mujeres y los niños, pero si es necesario irán también a la guerra. De una parte, la invasora, hay tropas bien pertrechadas con armas de la OTAN; por la nuestra, gente con pocas armas y pocos recursos, sin ropas y sin alimentos. Pero Dios está con el derecho y, aunque se alargue la guerra, el que tiene el derecho tendrá éxito".

Es curioso: he podido constatar idéntico optimismo, la misma fe en la victoria final, a todos los niveles. En El Farsia, los guerrilleros, que desde hace un mes se encuentran en las montañas, parapetados tras las rocas, disparando sus viejos fusiles MAS-36 contra los marroquíes, que rocían las crestas con disparos de morteros del 120, los hombres que desde casi un mes se mantienen en sus puestos, helados por el viento que sopla del norte, con unos dátiles y un poco de agua sucia, me han hablado de su lucha, que ahora parece la de David contra Goliat, con una inmensa confianza en el futuro. La ayuda argelina es mínima, lo he comprobado personalmente: se reduce a viejos fusiles y metralletas dejados en Argelia por los franceses, munición y combustible. Ni un mortero, ni un lanzagranadas. Valor inmenso y cero de medios materiales. Sin embargo, me han dicho cosas como ésta: "No tenemos prisa, amigo. Los saharauis sabemos esperar. Sabemos que una guerra como ésta no se gana en un mes, quizá tampoco en un año. Nuestra lucha, como nuestra revolución, es a largo plazo. Tenemos ejemplos, amigo, tenemos ejemplos. Está el pueblo vietnamita, están los palestinos... Si nosotros no vemos el final, lo verán nuestros hijos. Marruecos entra en una tierra que no es suya, tiene muchas armas, pero nosotros tenemos el apoyo del pueblo, somos el pueblo y nos movemos en un terreno que conocemos como nadie, como jamás podrá соnocerlo Marruecos".

No me he atrevido a decirles que el pueblo vietnamita y que los palestinos tienen detrás países poderosos que los respaldan, que les dan armas y apoyo, que les entregan dinero para hacer revolución y la guerra. Y sin embargo, estos hombres delgados y quemados por el sol, con chocantes barbas y con su enternecedora fe en sus propias fuerzas, no cuentan con nadie. Ahí, a pocos kilómetros, está Argelia, sí. Quizá dentro de unos días, mañana mismo, entregue importantes cantidades de armamento, ofrezca dinero, incluso entre en guerra con Marruecos... Pero hasta hoy, hasta este momento, la ayuda argelina en medios materiales es mínima. 

Quiero insistir en esto. No he visto ni rastro de ayuda material argelina importante. En El Farsia, cuando estábamos a quinientos metros de los blindados marroquíes, Sidahmed, uno de mis acompañantes, me decía que con un solo mortero se podría desde aquella colina mасhacar a los marroquíes enterrados en trincheras. Pero no hay morteros, Sidahmed. ¿Recuerdas? Cuando entraron seis blindados marroquíes en El Farsia, tus camaradas detuvieron dos, causándoles ligeras averías, pero lo hicieron a pecho descubierto, con latas de gasolina y algunas granadas. Cuando cae muerto algún enemigo, los guerrilleros se juegan la vida para ir a buscar su arma automática, que en estas montañas es un don del cielo. Así se han obtenido esos fusiles de asalto Kalashnikov, Fal, Cetme y Beretta, que los guerrilleros me muestran con orgullo. Han muerto muchos marroquíes, setenta y tantos, en El Farsia, pero no es posible capturar todas las armas. Y los obuses de mortero estallan en las montañas, como aquel que mató a Sidi Mohamed Uld Lehbib, cuya tumba he fotografiado junto a la соlina. 


¿Qué sucede con los heridos? ¿Con qué medios sanitarios cuenta el Frente Polisario? No tiene ni un médico. El Frente cuenta con algunos ayudantes técnicos sanitarios que están en lugares fijos, como la muchacha de Amgala, o recorren el territorio distribuyendo medicamentos entre la población civil. También hay alguno en las proximidades de los combates, pero su ayuda debe limitarse a heridas de poca consideración. Todo lo que es grave, cuando requiere cuidados especiales o cirugía, resulta imposible de remediar, a menos que se traslade al herido a Tinduf, en Argelia, a través de cientos de kilómetros de pistas infernales. Eso me lo ha contado el joven ATS que he conocido cerca de Tifariti, y que ahora se debe encontrar atendiendo a los setecientos refugiados, las muieres, niños y ancianos de Echdeiria, que huyeron hacia el sur ante el avance marroquí y que se concentran en un punto al sur de El Farsia, sin comida, sin mantas, sin agua, calentándose en las noches heladas a la escasa luz de pequeñas hogueras en medio del desierto. Hacia ese lugar, y a otro campamento situado un poco más al Oeste, acuden todos aquellos que no pueden empuñar las armas. Como esas tres mujeres que, con el crío de la mano y un borriquillo, encontramos un anochecer en mitad del desierto, sin otra cosa que lo puesto. Bajaban hacia el Sur, caminando desde El Farsia. Los marroquíes, nos contaron desesperadas, habían incendiado sus "jaimas", les habían quitado las mantas y los objetos de valor y se habían llevado a los hombres a Marruecos. Ellas habían escapado solas, aprovechando la noche, y caminaban sin saber a dónde ir, huyendo de la guerra.

En los cadáveres de los marroquíes muertos los guerrilleros han encontrado, a veces, pulseras y objetos de plata saharauis. Uno de mis acompañantes me cuenta que mató a un soldado de tres disparos y me enseña sus sandalias, una pulsera saharaui de plata y una carta que el soldado debió de recibir poco antes de morir. En ella su esposa le dice que le lleve algún recuerdo del Sahara a su regreso. "Es difícil que le lleve nada ahora", comenta el guerrillero encogiéndose de hombros, mientras guarda, cuidadosamente doblada, la carta en el bolsillo.

Es cierto que han muerto muchos marroquíes. He visto sus sandalias, distintas a las "nailas" saharauis, en los pies de los guerrilleros que les dieron muerte. He visto algunas de sus armas, sus granadas, sus uniformes agujereados, sus cascos de acero que no les libraron de las balas del Polisario. En el bolsillo de la camisa llevo un macabro recuerdo de esta guerra: un botón dorado, con la corona y una estrella de cinco puntas, de la guerrera de un oficial de las FAR acribillado a tiros en las montañas. Esta es una guerra despiadada, las condiciones en que se desarrolla son terribles, y no hay hay cuartel para ninguno de los dos bandos. 

Muchos de los guerrilleros que aquí combaten visten todavía el uniforme de la Policía Territorial y Tropas Nómadas. Son aquellos que fueron desarmados y licenciados por España, que se han unido al Polisario en la lucha contra Marruecos. Algunos me conocen, hemos hecho patrulla juntos, me abrazan riendo como niños: "Cuando vuelvas a El Aaiún di a nuestros oficiales que nos acordamos de ellos".


"Peleamos contra el FAR", me dirá Lulei en Mahbes, "que han entrado en nuestra tierra para arrebatárnosla. Marruecos sólo busca nuestra riqueza; viene al Sahara para vivir más cómodamente. Pero es poca la comodidad que aquí va a encontrar. Aquí sólo hay un pueblo con una dignidad dispuesto a defenderla, a matar y a morir por conservarla. La Administración española se ha retirado de esta zona, pero nosotros no lo lamentamos. Ahora ondea aquí nuestra bandera y trabaja nuestra propia Administración". El Polisario rechaza cualquier acuerdo sobre el territorio que se concluya sin su participación y rechaza de antemano cualquier referéndum sobre el futuro del Sahara. "El futuro lo estamos decidiendo ahora por medio de las armas", me dice un responsable militar. "Es completamente falso que la población saharaui, como se empieza a afirmar, sea favorable a Marruecos. Esa, quizá, sea la postura de muchos oportunistas, pero el pueblo, lo estás comprobando con tus propios ojos, piensa de forma distinta y por eso empuña las armas. Tienes por testigos a los cadáveres marroquíes que se pudren en El Farsia".

En El Farsia, agazapados tras las rocas que nos protegían del fuego marroquí, observando los cuatro blindados que apuntan sus cañones hacia las montañas, enterrados en zanjas de las que sólo asoman las siniestras torretas metálicas, un guerrillero me ofreció un sorbo de agua con una sonrisa. "¿Sabes una cosa, periodista? Yo, personalmente, no sé si ganaremos o perderemos esta guerra. De lo que sí estoy seguro es de que, mientras quede un saharaui vivo capaz de empuñar armas y dispuesto a luchar por la libertad de su pueblo, el Sahara continuará existiendo. Dios nos ve".

http://icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/LA%20GUERRA%20SECRETA%20DEL%20SAHARA.pdf


12 noviembre 1975

Continúa la penetración marroquí / A la espera del referéndum


Pueblo, 12 de noviembre de 1975

Una vez más, el Sahara ha entrado en un compás de espera, en el que los acontecimientos dignos de interés escasean. Hay, eso sí, un tema de extraordinaria importancia, pero éste se desarrolla al otro lado de la "frontera militar", en el sector del territorio que ha sido abandonado por las tropas españolas. Sin embargo, según las últimas declaraciones oficiales, lo que allí está sucediendo no es competencia de las tropas españolas, cuya presencia se reduce en estos momentos a las zonas próximas al litoral, englobando El Aaiún, Daora, Hagunia, Smara, Bucraa y lo que los escasos periodistas que en estos momentos permanecemos en el Sahara calificamos de "el islote de Villa Cisneros".

En esta zona que ya no controlan las tropas españolas, según palabras del teniente general Cuadra Medina, tampoco puede decirse que por el momento se estén produciendo nuevos acontecimientos cuyos ecos hayan llegado hasta aquí. No hay intormaciones confirmadas oficialmente de lo que está sucediendo en el nordeste del territorio, y todo lo que se sabe es a través del rumor o "jabara". Según estas noticias, continúa la penetración marroquí y las FAR controlan ya Hausa, Echdeira y Mahbes, y merodean más al sur, en las proximidades de Tifariti, siendo hostigadas en su avance por guerrilleros del Frente Polisario. 

En esa zona de vacío se está produciendo en estos momentos una auténtica guerra secreta. Fuentes próximas al Frente de Liberación señalan, asimismo, que en La Güera, situada en la frontera sur del territorio y recientemente abandonada por el ejército español, el Polisario se ha establecido de forma definitiva. De todos los edificios oficiales existentes tan sólo se han ocupado las escuelas, donde se imparten clases y formación política a los niños saharauis. Asimismo se está desarrollando entre la población nativa una eficaz labor de organización, con responsables del ala política del Frente, que se encargan de preparar a sus compatriotas para la lucha por la independencia del Sahara.

Entre tanto, noticias llegadas de la ciudad de Auserd, también evacuada por los españoles, señalan que el Partido de Unión Nacional Saharaui (PUNS) está creando entre sus simpatizantes en la ciudad una milicia armada, e igual labor se desempeña en otros puntos del territorio. Ya se han producido, al parecer, choques incruentos entre punsistas armados y las unidades militares del Polisario, aunque ambos grupos pretendan luchar por la independencia. La explicación a esta aparente incongruencia puede residir en que un amplio sector del PUNS goza, en los últimos tiempos, de una fama pro marroquí. En estos momentos, segun las noticias llegadas a El Aaiún, tropas del Frente Pоlisario estarían cercando la ciudad de Auserd, donde se han hecho fuertes elementos punsistas. Resulta penoso para el cronista comprobar cómo en unos momentos en que los marroquíes penetran en el territorio por todas partes los grupos políticos saharauis, en vez de unirse contra el que debe ser considerado enemigo común, malgastan tiempo y fuerzas jugando a la guerra civil.


En el Sahara, que era español, la situación ha experimentado cambios desde el comienzo del presente mes. Todo cuanto sucede aquí recuerda que los días de nuestra presencia están contados. El Aaiún es una ciudad muerta, cuyos únicos transeúntes, al caer la noche, son las patrullas de jóvenes soldados que recorren las calles con el arma en bandolera y el dedo en el gatillo. Con nuestro Ejército replegado "por razones tácticas", según portavoces oficiales, a las zonas de El Aaiún y Villa Cisneros, en el litoral, y una "frontera militar" que no llega más allá de Daora y Hagunia, al norte, y Smara, al este, un importante sector del territorio constituye en estos momentos una zona de vacío, de la que nuestras tropas están ausentes, zona donde se mueven unidades marroquíes, fuerzas del ala militar del Frente Polisario y, posiblemente, pequeñas unidades del Ejército argelino. Marruecos, amparado tras la cobertura publicitaria que le ha prestado la marcha verdе», ha iniciado la invasión militar de aquel sector, situado al norte del Sahara Occidental, que fue abandonado por los españoles. Informaciones llegadas de la "zona de vacío", que no lo es tanto, confirman la presencia de importantes efectivos de las FAR, y en Hausa, sesenta kilómetros al sur del paralelo 27,40, así como en Echdeiria, Mahbes y El Farsia. Pero según unas muy recientes declaraciones del capitán general de Canarias, teniente general Cuadra Medina, esa zona no es ya responsabilidad de las tropas españolas, sino que debe ser considerada "territorio saharaui".

Así están las cosas mientras la primera fase de la Operación Golondrina toca a su fin. Es de suponer que la segunda fase, la evacuación militar, no se produzca hasta que España cumpla su compromiso de realizar un referéndum entre la población saharaui. Un referéndum que, se opina aquí, parece difícil de llevar a cabo en las actuales circunstancias, con nuestras tropas controlando físicamente tan sólo la mitad del Sahara Occidental.

11 noviembre 1975

Comenzó el repliegue de la "marcha verde"


Pueblo, 11 de noviembre de 1975

[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Tres temas integraban ayer la actualidad en el Sahara: la retirada de la "marcha verde", la situación en la zona nordeste del territorio y las declaraciones del capitán general de Canarias, teniente general Cuadra Medina.

Desde primeras horas de la mañana los campamentos marroquíes emplazados junto al borde norte de la Sebja de Um-Deboaa, ocho kilómetros al sur de la frontera, соmenzaron a ser desmontados por los voluntarios de Hassán II. Las tiendas de campaña fueron abatidas, los millares de camiones colocados en dirección norte y los primeros contingentes de marroquíes comenzaron a desandar el camino hacia la frontera. 

Lo mismo sucedía en el otro campamento, situado en las proximidades del río Agbaro, a unos ochenta kilómetros al este de Tah. Con el amanecer, los observadores aéreos españoles dieron cuenta del movimiento de personas hacta el Norte. Con una perfecta organización, en un alarde de disciplina у control, los voluntarios civiles de la "marcha verde" marroquí se replegaban del Sahara acatando las órdenes de su Monarca.

Un incidente que se produjo ayer por la mañana prueba, entre otras muchas cosas, el control total que en todo momento han mantenido los responsables de la organización de la "marcha verde" sobre quienes participan en ella. Mediada la mañana, cuando altos mandos militares y un buen número de periodistas se encontraban en lo que se ha dado en llamar "frontera militar", línea elástica situada ahora a trece kilómetros al sur de la frontera geográfica, un grupo compuesto роr un сentenar de marroquíes comenzó a bordear por la derecha el campo minado número 1, profiriendo gritos e insultos contra España. Las tropas españolas destacadas en la zona, obedeciendo las órdenes recibidas, permanecieron impasibles. En aquel momento llegó al lugar una patrulla de gendarmes marroquíes que, tras repartir una lluvia de golpes entre los manifestantes, se los llevó hacia el campamento, apartándolos de allí. Poco faltó en aquella escena sorprendente para que los gendarmes marroquíes diesen disculpas a nuestros legionarios.

Pero a estas alturas la "marcha verde" ha perdido importancia, quizá una importancia artificial que nunca poseyó realmente. La preocupación en los medios militares del Sahara sigue centrada en aquello que la cortina de humo producida por la marcha no llegó а ocultar del todo: la invasión marroquí en el sector nordeste, en la zona abandonada por las tropas españolas. Según fuentes militares de El Aaiún, los marroquíes han profundizado ya en algunas zonas hasta sesenta kilómetros al interior del territorio, apoderándose de una franja de terreno que, lejos de parecer dispuestos a abandonar tras el discurso de Hassán II, se muestran decididos a ampliar. Observadores aéreos españoles hablan de una importante columna militar marroquí que el pasado domingo se dirigía hacia Hausa. Otras informaciones aluden a las intenciones marroquíes de tomar la ciudad de Smara apenas se efectúe su evacuación total por nuestras tropas. Smara, la ciudad santa del Sahara, раrece también incluida en el repliegue táctico del que hace pocos días hablaban portavoces oficiales.

Ya nadie utiliza aquí el término "integridad territorial". Y es en este contexto de la silenciosa e inexorable penetración marroquí en el nordeste donde se insertan las declaraciones que ayer efectuó aquí el capitán general Cuadra Medina: "Las fronteras son imprecisas, de difícil control. Por eso España ha establecido una "frontera militar". No tenemos actuación fuera de ella. Dentro de esta fronterа militar cumpliremos con lo que hemos dicho siempre, con nuestras promesas. Lo que hay fuera de estos límites no es territorio español, sino saharaui. España es donde están nuestros soldados. Lo que está fuera de la línea defensiva que hemos adoptado no podemos controlarlo. El ejército no puede inmiscuirse en las directrices de la política. El mando militar sólo debe aceptar órdenes. Todo esto ha sido una "entente" entre países razonables para contribuir al mantenimiento de la paz".

Para terminar, el capitán general de Canarias hizo el siguiente  comentario sobre la "marcha verde": "El desarrollo de esta situación ha demostrado que el problema se ha tratado entre países civilizados. ¿Que si es civilizado invadir un país? El Sahara ha sido invadido de forma civilizada".

07 noviembre 1975

Última orden: que no llegue a El Aaiún


Pueblo, 8 de noviembre de 1975

[Frontera norte del Sahara, crónica telefónica de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Escribo esta crónica desde la posición más avanzada que mantienen las tropas españolas frente a la "marcha verde" marroquí. Un grupo de enviados especiales de todo el mundo nos encontramos a un kilómetro del campo minado número 1 y a catorce kilómetros del paralelo 27'40. Frente a nosotros, a una distancia de cinco mil metros, dispersos en un enorme frente que se prolonga hacia el Este, desde el nacimiento de la Sebja de Um-Deboaa, los voluntarios de Hassán II continúan congregándose en el inmenso campamento que montaron hace dos días, cuando un primer contingente de veinticinco mil hombres cruzó la frontera por Tah avanzando hacia el sur. Ahora son más. En este momento, las cinco de la tarde de ayer para los lectores, columnas de vehículos que se dirigen desde Tarfaya hacia el Sahara levantan una gran nube de polvo que, desde hace horas, permanece suspendida en el horizonte. Los camiones cargados de marroquíes afluyen sin cesar a los tres campamentos que se distinguen a simple vista, a unos cinco kilómetros de nuestra posición. Con la ayuda de prismáticos se observan perfectamente las tiendas de campaña, los centenares, miles, de camiones aparcados en torno; la masa de personas que permanece inmóvil, esperando. Hacia el borde norte de la Sebja, un antiguo lago desecado, siluetas empequeñecidas por la distancia se mueven recogiendo arbustos para encender fuego. Algunas columnas de humo gris, de las hogueras donde se cocinan los alimentos, se alzan verticales al cielo, surcado de continuo por aviones y helicópteros españoles que, a través de la radio, comunican incansablemente detalles de la situación a los puestos de mando. Los marroquíes, al parecer, se están congregando en esta especie de cuña, de ocho kilómetros de profundidad. Los millares de personas aumentan a cada hora que pasa. Se supone que cuando todos estén allí, hoy o mañana, reanudarán el avance.

Una columna compuesta por 150 camiones militares, presumiblemente cargados con tropas marroquíes, está llegando al flanco izquierdo del campamento. En el vehículo que sirve como enlace de transmisiones, situado a unos metros de donde escribo, los operadores de radio anotan los datos suministrados por los helicópteros de observación. En torno a nosotros, blindados ligeros y cañones antiaéreos del tercio se alinean en un frente disuasorio, esparcido a lo largo de varios kilómetros, tras las alambradas que señalan el campo de minas número 1. Si los marroquíes avanzan hasta la zona minada, estas unidades tienen órdenes de replegarse hacia la línea del campo minado número 2, a la altura de Daora.

Con unos potentes binoculares de camраñа, oficiales del Estado Маyor del Sahara observan el campamento marroquí, erizado de banderas rojas. Es sorprendente el orden y la organización que demuestran los marroquíes. Las tiendas de campaña no se han plantado de cualquier manera, sino formando calles perfectamente delimitadas. Se cavan letrinas, se deposita material como si los marroquíes estuviesen dispuestos a permanecer ahí durante algún tiempo. Camiones de avituallamiento distribuyen víveres y agua a grupos de personas que se congregan en torno. De los camiones recién llegados descienden hombres y mujeres que son inmediatamente distribuidos por la zona por quienes parecen ser responsables de la organización. Todo, ahí enfrente, se está llevando a cabo como una operación perfectamente sincronizada. 

Gómez de Salazar, el general gobernador jefe del sector del Sahara, llega a bordo de un helicóptero, levantando una enorme polvareda en la tierra removida por las ruedas de los vehículos militares. Frente al campo minado, junto al general Timón de Lara, posa para los fotógrafos. El gobernador opina que los marroquíes no atravesarán los campos minados. Existe un plan para detenerlos, declara, pero no puede ser hecho público todavía. Tampoco quiere decir dónde, de no detenerse, serán frenados los marroquíes sí continúan su avance hacia el Sur. Sus palabras pueden ser interpretadas, según los gustos, de modo ambiguo o de modo muy significativo: "Mi orden, mi última orden, es que ningún marroquí entre en El Aaiún". Pero desde Tah a El Aaiún hay 70 kilómetros... ¿Hasta dónde, mi general, se permitiría penetrar a los marroquíes?... "No hay respuesta, señores. Secreto militar".

Pero la discreción del general Gómez de Salazar no puede ocultar lo que resulta fácil ver sobre el terreno. Las tropas españolas se encuentran fuertemente atrincheradas en Aguil Til Li, en la línea defensiva que, amparada tras el campo minado número 2, se extiende a la altura de Daora, a 27 kilómetros de la frontera. Es allí, aseguran fuentes que se dicen informadas, donde los marroquíes serían frenados definitivamente, de proseguir en su avance. La radio militar del vehículo que sirve de enlace a las transmisiones carraspea, mientras una voz lejana informa que aproximadamente unos ochenta mil marroquíes han cruzado ya la frontera y se disponen a pasar la noche en los tres campamentos establecidos.

Ni un solo tiro

Pueblo, 7 de noviembre de 1975

[El Aaiún, crónica telefónica de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Marruecos ha invadido el Sahara. Ignoro si es una invasión controlada o no, si va a detenerse en algún punto determinado o si pretenderá continuar adelante. El hecho concreto es que la "marcha verde" ha cruzado la frontera y que los marroquíes están dentro del territorio, avanzando en la vertical de El Aaiún, hacia el sur.

Ayer, ante la línea minada que los españoles tendieron a trece kilómetros de la frontera, este enviado especial vio la primera oleada de voluntarios marroquíes que, formando un frente de ochocientos metros de ancho por dos kilómetros de fondo, rebasaba el paralelo 27'40, descendiendo lentamente en forma de inmensa mancha de hombres y vehículos. Las avanzadas móviles españolas, situadas en una loma tras el campo de minas número uno, a trece kilómetros de la línea fronteriza, observaban el avance marroquí a distancia, con la ayuda de prismáticos, sin disparar un solo tiro. Un puesto de transmisiones daba cuenta periódicamente al mando de los progresos de la marcha, y los vehículos del tercio, desplegados tras el campo de minas, permanecían a la expectativa.

Las órdenes que, según nos contaron los soldados ayer, obraban en poder de las avanzadillas españolas eran terminantes: no abrir fuego y dejar penetrar a los marroquíes hasta la linde del campo minado número uno. Si los marroquíes comenzaban a atravesar éste, replegarse hasta el campo minado número dos, a unos 27 kilómetros de la frontera, en la zona de Aguil Tel-Li. Si los marroquíes pretendían atravesar también esta segunda línea defensiva, el avance debía entonces ser frenado sin contemplaciones.

En vista de las circunstancias, parece que es en este lugar, Aguil Tel-Li, donde el general gobernador del Sahara declaró hace unos días que los marroquíes no avanzarían ni un metro más abajo de la frontera militar. Ingenuamente, un buen número de enviados especiales habíamos interpretado sus palabras creyendo que la "frontera militar" era la línea de minas número uno, la que se еxtiende a trece kilómetros del paralelo 27'40, pero parece que no es así, que los marroquíes, según los informes recibidos, poseen patente de corso para profundizar casi veintisiete kilómetros en el Sahara. La ventaja de tener una "frontera militar" en el territorio es que ofrece inmensas posibilidades de elasticidad.

Ayer, en la primera línea española, la sensación de quienes desde allí observábamos los progresos de la marcha marroquí era completamente irreal. Una mancha oscura, formada por miles de personas y vehículos, se movía hacia nosotros como una enorme oruga que se desplazase sobre el desierto. A simple vista se роdían distinguir coches, que se destacaban de la masa en dirección al campo minado, deteniéndose ante las alambradas que lo circundan, como inspeccionando la zona. Sobre la riada humana que se acercaba hacia nuestra posición, a unos seis u ocho kilómetros, helicópteros y aviones de caza españoles evolucionaban sin intervenir, radiando mensajes que eran captados por la unidad de transmisiones emplazada junto a nosotros. Los reconocimientos aéreos habían permitido establecer la cifra aproximada de participantes en la "marcha verde", que había cruzado o se encontraba a punto de hacerlo, desde las diez de la mañana, la frontera norte del Sahara: unas doscientas mil personas.

Para los españoles habría sido muy fácil frenar físicamente a los marroquíes, de habérselo propuesto. Una barrera de artillería, salida de las bocas de las piezas distribuidas por el desierto a nuestras espaldas, habría bastado para cortar el paso a los voluntarios de Hassán II, pero, como si todo aquello no fuese más que el desarrollo de algo perfectamente ensayado con anterioridad, los cañones permanecieron en silencio y los marroquíes prosiguieron su avance. 

Ayer, la línea avanzada española parecía cualquier cosa menos un frente de batalla. Los legionarios se encontraban en sus puestos, sobre sus vehículos blindados ligeros o sentados en torno a las piezas antiaéreas, emplazadas sobre camiones. Pero la sensación de peligro estaba ausente por completo. Se observaba aquello con absoluta calma, como si se tuviese la certeza de que no iba a pasar nada. "Les dejaremos llegar hasta el campo minado", dijo un oficial. "Si comienzan a atravesarlo, nos replegaremos hasta la segunda línea, veintisiete kilómetros al sur de la frontera. Es allí donde, si continúan adelante, no vamos a tener otro remedio que machacarles".

Ayer este enviado especial tuvo oportunidad de comprobar personalmente la casi absoluta certeza de que la marcha se detendría ante el primero o el segundo de los campos minados. Medios informados de El Aaiún aludían a la existencia de un acuerdo con Marruecos, mediante el cual la marcha efectuaría una penetración simbólica de diez o veinte kilómetros en el territorio sin proseguir adelante. En las próximas horas comprobaremos si tal pronóstico se confirma.



06 noviembre 1975

La marcha terminará en la frontera

Pueblo, 6 de noviembre de 1975

[El Aaiún, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Ayer, en la reunión que a diario mantienen portavoces militares con periodistas, el gobernador jefe del sector del Sahara, general Gómez de Salazar, anunció que en el día de hoy se esperaba el comienzo de la última etapa en la "marcha verde" sobre el Sahara. El general aseguró que la invasión marroquí "dará comienzo y terminará en la misma frontera". Naturalmente, Gómez de Salazar hablaba en términos simbólicos: la marcha, según todos los indicios, penetrará, de llevarse a cabo, una decena de kilómetros al sur del paralelo 27,40, en territorio del Sahara, aunque se espera que se detenga ante una segunda línea defensiva, la "frontera militar", situada sobre los campos de minas que se apoyan en la Sehja Um Deboa, prolongándose hacia el este, formando una línea paralela a la frontera, a 13 kilómetros de Tah.

No entró en detalles Gómez de Salazar, pero de sus palabras parece desprenderse que las fuerzas españolas van a consentir una marcha pacífica de los marroquíes, siempre y cuando no profundice demasiado y no intente atravesar la "frontera militar", como ya aventurábamos en nuestra crónica de ayer. Existen datos suficientes para pensar que se ha llegado a una solución de compromiso, a un acuerdo mediante el cual los españoles permitirán entrar unos kilómetros a los marroquíes y éstos se contentarán con pasearse simbólicamente, sin pretender, por supuesto, llegar hasta El Aaiún. Todo el mundo salva así la faz. Sin embargo, portavoces militares aseguran que cualquier intento marroquí de continuar adelante una vez se alcance el tope establecido de penetración sería contundentemente frenado. En palabras del propio gobernador general del Sahara, los marroquíes "no avanzarán ni un metro más acá de la frontera militar". En los 57 kilómetros que separan ésta de la capital del Sahara, las tropas españolas se encuentran en estado de alerta. El que todo transcurra sin dar lugar a una confrontación violenta depende ya exclusivamente de los marroquíes. Nuestras tropas, por su parte, están preраradas para afrontar cualquier hipótesis, incluida la más peligrosa.

En el interior, entre tanto, la situación vuelve a la normalidad. El amplio dispositivo de seguridad que se mantenía días antes ha desaparecido casi por completo, y en las calles se ven muy pocas patrullas militares, aunque permanece el toque de queda. Fuerzas de la Policía Territorial se encargan ahora de mantener el orden público, tras relevar el lunes por la noche a los legionarios que acordonaban los barrios musulmanes de la ciudad. Los controles se han reducido al mínimo indispensable, cesan los registros, los cacheos, las identificaciones, y los detenidos соmienzan a ser puestos en libertad, las cosas vuelven también a sus cauces. La huelga casi total de días раsados se ha resuelto con normalidad tras los contactos que el Gobierno territorial mantuvo con representantes saharauis, a quienes convenció de que España continúa salvaguardando sus legítimos derechos. Ayer fue considerable la asistencia al trabajo por parte de los saharauis, y en líneas generales, y según me aseguran portavoces del Gobierno territorial, la situación laboral puede considerarse normalizada.

La evacuación sigue su curso, aunque se tropieza en esta primera fase con la resistencia pasiva de algunos residentes civiles que pretenden permanecer hasta los últimos momentos, entorpeciendo así la fluidez de la operación. Veinticuatro personas han sido multadas con 50.000  pesetas cada una por no haber obedecido la orden de evacuación forzosa. El ejército, por su parte, está procediendo al empaquetado de todo aquel material que no le es absolutamente necesario. La vida y la animación de la capital del Sahara, muy disminuidas en los últimos tiempos, se están apagando rápida y definitivamente.

Sobre los incidentes armados en la zona fronteriza abandonada por el ejército español, fuentes oficiales desmienten categóricamente rumores que circulaban días pasados, según los cuales una unidad del Frente Polisario había causado 140 bajas a los marroquíes en un choque armado con tropas de las FAR. En el enfrentamiento, que se produjo realmente, el número de bajas no es superior a diez, sumando muertos y heridos de ambas partes. Los encuentros armados que se producen en el sector, aseguran portavoces oficiales, son siempre de escasa magnitud, entre pequeñas unidades que merodean en torno a la frontera norte del territorio. A tal respecto, informaciones fidedignas señalan que en la ciudad se ha instalado el toque de queda ante el temor de infiltraciones por parte de comandos del Frente Polisario.

Según informes fidedignos, a lo largo de las dos semanas en que se han ido concentrando los 350.000 marroquíes, de ellos 35.000 mujeres, en los campos de vivaqueo de Tarfaya, se han registrado tres mil violaciones de jóvenes de ambos sexos. Las condiciones de vida de los voluntarios en tiendas de lona o chabolas de piedra recubiertas de mantas han sido penosísimas durante la semana que duró una tempestad de arena. El agua escasea, los alimentos también, y la situación higiénica a causa de las letrinas deficientemente montadas es propicia para la propagación de toda clase de enfermedades infecciosas. ¿Cómo es posible —preguntamos— que ni en España ni ningún otro país hayan planteado el caso de la "marcha verde" ante la III Comisión de las Naciones Unidas, que trata de los derechos humanos? Porque ya no se trata sólo de un problema político, sino de otro puramente humanitario, del que la citada Comisión ha debido ocuparse con urgencia.

Otra pregunta, a propósito de los célebres chimpancés que, al parecer, han sido adquiridos por el Gobierno de Marruecos en diversos países africanos, con el propósito de lanzarlos como vanguardia de la marcha, para que hagan estallar las minas enterradas. ¿Cómo es que ninguna de las muchas asociaciones protectoras de animales que en el mundo hay ha protestado?