15 diciembre 2022

Presentación de 'Revolución' en Murcia

"En España se tiende a caer en el fanatismo y la polarización"

elindependiente.com - 15/12/2022

El escritor Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) ha manifestado este jueves en Murcia que «la violencia puede ser muy educativa porque permite comprender mejor a los seres humanos», y observándola «se aprende a no amar ni odiar», en referencia a su experiencia como reportero de guerra durante 21 años. 

En la presentación de su última novela, 'Revolución', publicada en octubre con la editorial Alfaguara, el autor cartagenero ha señalado que en España se tiende a caer en «el fanatismo y la polarización», por lo que la observación de la violencia ofrece un contraste de valores que supone «una gran enseñanza». «En las redes sociales no existe violencia», ya que solo son «un lugar donde la gente vuelca sus frustraciones, sus odios o sus inquietudes», algo que «no tiene nada que ver con las torturas, violaciones o asesinatos» que, a su juicio, sí lo son. Así, reconoce que la violencia ha sido para él «un máster de lucidez» que ha influenciado su nueva obra, 'Revolución', ambientada en el México de 1911 y que narra la historia de un joven que alcanza su madurez en medio del caos que supone un conflicto bélico. Situación que guarda cierta similitud con la vida del autor cartagenero, que se enfrentó a su primera guerra como reportero en Beirut, en 1974, cuando tenía 22 años. Pérez-Reverte ha afirmado que esta novela toma sus orígenes en las historias que un amigo de su bisabuelo, ingeniero de minas que trabajó en México en plena revolución, le contó cuando era pequeño, y que ese recuerdo le ha aproximado a su propia relación con la aventura y le ha llevado a escribir su «propia biografía de juventud». 

El académico de la RAE se encuentra sumido en la que será su nueva novela, de la que apenas ha dado datos, pero que asegura que le «mantiene vivo» porque la escritura le obliga a «a aprender constantemente», siempre y cuando la temática sea diferente porque le aburre escribir siempre de lo mismo.

https://www.elindependiente.com/tendencias/2022/12/15/perez-reverte-la-observacion-de-la-violencia-ofrece-un-contraste-de-valores-que-supone-una-gran-ensenanza/

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"La violencia proporciona una amarga lucidez"

Cristina Fernández - murciaplaza.com - 15/12/2022 

Dice el escritor cartagenero Arturo Pérez-Reverte que él no deja de ser "un escritor profesional que cuenta historias". Y que 'Revolución', su última novela, "es una más". Eso sí, diferente al resto de las que ha escrito durante los últimos 35 años, porque "yo no soy como otros escritores que siempre escriben la misma novela, que es muy respetable. Pero, me aburriría; necesito desafíos". Y con esta historia ambientada en el México de Emiliano Zapata y Pancho Villa eran muchos los que se le planteaban. Así lo ha contado este jueves en el Centro Cultural Las Claras de Cajamurcia durante un acto para presentar el libro, previo al encuentro de la Cátedra de la UMU que lleva su nombre. Es por eso que le acompañaba como anfitrión Pascual Martínez (director de la Fundación Cajamurcia) y Alexis Grohmann, director de la citada cátedra y catedrático de Literatura Española Contemporánea en la Universidad de Edimburgo.

Esos desafíos eran diversos, desde la documentación y ambientación -se trata de la primera novela del cartagenero que transcurre completamente fuera de Europa, como le hizo observar Grohmann-, el recibimiento por parte de los lectores mexicanos -ante la osadía de que un "pinche" español escribiera sobre su historia- y sobre todo el lenguaje. Porque sus personajes tenían que hablar mexicano, del que se practicaba en el primer tercio del siglo XX, distinguiendo las expresiones que podía utilizar un terrateniente de las que eran propias de un campesino analfabeto. Pero ahí entra, ha explicado, la tarea de "un escritor vivo", que no deja de "observar, aprender y emprender cada novela como una aventura nueva". "Si no fuera así, si no hiciera cosas diferentes, terminaría muriendo como escritor".

Lo que no puede, o no quiere, evitar Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) es esa "amarga lucidez" con la que mira al mundo, fruto del "máster de violencia" que realizó como periodista en un sinfín de conflictos bélicos. Por eso, la mirada de su protagonista, un joven ingeniero de minas que se ve envuelto en una revolución que no es la suya, es también la mirada del autor. Porque como le pasó a él -que tenía 22 años cuando se enfrentó a su primera guerra como reportero en Beirut en 1974-, "la violencia se presenta como un aprendizaje clave de la vida y el chico del principio de la historia no es el hombre que la termina". Y es que "la violencia, aunque tiene muy mala prensa y es algo horrible, puede ser muy educativa. Permite comprender mejor a los seres humanos, a no amar ni despreciar a los hombres, solo a intentar entenderlos". Ante todo lo que él ha vivido en primera persona -se pierde unos segundos en sus recuerdos-, Pérez-Reverte se ríe de lo que pueda pasar en Twitter. "La violencia de verdad salpica, lo de Twitter solo puede llegar a irritar. Lo que pasa es que hemos pervertido el lenguaje". A él, además, le divierte y le parece interesante sociológicamente la red social en la que es muy activo. "Yo tiro la piedra y se crea una onda que se va haciendo más grande mientras me limito a observar", explica el académico de la RAE.

Pérez Reverte ha contado que 'Revolución' guarda sus orígenes en las historias que le contaba un amigo de su bisabuelo, ingeniero de minas que trabajó en México en aquella época. Y como tantas historias que ha ido atesorando a lo largo de su vida, encontró el momento de sacarla a la luz. El escritor considera que tiene sentimientos encontrados sobre las revoluciones, porque entendiendo que hay que hacerlas, sabe por experiencia que suelen perderlas quienes las empiezan. "Quien sale a la calle, quien da la cara, quien pelea, vierte la sangre, se la juega y se destroza la vida por cambiar el mundo… cuando termina todo, entonces llega el otro, el que estaba detrás o el que no estaba y dice, apártate que ya me encargo yo de gestionar esto". "Tengo esa melancolía de que las revoluciones terminan siempre con un Daniel Ortega en su finca". Así que "esa película no me la cuenten, que ya sé el final", apunta, aunque insiste en que "no por ello hay que dejar que pelear".

https://murciaplaza.com/perez-reverte-presenta-revolucion-en-murcia

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https://twitter.com/i/status/1603361265606434817

Audio:

https://www.orm.es/informativos/noticias-2022/perez-reverte-la-violencia-nos-permite-tener-una-lucidez-sobre-el-ser-humano/

10 diciembre 2022

"Quise contar el amor, la lealtad, el sacrificio"

Entrevista de José Luis Martínez - milenio.com - 10/12/2022 

Arturo Pérez-Reverte presentó en la FIL de Guadalajara su novela 'Revolución' (Alfaguara, 2022), protagonizada por un ingeniero de minas español, Martín Garret, quien de pronto se ve inmerso en un mundo desconocido y violento, el de la guerra civil en México. Dejándose llevar por las circunstancias, se involucra en la División del Norte de Pancho Villa y observa, siempre con distancia y aparente frialdad, los hechos, los personajes, las contradicciones de un movimiento en el que la violencia y la sevicia no proscriben la ternura ni la amistad. De acuerdo con sus editores, 'Revolución' “es un relato de iniciación y madurez a través del caos, la lucidez y la violencia: el asombroso descubrimiento de las reglas ocultas que determinan el amor, la lealtad, la muerte y la vida”. En esta entrevista realizada en Guadalajara, Pérez-Reverte habla de esta novela, en la que reconoce que hay mucho de él, de su visión de la guerra y los afectos. 

—¿Cuál fue tu principal reto al escribir esta novela? 

—No podía venir aquí como un gachupín que llega de turista y monta una novela desde fuera; no podía hacer eso. 'Revolución' es una novela seria, hecha desde dentro. Tengo la ventaja de que conozco muy bien México, desde hace muchos años; conozco bien el país, la gente, las hablas distintas, pero tenía que conseguir que los personajes hablasen como se hablaba entonces, no como ahora. No podían decir “pinche güey”. Lo que hice fue estudiar, leer muy bien las novelas de la época, que las hay excelentes: 'Los de abajo', 'Vámonos con Pancho Villa', 'Cartucho', 'Se llevaron el cañón para Bachimba'... Las leí todas. Leí los periódicos de aquel tiempo. Fui sacando palabras, expresiones, giros —la jerga popular de la época era muy divertida, muy interesante, muy ingeniosa—, para conseguir que al lector mexicano no le resultara ajena la novela. Para mí, lo peor hubiera sido que me dijeran: “Oye, tus personajes no hablan como mexicanos, no reconozco a México en esta novela”. Por eso investigué mucho y, con los medios que pude conseguir, traté que el mexicano diera por buena la historia. Con esta novela, mi principal tragedia hubiera sido que las expresiones, que el lenguaje no correspondiera a esa época. Si no hubiera sido capaz de controlar eso, no la habría escrito. 

—¿Por qué volver a la Revolución Mexicana, un suceso del que, como tú mismo has dicho, se ha escrito una gran cantidad de novelas? 

—Porque, entre otros, la revolución mexicana es un factor de aprendizaje para el protagonista, Martín Garret, un ingeniero de minas español. Yo quería que aprendiese de la revolución, de la gente que hace una revolución; él no es un revolucionario, es un tipo que mira y, al mirar, aprende y madura. Quería que aprendiese todo esto durante el tiempo terrible y espléndido de la revolución mexicana. Hay otro factor, más importante todavía: la revolución mexicana ha sido mitificada en el propio México. México ha vendido al exterior una imagen de su revolución no siempre exacta, con mucho folclor, muchas adelitas, mucho heroísmo, pero también hubo traiciones, suciedad, crueldad, barbarie; hubo mucha sangre y mucha muerte. Entonces, yo quise hacer una novela ecuánime que presentara a la revolución mexicana con luces y sombras, con crueldad y con tragedia, con basura y con gloria. Para conseguir esto, me documenté lo más que pude para dar una imagen que tal vez a un mexicano le resultaría más difícil porque está mediatizado por su propia historia, por las lecturas que se han hecho de la revolución mexicana —la veas como la veas—, pero yo venía de fuera con la limpieza del ecuánime. Yo no tengo ninguna vinculación con Villa, ni con Zapata, ni con Madero, ni con Carranza, ni con nadie. Soy un tipo que mira. Así que esa mirada ecuánime, digamos más fría, quizá podría ser útil para que los mexicanos vean cómo ve su revolución alguien que no es mexicano, que no está condicionado y la ve desde fuera. La novela responde a ese intento de contarles a mis amigos mexicanos cómo veo su revolución.

—Novelas como 'Los de abajo', de Mariano Azuela, plantean claroscuros y desmienten algunos mitos en torno a la revolución. 

—Para hacer mi novela, te repito, leí todas las que existen. 'Vámonos con Pancho Villa', por ejemplo, de Rafael F. Muñoz, es durísima, es la decepción de unos amigos que se involucran en ella y poco a poco van siendo destruidos por la misma revolución. Esa visión fue muy importante para mí, porque necesitaba ver cómo se había contado la revolución y elegir, de aquello que se contó, lo más conveniente para mi proyecto. Por otra parte, quería huir de la concepción romántica que hay en España y México de la revolución: tiros al aire, adelitas, ¡viva Zapata! No, quería hacer algo mucho más complejo, sucio, turbio, traicionado, amargo, sangriento, impreciso y trágicamente fracasado de lo que lo vemos ahora. Con la humildad de quien viene de fuera a mirar y con la ecuanimidad de quien no está implicado, yo quería contar esa historia. 

—Martín Garret, el protagonista, se deja llevar por las circunstancias; parece simple y sin embargo es un personaje bastante complejo. ¿Cómo lo imaginaste? 

—No quería hacer una novela en la que un hombre se vuelve revolucionario, no quería hacer una novela de un militante, necesitaba la frialdad del observador, necesitaba la frialdad técnica de un ingeniero, de alguien que ve las cosas como un fenómeno casi antropológico; necesitaba esa frialdad. Un revolucionario me habría estropeado el personaje porque hubiera tomado partido, hubiera sido alguien arrastrado, digamos, sentimental, ideológicamente por la revolución. Y aunque Martín actúa de una manera muy directa en ella y al final termina combatiendo como uno más, o mucho más que otros combatientes y pagando el precio, siempre se mantiene sereno, con ese distanciamiento que le permite observar. Yo he visto muchas revoluciones y muchas guerras, y sé que quien está dentro solo ve lo suyo: ve al enemigo al que odia y al amigo al que ama, excluye la virtud del enemigo y el error en el amigo. Yo quería que mi personaje lo viese todo, por eso construí a Martín Garret, y estoy muy contento de haberlo mantenido fuera de la contaminación, entre comillas, ideológica. En ningún momento él se siente un revolucionario, se siente alguien que quiere, que ama, que es leal, que tiene vínculos afectivos con revolucionarios, pero él no es un revolucionario; él no cree en la revolución, no está ahí para cambiar sino para comprender el mundo. Creo que esa es la clave de la novela: el personaje no está para cambiar el mundo, sino para comprenderlo; lo que a él le importa es la gente que lucha: Genovevo Garza y su mujer Maclovia Ángeles, el mismo Pancho Villa. Sus lecciones de vida no son una revolución que triunfa o fracasa, sino los hombres y las mujeres que la hacen. 

—En la novela, además de Garret, aparecen otros dos extranjeros, el mercenario Tom Logan y la periodista Diana Palmer, ambos norteamericanos. 

—Ella es una testigo viajera, es una periodista de la época inspirada en Nellie Bly; el otro es simplemente un aventurero, pero Martín es un observador, un científico. A Martín Garret lo llevo a una cosa personal. Pasé veinte años en países en guerra, y los primeros tres o cuatro fueron de fascinación, no por la guerra que es horrible, sino por los hombres y mujeres que hacen la guerra. Me di cuenta de que la gente se comporta de manera diferente en la guerra que en la paz y que en la guerra afloran cosas que nada tienen que ver con la vida normal, o con la que nosotros llamamos normal. Ese hecho me dejó fascinado y enganchado y, entonces, a Martín Garret le presté esa fascinación, insisto, no por la guerra sino por los hombres y las mujeres que hacen la guerra, en este caso, una revolución. Martín está en proceso de aprendizaje y los afectos que entabla no son con el hecho sino con quienes participan del hecho. Por eso llora cuando muere su “compadre” Genovevo Garza y Maclovia le dice: “Él hubiera llorado por ti”. En ese sentido, narrativamente hablando, me importa un carajo la revolución mexicana; es el escenario, pero lo que yo quiero contar son las cosas que ocurren dentro de ella, cómo es posible descubrir la lealtad, el amor, el sacrificio, la admiración. Descubrir a gente como Genovevo Garza, quien se viste con ropa charra para la que va a ser la última carga de su vida, y al final le dice a Martín: “Ya me torcieron, compadre”. Ahí se resume todo. Son lecciones de dignidad, de hombría, de coraje, de lealtad, por eso el Martín que llega al término de la novela es tan distinto del que la comienza. Es muy complicado, hay mucha carga personal en esta novela, una novela muy sentimentalmente mía. 

—Uno de los personajes más poderosos de la novela es la soldadera Maclovia. 

—Que habla con silencios, y de esta forma habla hasta por los codos. Maclovia me gustó mucho. Y hago un paréntesis. Yo quería huir de María Félix en 'Enamorada' y quería irme a Silvia Pinal en 'La soldadera'. Ahí está la diferencia entre la terrible vida de la soldadera de Silvia Pinal que nada tiene que ver con la romántica película de telefolletín de 'Enamorada'. Estoy muy contento porque Maclovia es de verdad, no es una ficción que me he inventado; por lo que he leído y estudiado, así eran las soldaderas de verdad. Ese silencio que guarda, ese sacrificio de conseguir y cargar con la comida y todas las cosas, esa dignidad del personaje, que no es en ningún momento sumisa ni humillada, me gusta mucho. De las tres mujeres de la novela —Diana Palmer, la aristócrata Yunuen Laredo y Maclovia Ángeles—, de la que estoy más orgulloso es de Maclovia. 

—¿Cómo consigues que Martín Garret mire ese mundo fragmentado en que se va convirtiendo la revolución sin perder la brújula, sin extraviarse en las diferentes facciones y caudillos? 

—¡Con trabajo! Pero hay una cosa evidente. Eso sucede porque Martín no es revolucionario; si lo hubiese sido en alguna parte hubiera quedado fragmentado. Él cae con Pancho Villa porque Genovevo Garza está con él, porque le simpatiza la gente que colabora con él, ese es el vínculo. Pero podría haber caído con Pascual Orozco o con Venustiano Carranza, o con quien sea, da igual, solo que cae en un lugar donde crea lazos afectivos. Él mantiene la lealtad porque da igual que Villa cuelgue, ejecute, asesine; da igual que Genovevo Garza mate un prisionero, da igual porque son los suyos y lo que él está mirando es el comportamiento de esos hombres, no está juzgando ideológicamente su comportamiento, los está mirando y eso es lo que lo mantiene vinculado a ellos. A mí me gusta imaginar a ese español caído por casualidad en la revolución mexicana cabalgando en Celaya, con las cargas suicidas de Villa. ¿Pero por qué va? No porque crea que una de esas cargas salvará a México. México a él le importa un carajo, no es México lo que le interesa, le interesan los hombres que conoce en México y él carga porque cargan los suyos. Hay mucho sentimiento en Martín Garret, pero es un sentimiento humano, no revolucionario. Él no cree que el mundo pueda cambiar, no cree en la revolución, comprende enseguida que no va a ninguna parte. Pero cree en la amistad. Por eso, cuando llegan a la Ciudad de México se lleva a Genovevo Garza y a Maclovia Ángeles a desayunar al Sanborns y en el Hotel Regis, cuando no quieren admitirlos, le dice al gerente: “O les dan una habitación o le pego fuego a este pinche hotel”. Eso es lo que lo hace sentirse bien, de eso se trata. 

—¿Estás satisfecho de haber escrito esta novela? 

—Sí, en esta novela afloro yo, hay mucho de mí en esta novela. No es que el personaje tenga mucho de mí, sino que he puesto en ella mucho sentimiento, amor, afecto, simpatía, lealtad. Con esta novela soy leal a México, al que le debo mucho y donde he aprendido muchísimo. Es una novela hecha con toda la nobleza posible. Era una deuda personal que tenía con México y estoy muy orgulloso de haberla escrito.

https://www.milenio.com/cultura/laberinto/arturo-perez-reverte-revolucion-deuda-personal-mexico

La revolución mexicana al estilo de Pérez-Reverte

Fernando Larenas - primicias.ec - 10/12/2022

Narrar una guerra o una revolución es quizá la mayor fascinación del escritor Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, España, 1951), ex corresponsal y reportero de varias batallas, investigador de la historia y académico de la lengua española. ‘Revolución, una novela’ (Penguin Random House, 2022) es el libro más reciente del autor español, que ha escrito más de 30 obras en las que sobresalen episodios históricos reales, investigados y narrados con el lenguaje propio del territorio de los personajes. 

Durante los días previos y posteriores a la presentación del libro, el escritor reconoció el rico aporte mexicano a las letras y a los neologismos en un país tan enorme y diverso culturalmente. Son las primeras décadas del convulsionado Siglo XX, los personajes fueron los líderes de una revolución que ilusionaba, que triunfó y no duró mucho, pero dejó lecciones dolorosas. El personaje es un español (gachupín), Martín Garret, ingeniero de minas de 24 años de edad, que por causa de la revolución vio cómo se paralizaba la minería y de repente, sin proponérselo, se involucró con los revolucionarios del norte, comandados por el famoso y temible Francisco 'Pancho' Villa. Desde su hotel escuchaba explosiones, ametralladoras, disparos de fusil y salió a curiosear; los mexicanos lo miraban con recelo, pero muy pronto se dieron cuenta cuán útil sería la especialidad del ingeniero: dinamitero. Las primeras acciones con explosivos fueron en un banco de Ciudad Juárez, luego vino el derribo de puentes, destrucción de vías férreas. En total fueron 11 acciones realizadas por el ingeniero entre Zacatecas y Ciudad Juárez. 

En las explicaciones acerca del libro, Pérez-Reverte decía que “las revoluciones las pierden quienes las hacen”. Que precisamente es lo que ocurrió en México con apellidos tan famosos como Madero, Villa, Zapata o el mismo Venustiano Carranza. La revolución comenzó con Francisco I. Madero, quien sucedió en el poder al dictador Porfirio Díaz, que había gobernado México durante treinta años. Pero Madero, se lamentaba Villa, era un blandengue que seguía confiando en los funcionarios del derrocado dictador Díaz. El caudillo decía que “los puercos de antes no pierden el olor, son los puercos de siempre”. Por el sur, Emiliano Zapata y, por el norte, Villa trataban de consolidar una revolución que a Madero en la capital se le hacía cuesta arriba por causa de las traiciones, conspiraciones y escaso liderazgo político. Al contrario de ‘Línea de fuego’, en la que narra la Batalla del Ebro, ‘Revolución’, aclara el autor, no es una novela histórica, es su particular mirada a una historia que comenzó a pensarla hace 20 años. 

Martín Garret no fue un revolucionario ni simpatizaba con la revolución, simplemente se encontró con ella y trabajó para que se consolide. Tampoco pudo escapar a las tentaciones sentimentales; fueron tres las mujeres que se le cruzaron durante la cruenta campaña. Garret no la tuvo fácil, pudo ser fusilado, pero tenía claro un pensamiento mexicano: “Cuando te toca (la muerte) ni aunque te quites; y cuando no te toca ni aunque te pongas”. Los personajes son reales, por ejemplo, Victoriano Huerta, que según la historia desplazó al general Pascual Orozco, que había sido uno de los protagonistas del derrocamiento de Porfirio Díaz y que luego se levantaría en armas contra Madero. Huerta consideraba inútil confiar a 13 millones de indios analfabetos una elección presidencial y creía que “la revolución consiste en que muchos que no saben leer ni escribir se adueñan de las propiedades de los pocos que sí saben leer y escribir”. 

El lenguaje de la guerra, el autor lo pone en práctica en la descripción de los episodios: "Las granadas estallaban sobre Zacatecas en forma de nubecillas de color azafrán, escupiendo granizadas de reluciente metralla sobre los federales encogidos en barricadas y trincheras". "Tras invadir hoteles y cantinas, bandas de revolucionarios celebraban la victoria destruyendo, saqueando, entrando en las casas a sangre y fuego mientras resonaban descargas de piquetes de fusilamiento". Se calcula en 5.000 el número de fusilamientos ordenados por Villa. ¿Qué pasará con él? Se preguntaban: “Terminará refugiado en Estados Unidos o negociando, quizá le den un rancho, dinero… la revolución no sabe qué hacer con él, se mantendrá al margen o lo acabarán matando”, que fue lo que finalmente ocurrió.

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