31 mayo 1982

El 'Invincible', tocado

Pueblo, 31 de mayo de 1982

Los británicos se enfrentan a partir de hoy a un difícil avance a través del estrecho camino desde Darwin a Puerto Argentino en dirección este, que pasa junto a una cadena montañosa, las alturas Rivadavia. Estas colinas, que cruzan la isla de occidente a oriente, tienen una altura de 600 metros y se suponen atiborradas de artillería y de misiles argentinos. Precisamente a estas horas fuerzas argentinas se enfrentan allí a las primeras avanzadillas de paracaidistas británicos, que ascienden por las laderas para explorar el terreno antes de iniciar los ataques "de blanqueo" previos a la ofensiva. La geografía escarpada del lugar hace prever que será a partir de esa zona donde se den los más cruentos combates terrestres de toda la guerra, especialmente porque, superadas las alturas Rivadavia, los dos ejes de las pinzas británicas deberían hacer frente a una serie de montañas -la más importante se llama cerro Kent- en las que se articula el dispositivo de defensa de Puerto Argentino. Por ello, para aliviar la presión en ese sector, no se descarta que los británicos intenten nuevas operaciones de desembarco anfibio en el noreste de la isla.

Aviones argentinos lanzaron ayer un ataque con misiles "Exocet" contra una formación naval británica, en la que se encontraba una nave calificada aquí como "tipo portaaviones", no identificada, y que en un primer momento se pensó podía tratarse del portaaviones 'Invincible', actual buque insignia de la fuerza de tareas británica, aunque un comunicado oficial dejó posteriormente en el aire ese extremo.

En el clima de pesimismo que ayer reinaba en Buenos Aires con las noticias del avance terrestre de los ingleses en las Malvinas, el informe sobre un portaaviones británico en llamas fue acogido con explosivo entusiasmo cuando la radio difundió el primer boletín. Los automovilistas se transmitían la información de coche a coche, y este enviado especial se enteró por los gritos del recepcionista del hotel, que comunicaba alborozado la cosa: "Les hemos hundido el 'Invencible'" —decía a cuantos se ponían a su alcance—. En la sala de Prensa del hotel Sheraton, hasta ese momento sumida en el sopor dominical, comenzaron a congregarse los enviados especiales, movidos por la desusada expectación, a la espera de que el portavoz del Estado Mayor Conjunto diese lectura al informe oficial sobre la operación. Pero cuando, horas después, se leyeron los comunicados, el nombre del 'Invincible' no apareció por ninguna parte. El Estado Mayor estuvo extraña y extremadamente cauteloso sobre ese punto.

Las noticias de la jornada no habían venido siendo alentadoras para los argentinos, batidos en Puerto Darwin y Goose Green. Por otra parte, el Estado Mayor Conjunto había dado cuenta en un comunicado vespertino de las bajas registradas en las fuerzas argentinas desde el 2 de abril hasta la víspera de la fulminante ofensiva británica en las Malvinas: 82 muertos, 106 heridos y 342 desaparecidos. Eso sin contar las bajas —se supone que abundantes— de los últimos duros combates en isla Soledad, ni los 1.400 prisioneros que los británicos aseguran haber hecho desde su desembarco. Paralelamente, fuentes militares argentinas habían difundido una evaluación de las bajas sufridas por los británicos desde el desembarco hasta ayer, que totalizarían 572 entre muertos y heridos.

Estábamos los periodistas ocupados en sumar y restar muertos y heridos a falta de otra información más interesante que llevar a la máquina de escribir cuando la noticia sobre el ataque al misterioso portaaviones causó tremenda conmoción. ¿Se trata de un buque transformado para llevar aviones, como el 'Atlantic Conveyor', hundido hace unos días? ¿O se trata del 'Invincible'? Misterio, al menos en el momento de transmitir esta crónica, las seis (hora española) de esta madrugada.

Lo cierto es que, de tratarse del 'Invincible', la acción de ayer habría sido ya la segunda lanzada contra ese portaaviones británico. En la primera, que tuvo lugar el martes 25 de mayo, los aparatos argentinos salieron en su búsqueda sin éxito. Pero el viaje no fue en vano, porque, al regreso, los pilotos localizaron y hundieron con dos misiles "Exocet" al buque portacontainers 'Atlantic Conveyor', transformado en portaaviones, que transportaba equipo, repuestos y entre quince y veinte aviones Harrier.

Los informes difundidos en Buenos Aires sobre la operación de ayer —de la que Londres no se dio por enterado— aseguraban que el ataque al portaaviones —el 'Invincible', el 'Hermes' o el que fuera— fue llevado a cabo por dos aviones Super Etendard armados cada uno con un misil antibuque "Exocet". Tras despegar de sus bases, los aviones fueron abastecidos de combustible en el aire y, volando a muy baja altura sobre las olas, lograron eludir la vigilancia de los radares británicos. El portaaviones se encontraba a unas 90 millas al nordeste de las Malvinas, protegido por lo que se denomina una "defensa antiaérea circular": rodeado por cuatro o cinco fragatas con fuerte potencial de defensa aérea en misiles y contramedidas electrónicas, que hacían labor de "guardaespaldas", patrullando a su alrededor en un radio de cuatro a diez kilómetros.

Siempre según esos informes —inicialmente desmentidos por los británicos—, a las 14,30 horas de ayer (19,30 en España) los dos Super Etendard situaron al objetivo en sus pantallas de radar e iniciaron el ataque burlando la cobertura aérea enemiga. Uno de los aviones se colocó a distancia de tiro —el Exocet es eficaz desde los 40 ó 35 kilómetros de distancia— y disparó el misil que, sorteando las contramedidas electrónicas lanzadas desde el objetivo para alterar su curso, hizo impacto contra el costado del portaaviones, causando graves daños. Y cuando el buque se encontraba escorado por la vía de agua sufrida, fue el turno de ataque para una escuadrilla de Skyhawks argentinos que penetraron en el círculo de defensa antiaérea y, tras acercarse al objetivo en vuelo a baja altura —la peligrosa táctica de ataque se cobró esta vez dos vidas de pilotos y dos aviones derribados—, alcanzaron de nuevo al portaaviones herido con tres impactos de bombas de 500 kilos, dejándolo incendiado, y levantando hacia el cielo una densa columna de humo negro.

Atrincherados en sus posiciones alrededor de Puerto Argentino (Port Stanley para los ingleses), entre 5.000 y 7.000 soldados equipados con misiles, artillería y blindados aguardan el ataque por tierra, mar y aire de las fuerzas británicas. Un ataque que aquí se considera muy próximo, que ya ha estado siendo preparado durante los últimos días por intensos bombardeos aeronavales de ablandamiento y que, se asegura, será el más duro combate en toda la guerra del Atlántico sur.

En realidad, el asalto británico debería haberse iniciado hoy, y así lo hizo pensar durante el final de la jornada del domingo la aproximación a la costa oriental del archipiélago de un fuerte contingente de unidades navales inglesas. Sin embargo, señalan fuentes de la inteligencia naval argentina, el ataque aéreo contra el grueso de la flota, que aquí se sigue insistiendo produjo serios daños al portaaviones 'Invincible' —y la pérdida de dos Skyhawks propios— habría entorpecido temporalmente los planes inmediatos británicos, al menos en lo que se refiere al componente aeronaval.

Los informes de los pilotos que efectuaron el ataque contra "un buque portaaviones claramente identificado como el 'Invincible' señalan que la explosión del Exocet ha causado el destrozo total del hangar de aviones y sus instalaciones, además de ocasionar la pérdida de aviones y helicópteros que allí se encontraran —el 'Invincible' transporta 15 Harrier y 18 Sea King—. Además, las bombas de 500 kilos de los Skyhawks alcanzaron también la cubierta, inutilizándola, "en una operación sin precedentes", según el texto de los informes oficiales argentinos.

Tras las averías ocasionadas hace un mes al 'Hermes' y el hundimiento del 'Atlantic Conveyor', la puesta fuera de combate del 'Invincible', aunque sólo fuera temporal, supone una merma considerable de la fuerza de tareas británica, aparte del golpe al prestigio naval inglés, al haber sido alcanzado por segunda vez un buque insignia de la Task Force —recordemos que, aunque Londres lo niega, Buenos Aires asegura que el 'Hermes' fue averiado por el fuego de aviones argentinos—. La acción contra el 'Invincible', señaló ayer un portavoz cualificado de la Armada a este enviado especial, no se ejecutó por casualidad, sino que fue objeto de una amplia preparación desde días atrás para dañarlo o hundirlo.

El 'Invincible' es una moderna unidad de 19.500 toneladas de desplazamiento, en servicio desde hace menos de dos años, que, aparte de su dotación de Harrier y Sea King, cuenta con rampas de misiles antiavión y antimisil Sea Dart, y costó la nada desdeñable cifra de 30.000 millones de pesetas. 

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/EL%20INVINCIBLE%20TOCADO.pdf

30 mayo 1982

Puerto Darwin, tomado por los ingleses

Pueblo, 30 de mayo de 1982

Lacónicas fuentes oficiales británicas aseguraron a última hora de ayer que paracaidistas ingleses habían conquistado las localidades de Puerto Darwin -segunda en importancia de las Malvinas- y Goose Green con "pocas bajas" y haciendo prisioneros en número no especificado. Por su parte, el Estado Mayor conjunto argentino emitía, a la misma hora, un comunicado oficial en el que daba cuenta de un ataque sobre Puerto Darwin con efectivos helitransportados desde Bahía San Carlos, apoyado por aviación y el bombardeo de varias fragatas.

A esa situación, a cuyas primeras noticias ya nos referimos en la anterior crónica, se fueron añadiendo nuevos ingredientes en el transcurso de la tarde -la noche en España-: siempre según las fuentes oficiales de Buenos Aires, caballería blindada o infantería argentinas, apoyadas por aviación propia, "anularon el fuego de las naves inglesas" e hicieron "retroceder al enemigo, recuperando totalmente el terreno, controlando la situación táctica y obligándolo a replegarse hacia el norte". Posteriormente, a las cinco de la madrugada (hora española) de hoy, el comunicado número 104 informaba que los británicos, tras el rechazo de que habían sido objeto, volvían a la carga lanzando una nueva ofensiva en el sector, cuyo resultado permanecía todavía indeciso. El informe finalizaba señalando que las acciones de combate por la posesión de Darwin y Goose Green continuaban llevándose a cabo con extraordinaria dureza. En el curso de las acciones, dos helicópteros ingleses habrían sido derribados y una fragata dañada en el canal de San Carlos.

En cualquier guerra, en este tipo de batallas cada bando suele adaptar a su conveniencia los informes sobre la situación en el área de operaciones. Pero desde Buenos Aires, y a estas horas, resulta muy difícil precisar quién se acerca más a la realidad. En contra de la veracidad argentina cuenta el hecho de que el comunicado militar número 103 habla de "recuperado totalmente" un terreno que en ningún momento de comunicados anteriores se confesó haber perdido. Por parte británica, aparte de que hay constancia de que Londres ha mentido ya deliberadamente con anterioridad en informes militares, resulta en extremo sorprendente que no se reconozcan más que cuatro muertos y veinte heridos propios en unos combates que uno y otro bandos han calificado repetidas veces de enconados. Y además, esos pocos muertos y heridos, como viene siendo curiosamente habitual en todas las bajas británicas, se produjeron al caer accidentalmente un helicóptero. Y ya es alarmante el número de helicópteros y aviones británicos que se caen solos últimamente.

En fin. Batallas psicológicas aparte, lo que se aprecia desde aquí es que la situación en el sector de Puerto Darwin y Goose Green no es fácil ni para uno ni para otro bando. Sea quien sea el que se encuentra dentro de las poblaciones y sea quien sea el que intenta entrar en ellas, lo que está fuera de duda es que los combates siguen siendo intensos en el sur del monte Usborne. Según los indicios, infantes de Marina y paracaidistas británicos estuvieron siendo transportados por helicópteros desde el amanecer, tanto hacia el frente de cerro Bombilla, que apunta en dirección Este, hacia Puerto Argentino, como hacia el frente sudeste, el que lleva a Darwin y Goose Green. Según los datos de que en este momento dispone este enviado especial en una y otra de ambas posiciones, la línea defensiva estaría integrada por un millar de soldados argentinos en cada uno de los dos frentes, mientras que cinco mil hombres más se mantienen sólidamente desplegados en torno a Puerto Argentino y al aeropuerto. Por su parte, los efectivos británicos, comprometidos hasta ahora en la lucha terrestre, se evalúan en unos cuatro mil soldados, aunque las unidades navales procedieron anoche al desembarco de refuerzos en la cabeza de playa, que les sirve de retaguardia.

En realidad, como ya detallábamos ayer, el triunfo de la ofensiva británica contra Darwin y Goose Green, aparte de partir en dos la isla Soledad y dejar prácticamente bloqueada la importante mitad superior, pondría en manos inglesas un aeródromo desde el que se podrían lanzar operaciones aéreas contra Puerto Argentino y el resto del archipiélago. Por otra parte, al ser excesivamente blando y difícil el terreno de la zona norte de Soledad, el único camino que podrían seguir los carros de combate argentinos para avanzar desde Puerto Argentino y lanzar un contraataque contra la cabeza de playa de San Carlos pasa por Puerto Darwin y quedaría por completo bloqueado. Y naturalmente, volviendo la oración por pasiva, los ingleses tendrían la oportunidad de utilizar a su vez ese corredor para avanzar con su material pesado o contracarro hacia la capital de la isla.

Los acontecimientos, como se ve, pueden precipitarse durante el fin de semana y las horas se harán sin duda muy largas para los hombres que en este momento se están batiendo en el desolado paisaje brumoso de la isla Soledad. Y si bien es cierto que las tropas británicas que allí actúan son efectivos altamente especializados, no es menos cierto que sus oponentes argentinos han manifestado con toda firmeza su voluntad de combatir hasta el último cartucho con la máxima decisión. Y mientras el fiel de la balanza permanece indeciso, los hombres siguen matándose allá abajo, en el confín del mundo.

[En la misma página se lee "La selección campeona del mundo de fútbol, Argentina, llega a Alicante, pero la noticia es Maradona y su fichaje por el Barcelona, cuyo presidente, Núñez, viaja, al parecer, en el mismo avión"]

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/PUERTO%20DARWIN%20TOMADO%20POR%20LOS%20INGLESES.pdf

29 mayo 1982

Así mata el Exocet

Pueblo, 29 de mayo de 1982

Su única utilidad es matar, hundir e incendiar. Es un objeto amenazador, pulido y reluciente, de unos tres metros de largo. Tiene la proa redondeada, perfecta, y unas aletas estabilizadoras a popa. Vale mucho, muchísimo dinero y su fabricante y proveedor, Francia, sólo lo vende en remesas reducidas de media docena, una docena… Es, posiblemente, el arma más letal que existe contra un buque, meditada y perfeccionada hasta el último detalle y su única utilidad es matar, hundir, incendiar. Es, por excelencia, el mayor asesino del mar que vieron los siglos. 

El 4 de mayo, a sesenta millas de las Malvinas, un misil Exocet, disparado desde un avión Súper Etendard, hundía al destructor británico 'Sheffield', una modernísima unidad de superficie, orgullo de la Royal Navy. Veintiún días más tarde, otro Exocet llevaba la destrucción y la muerte al 'Atlantic Conveyor', un enorme buque portacontainers, convertido en portaaviones para los Harrier de la fuerza de tareas inglesa. 

El mundo contuvo el aliento y la noticia causó sensación en medios militares internacionales. De una parte, un país que militarmente no había significado nada hasta ahora, Argentina -tango, fútbol y espadones; Gardel, Maradona y Galtieri- infligía a la segunda Marina más poderosa de Occidente una humillación que hacía, allá en lo alto de Trafalgar Square, palidecer de ira a la estatua de Horacio Nelson. De otro lado, era la primera vez que un misil antibuque de este tipo causaba, tan rápida y contundentemente, la destrucción de poderosos navíos de guerra. Y no de navíos cualquiera, porque el 'Sheffield', por ejemplo, era un destructor de la clase 42, entrado en servicio en 1975, artillado con una rampa doble de misiles Sea Dart -30 kilómetros de alcance-, un cañón de 4,5 pulgadas Mark-8, dos cañones Oerlikon de 20 milímetros y seis tubos lanzatorpedos Mark-46, aparte de estar dotado con complejo y costosísimo equipo electrónico de detección y contramedidas. En resumen, aquel Exocet echó al fondo del mar, de un solo impacto, la cifra de 23,2 millones de libras esterlinas. 

En la guerra electrónica moderna el primer objetivo es encontrar el blanco. En las acciones del 4 y el 25 de mayo, dado que la mayor cantidad de blancos británicos eran unidades navales de superficie, se dieron dos procedimientos de búsqueda por parte argentina. El primero recayó sobre los aviones de reconocimiento P-3 Orión -y, posteriormente, Embraer-, cuyo radar, a tres mil metros de altura, goza del suficiente alcance para establecer la posición del enemigo. El segundo método de detección consistió en los tres submarinos que le quedan a la Armada argentina, que “buscaron” a los buques enemigos con el sonar y con “Acción pasiva”, que consiste en parar todas las máquinas, como en las películas de la segunda guerra mundial, para escuchar el ruido de las hélices enemigas. Una vez que a través de los medios mencionados -el tercero, los satélites, no está al alcance de Argentina- dispuso la aviación de suficientes objetivos, se iniciaron las operaciones de ataque. 

Los Super Etendard despegaron del portaaviones o desde aeródromos terrestres, guiándose por las informaciones administradas por el mando de operaciones. En el caso del 'Sheffield' el ataque lo llevaron a cabo los Super Etendard cubiertos por tres aviones Dagger, en aproximación directa desde el Oeste, disparando desde unos 35 kilómetros de distancia. En el del 'Atlantic Conveyor', los Super Etendard, también dos, se acercaron por el este, aprovechando los ángulos muertos de los radares enemigos y llegando hasta distancia de disparo, a baja altura, por una dirección en la que no se les esperaba. En ambos casos, los aviones lanzadores, tras localizar los objetivos en sus radares de a bordo, dieron al misil las orientaciones generales de rumbo y objetivo, pero fue el radar interno de éste, operado por una computadora independiente, el que realizó a mitad de camino, después de haber sido lanzado, la función de precisar con exactitud el lugar de impacto. Hay que tener en cuenta que la misión de la computadora del avión es proporcionar el rumbo general, siendo la del misil la que debe buscar la precisión del impacto, incluso “seleccionando” el blanco más atractivo -se entiende más grande o más próximo- de los que se hallen en su radio de acción. 

Increíble, ¿verdad? Pero aún hay más. La inteligencia del misil llega a prever hasta el caso de que el barco enemigo esté dotado de tecnología avanzada, con instrumentos de bloqueo e interferencia de radares que confunden al misil, enredan su “cerebro” y lo desvían de rumbo. Sin embargo, en un ingenio tan avanzado como el Exocet, cuando el avión que lo lanza establece bien el rumbo general inicial del arma, las posibilidades de que el misil sea interferido por las contramedidas electrónicas es escasa. Porque aunque se consiga interferir el radar propio que guía al misil, la computadora que lleva lo hace “retornar” automáticamente a las instrucciones generales dadas al principio por el avión que lo disparó. 

En los casos del 'Sheffield' y del 'Atlantic Conveyor' los respectivos comandantes de los buques, cuyos radares de a bordo les daban señales de diversos aviones atacantes, no podían precisar cuál de aquellos puntos luminosos que se acercaban en la pantalla por diversas direcciones era el que les iba a disparar un misil. Cuando se identificó al probable agresor y se accionaron los obstaculizadores de radas, el Exocet ya estaba volando a ras de las olas, rumbo al objetivo, a la velocidad del sonido y su “señal-guía” pasó automáticamente a ser la original de la computadora del avión que lo había disparado treinta kilómetros atrás. Y con una precisión implacable, con la escalofriante frialdad de un ingenio letal, cuyos sentimientos no son sino complejos y ultramodernos circuitos electrónicos, el Exocet reventó contra el objetivo, desgarrando sus entrañas de metal. Así es como mata el más moderno y despiadado asesino del mar. 

Era el ‘Coventry’, uno de los catorce destructores de la Armada Real británica que se fue a pique tras un ataque argentino. Su comandante no pudo evitar que el Exocet hiciera blanco perfecto. El ‘Sheffield’ fue también blanco de las nuevas armas argentinas. Cuando su radar detectó la presencia de los misiles era muy tarde. 

El arma combinada que echó a pique al 'Sheffield' y al 'Atlantic Conveyor' fue un binomio Super Etendard-Exocet, actuando desde 35 a 40 kilómetros de distancia del objetivo. El Super-Etendard, fabricado en Francia por Marcel Dassault, creador de los famosos Mirage, es un caza de ataque e intercepción concebido para actuar desde portaaviones -Argentina posee seis de estos aparatos, a bordo del '25 de Mayo'-. Puede volar a 1.200 kilómetros por hora, y su radio de acción a baja altura alcanza los 620 kilómetros. El doble que el Harrier británico. En cuanto al armamento, el Super Etendard va equipado con dos cañones de 30 milímetros y puede albergar bajo el fuselaje bombas de diversos tipos, misiles aire-aire Magic o aire-superficie Exocet. Argentina había encargado a Francia 14 de estos aparatos, pero París suspendió la entrega de los ocho restantes al estallar el conflicto en las Malvinas. Respecto al misil conviene señalar, para entendernos, que existen cuatro tipos básicos de este arma: el misil superficie-superficie (SSM), el superficie-aire (SAM), el aire-superficie (ASM) y el aire-aire (AAM). Unos van orientados por radio; otros, por calor o atraídos por blancos que emiten rayos infrarrojos; otros son antirradares (ARM), y cada uno tiene características peculiares que intentan acercarlo técnicamente a la perfección para superar a sus rivales en la feroz competencia del comercio internacional de armamentos, a veces más encarnizada que la propia guerra. 

En lo que al Exocet se refiere, el modelo que protagoniza nuestra historia, es un aire-superficie o, más concretamente, un aire-mar, el AM-39, fabricado en Francia por Aerospatiale y Marcel Dassault Electronique. El AM-39 tiene un alcance de 50 kilómetros y de sus 735 kilos, 165 corresponden a la carga explosiva. En síntesis, su funcionamiento tiene lugar mediante un radar de búsqueda que informa al misil de la distancia y coordenadas en que se encuentra el blanco, mientras que un equipo auxiliar hace los cálculos necesarios. Cuando el misil se acerca al objetivo, se guía mediante una cabeza radárica activa, volando a ras del agua, lo que hace difícil que sea interceptado por la aviación enemiga e incluso -como se ha visto en el Atlántico sur- por los misiles antimisil Sea Dart, que llevan a bordo barcos como el 'Sheffield'. 

La acción contra el 'Atlantic Conveyor' y especialmente contra el 'Sheffield', parece establecer la capacidad de los misiles en acciones reales de guerra naval, y está dando muchos quebraderos de cabeza a los técnicos encargados de establecer la defensa electrónica de los buques frente a esta arma. En principio, unidades tan modernas como el 'Sheffield' disponen de sistemas antimisil a bordo considerados eficaces. Algunos como el Sea Dart o el Sea Wolf -éste último no lo llevaba el 'Sheffield'-, son considerados ingenios de alta precisión, pero lo cierto es que no siempre se dan las condiciones para que estas armas actúen al ciento por ciento de sus posibilidades. 

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/ASI%20MATA%20EL%20EXOCET.pdf

27 mayo 1982

Así atacamos a las fragatas británicas

Pueblo, 27 de mayo de 1982

“Líder a halcones. Objetivo al frente.” Los cuatro Skyhawk de la primera escuadrilla vuelan a ras de las olas, la espuma les salpica los parabrisas. Cinco millas delante de ellos, una fragata británica, camuflada entre los islotes, está haciendo fuego contra las posiciones terrestres argentinas. frente a la bahía de San Carlos. Los aviones vuelan por los angostos canales, con el agua desfilando vertiginosamente bajo sus alas cargadas de bombas. El movimiento a baja altura es lo que ha hecho posible que las pantallas de radar de los buques británicos no hayan delatado todavía su presencia. “Líder a halcones. Buena caza”. 

Los aviones rompen la formación, se separan unos de otros. Los pilotos disponen sólo de unos segundos para estudiar la ruta de ataque. Escogida ésta, que suele ser la más corta, tiran a fondo de la palanca del gas y entran en la pelea. 

(El Macdonnell A-4B Skyhawk es un aparato anticuado pero todavía eficaz como plataforma de armas. Al iniciarse el conflicto en Argentina contábamos con 79 unidades, 11 embarcados en el portaaviones “25 de Mayo” y el resto basados en tierra. Le digo estas cifras porque no son ningún secreto militar: las conoce todo el mundo. Cargado con bombas, el Skyhawk puede volar a casi mil kilómetros por hora, con una autonomía de un millar de kilómetros. Su armamento consiste en dos cañones de 20 milímetros, situados en las alas, misiles cohetes y bombas. para las misiones de ataque a la flota británica prescindimos de todo lo posible en beneficio de poder llevar a bordo el máximo de bombas. El Skyhawk de la fuerza aérea no dispone de misiles antibuque como el Exocet. Comparado con ese arma, nuestro trabajo es casi artesanal”.) 

Se desata el infierno frente a la bahía de San Carlos. La radio, hasta ahora silenciosa, es una algarabía de órdenes, de avisos, de gritos, de maldiciones. Los fogonazos naranja de los misiles vienen al encuentro, agrandándose, mortalmente próximos, mientras los pilotos comienzan a hacer, más por instinto que racionalmente, las complicadas maniobras evasivas. 

(“No tenemos tiempo de sentir miedo. Cuando se ilumina la mira frente al parabrisas y las computadoras comienzan a funcionar, uno se concentra con toda su alma en seguir, en seguir adelante, sin que lo alcancen en seguir y en pasar a través de todo ese fuego, en seguir y llegar hasta el blanco…, como si tus treinta años de vida no hubiesen tenido otro objeto que traerte sobre ese barco en este momento.) 

Desde la fragata ya han localizado con nitidez a los atacantes. Hay otro buque más, a la derecha, que también concentra su fuego sobre la escuadrilla. Misiles y granadas antiaéreas trazan una mortal telaraña en el aire. 

(“La gente cree que los misiles antiaéreos son infalibles y tan rápidos que no se pueden ver; pero no es así. Desde lejos ve uno venir los cohetazos y hay que estar atento a cómo se presentan para hacer tiempo las maniobras evasivas necesarias. A veces, vemos hasta sus aletas y la llama de su impulsor.”) 

La fragata parece acercarse a velocidad de vértigo. Las voces de los pilotos siguen aullando en los auriculares de radio. La mano está crispada en torno a la palanca de mando, donde se encuentran los disparadores de las bombas. Bajo el casco de vuelo, los dientes están apretados hasta que duele la mandíbula. 

Una llamarada a la izquierda y uno de los halcones se desploma convertido en una bola de fuego, resbala sobre la superficie del mar, se deshace en espuma, cenizas y humo negro. para los tres restantes, la fragata está ahí mismo, casi se puede tocar ya con la mano. El líder se lanza el primero, siempre en suelo rasante, tomando altura sólo segundos antes de encontrarse sobre la nave. 

(“Los Skyhawk son viejos aviones. Hay que acercase mucho, ¿sabe? Hay que tirar las bombas prácticamente con la mano, depositándolas casi cuidadosamente sobre la nave enemiga. A diferencia de los aviones que atacan con misiles antibuque, como los Super Etendard, que pueden hacerlo desde 35 kilómetros de distancia, nosotros tenemos que hacerlo llegando muy cerca. Eso nos convierte también en vulnerables, pero es la única posibilidad de que algunos acertemos en el blanco.”) 

El líder acierta con una bomba y falla con la otra. Son bombas grandes, de 500 kilos, que levantan enormes columnas de agua en torno a la borrosa silueta gris de la fragata. El numero dos arroja sus bombas demasiado lejos, y al hacer la maniobra evasiva, es alcanzado por granadas antiaéreas. Sus toberas despiden una llamarada, se encabrita como un potro salvaje y cae hacia el ala de estribor, descontrolado, mientras su piloto grita dos veces por la radio; la primera para decir “¡viva la patria!” y la segunda de angustia al estrellarse el avión sobre las olas. 

El número tres esquiva el fuego antiaéreo, toma un poco de altura y pasa junto a los mástiles de la fragata, colocando limpiamente sobre la cubierta dos bombas, de las que sólo una estalla. La acción ha durado exactamente un minuto y treinta segundos. Ahora empieza la lucha por salvar la piel. 

(“Es en ese momento cuando empieza uno a pensar en sí mismo. El escape es una interminable serie de maniobras evasivas para eludir misiles y fuero antiaéreo, dando la vuelta para regresar a casa. Además, sabemos que la caza enemiga ya está buscándonos, lista para interceptarnos. Los supervivientes del ataque nos agrupamos otra vez en formación, atentos a la menor señal de “bandidos”, que es como en la jerga de los pilotos denominamos al enemigo.”) 

Los bandidos aparecen “por las tres del reloj”, la banda de estribor. Son dos Harrier, pero se lo toman con calma y no llegan a entablar combate. 

(“Los Harrier -ésa ha sido nuestra sorpresa- en esta guerra no resultaron tan temibles como pensábamos. Su principal ventaja es la gran maniobrabilidad que tienen, pero a eso ya le encontramos truco. Desde que les hallamos la vuelta, como nos en tratan de esquivarnos; por eso ya no se da el “dogfight”, la pelea de perros, el duelo máquina contra máquina. 

Las escuadrillas que atacaron la flota británica han llegado a la base. Algunas tienen varios huecos en su formación. Rostros graves al recordar los nombres de los que no han vuelto, rostros emocionados porque todos escucharon por la radio el grito de “Viva la patria” del compañero que no pudo regresar. 

(“Hemos sufrido pérdidas altas, es cierto. El hecho de tener que abatir un buque enemigo sobrevolándolo directamente, un buque que está especialmente concebido para operaciones antiaéreas, explica las bajas que hemos sufrido. Pero sabemos que no hay otra alternativa. Hay que sobrevolarlo y tirarlo con lo que se puede y los que lleguen. La cuestión está en atacar muchos de nosotros para que al menos parte puedan llegar al objetivo y arrojar esas malditas bombas. Muchos se quedan en el camino porque en la guerra, en esta guerra, ningún enemigo es fácil. Nosotros no pensamos que “ellos” fueran fáciles. Ellos, sí; y se equivocaron con nosotros. Pensaron que venían a pelear contra cualquiera. Pensaban que venían a desfilar y perdieron el paso en el desfile”)

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/ASI%20ATACAMOS%20A%20LAS%20FRAGATAS%20BRITANICAS.pdf

Crónica de una guerra anunciada

Pueblo, 27 de mayo de 1982

[Con el intento de asalto generalizado a las islas Malvinas por la fuerza aeronaval expedicionaria británica, la temida guerra del Atlántico Sur es ya una realidad. Las altas cifras de pérdidas humanas y materiales registradas por ambas partes desde los primeros momentos de la invasión, indican que la conflagración –dure lo que dure– va a ser particularmente sangrienta. Los argentinos, que han demostrado dominar los recursos de la guerra moderna, y que se encuentran convencidos de la legitimidad de la postura que defienden, constituyen un hueso muy duro de roer. Los británicos, que tienen el inconveniente de hallarse a millares de kilómetros de su patria, pero que se benefician, en cambio, de una abrumadora superioridad material y técnica, así como del apoyo material y logístico de la primera potencia mundial, los Estados Unidos, van a echar toda la carne en el asador. Saben que si fracasan, la turbamulta de países salidos de su troquel colonial, y que todavía respetan las decisiones de Londres, les perderán, por completo, el respeto. El episodio del Atlántico Sur es, pues, desgraciado y lamentable desde todos los puntos de vista. Sobre el mismo, sobre sus antecedentes más inmediatos e hipótesis de desarrollo próximas, publicamos un informe que ha sido elaborado, desde Buenos Aires, por Arturo Pérez-Reverte, y desde Madrid, por Vicente Talón.]

Las primeras noticias sobre el archipiélago de las Malvinas provienen del año 1501, cuando el navegante Américo Vespucio, arrastrado por un temporal cerca del estrecho de Magallanes, divisó la costa de estas islas. Noventa años más tarde, según la costumbre británica, Gran Bretaña intentó adjudicarse el descubrimiento, atribuyéndoselo a Davis y Hawkins, dos corsarios ingleses. Sin embargo, la primera ocupación efectiva fue francesa. Entre 1701 y 1764, la exploración dio paso al establecimiento de una colonia. 

La presencia francesa no pasó inadvertida a España, que por aquella época tenía incluido el archipiélago entre sus territorios de Río de la Plata, y aunque no había realizado su ocupación efectiva, éstos se hallaban incluidos en el tratado de Tordesillas. En 1767, las islas fueron devueltas bajo la autoridad de Madrid. 

Pero los ingleses, que habían descubierto el valor de aquellas aguas estratégicas, ya tenían planes sobre el futuro del archipiélago. El comodoro John Byron, al mando de la fragata ‘Dolphin’, había desembarcado en una de las islas, estableciéndose en una ensenada a la que llamó Puerto Egmont. Según una carta oficial británica de la época, “la lectura de estos documentos demostrará la importancia de la estación, que es indiscutiblemente la llave de todo el océano Pacífico. Esta isla debe dominar los puertos y el comercio con Chile, Perú, Panamá, Acapulco y, en una palabra, todos los territorios que dan sobre ese mar. Hará que, en adelante, todas las expediciones a esos lugares resulten lucrativas y de carácter fatal para España”. 

A España no le pasó inadvertida la maniobra británica. Un joven oficial español, el teniente de navío Mario Plata, fue el encargado de desalojar pacíficamente a los intrusos británicos. El capitán Anthony Hunt, jefe de las tropas inglesas, se negó. Acudió entonces a la zona el capitán de navío Juan Ignacio Madariaga, con cuatro fragatas y un jabeque, que utilizaron sus cañones hasta que los británicos resolvieron izar bandera blanca y se rindieron. Después de aquello, en 1771, Gran Bretaña y España firmaron un documento, que entró en vigor tres años más tarde, por el que los ingleses renunciaban a toda pretensión futura sobre las islas. Nadie discutió a partir de entonces la soberanía española, que fue transferida a Argentina en 1810, al obtener este país la independencia. 

Gran Bretaña había seguido codiciando el archipiélago a pesar de su anterior renuncia. Las Malvinas constituían una excelente escala en la ruta del estrecho de Magallanes, amén de ser una zona apropiada para bases balleneras y para cazadores de pieles de foca. En 1831, el buque de guerra norteamericano 'Lexington' hizo una incursión por la zona en la más pura línea de la tradicional piratería, destruyendo la guarnición argentina y “requisando” todas las pieles de foca que pudo encontrar. Al mismo tiempo, Estados Unidos hacía saber a Londres que no había pretensiones yanquis sobre el archipiélago, sino sólo el deseo de pescar libremente en aquellas aguas, añadiendo que en Washington se verían con buenos ojos unas Malvinas bajo pabellón inglés. 

Londres no dejó pasar la oportunidad. En enero de 1833, dos fragatas británicas desalojaban a los argentinos del archipiélago e izaban el pabellón de Su Majestad. Comenzaba la ocupación británica, que se caracterizó, desde el primer momento, por una dura represión contra los ciudadanos argentinos que allí habían quedado. En 1874, los argentinos protagonizaron una rebelión, ahogada por la fuerza de las armas. Desde entonces, colonos británicos pasaron a establecerse, y todas las sucesivas reivindicaciones planteadas por Buenos Aires fueros desoídas por Londres. 

En 1966, el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas se ocupó del tema, junto con los Belice y Gibraltar, recomendando a Gran Bretaña y Argentina entablar negociaciones. Los únicos gestos concretos fueron los realizados por Argentina, que de forma creciente facilitó a los habitantes de las islas todos los elementos necesarios para su supervivencia: alimentos, comunicaciones, instalaciones, etc., corriendo con todos los gastos de la población isleña. Londres dejó hacer, porque eso le solucionaba el problema y no tenía así que ocuparse del bienestar de los malvinenses. Mientras tanto, los pobladores originarios argentinos habían sido desplazados, y la isla entera se encontraba en manos de ciudadanos de origen británico, dependiendo la mayor porción territorial de la todopoderosa Falkland Island Company, propietaria de las dos terceras partes del archipiélago, con numerosos “contactos” en el partido conservador británico. 

Hasta primeros de 1982, los sucesivos gobiernos argentinos han pedido a Londres entablar negociaciones serias, pero los intentos fueron truncados por el silencio inglés. 

En la crisis de las Malvinas, Gran Bretaña ha venido justificando los pasos que la han llevado hasta su agresivo despliegue colonial en el Atlántico Sur sobre tres bases principales: el recurso a la negociación diplomática como paso previo para resolver el problema, la condena del uso de la fuerza ejercida por Argentina sobre un territorio “británico” y, finalmente, el derecho de los pobladores de la isla a la autodeterminación, como demostración del espíritu democrático y civilizado del Reino Unido. 

Fracasada la negociación, con el precedente de que Argentina es la que usó primero la fuerza, y habida cuenta de que no se garantizan los derechos de la población malvinense, Gran Bretaña no tiene otro remedio que recurrir a las armas. Es así como Londres ha planteado la cuestión ante el mundo, procurando además hacer hincapié en el respaldo moral que, según los británicos, les proporciona el hecho de que el de Gran Bretaña es un gobierno europeo, democrático y civilizado, mientras que el argentino es tercermundista, militar, totalitario y represivo. 

Sin embargo, las razones británicas no son tan evidentes como Londres desea demostrar. El más leve análisis pone rápidamente sobre el tapete que el conflicto de las Malvinas no se inició el 2 de abril de 1982 por iniciativa argentina, sino que es consecuencia de una actitud británica usurpadora y constante, que, aparte de haberse iniciado en 1833, ha ido acumulando desde 1965 actos que han cerrado literalmente cualquier vía de negociación. 

Remontémonos a 1960. En aquel año, la resolución 1.514 de las Naciones Unidas estableció “la necesidad de poner fin, rápida e incondicionalmente, al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones”. En este terreno, cinco años más tarde, la resolución 2.065 definió a las islas Malvinas como un caso de disputa entre la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña, instando a la inmediata negociación sobre la soberanía de las mismas y teniendo en cuenta los intereses de los pobladores del archipiélago. En 1973, la Asamblea General de la ONU aprobaba –por 114 votos a favor y cuatro abstenciones– la resolución 3.160, en la que manifestaba: 

-Su preocupación por haber transcurrido ocho años sin progresos en la solución del problema. 

-El reconocimiento a Argentina por los constantes esfuerzos para “acelerar el proceso de descolonización y promover el bienestar de la población de las islas”. 

-La necesidad de que se acelerasen las negociaciones. 

Fiel a su costumbre, Gran Bretaña permaneció absolutamente muda. Pero sus actitudes ya revelaban un interés especial en la riqueza de las islas. En 1969, las investigaciones oficiales británicas dieron como resultado el descubrimiento de la existencia de petróleo. Y en 1976, el llamado “Informe Shackleton” proporcionaba al Gobierno británico un plan integral político, económico y social para la administración de las islas, que no dejaba duda sobre la intención de no devolverlas jamás a sus propietarios. 

En enero de 1981, el Gobierno argentino protestó formalmente ante el británico por la decisión inglesa de trasladar a las Malvinas a la población de color procedente de la isla de Santa Helena, otra posesión británica del atlántico, ya que ello significaba que, en plena disputa por la soberanía, Gran Bretaña actuaba con total desprecio de Argentina, continuando imperturbable la colonización del lugar con personal no argentino. Al mismo tiempo fracasaban en Nueva York dos nuevos intentos de negociación, ante la decisión inglesa de congelar la consideración del tema de la soberanía. En septiembre del mismo año, otro intento negociador argentino se estrelló con la siguiente frase del director general de las Malvinas en Londres, Brian Frow: “El Gobierno británico considera que se ha llegado al fin del camino de las negociaciones”. 

Ante las presiones internacionales, Gran Bretaña hizo últimamente hincapié en el argumento de la autodeterminación de los pobladores de las islas, a fin de justificar su negativa a entregar el archipiélago contra el deseo de los pobladores –colonos británicos– de seguir siendo británicos. Esta postura de Londres fue denunciada por Buenos Aires, según los siguientes puntos: 

-Esa alternativa de autodeterminación no se aplicó a los pobladores argentinos, desalojados por la fuerza en 1833. 

-La población actual de las Malvinas no es autóctona. Ni siquiera injertada. Es transplantada. 

-En un ochenta por ciento, esa población está compuesta por empleados del Gobierno inglés o de la compañía Falkland Island, carentes del arraigo que supone la vinculación a la tierra o a la vivienda. 

-La autodeterminación no tiene sentido referida a un conjunto de pobladores directamente subordinados a la parte que la invoca. De realizarse un referéndum, existiría un fraude electoral de ciento cincuenta años de antigüedad. 

-Finalmente, la presencia británica en unas islas internacionalmente reconocidas como territorio argentino heredado de España se debió exclusivamente a un acto de piratería y no fue reconocida por ningún tratado internacional de la época. 

El 26 de abril de 1982, en la XX reunión de cancilleres latinoamericanos, el representante de Venezuela resumía así la situación: “Cuando dos miembros de la sociedad internacional aceptan las reglas y dialogan a instancias del órgano superior sobre un tema de interés recíproco, el silencio, las evasivas, la indiferencia y el desdén, además de constituir un alzamiento contra las resoluciones de las Naciones Unidas y un acto de soberbia contra la otra parte, constituyen una forma expresa de violencia”. 

La chispa que desencadenó el conflicto surgió de un hecho inocente. El 19 de marzo, un grupo de trabajadores argentinos de una empresa ballenera desembarcaron en las islas Georgias para desmantelar una factoría. En los barracones en los que se alojaban izaron, según la costumbre, una bandera argentina. Ello produjo una desmedida reacción británica: al día siguiente, un grupo de pobladores atacó la oficina argentina de Puerto Stanley. El día 26, el buque 'Endurance', de la Marina británica, zarpó hacia las islas, mientras la Prensa inglesa hablaba de atentado a la soberanía británica y de defensa del honor de Gran Bretaña. Cuatro días después, lord Carrington, el ministro británico de Exteriores, rindió un informe ante la Cámara de los Comunes, señalando que “no hemos dudado nunca de la soberanía británica sobre las islas Malvinas”. El destructor 'Exeter' zarpó ese mismo día hacia la zona. 

El 1 de abril, Argentina presentaba a las Naciones Unidas y a la OEA sendas notas, llamando la atención del Consejo de Seguridad y del secretario de la Organización de Estados Americanos sobre la grave crisis. Un día después, reunida la Junta Militar argentina, decidió impartir la orden de desencadenar el 'Operativo Rosario', nombre clave de la operación planeada desde mucho tiempo antes en previsión de que se llegase a la actual situación. Desembarcando, desde las unidades de la flota, buzos tácticos y comandos anfibios de la Infantería de Marina argentina, recuperaron las islas Georgias y Malvinas, sin causar bajas entre las fuerzas defensoras británicas, que opusieron fuerte resistencia. En los asaltos perdieron la vida 16 argentinos y hubo cinco desaparecidos: un coronel, un capitán, cuatro tenientes, cuatro suboficiales y 11 soldados. Ese mismo día, el Gobierno británico rompió relaciones con Argentina. 

Inmediatamente, el Departamento de Estado norteamericano pidió a Argentina el cese de hostilidades y la retirada de sus tropas de las islas. El 4 de abril, convocado por Gran Bretaña, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por 10 votos frente a uno el cese de hostilidades y la evacuación de los efectivos militares argentinos, mientras, en Londres, Margaret Thatcher anunciaba en envío de una poderosa “Task Force” aeronaval para recuperar la colonia. Al día siguiente zarparon desde Portsmouth 20 buques británicos, entre los que se contaban los portaaviones 'Hermes' e 'Invincible', los cruceros 'Antrim' y 'Seamorgan', los destructores y fragatas 'Sheffield', 'Glasgow', 'Coventry', 'Alacrity', 'Antelope', 'Arrow', 'Broadsword', 'Brilliant', 'Plymouth' y 'Yarmouth'; buques de asalto anfibio, submarinos nucleares, aviones Harrier y helicópteros. Ese mismo día, en el seno de la Organización de Estados Americanos, el ministro de Exteriores argentino, Costa Méndez, anunciaba que su país pediría apoyo del continente ante una eventual agresión británica. Y mientras, en Bruselas, la Comunidad Económica Europea decretaba sanciones contra Gran Bretaña, la flota argentina salía a la mar: un portaaviones y un crucero, ambos muy anticuados: el '25 de Mayo' y el 'General Belgrano'; 11 destructores y fragatas: 'Hércules', 'Santísima Trinidad', 'Rosales', 'Almirante Storni', 'Segui', 'Hipólito Bouchard', 'Piedra Bueno', 'Comodoro Py', 'Drummond', 'Guerrico' y 'Granville'; cuatro submarinos y seis aviones Super Etendard, embarcados en el portaaviones y armados con misiles Exocet. Al mismo tiempo, la Fuerza Aérea y el Ejército de Tierra se preparaban para la guerra y comenzaba el envío de refuerzos y la fortificación de las Malvinas. 

EL 6 de abril, ante el agravamiento de la situación, el Presidente de los Estados Unidos designó al secretario de Estado, Alexander Haig, para intentar una gestión de paz. Haig se reunió ese mismo día en Washington con Costa Méndez, y salió al día siguiente para Londres, mientras en Port Stanley, rebautizado Puerto Argentino, asumía el mando de las tropas el nuevo gobernador de las islas, general de brigada Mario Benjamín Menéndez. El 8 de abril, Margaret Thatcher anunciaba la imposición de un bloqueo naval en un círculo de 200 millas en torno a las Malvinas. Alexander Haig seguía viajando entre Londres, Washington y Buenos Aires, sin lograr conciliación entre las partes. Mientras tanto, la Fuerza Aérea argentina establecía un intenso puente aéreo para trasladar material y equipo a las Malvinas, y, en la capital argentina, una impresionante manifestación, en la que participaron todas las fuerzas políticas y sectores sociales, se congregaba para apoyar la acción del Gobierno en las Malvinas. 

El 12 de abril, a las 04.00 (hora local), la flota británica, mandada por el almirante Woodward, iniciaba el bloqueo. Haig seguía efectuando gestiones, sin éxito. El 15, Margaret Thatcher informó a la Cámara británica sobre el estado de las gestiones de paz y pese a las fuertes críticas de la oposición por haber lanzado una ventura militar, obtuvo el respaldo parlamentario. Al día siguiente, el Presidente Reagan advertía a la URSS que se mantuviese fuera del conflicto. Haig regresaba a Buenos Aires, manteniendo sesiones de conversación con la Junta Militar y con el ministro argentino de Exteriores. Sin embargo, las propuestas norteamericanas favorecían demasiado a Gran Bretaña. Al mismo tiempo, la Thatcher manifestaba en Londres que rechazaba las últimas propuestas argentinas. Por su parte, el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos, reunido con carecer de urgencia, aprobaba la petición argentina de recurrir al Tratado de Asistencia Recíproca (TIAR), con 18 votos a favor y las abstenciones de Estados Unidos, Colombia y Trinidad-Tobago. 

El 25 de abril, Royal Marines y unidades aeronavales y británicas atacaron Puerto Leith y Puerto Grytviken, en la isla San Pedro, del archipiélago de Georgias del Sur, haciendo prisioneros a 189 argentinos –150 militares y 39 civiles–. Entre los militares se contaba la dotación del submarino 'Santa Fe', alcanzado y hundido por aviones británicos durante los combates. Al día siguiente, en la reunión de cancilleres latinoamericanos, Argentina recibió nuevo respaldo, al exigir el inmediato cese de hostilidades por parte de Gran Bretaña, con las abstenciones de Estados Unidos, Colombia, Chile y Trinidad-Tobago. El 27 de abril, Ronald Reagan presentó, sin éxito, un nuevo plan de paz. El 28, la Junta Militar argentina, temiendo en las próximas horas un ataque a las Malvinas, puso en estado de máxima alerta a sus efectivos en el archipiélago y en el sur del país. Al mismo tiempo, Gran Bretaña decretaba, además del naval, el bloqueo aéreo. 

El 29 de abril, tras haber concluido sin éxito su gestión mediadora, el Presidente Reagan se pronunció claramente a favor de Gran Bretaña, anunciando que le prestaría apoyo político y material en el conflicto con Argentina. Al mismo tiempo, Washington adoptaba medidas de presión contra el Gobierno de Buenos Aires, al que hacía responsable del fracaso negociador. 

EL 1 de mayo, Gran Bretaña lanzó un intento de invasión de las Malvinas que fue rechazado por las defensas argentinas. A las 4,40 del sábado día 1 diez Harrier bombardeaban Puerto Argentino, mientras un destructor y dos fragatas lanzamisiles abrían fuego sobre la costa desde 12 kilómetros de distancia. Dos Harrier eran abatidos por la artillería antiaérea y otro se retiró tocado mientras las baterías costeras entablaban un duelo con las unidades navales británicas. Dos horas más tarde, al SO de Puerto Argentino, efectivos del Ejército y aviones Pucará se enfrentaron a un intento de desembarco heliportado británico. Durante todo el día, los combates aéreos, acciones de intercepción e incursiones de bombardeo se sucedieron sobre las islas. Media docena de Harrier habrían quedado fuera de combate, así como tres aviones argentinos. 

El 2 de mayo, a las 17,00 horas, el crucero argentino 'General Belgrano' fue hundido por el sumergible británico 'Conqueror' cuando navegaba fuera de la zona de guerra. El desastre causó tres centenares de muertos entre la tripulación. Al día siguiente, una escuadrilla de helicópteros británicos de ataque bombardeó al aviso 'Alférez Sobral' cuando éste, enarbolando la bandera de la Cruz Roja, se dirigía a rescatar a un piloto derribado sobre el mar. Ocho de los tripulantes resultaron muertos y el 'Sobral', gravemente averiado, pudo regresar a su base. Como represalia por estas acciones, la aviación británica recibió la orden de pasar a la ofensiva. El 4 de mayo, a las 10.50, un avión Super Etendard realizó un ataque con misiles contra un destructor y una fragata británica al norte de Gran Malvina, sin que se conozca hasta ahora el resultado de la acción, ya que por aquellas fechas los británicos comenzaron a ocultar celosamente sus bajas. Sobre las Malvinas se registraron nuevos combates aéreos, y tropas de tierra y aviones Pucará rechazaron nuevos intentos de desembarco heliportado británico. Continuaban los duelos artilleros entre buques ingleses y baterías costeras. A las 18.00 un Super Etendard logró, con un misil Exocet, hundir al destructor británico 'Sheffield'. Se aseguró también que el portaaviones británico 'Hermes', atacado por aviones argentinos, había sufrido ciertas averías. 

Durante los días siguientes, las acciones aéreas continuaron, pero no hubo más intentos de desembarco británico. Según Buenos Aires, el número de aviones británicos derribados ascendía ya a 11. Seguían partiendo nuevos refuerzos desde Gran Bretaña hacia la isla de la Ascensión, convertida en la gran base logística británica para sus operaciones en el Atlántico sur. Informes dignos de crédito señalaban que los aviones AWACS y los satélites espía norteamericanos transmitían a los británicos información sobre los movimientos de la flota argentina. Al mismo tiempo, mientras los países latinoamericanos renovaban sus ofertas de apoyo a Argentina, incluyendo el de material militar, Buenos Aires rechazaba el ofrecimiento de ayuda militar soviética “porque el precio es demasiado alto”. El secretario general de la ONU, Pérez de Cuéllar, emprendió una nueva gestión mediadora para lograr un alto el fuego y una negociación entre las dos partes. El 7 de mayo, mientras Gran Bretaña seguía guardando absoluto silencio sobre sus bajas, Argentina reconoció oficialmente que sus Fuerzas Armadas tuvieron 19 muertos y 37 heridos en los combates de primeros de mes. 

Las expectativas sobre un arreglo pacífico se iban viendo defraudadas por la intransigencia británica, que exigía, prácticamente, el retorno a la anterior situación en las islas para cesar sus acciones militares. El 'Queen Elizabeth II' navegaba ya hacia el Atlántico sur con tres mil soldados más a bordo, acompañado por buques de guerra y de transporte. Los observadores coincidían en afirmar que Gran Bretaña no estaba dispuesta a negociar nada y que seguía las gestiones diplomáticas únicamente para dar tiempo a que su flota contase frente a las Malvinas con efectivos suficientes para lanzar el asalto. El 9 de mayo, aviones británicos atacaron y hundieron el pesquero argentino 'Narwal'. Si el torpedeamiento del 'Belgrano' y el ataque al 'Sobral' habían hecho brotar la indignación internacional, el 'Narwal' fue la gota que desbordó el vaso. El apoyo con el que contaba Gran Bretaña empezó a disminuir y comenzaron a escucharse las primeras condenas hacia la agresión británica procedentes de países no latinoamericanos. 

En los días siguientes prosiguieron las incursiones y escaramuzas en torno a las Malvinas, mientras nuevos refuerzos británicas seguían afluyendo a la zona. El bloqueo británico se extendió a todo el Atlántico sur, mientras Margaret Thatcher mantenía como condición previa a cualquier cese el fuego la retirada de las tropas argentinas de las Malvinas. El 12 de mayo, Argentina reconoció la pérdida de dos aviones, y los británicos, la destrucción de otros dos. Dos fragatas inglesas fueron ligeramente dañadas por el ataque de aviones argentinos. 

El tiempo comenzó a empeorar en la zona, con grandes temporales, vientos y fuerte oleaje. El día 13, aviones Skyhawk argentinos lanzaron un nuevo ataque, dañando seriamente la fragata británica 'Brilliant' y alcanzando también a otra unidad naval británica no identificada. Por su parte, Gran Bretaña hundió al buque de transporte 'Isla de los Estados', averió al 'Río Carcañá' y atacó, sin éxito, al 'Bahía Buen Suceso'. El 14, los ingleses devolvieron los 189 prisioneros de guerra hechos en las Malvinas, reteniendo al capitán de corbeta Alferdo Astiz. Durante el penúltimo fin de semana, los británicos lanzaron nuevas incursiones contras las Malvinas, incluyendo un intento de ocupación de la isla de Borbón, al norte del archipiélago, que fue rechazado por las tropas argentinas. Las acciones británicas se han venido intensificando en los últimos días, mientras la mediación del secretario general de la ONU concluía sin éxito. Esperando un ataque masivo británico, las tropas argentinas permanecieron toda la pasada semana atrincheradas, listas para oponerse al asalto enemigo. El día 20 el comandante de la flota británica recibió la orden de invadir las Malvinas en cuanto fuese militarmente posible. En Buenos Aires a la hora de cerrar esta información la moral era alta y se aseguraba que Londres pagará un precio muy alto en vidas humanas si intenta poner pie en las Malvinas. 

Tras el fracaso de la mediación que tuvo lugar a través del secretario general de las Naciones Unidas, el contraalmirante Sandy Woodward, comandante en jefe de la “Task Force” británica en el Atlántico sur, recibió el pasado viernes órdenes de “recapturar” las islas Malvinas en cuanto las condiciones reinantes lo hicieran posible. La orden fue emitida por el Gabinete Thatcher después de un debate parlamentario en el que la primer ministro británica explicó el fracaso de las negociaciones para un solución pacífica y dio a entender que la guerra es inevitable. Por su parte, el ministro de Exteriores británico, Francis Pym, manifestó que la presión militar británica tendría forma de incursiones rápidas para mantener una guerra de desgaste contra las tropas argentinas acantonadas en las islas, aunque ello no descartaba una invasión masiva del archipiélago. 

Lo cierto es que ninguna de las dos posibilidades constituyen tarea fácil para el almirante Woodward. La primera requeriría la intervención de un elevado número de tropas de asalto y una superioridad artillera y aérea que permitieran establecer con éxito cabezas de playa en las islas. La segunda, un despliegue de armas y efectivos, con gran esfuerzo logístico, de extrema complejidad. Por otra parte, tanto la artillería como, especialmente, la fuerza aérea argentina, son extremadamente eficientes. Los pilotos argentinos han llevado sobre sí hasta ahora el peso de las operaciones, causando serios daños a la flota de invasión británica. Si no han podido operar más se debe a que la “Task Force” se encontraba alejada hacia el Este, lejos del alcance de los aparatos argentinos, pero el ataque contra las islas pone a buques y tropas británicas dentro del radio de acción de los aviones de combate argentinos. 

Hace sólo unos días, el jefe de la Fuerza Aérea Argentina, brigadier Lami Dozo, aseguraba que todo el poder aéreo argentino entraría masivamente en acción si los británicos optaban por la invasión. Los cálculos efectuados sobre el costo de un ataque frontal inglés se sitúan en un millar de bajas británicas, y al menos tres buques más de la Royal Navy. Es por ello que las incursiones de envergadura llevadas a cabo por tierra, mar y aire contra las Malvinas se consideran el comienzo de una serie de desembarcos múltiples encaminados a hacer posible un desgaste de la aviación argentina y una posterior invasión en regla del archipiélago. De esta forma, Gran Bretaña pretendería incrementar gradualmente la presión sobre las islas, con un empleo creciente de los medios de que dispone. 

Peligro de “escalada” 

Firmado por Vicente Talón 

Aunque este es un tema que se viene soslayando, tal vez porque impresiona hasta su simple mención, en los planteamientos bélicos del Reino Unido, de cara a Argentina, figura el empleo del arma nuclear. De momento, y pese al riguroso silencio oficial con el que Londres ha envuelto tan grave cuestión, nadie ignora que la fuerza expedicionaria británica lleva a bordo artefactos de destrucción masiva. Y constituiría un simple juego montarlos en los aviones Vulcan que, restablecidos en vuelo por aerocisternas Víctor, de la Royal Air Force, bombardearon –con más ruido que nueces– Puerto Argentino, la capital de las Malvinas, y que ahora, gracias a que podrán valerse de los servicios de esas gigantescas gasolineras volantes que son los KC-10 norteamericanos, se encuentran en condiciones de atacar objetivos en el suelo continental argentino. 

Para huir de cualquier fuente que pueda resultar dudosa, o interesada, mencionaremos, al respecto, al famoso periodista Jack Anderson, quien desde los tiempos de la guerra del Vietnam ha venido demostrando, en los principales medios de comunicación de masas de los Estados Unidos, lo bien fundado –y muy a menudo espectacular– de sus informaciones. Hace un par de semanas, entrevistado por la cadena televisiva ABC, Anderson reveló que el Gobierno británico le había hecho llegar al Presidente Reagan un documento clasificado como supersecreto, pero que como tantos otros de esa misma naturaleza, consiguió que le fuese filtrado, en el que, después de admitir que la flota desplazada a las Malvinas estaba dotada con armas nucleares tácticas, se señalaba que las mismas serían utilizadas “tan sólo bajo graves circunstancias” y que “el comandante de la Armada, el almirante John Woodward, tiene autoridad para emplear esas armas”. 

Anderson, que rechazó la puntualización de un funcionario británico en el sentido de que tales ingenios nunca serían empleados en el Atlántico Sur, en razón de que la palabra “nunca” no figura en el documento recibido por el Presidente Reagan, dijo que, de acuerdo con expertos militares norteamericanos, “la Armada británica tendría que estar amenazada de destrucción inminente para que el almirante Woodward apretase el gatillo nuclear”. Esa posibilidad, añadió, es remota, pues si por un lado se consideraba improbable que los argentinos lanzasen un ataque aéreo contra la escuadra enemiga, por otro, los buques de guerra de la misma “están equipados con suficientes armas convencionales para defenderse”. 

Muy poco después de que tales propósitos se difundiesen tuvo lugar, en una irreprochable operación militar, el hundimiento de uno de los más temibles y sofisticados navíos de la flota británica, el 'Sheffield', mientras que el portaaviones 'Hermes' hubo de ser retirado del teatro de operaciones seriamente dañado por el aguijón de un minúsculo bimotor Pucará, avión pensado, desarrollado y construido para tareas de mucha menos envergadura. A partir de ese instante, los planificadores de la guerra, en Londres, se dieron cuenta de haber cometido un gravísimo y ya irreparable error de planteamiento. Habían creído que los argentinos eran alguna especie de quincalla tercermundista, gente subdesarrollada e incapaz de servirse de los medios de combate que poseían con la debida eficacia, encontrándose con que, por el contrario, demostraban no sólo redaños, sino lo que hoy en día es tanto o más importante, conocimientos profesionales técnicos de primer nivel. Y cuando constataron que debían vérselas con un enemigo de cuidado, cuando su lista de bajas materiales y humanas se hizo sobrecogedora, cuando estuvo ya claro que no se habían embarcado en una decimonónica expedición de castigo, tipo “paseo militar”, sino en una guerra propia y verdadera, se aterraron. 

Prueba de ello fue la comisión de errores tan histriónicos como el lanzamiento de costosos misiles superficie-aire del tipo Sea Dart contra bandadas de pájaros confundidas con aviones contrarios, y cargas y misiles contra ballenas, cuyos ecos confundieron con los de los submarinos 'Salta' y 'San Luis', a los que siguen sin localizar y por los que sienten un salutífero temor. La pericia demostrada por los argentinos en el campo de la electrónica, en el manejo de las armas “inteligentes” y en otros avanzados recursos, el fracaso de los dos intentos inconfesados de invasión llevados a cabo hasta ahora, etcétera, ha hecho que la fuerza expedicionaria británica tuviera que engrosarse constantemente hasta constituir, en la actualidad, el combinado naval más poderoso y variopinto jamás visto desde los tiempos de la última conflagración mundial. Y, así y todo, el desembarco generalizado continúa posponiéndose por saberse que, inevitablemente, significará un precio brutal en bajas humanas y, lo que es peor, que existen posibilidades de que, así y todo, se fracase. 

¿Qué ocurriría en esas circunstancias? La tentación de acudir al recurso nuclear, es de temer, sería enorme. Una jefatura militar que ha llevado a cabo actos tan reprobables como el hundimiento del achacoso crucero 'General Belgrano', del pesquero de salvamento 'Narwal', de un helicóptero que acudía en socorro de los náufragos de esta última unidad y de dos barcos mercantes de cabotaje es capaz de cualquier cosa. Eso sí, si aprieta el botón nuclear lo hará con la bendición de los Estados Unidos, que en 1945 justificaron los genocidios de Hiroshima y Nagasaki con la absurda pretensión de “ahorrar vidas humanas” y que, en la actualidad, piensan que las armas de destrucción masiva deben desempeñar un papel más activo que el de ser simples referencias estadísticas. 

En efecto, de acuerdo con análisis llevados a cabo por el Instituto Brookings, de Washington, la Administración Reagan pretende que su bastón nuclear obtenga los efectos debidos también cerca del llamado Tercer Mundo, lo que significa extender el concepto de la disuasión nuclear a los movimientos de liberación nacional y a los países poco dóciles que, en el pasado, fueron colonias europeas. Según el citado Instituto Brookings, los Estados Unidos han hablado por lo menos en treinta y una ocasiones distintas de emplear estas armas “en teatros ultramarinos de operaciones militares”, situados todos ellos en regiones descolonizadas, y no es un secreto que desde su llegada a la Casa Blanca el Presidente Reagan propicia, por un lado, la extensión de las “responsabilidades” de la OTAN fuera de las fronteras que ella misma se fijó y, por otro, el retorno en fuerza de sus principales aliados a las zonas que padecieron, a veces durante siglos, su dominio. 

En este contexto, una intervención nuclear en el Atlántico Sur no puede en modo alguno descartarse, ni, por supuesto, una reacción en cadena que nadie sabe adónde puede conducir. Recordemos que cuando un joven iluminado disparó su pistola sobre el heredero de la corona austrohúngara estaba lejos de suponer que acababa de provocar el estallido de la primera guerra mundial; que cuando Hitler decidió la invasión de Polonia ignoraba que había alumbrado una pira en la que él mismo y cientos de millones de persones morirían y, que cuando los norteamericanos llegaron a Vietnam, con unos cuantos asesores, para meter en cintura al Vietcong no imaginaban que acabarían rodando por una pendiente que involucraría al final a medio millón de sus soldados y que concluiría con una afrentosa y sangrienta derrota. 

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/CRONICA%20DE%20UNA%20GUERRA%20ANUNCIADA.pdf

26 mayo 1982

El 'Queen Elizabeth', a punto de llegar a la zona de guerra

Pueblo, 26 de mayo de 1982 (Edición de tarde)

Buenos Aires, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte

La aviación argentina volvió ayer a lanzar ataques masivos contra la flota británica en el sector de las Malvinas, en el marco del intenso esfuerzo militar, aéreo y terrestre que se está llevando a cabo en los últimos días. El objetivo sigue siendo impedir que los efectivos británicos amplíen la "cabeza de playa" que mantienen en el sector de Puerto San Carlos, así como frenar ciertos intentos de incursión detectados en la zona de Puerto Darwin, donde ayer fueron derribados -asegura el Estado Mayor conjunto- dos helicópteros Sea King británicos y averiados otros dos.

El ataque aéreo contra la flota, que habría costado a la fuerza aérea argentina tres aviones, según Londres, y uno, según Buenos Aires, se saldó con otro buque británico gravemente dañado. La rapidez con que el Ministerio de Defensa británico ha reconocido la seriedad de los desperfectos sufridos por esa unidad todavía no identificada hace suponer aquí que no son descartables los informes que aluden a un posible hundimiento. Según fuentes militares argentinas, el barco alcanzado es un destructor de la clase Sheffield o una fragata de la clase 21 ó 22. Otras dos fragatas, se añade, habrían resultado afectadas de menor gravedad.

En el curso del mismo ataque, señalan los portavoces argentinos, resultó también con graves averías un transporte de tropas. Se ignora si se trata del 'Canberra', ya alcanzado hace dos días en la zona de Puerto San Carlos, que habría sido nuevamente "tocado" por la aviación argentina, o de otro buque de nombre desconocido hasta el momento. La verdad es que la fuerte presión que la aviación de Buenos Aires está ejerciendo sobre la flota británica apenas da tiempo a establecer con claridad una relación fiable de buques dañados, pues las acciones se suceden con tanta rapidez e intensidad que ya se ignora si los distintos partes se refieren a que determinado buque ha sido alcanzado varias veces o todos aluden a detalles de una misma acción.

Se ha sabido, finalmente, que unidades navales británicas están tendiendo un impresionante dispositivo de cobertura en torno al transatlántico 'Queen Elizabeth II', que llegará a la zona de guerra en las próximas horas con 3.000 soldados a bordo. En torno a este gran buque mercante convertido en transporte de tropas, los helicópteros rastrean las aguas para detectar posibles submarinos y las fragatas antiaéreas extienden sobre él una sombrilla protectora. Ni que decir tiene que una de las obsesiones de la aviación argentina en los últimos días -aparte de derribar el Sea King en el que combate el príncipe Andrés de Inglaterra- es apuntarse el tanto de echar a pique esa nave, orgullo de la flota británica y símbolo de la grandeza naval del imperio.

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/EL%20QUEEN%20ELIZABETH%20A%20PUNTO%20DE%20LLEGAR.pdf

Cercadas las tropas del desembarco

Pueblo, 26 de mayo de 1982

Buenos Aires. De nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte

Argentina conmemoró ayer, combatiendo, el CLXXII aniversario de su independencia nacional. No fue una jornada de especiales actos de afirmación patriótica, de discursos ni de grandes gestos de exaltación nacional. El país entero, callado y solidario, permaneció pendiente de las noticias que llegan del teatro de operaciones en el que, por séptima vez en la historia de estas tierras, los argentinos se enfrentan con las tropas coloniales británicas.

Los informes oficiales argentinos reconocen ya que en San Carlos, costa noroeste de la isla Soledad, de las Malvinas, los británicos mantienen 2.000 hombres en una cabeza de playa de 10 kilómetros de profundidad y 15 de frente -lo que no está nada mal, para una isla como aquélla-, en la que se encuentran atrincherados con artillería media y misiles tierra-aire Rapier. Según el Estado Mayor conjunto, estas tropas se encuentran inmovilizadas, bajo presión de fuerzas terrestres y aéreas argentinas, que frenan su intento de avanzar hacia Puerto Argentino, distante unos 70 kilómetros. Añaden los informes que prosiguen los intensos combates terrestres, con apoyo aéreo por parte argentina y naval por parte británica, y que todavía no hay cifras de bajas y prisioneros, aunque se supone que éstas pueden ser numerosas en ambos bandos.

Mientras, prosiguen los combates aéreos sobre el archipiélago. En el aire y en el mar, las acciones de la aviación argentina tratan de ser impedidas por dos fragatas inglesas situadas en la boca de la bahía San Carlos, que, según los informes de los pilotos, poseen una alta capacidad de fuego antiaéreo. Se añade que los británicos prosiguen sus intentos de inyectar tropas y equipo en la cabeza de playa mediante desembarcos anfibios y heliportados, cuya tarea se ve dificultada por la constante acción de los cazabombarderos argentinos y los aviones de ataque a tierra Pucará. En lo que se refiere a la escuadra inglesa, los vuelos de reconocimiento parecen establecer que su grueso se habría dividido en dos grupos. Uno estaría en posición a unas 150 millas de Puerto Argentino, mientras que otra formación se habría desplazado en dirección al continente, situándose a unas 210 millas de la costa patagónica, entre ésta y las Malvinas.

Esa última maniobra de las unidades navales inglesas está causando cierta inquietud en el continente, ya que se relaciona aquí con las presiones que los "halcones" británicos ejercen para que la "Task Force" ataque territorio continental argentino.

De lo que no cabe duda es de que, en caso de ataque británico a la zona continental argentina, el conflicto saldría completamente de cauce y se extendería hasta terrenos altamente peligrosos. Precisamente el ministro de Defensa, Amadeo Frugoli, acaba de manifestar que, según la evolución que registre el conflicto, éste corre el riesgo de internacionalizarse. Y si por una parte Buenos Aires tiene ya el ofrecimiento de varios países latinoamericanos para proporcionarle apoyo directo en la lucha contra Inglaterra, por la otra ni se afirma ni se descarta aquí que, puesta en aprietos, Argentina acepte los ofrecimientos -hasta ahora cortésmente rechazados- de aprovisionamiento militar hechos por la Unión Soviética. Y el caso es que, hace unos días, tal posibilidad se consideraba "totalmente imposible". Como se ve, el ámbito de lo posible evoluciona al compás de la guerra.

En este aspecto es interesante señalar que mientras Argentina estudia retirar a su personal de la Junta Interamericana de Defensa, con sede en Washington y aquí se acusa directamente a Estados Unidos de pretender instalar en las Malvinas una base militar conjunta con Gran Bretaña, el régimen del Presidente Galtieri agradece encarecidamente el apoyo moral y diplomático que le están prestando en el conflicto la URSS, China, Cuba y Nicaragua. Y toda la Prensa de Buenos Aires destacaba ayer aquí el agradecimiento oficial y personal de Galtieri a Fidel Castro -presidente del Movimiento de Países No Alineados-, cuya "adhesión y apoyo agradecemos conmovidos", sazonado con ciertas reflexiones sobre el imperialismo colonial y la solidaridad entre los países que a él se oponen. Y si esto se lo dice el "espadón fascista" al "Nerón rojo del Caribe", es señal inequívoca de que algo muy gordo está ocurriendo en América Latina. De momento, gane quien gane, lo que está claro es que la guerra de las Malvinas tiene un perdedor: los Estados Unidos de América.

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/CERCADAS%20LAS%20TROPAS%20DEL%20DESEMBARCO.pdf

25 mayo 1982

Los ingleses, acorralados

Pueblo, 25 de mayo de 1982

Buenos Aires. De nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte

La aviación argentina sigue siendo la "estrella" de esta guerra. Sus escuadrillas continúan lanzando ataques contra las unidades navales británicas que navegan frente a la costa malvinense, en un esfuerzo para impedir que la llegada de hombres y suministros consolide la cabeza de playa que la Infantería de Marina inglesa mantiene en San Carlos. Y los comunicados del Estado Mayor conjunto, en los que se da cuenta de acciones llevadas a cabo con éxito, van siendo, aunque poco a poco y sólo parcialmente, confirmados por las noticias que provienen de Londres. Tal es el caso de la fragata 'Antelope', atacada por la aviación argentina, que, según informes del propio Ministerio de Defensa británico, estaría incendiada frente al litoral malvinense.

Por otra parte se insiste aquí en que hay un buque de transporte británico seriamente dañado tras una incursión argentina. Esta nave -se afirma- es el 'Sir Lancelot', de 5.600 toneladas, con 68 hombres de dotación, que puede transportar 340 soldados. El Estado Mayor conjunto cita otro navío tocado, aunque se desconoce la suerte que ha tenido.

Como es lógico, la fuerza aérea argentina está pagando también su precio en hombres y en máquinas. No hay aquí cifras exactas sobre el número de bajas sufridas hasta ahora, pero se estima que puede ser alto, aunque siempre, comparativamente, inferior a los destrozos causados a la flota de invasión enemiga. Los expertos militares señalaban ayer que, merced a estas acciones aéreas, resulta "muy poco probable" que los buques británicos puedan llegar a apoyar con su fuego a los infantes de Marina y paracaidistas que se encuentran en la cabeza de playa de San Carlos. Los buques -se asegura- se han visto obligados a replegarse a un centenar de millas de la costa, para mantenerse lejos del alcance de la aviación argentina, aunque algunas unidades siguen intentando las aproximaciones para el reabastecimiento de los hombres que combaten en tierra. Respecto a las pérdidas propias, medios aeronáuticos argentinos señalan que los pilotos han estado escogiendo para sus ataques tácticas muy peligrosas, pero necesarias para lograr la eficacia deseada.

Mientras tanto, una alta fuente militar aseguró ayer a este enviado especial que los combates terrestres continuaban al norte de San Carlos, en la isla Soledad, donde efectivos argentinos siguen "fijando" con fuego de mortero y artillería a los británicos, que se mantienen atrincherados en sus posiciones defensivas en torno al sector conquistado, que aquí sigue calificándose como "muy reducido". En estas acciones participan también aviones Pucará y Skyhawk.

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/LOS%20INGLESES%20ACORRALADOS.pdf

24 mayo 1982

Objetivo argentino: atacar y contraatacar

Pueblo, 24 de mayo de 1982

Buenos Aires. De nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte

Los portavoces militares argentinos se muestran confiados, seguros y rotundos: las tropas británicas desembarcadas en San Carlos lograron su cabeza de playa sólo a costa de graves pérdidas, y su presencia en la isla Soledad "no es sólida". Esta, al menos, es la respuesta oficial argentina a los partes de guerra con los que Londres está bombardeando el mundo y que, según opinan en Buenos Aires, no están muy acordes con la cifra de bajas sufrida por la fuerza británica, que incluyen el hundimiento de la moderna fragata 'Ardent' -20 muertos y 30 heridos- y daños de consideración variable a un número de naves que oscila entre las cinco y las ocho, alguna de las cuales puede también haberse ido a pique a estas horas.

Ayer, el tema "estrella" de los enviados especiales de todo el mundo acreditados en Buenos Aires fue el supuesto ataque de aviones argentinos al transporte de tropas 'Canberra' -transatlántico requisado por la Royal Navy-, adaptado para transportar 2.500 soldados y paracaidistas. Fuentes militares argentinas, que se negaron a confirmar o desmentir la información, sí aseguraron, en cambio, que otro avión Sea Harrier británico fue derribado sobre Puerto Darwin con un misil Blow Pipe -paradójicamente, de fabricación inglesa-, arma que ya probó su eficacia el pasado sábado al abatir a otros dos aviones británicos.

Por su parte, el comandante en jefe de la fuerza aérea -la "vedette" de esta guerra, sobre ella ha recaído hasta ahora el mayor peso de las acciones bélicas-, brigadier Lami Dozo, elevó a la Junta Militar un informe detallando el gran ataque aéreo llevado a cabo el pasado viernes contra la flota británica. En las operaciones intervino un total de 80 aviones argentinos Pucará, Mirage, Dagger y Skyhawk -los Super Etendard parecen mantenerse en reserva- y las pérdidas enemigas comprobadas por aviones de reconocimiento serían de tres fragatas destruidas -una de ellas, la 'Ardent', hundida, ha sido reconocida por Londres-, cuatro averiadas, un destructor dañado, cuatro helicópteros y cuatro Harrier derribados, cuatro barcazas de desembarco hundidas y cuatro dañadas. Sobre las pérdidas propias, Argentina reconoce el derribo de seis aviones y tres helicópteros.

En lo que se refiere a los combates terrestres, fuentes militares argentinas señalaban el sábado que los británicos sólo había logrado poner en tierra a 400 hombres que estaban siendo "diezmados sistemáticamente". Sin embargo, ayer los comentarios fueron más prudentes. Un portavoz militar manifestó que "la neutralización de los efectivos enemigos desembarcados en San Carlos puede llevar algún tiempo" aunque insistió en todo momento en que las fuerzas argentinas "mantienen todavía el control de la situación". El Estado Mayor Conjunto niega que sean 5.000 los hombres que la flota británica ha podido llevar hasta la cabeza de playa de San Carlos, aunque reconoce que están haciendo todo lo posible, especialmente al amparo de la noche, para reforzar sus posiciones e "inyectar" más hombres y equipo en su "reducido sector". Lo escarpado del lugar y las adversas condiciones climatológicas están dando lugar, según informes de mando argentino en las islas, a que los combates que se están llevando a cabo tengan lugar en condiciones de extrema dureza.

Los informes que llegan del teatro de operaciones no descartan la posibilidad de nuevos intentos de desembarco británicos en otros sectores del archipiélago, pero siempre tendrían lugar éstos, se asegura, a cambio de graves pérdidas, como ocurrió con el asalto a la bahía de San Carlos. La superioridad aérea argentina sigue siendo manifiesta, señalan los observadores, y únicamente el mal tiempo reinante es el aliado con el que pueden contar los británicos para contrarrestar sus mortíferos efectos, ya que con cielo de nubes bajas y tormenta los aviones argentinos no pueden operar. Es posible que las tropas desembarcadas estén actualmente intentando construir en San Carlos una pista apropiada para los aviones Harrier que les permitiría gozar de apoyo aéreo en sus combates terrestres; pero aun así, esa pista seguiría siendo vulnerable a las incursiones aéreas enemigas. En definitiva, el árbitro de las acciones que tengan lugar en las próximas horas o días va a ser el factor meteorológico. Con buen tiempo, el dominio del aire seguirá estando en manos de los pilotos argentinos. Con mal tiempo, los británicos podrían intentar nuevos desembarcos e, incluso, un avance en dirección a Puerto Argentino. Eso, naturalmente, si logran superar las operaciones de contención y acoso que las fuerzas terrestres argentinas aseguran van a lanzar en las próximas horas.

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/ATACAR%20Y%20CONTRAATACAR.pdf

22 mayo 1982

Argentina rechazó el primer desembarco

Pueblo, 22 de mayo de 1982

[En este mapa confeccionado con los datos que nos envía desde Buenos Aires nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte, puede apreciarse el desarrollo de las operaciones militares británicas durante la jornada de ayer. Aviones y unidades navales bombardearon Bahía Zorro, Bahía Fox en el mapa, Puerto Darwin y Puerto Argentino, mientras varias unidades navales británicas se adentraban en el estrecho de San Carlos para lanzar un intento de desembarco heliportado contra Puerto San Carlos. Tras duros combates, las tropas argentinas rechazaron el desembarco inglés. Según Buenos Aires, en el contraataque lanzado por la aviación argentina contra los buques participantes en el intento de desembarco de San Carlos, una fragata inglesa habría sido seriamente averiada y estaría hundiéndose y otras cuatro habrían recibido impactos de cohetes. También un Harrier habría sido derribado. Por su parte, Londres había informado al cierre de esta edición de la pérdida de un helicóptero con 21 hombres.]

Buenos Aires. De nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte 

Violentos combates se estaban desarrollando en las islas Malvinas a la hora de redactar esta crónica. Según fuentes del Estado Mayor Conjunto argentino, tropas de este país resistían al ataque de efectivos británicos en la bahía de San Carlos, al noroeste de la isla Soledad, tras el desembarco de “marines” británicos, que tuvo lugar a las 8.30 hora local -13,50 hora española-, desde cuatro buques de guerra de la Royal Navy que, situados frente a Puerto de San Carlos, lanzaron el desembarco precedido de intenso fuego de artillería naval. 

Las acciones británicas se habían iniciado durante la noche, con desembarcos de mandos británicos en diversos puntos no precisados todavía del archipiélago. Previamente a los desembarcos, las unidades navales inglesas lanzaron un diluvio de fuego contra las posiciones argentinas en las islas Gran Malvina y Soledad, en ataques reforzados por la acción de aviones Harrier. Se alcanzaron objetivos en Bahía Zorro. Uno de los helicópteros Sea King británicos participantes en la operación, según la BBC londinense, habría “caído al mar”, muriendo 21 soldados. 

Merced a que las comunicaciones entre el continente y el archipiélago se mantenían ayer intactas, pudo saberse aquí que las tropas argentinas se mantenían en sus posiciones y frenaban el avance británico, a pesar de estar recibiendo fuego naval y aéreo enemigo, al que se calificó como “no muy intenso” en el sector de San Carlos. Según los informes difundidos en Buenos Aires, por el Estado Mayor Conjunto, los británicos intentaron poner pie en las playas de Bahía San Carlos desde helicópteros y apoyados por aviones de combate, pero estaban siendo rechazados. Por otra parte, posteriores informes señalaban que los Harrier atacaban Puerto Argentino y Puerto Darwin. Según esos datos, las bajas británicas estarían siendo superiores a las 21 reconocidas en el comunicado de Londres referente a la caída del helicóptero. 

A las 11,00 de la mañana, al mejorar las condiciones meteorológicas, la Fuerza Aérea argentina se lanzó al contraataque, ejecutando acciones con bombas y misiles contra las unidades navales británicas que navegaban en aguas próximas a las islas. Según medios aeronáuticos argentinos, tres nuevos helicópteros ingleses fueron derribados, así como un avión Harrier, cuyo piloto se lanzó en paracaídas y fue capturado vivo por tropas de tierra. A las 13,50, efectivos británicos calculados en unos 250 hombres habrían lanzado otro intento de desembarco en el sector de San Carlos, también rechazado. Por otra parte, medios oficiales de la aviación argentina comunicaron ayer que, en el curso del contraataque realizado contra la escuadra enemiga, una de las fragatas inglesas que participaba en la operación de desembarco frente a la bahía de San Carlos ha sido alcanzada por bombas y cohetes de la aviación argentina, sufriendo daños “muy graves”. Noticias oficiales de última hora aseguraban ayer en Buenos Aires que una fragata alcanzada se hallaba en llamas, hundiéndose, y otras cuatro habían recibido también impactos de cohetes, desconociéndose la gravedad de sus averías.

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/ARGENTINA%20RECHAZO%20EL%20PRIMER%20DESEMBARCO.pdf

21 mayo 1982

Es la hora de los cañones

Pueblo, 21 de mayo de 1982

Si el ataque británico no se había iniciado todavía a la hora de redactar esta crónica, es posible que el retraso se deba al fuerte temporal que está batiendo el Atlántico sur en torno a las Malvinas, con olas de cinco metros y vientos de hasta 40 nudos. Esas terribles condiciones climáticas pueden ser la causa de que la flota británica se mantuviese todavía en la tarde de ayer capeando una tormenta que hacía muy peligroso el despegue de aviones y helicópteros y mucho más operaciones de desembarco y acciones bélicas contra objetivos concretos. 

Porque de lo que ya no hay duda aquí es de que los ingleses vienen. Nadie se hace ilusiones en Argentina sobre las intenciones del gabinete Thatcher, y todo el mundo es consciente en este país de que, rota la negociación, ya no queda otro camino que pelear. “Argentina -señalaba ayer un portavoz oficial- no puede hacer más concesiones ni ser más flexible de lo que ha sido en sus intentos por hallar una solución pacífica al conflicto. Hacer más concesiones supondrá ya volver a la situación anterior restableciendo la administración británica sobre las islas. Y no es para eso para lo que han muerto centenares de argentinos y estamos dispuestos a morir cuarenta mil más”.

Como se ve, las cosas están claras por esta tierra. Las tropas argentinas atrincheradas en las Malvinas y en la costa patagónica siguen con las armas a punto en estado de máxima alerta, esperando la acometida. Todos están de acuerdo en que Gran Bretaña va a encontrar en las Malvinas un hueso duro de roer, y se confía especialmente en la aviación -que tan importante papel ha desempañado hasta ahora, recayendo sobre ella el peso de las operaciones- como punta de lanza frente al intento de desembarco británico. Ayer, un alto oficial de la Armada, aseguraba a este enviado especial que "desembarcar, van a intentarlo. Quizá si echan toda la carne al asador a lo mejor pueden llegar a quedarse en las islas, eso ya lo veremos. Pero le aseguro que van a pagar un precio tremendo, endiabladamente atroz, por cada palmo de terreno que logren arrancarnos". 

En otro orden de cosas el Gobierno argentino ha decretado la "congelación" de todos los bienes británicos en el territorio nacional o en lugares sometidos a su jurisdicción, aunque esa disposición no afecta a los súbitos británicos residentes permanentes en Argentina, "siempre que no incurran en actividades que pongan en peligro la economía nacional o la capacidad productiva del país". Esta medida, según el ministro de Economía, es "simétrica a la adoptada por Gran Bretaña, pero más amplia".

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/EL%20LA%20HORA%20DE%20LOS%20CANONES.pdf

20 mayo 1982

Argentina captura comandos británicos

Pueblo, 20 de mayo de 1982

Buenos Aires (De nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte) 

En el “sprint” final de paz antes de que la diplomacia dé paso a los cañones, el Gobierno argentino entregó al secretario general de la ONU el esperado documento en el que se reflejan sus últimos puntos de vista sobre las propuestas británicas. Según fuentes periodísticas bonaerenses, la contrapropuesta argentina acepta durante un breve plazo de tiempo una administración de las Malvinas llevada por la ONU, en la que estarían presentes observadores británicos y argentinos junto a las banderas de ambos países, que ondearían junto a la del organismo internacional. 

Aquí nadie ignora que la contrapropuesta argentina no ha satisfecho, ni de lejos, las exigencias británicas. Y la guerra, la guerra “de verdad”, la guerra total y cruel, se acepta ya con fatalismo y decisión, con el sentimiento colectivo de un pueblo que ha llegado hasta donde ha llegado con plena conciencia de donde se estaba metiendo, y está ahora resuelto a mantener a toda costa su postura. Mientras a lo largo y ancho de todo el país se suceden las manifestaciones de adhesión al Estado Mayor Conjunto, en medio de una intensa exaltación nacional, medios militares estiman en Buenos Aires que el almirante Woodward, comandante de la Task Force británica, habría recibido ya la “luz verde” para iniciar el ataque y solo esperaría que se dieron las condiciones favorables para iniciarlo. Lo que está claro es que los ingleses, tras los descalabros del destructor ‘Sheffield’ y la fragata ‘Brilliant’ ya no subestiman la capacidad operativa argentina sino que, por el contrario, sus últimas acciones demuestran una precavida prudencia. 

Por otra parte, los datos que llegan del “frente enemigo” señalan aquí que ya hay unos cincuenta buques de guerra británicos en posición al este de las Malvinas, y que los efectivos de la infantería de la Marina inglesa ya estarían equipados para la acción. Se ha sabido también que el ‘Canberra’, con dos mil soldados británicos y diez Harrier a bordo, se encuentra a menos cien millas del archipiélago, junto a los buques de guerra ‘Intrepid’ y ‘Fearless’, y la BBC habló ayer de un desembarco en las próximas 72 horas. 

Por cierto, hablando de desembarcos, fuentes militares dignas de crédito señalaban ayer en Buenos Aires que tres oficiales y cuatro suboficiales británicos, pertenecientes a unidades tipo comando, habrían sido capturados por soldados argentinos en las proximidades de Río Gallegos, en la costa Patagónica, ciudad situada a casi 3.000 kilómetros de Buenos Aires y separada de las Malvinas por 300 km de mar. Según las fuentes consultadas por este enviado especial, los comandos británicos fueron detectados cuando trataban de infiltrarse en la zona continental de la Patagonia para localizar objetivos militares a fin de facilitar datos a la flota británica de cara a la operación de desembarco en las Malvinas. Las citadas fuentes no mencionaron cuándo y en qué circunstancias se produjo la detención de los siete ingleses.

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/ARGENTINA%20CAPTURA%20COMANDOS%20BRITANICOS.pdf

18 mayo 1982

En Argentina se teme lo peor

Pueblo, 19 de mayo de 1982

Buenos Aires. De nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte

Ayer, mientras la Junta Militar analizaba en la capital argentina la propuesta británica para la resolución del conflicto y se preparaba una respuesta, el tono dominante en Buenos Aires era del más negro pesimismo. A esas alturas, aquí se tenía la certeza de que el Gabinete Thatcher no irá más allá de donde ha ido en lo que a concesiones se refiere, y se reforzaba la sospecha de que Londres nunca tuvo verdadero interés por la mediación de la ONU, que no ha venido siendo sino un pretexto para ganar tiempo mientras se consolidaba el dispositivo para el nuevo ataque a las Malvinas. La situación queda bien expuesta en palabras de un portavoz oficioso de la Armada argentina: "El tema volverá a la ONU, pero desgraciadamente será cuando ya nos estemos matando a conciencia allá abajo".

En Buenos Aires los rumores sobre disensiones en el seno de algún sector de las Fuerzas Armadas, dividido entre "línea dura" y "línea blanda", parecen haberse zanjado en los últimos días con la consolidación de la "línea dura", de la que la Marina de Guerra parece ser el máximo representante. Ello, al menos, es lo que se desprende de la lectura entre líneas del discurso pronunciado por el almirante Jorge Anaya, comandante en Jefe de la Armada y uno de los triunviratos de la Junta Militar, quien manifestaba que "en estas horas difíciles, el dolor puede quebrar las almas de los más débiles", y expresaba la firmeza con la que Argentina está dispuesta a enfrentar todo intento por devolver las Malvinas a su anterior "status". Como detalle significativo habría que destacar que en los últimos tiempos, y a raíz de haber recaído sobre ellas el mayor peso de las operaciones militares, la Armada y el Ejército del Aire argentinos se encuentran en estos momentos en la "cumbre" de su prestigio, y ello refuerza su presencia en la máxima instancia de Poder del país. Sin embargo, medios consultados por este enviado especial aseguran que eso no afectará por el momento la distribución oficial de funciones existentes entre los tres miembros de la Junta Militar, en la que el Presidente Galtieri representa al Ejército de Tierra. 

Sobre la intensificación de las acciones bélicas en el teatro de operaciones, ésta se considera inminente. También el brigadier Lami Dozo, comandante en jefe de la Fuerza Aérea y "tercer hombre" de la Junta, ha efectuado unas declaraciones en términos de firmeza semejantes a los utilizados por su colega de la Armada. El poder de fuego de la aviación de guerra argentina, aseguró el brigadier, se encuentra "intacto". Y se da por supuesto que "una vez que los efectivos británicos estén perfectamente localizados y a una distancia de todo el sistema de armas disponible, le vamos a hacer un ataque masivo". Todo está listo, como se ve, para el dramático acto siguiente, que, según los indicios no tendrá ya lugar en los alfombrados pasillos de Nueva York, sino sobre las frías aguas y las brumosas islas del Atlántico sur.

El ministro de Defensa argentino, Amadeo Frugoli, ha manifestado que existen sospechas "precisas y concordantes" de que el portaaviones británico 'Hermes' "está seriamente dañado". En declaraciones a una emisora de Buenos Aires, recordó que "en la batalla de las Malvinas hubo ataques muy firmes y muy certeros por parte de nuestra Fuerza Aérea a unidades navales británicas".

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/EN%20ARGENTINA%20SE%20TEME%20LO%20PEOR.pdf

Buenos Aires espera el desembarco inglés

Pueblo, 18 de mayo de 1982

Buenos Aires. De nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte

Burlar el bloqueo británico en torno a las Malvinas se está convirtiendo, para los marinos de la flota mercante argentina, en una arriesgada empresa. Jugando al escondite con los destructores y fragatas inglesas, navegando entre las islas desiertas y camuflándose en canales y bahías, naves desarmadas afrontan el fuego enemigo para llevar suministros a la población civil que vive desperdigada por el archipiélago, y también, se supone, a las tropas argentinas que, en sus posiciones, aguardan el desembarco de los “royal marines”. Y, a veces, estos buques y sus tripulantes pagan su audacia con la destrucción y la muerte.

El hundimiento del 'Isla de los Estados' ha sido ya reconocido oficialmente en Buenos Aires por el Estado Mayor Conjunto, al indicar que “se han reunido indicios suficientes que permiten suponer que la nave fue hundida por las fuerzas británicas”. Recordemos que este buque, civil, con una tripulación de 60 hombres, efectuaba misiones de comunicación y aprovisionamiento entre los diversos puertos de las Malvinas. Según los informes, la fragata británica 'Alacrity' lo detectó de noche en su pantalla de radar al norte de la isla de los Cisnes, frente a un lugar de la costa conocido como Bold Cove, en el estrecho de San Carlos. Sorprendido el mercante, desarmado, no tuvo la menor oportunidad de escapar a los cañones de 115 milímetros del buque de guerra enemigo. Veinte proyectiles por minuto llovieron alrededor y sobre el 'Isla de los Estados', que se hundió tras una gran explosión seguida por gigantesca llamarada. Informes de última hora señalan la posibilidad de que entre la media docena de náufragos que podrían haber llegado a la costa de la isla Soledad pueda encontrarse el comandante de la nave, capitán Alois Payarola.

Mientras estas noticias llegaban a Buenos Aires, la fuerza de intervención británica enviaba nuevamente sus Harrier sobre las Malvinas. Esta vez, los objetivos fueron también dos buques argentinos que hasta ese momento habían logrado burlar el bloqueo. En la bahía de Port King fue atacado con bombas el 'Río Carcaña', barco ya legendario en las islas, pues fue el primero que logró romper el blogueo inglés el pasado 30 de abril. A su dilatada supervivencia de dos semanas efectuando viajes de avituallamiento entre las islas se la consideraba, en vista del despliegue militar británico, todo un récord. Según un comunicado del Estado Mayor Conjunto que da cuenta de la acción, el buque se habría incendiado, aunque no se registraron daños personales entre su tripulación.

El otro barco alcanzado fue el 'Bahía Buen Suceso'. Los Harrier lo avistaron cuando descargaba alimentos y medicinas para los isleños de la Gran Malvina, en un lugar conocido como Bahía Zorro. Los aviones de combate británicos lo ametrallaron de proa a popa con cañones de 30 milímetros, produciéndole averías y, posiblemente, bajas entre la tripulación. El 'Bahía Buen Suceso' -del que se ignora si sigue a flote o no- es un viejo buque dedicado, como los otros dos, a misiones interisleñas tras romper, de noche y a través de un mar agitado por fuerte temporal, el bloqueo hace poco más de una semana. Por cierto que el 'Bahía Buen Suceso' es un viejo conocido de los lectores de 'Pueblo'. En 1978, realizando un reportaje para nuestro diario, este enviado especial acompañó a una expedición científica argentina a la Antártida. Durante casi dos meses entre icebergs y montañas cubiertas de hielo, el 'Bahía Buen Suceso' fue mi hogar, y su capitán y oficiales, mis compañeros. Quizá por el nostálgico recuerdo de aquellos duros días -que me perdonen los Harrier y sus pilotos- deseo de todo corazón que ese buen y viejo barco llegue a salvo de cualquier puerto.

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/BUENOS%20AIRES%20ESPERA%20EL%20DESEMBARCO%20INGLES.pdf