08 octubre 1974

¿Por qué luchan los palestinos?

Mundo Árabe - 1974

[Mucha gente se pregunta todavía en España: ¿por qué luchan los palestinos? ¿Qué buscan? Y hay quien piensa que si fueron arrojados de sus casas, podrían ser compensados con una cantidad de dinero. Lo que no comprenden muchos es que el objetivo final de la lucha no es la paz simplemente, ni mucho menos la comodidad, sino la paz basada en la justicia. Si el movimiento revolucionario palestino pudiese ser comprado, caería, por su propio peso, el concepto de REVOLUCIÓN. Nuestro compañero Arturo Pérez-Reverte se ha desplazado a Beirut recientemente y ha buscado, no entre la clase dirigente, no entre los cuadros de mando, sino entre los propios palestinos refugiados y desamparados, las razones de su lucha. He aquí pues, el testimonio de ese pueblo sencillo, sin ambiciones, sin otra ilusión que se cumpla en ellos la justicia internacional, porque se saben pioneros de algo consustancial en el mundo: la lucha por una humanidad mejor.]

Hannah

“El llamado estado de Israel se descompone, como un cuerpo que se pudre al sol. Es ahora cuando, entre su propio pueblo, comienzan a levantarse voces que desean la paz y claman —todavía con voz débil— contra las injusticias que durante años se han cometido contra hombres con los que se podía haber vivido en armonía. Eso lo hace tambalearse. Golda Meir y Dayan sabían que, a partir del momento en que Israel comenzase a horrorizarse de sus actos, eso lo destruiría; habría llegado el principio del fin. Ellos quisieron evitarlo, manteniendo la confianza de su pueblo en sí mismo. Pero pasó su época”.

Entre las ruinas, Hannah recoge el cartucho de un cohete israelí y lo pone ante mis ojos, arrojándolo luego, lejos. Después clava sus ojos negros en un punto lejano, entre las montañas, y su voz suena monótona y cansada en este santuario de silencio que un día fue el campo de refugiados palestinos en Nabatiya.

—Ahora tiene miedo; siente que la tierra comienza a faltar bajo sus pies. Está desapareciendo su orgullo. Si no cede a tiempo, llegará el día en que sea aplastado. Y su final marcará el nacimiento del Estado Democrático Palestino.

Hannah tiene veintiún años, y hace cinco que milita en las filas de la OLP, en el servicio de prensa de Al Fatah. Cuando habla, lo hace absorta en sus propias palabras, como subrayando con un chasquido de la lengua cada una de ellas.

—Sabe que el peligro somos nosotros. Si no existiéramos, todo sería mucho más fácil para él. Somos la corte de los mendigos y de los guerreros que, arrastrando tras nosotros las sombras de todos nuestros camaradas muertos, atormentamos de noche el sueño de los sionistas. Para ellos, la tierra no mana ya leche y miel, sino sangre. Tel Aviv nos tiene miedo. Por eso, con su política actual, quiere destruir los movimientos de liberación árabes y asegurar de esta forma su propia supervivencia. Sus métodos están a la vista: intensificar sus acciones represivas en el interior de Palestina, intensificar sus ataques en el exterior, intensificar sus presiones diplomáticas... Pero no se da cuenta, o no quiere darse cuenta, de que al golpear a los palestinos está golpeando también a los movimientos de liberación de todo el mundo. Y éstos jamás podrán perdonárselo.

—Hannah... ¿Odias a los judíos?

—Odio el sionismo. Odio el racismo, la injusticia y la opresión. Pero no, no odio al judío. ¿Sabes que muchos de ellos colaboran con nosotros? Me gustaría poder llegar a vivir el día en que vea a un palestino y a un judío arar juntos la misma tierra. Pero para eso aún deben morir muchos hombres. Ellos no quieren reconocer nuestra existencia, como si nunca hubiésemos existido. Pero nosotros estamos allí. Y si algún día, no lejano, comprenden que deben construir la paz, tendrán que venir exclusivamente a nosotros.

—Hannah... ¿Has pensado alguna vez que puedes morir antes de que ese momento llegue?

—Sí. Y estoy preparada. Ya muchos otros, antes que yo, bajaron un día por una colina con la sonrisa en los labios, para no volver más. Las vidas son valiosas para construir la paz; pero antes, deben ganar la guerra. Lo único que importa es golpear allí donde el sionismo se cree en seguridad. Mantener las consecuencias positivas de la guerra de octubre. Por eso ahora sólo actuamos en el interior de la Palestina.

—Ahora quiero que me respondas con absoluta sinceridad a una pregunta. En ese Estado Democrático Palestino convivirán judíos y árabes. Todo el mundo será igual ante la Ley, y los hombres, olvidado el odio, trabajarán en un esfuerzo común... ¿Es así?

—Así esperamos que sea, en efecto.

—¿Te casarías con un judío, Hannah?

—Creo que no... Seguro que no. Antes tendría que lavarme demasiada sangre y olvidar los rostros de muchos muertos... Quizás mis hijos... Quizás.

Rahim

Es delgado y nervioso. Mientras mordisquea una “chawarma” habla de modo atropellado, con vehemencia. De vez en cuando se detiene y contempla los muros del castillo de Saida, como si encontrase en ellos argumentos elocuentes. En su rostro, muy moreno, hay profundas arrugas.

—El pueblo está con nosotros. Entiéndeme, el pueblo libanés, el jordano, el egipcio... Todos. Nos apoyan y nos alientan, sintiendo nuestros éxitos como suyos propios. Aquí, en el Líbano, es fácil comprobar que la gente está del lado de los palestinos. Sin embargo, no sucede lo mismo con algunas clases dirigentes.

—¿Por qué esa diferencia de actitud entre la masa popular y esas clases dirigentes del Líbano?

—Es lógico. Para los que estén arriba, somos una fuente inagotable de preocupaciones. Eso sucede aquí y en otros sitios. Si no existiese el pueblo palestino, ya hace tiempo que algunos países árabes se habrían entendido con Israel. Pero nosotros hacemos el papel de conciencia, y se ven obligados a adoptar una línea política que en muchas ocasiones no es la que mejor encaja con sus intereses. Aunque nos acogen, nos ayudan en lo que pueden —que no es mucho— y a veces parece que hasta nos defienden y se preocupan por nuestros intereses, nuestras reivindicaciones y nuestro futuro, en el fondo querrían desembarazarse de todos nosotros. Nos hemos convertido en huéspedes muy molestos.

—¿Y qué opina el Ejército?

—El Ejército, en el Líbano y en casi todas partes, está con las clases dirigentes.

—¿Os ayudarán los otros países árabes a crear vuestro Estado Palestino?

—Palestina sólo confía en los palestinos. Con los otros, o sin ellos, llegaremos al final. Tendremos nuestra tierra, aunque deba ser a pesar de algunos gobiernos árabes.

Samir

Es un periodista de veinticinco años, reflexivo e inteligente. En su despacho de Beirut, con las paredes cubiertas de carteles con las efigies de los camaradas muertos, hojeamos la prensa libanesa. “Un enfrentamiento entre un grupo de libaneses y palestinos tuvo lugar ayer en...”.

—El Estado Democrático Palestino albergará en su seno a árabes y judíos, y las representaciones en el Gobierno se establecerán según los porcentajes demográficos. Esa es una de las razones por las que Israel no quiere aceptarlo. Su ritmo de crecimiento es cada vez menor. Ellos practican la anticoncepción, por lo que el número de hijos por familia es reducido. Para ellos sólo queda aceptar fuertes contingentes de judíos inmigrados... Sin embargo, el crecimiento demográfico de los árabes es altísimo. Israel tiene miedo a desaparecer entre nosotros.

—Debe haber muchas otras razones por las que los judíos no están dispuestos a compartir Palestina con vosotros.

—Indudablemente. Hay factores de todo tipo: culturales, sociales, políticos, económicos, religiosos... Al final, puestos entre la espada y la pared, deberán doblegarse. Pero queda mucho camino todavía.

—Y el precio será muy alto.

—Ya ha sido muy alto. Hay gentes que pagan más que otros, eso es todo. El “fedayín” que va a morir como un lobo acosado paga más que el comerciante que contribuye con dinero. Todo cuesta; pero hay algo que es claro para pobres y ricos, para los que tienen cultura y una ideología y para los que carecen de ellas. Hay algo de lo que sí están seguros: que quieren volver. No tienen nada; ni pasaporte, ni dinero, ni siquiera personalidad. La mayoría no existen jurídicamente. Pero saben que allí, al otro lado, está Palestina.

—¿Es auténtica esa armonía que dicen existe entre los palestinos y os libaneses?

—Sólo en parte, y según los niveles sociales. Los partidos de derecha libaneses están radicalmente contra nosotros. Nuestra situación aquí es muy difícil. Nos asesinaron en Jordania... El Líbano es nuestro último refugio y, al mismo tiempo, nuestra gran posibilidad. Pero los dirigentes se sienten incómodos con nuestra presencia. Hay muchas tensiones, especialmente con el Ejército, los capitalistas y algunos partidos. Opinan que somos un semillero de discordia y un imán para los ataques sionistas, que nos utilizan como excusa. El Líbano se siente perjudicado. Por eso, todos nuestros esfuerzos se encaminan a que no se produzca un conflicto. En este punto, esos grupos a los que he aludido, que se encuentran enfrentados a nosotros, también buscan cuidadosamente evitar complicaciones serias entre libaneses y palestinos. Un enfrentamiento grave entre ambos podría significar tanto el desastre para los palestinos como el desastre para los libaneses.

—Eso es lo que procura Israel, ¿verdad?

—Eso es lo que procuran Israel y Jordania. Constantemente emplean todas sus fuerzas para que se produzca un conflicto. El ataque a los puertos, los secuestros, los desórdenes, están alentados y organizados precisamente para enfrentar físicamente a libaneses y palestinos. Por eso se bombardea y se abusa y se mata. Para forzar al Líbano a desembarazarse de los “peligrosos” palestinos. Cada vez que Israel ataca al Líbano, no dice hacerlo porque le interesa, por ejemplo, llegar a las fuentes del Litani, sino porque los palestinos son un peligro en la frontera. Y así se ha llegado a crear este clima de tensión.

—¿Por qué sigue en el trono Hussein de Jordania?

—Uno de los objetivos de nuestra revolución es liquidar al régimen jordano. Sin embargo, aún no es el momento. Los tanques israelíes no están demasiado lejos de Ammán. Hay que tomar las cosas con calma, si se quiere vencer al final.

—Samir; supongamos que estalla un conflicto grave entre libaneses y palestinos...

—Habría guerra civil en el Líbano. Recuerda que la masa popular está de nuestro lado. Pero esa guerra civil, sin lugar a dudas, terminaría provocando una intervención israelí o norteamericana. Eso es lo que busca Israel.

—Una última pregunta, Samir. Considero que eres un hombre realista... ¿Crees en ese Estado Democrático Palestino? ¿Crees en la victoria final?

El periodista sonríe y me alarga un cigarrillo. Después, pausadamente, me señala las fotografías de la pared.

—Ellos creyeron. Si yo no tuviese la misma fe, no estaría aquí. Habría abandonado la Revolución.

Yussef

Tiene los ojos azules y el aire indolente. Pero cuando habla, sus palabras adquieren tal seguridad que parecen pesar como el plomo. Tiene 32 años, nacido en Jerusalén. Doctor en Ciencias Sociales.

—Creo en el Estado Democrático de Palestina. Considero que árabes y judíos pueden vivir en paz, sobre la misma tierra. De hecho, muchos judíos ayudan ya a los palestinos en los territorios ocupados, e incluso están encerrados en cárceles sionistas. Diversos movimientos —especialmente jóvenes— judíos dan su apoyo total a un diálogo con la OLP. Sin embargo, antes de llegar a eso habrá que solucionar muchos problemas. El pueblo palestino no sólo debe enfrentarse al sionismo, sino que también se ve amenazado, y muy seriamente, por los regímenes reaccionarios árabes. Y en realidad, si me detengo a pensarlo, no puedo predecirle a largo plazo cuál de los peligros va a ser el mayor.

—¿Cuál es su opinión sobre la actitud de Jordania respecto al problema de Palestina?

—Muy personal. A mi mejor amigo lo mataron en Ammán. Quizá se esté preguntando usted por qué no se dedican los palestinos a derribar el régimen hachemita... En primer lugar, nosotros no tenemos intención de liberar Jordania, sino Palestina. En segundo lugar, para la liberación de Jordania...

—Perdón. ¿Liberar quiere decir rescatar una zona ocupada por un enemigo?

—En este caso, sí. Decía que, en segundo lugar, para la liberación de Jordania haría falta un frente democrático jordano que, por desgracia, ya no existe. La oposición organizada contra Hussein fue aniquilada en septiembre de 1970. En tercer lugar, hacer caer a Hussein no es tarea fácil. Su caída sería también la de Feysal y la de otros regímenes reaccionarios. Le recuerdo que Arabia Saudí participó también indirectamente en la matanza de septiembre.

—Resumiendo: existe un complot contra los palestinos.

—Efectivamente. Por un lado, tenemos a Israel y los EEUU. Por otra parte, alineamos a los regímenes reaccionarios árabes, para los cuales los palestinos son un peligro. Esa es la tenaza que cada día amenaza estrangular a mi pueblo.

—Una pregunta, Yussef. ¿La revolución palestina está encaminada sólo a liberar los territorios ocupados y a crear el Estado Democrático?

—Esa es solo su primera fase.

—Luego hay otras después...

—Efectivamente. La siguiente es extender la revolución a todos los países árabes.

—Y la tercera, entroncar con la revolución mundial.

—Exacto.

—Entonces, no creo que los países más reaccionarios, que al fin y al cabo son los que más tienen que perder, estén muy dispuestos a que ustedes consigan sus objetivos.

—Naturalmente que no. Están desplegando todos sus esfuerzos para que nuestra revolución fracase. Piensan, no sin razón, que el Estado Democrático Palestino puede ser en el futuro un foco que exporte subversión a sus respectivos países. Esa es la razón de que, mientras declaran hacer causa común con el pueblo palestino, se dediquen bajo cuerda a su auténtico objetivo, que es eliminarnos del mapa. Su problema es que ellos mismos se han cogido los dedos en su propia trampa y, lo que es paradójico, algunos nos esgrimen todavía como bandera de combate.

Shalim

Le he conocido en las calles de Saida. Viene caminando desde el campo de Angelua, donde no quiere permanecer durante el día porque tiene miedo a los Phantom israelíes. Como él, una multitud de palestinos vaga por la ciudad, sin atreverse a regresar a los campos hasta la caída del sol. Es joven, delgado y muy moreno. Correctamente vestido, con algo de dinero en el bolsillo, me ha contado que es estudiante, pero aún no sé si creerle o no. Tiene los ojos grandes y asustados, y no se avergüenza de contarme su miedo mientras comemos frente al mar, en la Escuela de Hostelería de Saida.

—Ya ves... No todos los palestinos somos comandos, ni somos valientes... Yo tengo miedo las veinticuatro horas del día. Creo que se puede hacer una clara distinción entre los palestinos: un grupo, el que se encuentra movido por una ideología profunda, el que tiene fe en el futuro de Palestina y está dispuesto a luchar por él, y a morir si es necesario, es el que nutre las filas de los “fedayín”, los hombres para el sacrificio. En el otro grupo estamos los que tenemos miedo a morir, los que odiamos las bombas... Los que estamos cansados de recoger cadáveres entre las ruinas, de vivir acosados como animales... Los que estamos hartos de ser nadie, hombres sin patria y sin personalidad... Los eternos vapuleados por todos, árabes y judíos. A nosotros, a los que son como yo, que no tienen madera de héroes, que estamos hartos de morir de hambre y de vivir entre la miseria y la indiferencia, nos da igual ir allí que a otra parte, con tal de que nos dejen vivir tranquilos y no tengamos que pasar el día mirando al cielo, esperando ver aparecer los bombarderos judíos, esperando ver aparecer nuestra propia muerte. Mírame. ¿De veras me ves cara de comando? Yo ya estoy muerto; todos estamos muertos. Si no nos matan los israelíes lo harán los libaneses, o los americanos... No. Todos los palestinos no somos héroes; algunos hasta hemos perdido ya la capacidad de odiar. Queremos, quiero trabajar; quiero comer. Y me da igual que sea aquí o en otro sitio. Todo lo que deseo es que esto se acabe de una maldita vez.

Sakir

Es un doctor en Historia de veintinueve años, con largo bigote y los ojos escondidos tras los gruesos cristales de unas gafas. En su oficina del Palestine Research Centre de Beirut escucho su voz, a veces apagada por el ruido de los automóviles que circulan por la calle. Tiene el pelo castaño claro, casi rubio, y sabe sonreír como los niños.

—No. Yo no creo que los libaneses quieran terminar con los palestinos. Lo que sí desean es quitarnos las armas, desarticular nuestra organización política, etc. Tenga en cuenta que el Líbano necesita de los palestinos, porque alguien debe encargarse de los trabajos duros. Nuestro pueblo constituye aquí una clase social que es explotada. Desde hace cinco años, el objetivo de las clases dirigentes es mantenerlos a ese nivel. Los libaneses son muy prácticos. La creación del Estado Democrático Palestino les privaría de su más barata mano de obra.

—¿Cuál es en la actualidad el balance de fuerzas en el Líbano?

—Por una parte está el pueblo palestino armado, con su organización, sus cuadros de mando, sus medios de información y su aparato burocrático. Mucho más fuertes que en la Jordania de 1970, contamos con la simpatía de las masas árabes que, aunque no inciden poderosamente en el Líbano, nos respaldan con su apoyo. En contra, tenemos parte del Ejército, a las fuerzas paramilitares de los partidos de derecha, los regímenes árabes más reaccionarios, Israel y el imperialismo. En realidad, no estoy seguro de que este segundo grupo pueda liquidarnos fácilmente. El Líbano no es Jordania. Aquí estamos bien organizados, y ello daría lugar a una guerra civil en la que no intervendríamos solos. Cuando los combates del mes de mayo, gran parte de la población se puso de parte de la Resistencia. Cuando venga el ataque de nuestros enemigos, creo que no será de tipo militar.

—¿Cómo piensan sus enemigos impedir la creación del Estado Democrático?

—Nos gustaría contar con el incondicional apoyo de Siria, pero ellos se ven seriamente condicionados por una serie de problemas en su propio territorio. Llegado el momento, podrían acudir en nuestro socorro; pero también podría suceder que se viesen imposibilitados de hacerlo. El complot consiste en llevar a la Resistencia hasta una situación de conflicto que termine por hacerla capitular incondicionalmente, entregando sus armas. Eso quieren los regímenes reaccionarios, que prefieren tolerar la existencia de Israel con tal de que los palestinos no se vuelvan una fuerza política. Quieren que, si hay un Estado Palestino, en último término éste no sea independiente. Nos tienen verdadero miedo. En el Líbano se encuadra concentrada la potencia militar palestina independiente. El enemigo no sólo quiere enfrentar a libaneses y palestinos, sino que incluso desea oponer a la población palestina con la Resistencia. Quiere dividir con sus represalias y con el terrorismo al mismo pueblo palestino.

Fatma 

Licenciada en Derecho, joven y bonita. Cree firmemente en el futuro Estado Democrático Palestino, pero ello no le impide ser plenamente consciente de los peligros que amenazan el nacimiento de su nación.

—Los sionistas, en las condiciones actuales, no pueden emprender una guerra contra el Líbano para limpiar la franja sur de palestinos hasta el río Litani. Esa es la razón por la que buscan que sean los dirigentes libaneses los que hagan para ellos el trabajo sucio, presionando sobre los palestinos, desarmándoles y desguarneciendo los campos de refugiados. Por eso los jefes de la Resistencia procuran andar con pies de plomo; son muchos los problemas alentados por el enemigo, incluso la división en el mismo seno de la OLP. La exigencia es doble: por una parte, hay que continuar la presión de tipo militar contra las ciudades de Palestina ocupada, si queremos hacernos respetar e ir —si alguna vez vamos— con argumentos de peso a Ginebra. Sin embargo, no podemos indisponernos con los libaneses, quienes ya están bastante preocupados por su propia seguridad... El segundo aspecto es que se debe mantener la difícil armonía entre las diversas ramas de la Resistencia, pues un conflicto armado entre ellas es precisamente el objetivo esperado por el enemigo. No olvidemos que uno de los problemas a que debe enfrentarse la tarea de creación del Estado Palestino es precisamente la división que existe en el mismo movimiento de la Resistencia.

Abu 

Es un famoso médico dentista de Beirut. En su consulta de la calle Hamra me muestra folletos y estudios que él mismo ha realizado sobre el potencial humano del futuro Estado Democrático Palestino.

—Me preocupan los hombres que deben construir la paz, cuando la guerra haya terminado. He tenido la suerte de poder efectuar estudios sobre los palestinos que han hecho carreras universitarias, incluso los que se encuentran en países distantes. De paso, comprobaba sus sentimientos y los lazos que les unen a su pueblo. Todos han respondido.

—¿Cuál será el papel de esos hombres, élite altamente cualificada, en el Estado Palestino?

—Muchos de mis encuestados, que se encuentran trabajando en excelentes condiciones en el extranjero, me han escrito diciendo que están dispuestos a trabajar por la causa, a regresar a su tierra cuando llegue el momento. No son guerreros, sino técnicos. Y Palestina necesitará muchos técnicos cuando sea libre. Al mismo tiempo, esa élite palestina es la que, sin saberlo, ha empujado a existir a la Revolución. Los primeros cuadros no fueron 1os jóvenes de ahora, sino ese grupo ilustrado. Es la élite la que ha potenciado el movimiento, la que ha impulsado a las masas. Vive y trabaja en todos los países árabes y aporta su contribución a la Revolución. Otros, como yo, tienen la nacionalidad libanesa, o kuwaití... Pero no se lavan las manos. Cada uno aporta en la medida de sus posibilidades.

—Sin embargo, si están bien situados en otros países árabes, no creo que estén dispuestos a cambiar una posición estable por un problemático futuro dentro del Estado Palestino.

—En efecto, muchos no tienen ya deseos de volver, pues ya han normalizado su vida y están sólidamente establecidos. Pero ello no les impide continuar sintiendo amor por su patria. Son nuestros aliados en el exterior, envían dinero, etc. Otros sí están dispuestos a regresar. Pero no es cuestión de que llegado el momento lo hagan o no. Lo que buscamos es el reconocimiento de nuestro derecho a dejar esto e irnos a Palestina, no porque alguien nos haya obligado, sino porque nosotros queremos ir. En una palabra, exigimos el derecho a elegir.

—Entonces, el papel de estos hombres en la Revolución es por el momento más bien pasivo.

—En parte sí, en parte no. Habrá muchos intelectuales que, creado el Estado, irán a Palestina. Siempre habrá gente dispuesta a ir allá y preguntar: “¿Qué debemos hacer?”.

—¿De qué tipo son esos técnicos de los que en el futuro dispondrá el Estado Palestino?

—Ha comenzado a cambiar la antigua tendencia hacia carreras humanísticas. Ahora los palestinos altamente cualificados se dedican más bien a la electrónica, química y mecánica. En el Estado Palestino, el sector educativo será el que esté mejor cubierto. El profesional electromecánico y médico será el más deficiente. Por esa razón la Organización Mundial de la Salud ha hecho un llamamiento a los jóvenes para que estudien Medicina, pues hay una escasez alarmante. Palestina necesita urgentemente técnicos. Es un fenómeno que se da también en todos los países árabes: hay carencia de estamentos intermedios entre los ingenieros de la élite y la masa. Falta el técnico. Eso no sucede en Israel, que se encuentra mucho mejor preparado que nosotros en ese terreno. Además, posee escuelas especiales e incluso los importa de Europa, dándoles preferencia.

—Doctor; constantemente remarcan ustedes la palabra “democrático” cuando hacen referencia al futuro Estado Palestino. En ese Estado, dicen, convivirán pacíficamente árabes y judíos. Sin embargo, hay algo que puede ser fuente de innumerables problemas: las diferencias de tipo socio-cultural entre “sabrás” y palestinos. ¿Cree que para la creación de ese Estado Democrático habrá evolucionado lo suficiente el pueblo palestino? ¿No existirá en el seno de ese estado una desigualdad de nivel entre las dos comunidades?

—En efecto, opino que habrá un tremendo problema de tipo cultural y social. Esa es la razón de que algunos palestinos piensen que no será posible hacer un Estado Democrático, sino que es preferible dar a cada comunidad un Estado independiente. Yo creo que debe ser un Estado democrático. Por eso debemos esforzarnos en ampliar las perspectivas de nuestro pueblo. Lo importante es la buena voluntad y el deseo de vivir en paz. Tengo gran confianza en los cristianos de Palestina. A ellos corresponde ser lazo de unión y limar las asperezas que, sin lugar a dudas, surgirán. Pero creo que, hartos los hombres de la injusticia y de la guerra, llegará el día en que comprendan que vivir sin odio, hermanados en el trabajo, que es lo único que realmente cuenta, es mucho más precioso que el afán de poder o el racismo.

Recopilación completa de los reportajes de Pérez-Reverte sobre la guerra de las Malvinas.

19 julio 1974

Sombrilla antiaérea (piden los palestinos)

Pueblo, 19 de julio de 1974

Acabo de regresar del sur, tras recorrer durante varios días la costa y los campos palestinos de Nabatie, Tiro y Sidón. A pocos kilómetros de los fedayines, uniforme de camuflaje y fusil AK en bandolera, detuvieron mi coche y me interrogaron durante una hora bajo un sol de justicia. Me habían tomado por un espía judío.

La psicosis de espionaje en el sur del Líbano va en aumento desde las últimas incursiones israelíes contra los puertos pesqueros. El problema de la seguridad de los campos sigue poniendo de relieve las disensiones que a pesar de las declaraciones optimistas de los últimos días oponen a la resistencia y a las clases dirigentes libanesas.

Takieddine Solh se esfuerza por calmar la efervescencia que reina en el seno de la guerrilla, especialmente en lo que a cohetes antiaéreos respecta. Para ello quiere convencer a los jefes palestinos de que acepten la constitución de un sistema defensivo libanés que cubriría el conjunto del territorio. Los palestinos objetan que esa sombrilla antiaérea solo sería eficaz en un plazo de diez años e Israel tiene demasiada prisa en liquidarlos para andarse con demoras; en segundo término, al ser parte integrante de un hipotético sistema de defensa libanés, la protección de los campos estaría en manos del Gobierno de Beirut y éste, según me decía un dirigente palestino, no se mostró demasiado combativo cuando los aviones judíos machacaban los campos de refugiados.

Por su parte, el gobierno libanés está resuelto a impedir que con la fortificación de sus campos de refugiados los palestinos lleguen a la creación de un estado dentro de otro estado, y el Líbano no es Jordania. Aquí la resistencia es fuerte, está bien organizada y la constitución del sistema defensivo palestino convertiría los campos en fortines inexpugnables incluso para el Ejército libanés.

Aunque aquí se descarta un peligro inminente de nuevos ataques aéreos, todos piensan que estos podrían reanudarse en cualquier momento. Esa es la razón por la que los dirigentes palestinos están desplegando todos sus esfuerzos para conseguir del Gobierno libanés luz verde que les permita emprender por cuenta propia la fortificación de los campos.