23 noviembre 1981

Centroamérica y Caribe: Intrusos en el jardín

Pueblo, 23-24 de noviembre de 1981

Érase una vez un caballero rico, poderoso y sin escrúpulos, con una bonita casa y un excelente patio, amplio y soleado, en el que crecían frondosos árboles frutales y entre cuyos rosales solía pasear, a fin de solazarse en los ratos de ocio. Para que mantuviera el lugar en condiciones, el propietario del huerto-jardín tenía a su servicio a un jardinero, al que en otro tiempo le había comprado la tierra por un precio irrisorio, y a quien ahora pagaba con cuatro miserables duros. Pero un buen día, al jardinero aquel se le hincharon las narices, se cargó los rosales, se comió la fruta y le dijo al señor de la casa que se fuera a hacer puñetas. 

“Los cambios revolucionarios que están experimentando América Central y el Caribe son la más peligrosa amenaza y, a la vez, el mayor desafío al que en la actualidad se enfrentan los Estados Unidos…”. El funcionario de la Embajada norteamericana en Caracas se ajusta la corbata mientras contempla, al otro lado de los cristales aire acondicionado a un lado, tórrido calor al otro, la maciza mole verde de las montañas que ciñen estrechamente la capital venezolana. 

“La situación es como es. Los cambios en Centroamérica son inevitables. El viejo orden cambia. Pero hay cambios para bien y cambios para mal. Los Estados Unidos no abrigan la ilusión de poder definir la naturaleza de esos cambios o sustituir a los líderes de la región. Pero podemos, y lo estamos haciendo, apoyar iniciativas locales de reforma. Así, sin llegar a una intervención militar, que somos los primeros en no desear, intentamos impedir la subordinación en la zona frente a la URSS o Cuba”. 

Las preocupaciones del Departamento de Estado USA en América Central y en el Caribe se llaman Cuba, Nicaragua, Grenada, El Salvador... Guatemala también parece estar ahí, a la vuelta de la esquina. En realidad, de toda la extensa área geográfica en cuestión los dos únicos países que no le quitan el sueño a los “cerebros” de Ronald Reagan son Costa Rica y Honduras. 

Para Washington, la plataforma de la que parte el combustible que puede incendiar la región es, por supuesto, la Cuba de Fidel Castro, estrechamente sostenida por la Unión Soviética a la que, siguiendo con el bonito juego de las parábolas, podemos definir como el vecino intruso que quiere meterse en el famoso patio. Responsable a ojos de la Administración Reagan de la inestable situación centroamericana, Cuba y su aislamiento siguen siendo los objetivos primordiales de la estrategia exterior USA. Para “contrarrestar la subversión comunista en su fuente”, usando la terminología del belicoso Alexander Haig, Washington ha estado manteniendo estrechos contactos con numerosos cancilleres iberoamericanos, en un esfuerzo por convencerlos de que el que la hace debe pagarla, y que por tanto hay que cooperar en el establecimiento de un cerco económico al molesto régimen de La Habana, reduciendo al mínimo las relaciones comerciales con éste. De estos contactos secretos hay, al menos, uno probado: Haig ha instado a su colega argentino, Oscar Camilión, para que Buenos Aires abandone su proyecto de exportar camiones y automóviles a Cuba, así como la instalación de una fábrica de "blue jeans". 

El cerco no es sólo económico, sino también de índole político-militar, como todo el mundo sabe tras las declaraciones del secretario de Estado USA, hace un par de semanas, amenazando a Cuba y a Nicaragua con una intervención directa del potencial yanqui. Sin embargo, en los contactos mantenidos por este enviado especial en varias capitales del área caribeña y centroamericana, la hipótesis de una actuación militar directa yanqui contra Cuba o Nicaragua parece descartada por completo. En Panamá, un portavoz del Mando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses manifestó que su país no tiene actualmente plan alguno para intervenir militarmente ni en El Salvador ni contra ningún otro país del área. “No hay ningún plan para que los norteamericanos combatan en ninguna parte”, añadió, precisando a continuación que cualquier tipo de intervención militar, en El Salvador o en otra parte, “debería realizarse mediante una coalición de países hemisféricos”. 

Por ahí van los tiros, y no se trata, esta vez, de un fácil juego de palabras. Fuentes diplomáticas de absoluta solvencia han confirmado que Estados Unidos está considerando seriamente la creación de la famosa fuerza de seguridad interamericana que tanta tinta ha hecho correr en los últimos tiempos. Esta fuerza multinacional se materializaría, ya a través de gestiones bilaterales con países como Colombia o Venezuela, ya en el seno de la Organización de Estados Americanos, mediante la invocación del pacto de Río de Janeiro, a pesar de la oposición que, sin lugar a dudas, surgirá por parte de Méjico y de varios países del Caribe.

Esta fuerza interamericana, que podría ser utilizada tanto para una intervención en El Salvador como para el bloqueo naval de la isla de Cuba, haría innecesaria una actuación directa y unilateral de los Estados Unidos, en caso de que las cosas se precipitasen. Además, los propios norteamericanos reconocen, como el director de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado, Myles Frechette, que “una acción unilateral de los Estados Unidos en estos momentos no tendría éxito” y que incluso la operación de infiltración de comandos contrarrevolucionarios del grupo cubano Alpha-66 en Cuba “se saldó con un total fracaso”. En la actualidad, señaló hace unos días Frechette, “ni la opinión pública ni el Congreso aprobarían el envío de soldados a América Central o al Caribe”. Por supuesto, cuando el portavoz yanqui se refiere a “soldados” alude a unidades regulares, puesto que el primer paso de la Administración Reagan fue de inundar de “asesores técnicos” esa área geográfica.

Aunque todavía existe un manto de silencio en torno a la cuestión de la fuerza interamericana, lo que sí está claro a estas alturas es que se va hacia la planificación de una acción conjunta contra la "subversión cubana y soviética en América Latina", que podría ser ejecutada por los países aliados de Washington y bajo el estrecho padrinazgo de los norteamericanos. El alcance de esta "respuesta" contra la subversión en Iberoamérica dependerá de las circunstancias, y los primeros cimientos se echaron hace unos días en una reunión militar de alto nivel celebrada en Washington, en el marco de la OEA, y, por supuesto, con la ausencia de Nicaragua y Cuba. En el temario, desarrollado entre el 2 y el 5 de noviembre, se consideraba un análisis de la lucha contra la "subversión de extrema izquierda, los modos y las formas en que se lleva a cabo la insurgencia clandestina y la supuesta acción de Cuba en algunos países centroamericanos". En aquella reunión, en la que hasta Costa Rica que no tiene ejército participó con un coronel de la Guardia Nacional, todos los planteamientos fueron aprobados por unanimidad.

"Reagan es daltónico. En América Latina lo ve todo rojo." El chistecillo está últimamente de moda al sur de Río Grande. Te sale al encuentro en forma de pintada en las paredes de Panamá o Caracas, en boca del taxista mejicano, que quiere cobrarte unos pesos de más, o de la furcia que se pasea a media noche frente a la estatua de Colón en Santo Domingo.

Nunca, desde la época Kennedy crisis de los misiles y bahía Cochinos, los Estados Unidos se habían mostrado tan preocupados públicamente por las tonalidades cromáticas de América Central o la cuenca del mar Caribe. Cuba, Nicaragua, Grenada, El Salvador y Guatemala, embarcados los tres primeros en sendos procesos revolucionarios y enfrentados a una guerra revolucionaria los dos restantes, son los protagonistas de una de las mayores pesadillas de la política exterior yanqui, en la que, como imágenes de un incómodo sueño, se mezclan la Unión Soviética, los países de Europa oriental, el dinero libio, los técnicos cubanos y, como un rugiente volcán sobre todo ello, el afán de libertad y de justicia de pueblos a los que, durante años, se ha explotado y reprimido con total impunidad.

Desde el punto de vista del Departamento de Estado USA, el análisis de la situación en la zona basta para justificar el creciente daltonismo del presidente Reagan y sus belicosos asesores. Para Alexander Haig y su equipo de "expertos" en temas iberoamericanos, Nicaragua ha puesto definitivamente su reloj en la hora cubana, convirtiéndose en cordón umbilical de la logística que, procedente de La Habana y Moscú, sostiene a la guerrilla salvadoreña. En lo que a El Salvador se refiere, la Administración Reagan sigue apoyando la idea de las elecciones propuestas por la junta para 1982, pero sin la menor esperanza de que ello contribuya a despejar la situación. A este respecto, en Washington se mantiene la convicción de que la única forma de "meter a El Salvador en vereda" pasa por lo militar. En Guatemala, las barbas están ya puestas a remojo. Y hasta en países de los considerados "seguros" por Washington, como han venido siendo Colombia, Honduras, Costa Rica y Venezuela, las "antenas" estadounidenses creen detectar indicios de que son malos los vientos que muy pronto van a soplar por la región.

La posibilidad de un bloqueo naval interamericano a Nicaragua y Cuba, encarecidamente solicitada en los últimos días por los jefes militares de El Salvador, no puede ser descartada. Incluso las recientes afirmaciones del presidente venezolano, Herrera Campins, tras su entrevista estadounidense con Reagan en el sentido de que su país no participará en una aventura militar que acentúe las ya graves tensiones regionales, tienen como contrapunto la próxima adquisición por parte de la Fuerza Aérea venezolana de 24 modernos caza-bombarderos norteamericanos F-16 por cierto, una de las principales monedas de trueque del Departamento de Estado USA, que convertirán a Venezuela en la primera potencia aérea de la zona caribeña. Una potencia que dicen los expertos en estas cosas sería la encargada de disputar la superioridad aérea regional a los Mig-23 de la aviación cubana en caso de conflicto "localizado". Si la crisis estalla, nadie será neutral en el Caribe.

El cerco a Cuba, esa posibilidad que ahora se baraja como medio para poner coto a la influencia castrista en el conflicto salvadoreño y en los futuros escenarios revolucionarios que ya despuntan en Centroamérica y Caribe, puede ser, en caso de llevarse a cabo, el primer paso de una crisis de imprevisibles consecuencias. La Cuba de 1981 no es ya la de los años sesenta. Es cierto que aunque sus 160.000 hombres la convierten en el segundo Ejército de Iberoamérica en cuanto a efectivos, carece del suficiente equipo pesado y vehículos blindados para que se la pueda considerar una potencia militar moderna. Por otra parte, los informes especializados parecen señalar una dependencia alta de asesores soviéticos para el manejo de su material más avanzado. Sin embargo, el Ejército castrista está bien organizado, con unidades, curtidas en Angola y África Oriental que son altamente operativas. Ello hace pensar en la capacidad cubana para al menos llevar a cabo operaciones de ruptura de cerco en caso de que un bloqueo seriamente establecido la afecte económica y energéticamente. Con o sin intervención soviética probablemente "con", la situación derivaría con suma rapidez hacia una sangrienta confrontación, que haría arder de punta a punta el mar Caribe.

No hay que desdeñar tampoco los efectos secundarios de tal confrontación "localizada", que abriría posiblemente las puertas de los conflictos revolucionarios que, latentes, existen por toda Iberoamérica y sólo aguardan a que se den las condiciones necesarias para hacer eclosión. Como señala el comentarista venezolano José F. Iribarren, "tal circunstancia puede escapar con suma facilidad al control de los mandos militares de la región, incluyendo el de los Estados Unidos, si se toma en cuenta la miseria, el hambre y las profundas injusticias sociales derivadas del despotismo que ha reinado secularmente en la zona".

Y eso no es todo. Envuelto el mundo en un conflicto de tal envergadura en el que Cuba fuese protagonista y ganando USA la partida, la situación, por la ley internacional de las compensaciones estratégicas, repercutiría indudablemente en la supervivencia del actual Estado de Israel, que es el equivalente en Oriente Medio a la Cuba castrista en el Caribe. Tan grandes serían los cambios que experimentaría la situación internacional, revulsivos tanto para USA como para la URSS, que ninguna de las dos grandes potencias se atreverá a alterar por propia iniciativa semejante estado de cosas. Por eso, en el punto de mira de la actual política USA en el área del Caribe y América Central es mucho más probable que no esté Cuba, sino Nicaragua. Al fin y al cabo, liquidar por vía militar, directa o indirecta, una revolución en pleno proceso de radicalización siempre sería más fácil que combatir a una revolución consolidada como la cubana, que además es el elemento clave de la estrategia soviética en Iberoamérica.

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/CENTROAMERICA%20Y%20CARIBE.pdf