19 octubre 2016

Dosier de prensa para 'Falcó'


Alfaguara - 19/10/2016

«Para Falcó, palabras como patria, amor o futuro no tenían ningún sentido. Era un hombre del momento, entrenado para serlo. Un lobo en la sombra. Ávido y peligroso.»

Europa, 1936. Todo ocurre en un mundo de entreguerras, uno que está por derrumbarse. Al tiempo que los fascismos, el comunismo y las revueltas obreras recorren el continente, los mercenarios y los espías se mueven a sus anchas para sacar tajada de la carnicería ajena. El siglo promete demolición. Y mientras elegantes caballeros y hermosas mujeres se embarcan en transatlánticos y se dejan ver en balnearios y hoteles de lujo, otros se buscan la vida en rincones más sórdidos. 

A ambos lados de esa línea se mueve el jerezano Lorenzo Falcó, protagonista de esta historia de aventura y espionaje. Elegante, mujeriego, canalla y aventurero, este ex contrabandista de armas será contratado como espía para cumplir una misión que puede cambiar por completo la historia de un país. En medio de dos bandos enfrentados, Falcó tendrá que cumplir con aquello para lo que ha sido contratado. En las páginas de esta historia, fascistas, nazis, marxistas, anarquistas y bolcheviques intervienen en favor de sus propios intereses mientras otros, los que defienden un ideario, se descerrajan tiros a ambos lados de una trinchera. Cada uno libra su propia batalla. También Lorenzo Falcó, que avanza encantador y letal, eficaz y amoral. Porque si hay algo claro en esta novela es que Lorenzo Falcó trabaja para sí mismo, aunque lo haga para otros.

Esta historia comienza de noche, en un vagón de primera clase. La mujer que va a morir habla de la temporada en Biarritz, también de la última película de Clark Gable y Joan Crawford. El hombre contratado para identificarla la escucha con un cigarrillo entre los dedos y una pierna cruzada sobre la otra, procurando no aplastar demasiado la raya del pantalón de franela. Ella es una misión más por cumplir. Él es Lorenzo Falcó, el protagonista de un libro que sólo necesita un párrafo para enganchar a quien lee hasta la última línea de sus quince capítulos.

Así es Falcó, la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte, una historia memorable de aventura y espionaje en la Europa de las décadas de los años treinta y cuarenta. Todo ocurre en un mundo que todavía tiembla por las sacudidas de la Primera Guerra Mundial y que se prepara para hacerse pedazos en una segunda contienda de magnitudes aún mayores. Es ahí donde Lorenzo Falcó, aventurero y espía, se abre paso con la determinación de los cazadores cuando acechan a sus presas. Así es Falcó: un hombre de acción, alguien peligroso que no tiene remordimientos y apuesta siempre a la mejor jugada, la que pueda beneficiarlo a él. Es el hombre perfecto para la misión que le ha sido encomendada.

La acción tiene lugar en la España de 1936, concretamente durante los cuatro meses que siguen al levantamiento del 18 de julio perpetrado por el bando nacional —comandado por Francisco Franco— contra la República; los días más sangrientos de aquella contienda. Contratado por el servicio de inteligencia del bando franquista, Lorenzo Falcó debe cumplir una misión en territorio enemigo: liberar al líder falangista José Antonio Primo de Rivera, prisionero de la República en la cárcel de Alicante. Tres personajes lo acompañarán en esta tarea: los hermanos falangistas Ginés y Caridad Montero y la enigmática Eva Rengel. Más que una pieza en esta historia, ella es un peso en la balanza.

Tras pasar por Estambul, África, Lisboa, París, Berlín o el Líbano, Lorenzo Falcó se mueve en esa España en guerra con la tranquilidad y la sangre fría de aquel al que no le importa lo que habrá de ocurrir. Falcó todo lo ha visto, todo lo ha hecho: desde seducir a hermosas y elegantes señoras en restaurantes de cubertería de plata y bares con muebles de cuero, hasta cerrar, en esos mismos lugares o acaso otros peores, unos cuantos negocios —casi siempre turbios— en los que él se las arregla para salir victorioso. Falcó no ha venido a esa España a tomar partido por nadie, aunque todos se lo reclamen. Ésta no es su guerra.

Repartidos en ambos bandos, Falcó ya ha visto a los ingenuos y a los canallas, a los que medran y trafican, a los que se redimen en una trinchera y los que se protegen en la retaguardia. A todos esos ya los conoce. Por eso, algo distinto recorre las páginas de esta historia, una novela en la que Arturo Pérez-Reverte retoma algunos de sus temas principales —el combate, la valentía, el arrojo, la mezquindad, la redención— en una versión todavía más depurada. Falcó es una novela planificada y ejecutada con maestría, en la que un narrador omnisciente obra a sus anchas sin apenas dejarse ver, y que ofrece al lector diálogos trepidantes, escenas vertiginosas y contundentes que consiguen, a medida que avanza en la lectura, hacerle sentir parte de esta historia.

Acaso aguijoneado por el atractivo del siglo XX, que ya visitó en 'El tango de la Guardia Vieja', Arturo Pérez-Reverte da un paso más en 'Falcó'. Crea un escenario fascinante, verosímil en sus contradicciones —el lujo de unos y el hambre de otros, la valentía y la abyección—, lleno de matices suficientes para recrear de manera fidedigna aquellos tiempos y a aquellos que los habitaron. Un mundo en el que cuelgan de las paredes de los bares los retratos de Douglas Fairbanks, Paul Muni y Loretta Young, y el protagonista aparca sus remordimientos para examinar los hechos a través del cristal de una copa de Martini con vodka y unas gotas de naranja. Ese lugar en el que fascistas, nazis, bolcheviques, espías y contraespías interferían a sus anchas en la política de una Europa a punto del desastre. La trama se cuece en los entresijos de ese mundo que todo lo abarca. Al recorrer estas páginas, el lector se preguntará: ¿quería Franco dejar morir a Primo de Rivera para que nadie le quitara el protagonismo? ¿Se vio obligado el Caudillo a hacer amagos de rescate por la presión de Mussolini? ¿Cuántos comerciantes de armas, antiguos conocidos de Falcó, hicieron negocios con los bandos que se mataban sin contemplación? ¿Eran todos los nazis tan leales a Hitler como pensábamos? ¿Puede alguien seducir a la mujer de un alto mando y salir airoso del lance? ¿O acaso dejarse deslumbrar por una dama tanto o más dura y tenaz que él?

La vida de ciertos hombres posee un aire de familia. Ya sea el Diego Alatriste de los tercios de Flandes, el Jaime Astarloa de 'El maestro de esgrima' o Coy, el marinero sin barco de 'La carta esférica', a todos los relaciona una cierta forma de ver la vida: son de los que no huyen y defienden su derecho a morir como es debido en el mundo que les ha tocado. Lorenzo Falcó, el protagonista que da nombre a la más reciente novela de Arturo Pérez-Reverte, pertenece a esa estirpe. Con sus matices, es cierto. Aunque su mundo sea otro, él posee los rasgos definitorios de todos los personajes revertianos, aquellos que hacen que el lector empatice con ellos a pesar de su hosquedad, su fiereza, o su carácter implacable.

Los personajes

Lorenzo Falcó

Ex contrabandista de armas y mercenario reconvertido en espía al servicio del Movimiento Nacional. Ha sido contratado por los servicios de inteligencia franquistas para completar una misión en territorio enemigo: liberar al líder falangista José Antonio Primo de Rivera, que permanece prisionero de la República en la cárcel de Alicante. Hombre de acción y de conducta amoral, Falcó, de 37 años, creció en una familia acomodada de Jerez, vinculada a las bodegas y la exportación de vino. Es elegante, educado, encantador y muy preciso en cada detalle de todo cuanto le identifica: desde la pitillera de plata, el pastillero con las cafiaspirinas y los gemelos que elige, hasta el cuidado de su Browning o ese gesto de llevar escondida en el cinto una pequeña hoja de afeitar para utilizar como arma en caso de ser necesario. Con él, nada queda al azar. Lorenzo Falcó es un canalla en toda regla, dueño de una ética muy particular. Expulsado de la Armada por un asunto de faldas, lo mueven la aventura, las mujeres, el peligro y la adrenalina. Conoce y controla los ambientes más lujosos —balnearios, hoteles y restaurantes de la Europa de los años treinta y cuarenta—, pero también los lugares más sórdidos de Estambul, los Balcanes, África y la Europa de entreguerras, donde se ha cobrado la vida de varios hombres y mujeres sin siquiera parpadear. «La guerra de Lorenzo Falcó era otra, y en ella los bandos estaban bien claros: de una parte él, y de la otra todos los demás», escribe Arturo Pérez-Reverte sobre él. Sólo un atributo puede tocar la fibra a Lorenzo Falcó: la valentía y decisión de aquellos a los que, como a él, no les tiembla el pulso a la hora de matar.

Ginés Montero

Joven falangista que, junto a su hermana Cari Montero y a Eva Rengel, forma parte de la misión en territorio enemigo encomendada a Falcó. De probada lealtad, su valentía está recubierta de idealismo, inexperiencia e ingenuidad. Con una fe inquebrantable en el avance del bando nacional, Ginés Montero cree sin fisuras en las ideas que lo empujan. «¿De verdad crees que matar a alguien une a quienes lo matan?» —le espeta Falcó—. «No me jodas. Sé buen chico, anda. Haz tu guerra, salva a José Antonio y salva a España de la horda marxista, si puedes. Pero no me jodas».

Caridad Montero

Ella, como su hermano Ginés, lucha con valor y candidez. Con «aires de chica bien, alterado por vientos de pueblo», Caridad —Cari, como se la llama en la novela— es una mujer voluntariosa, aunque desprovista del arrojo y la dureza de su compañera de lucha, Eva Rengel. Como el resto del comando falangista, desconfía de Lorenzo Falcó. No lo considera un camarada, no lo considera uno de los suyos: no está afiliado, no juega todas sus cartas. Sin embargo, la esperanza y la fe en el resultado de la misión que está por emprender pesan más que cualquier sospecha.

Eva Rengel

Integrante de la Sección Femenina de la Falange y amiga cercana de los hermanos Montero. «Es la chica más valiente que he conocido. Y Ginés también lo dice», asegura Caridad Montero al referirse a ella. Como Lorenzo Falcó, es un ser de pocas palabras y poseedora de un carácter avasallante. Sin embargo, su causa —aunque legítima— tal vez no sea del todo clara. Hija de un ingeniero inglés casado con una española, Eva Rengel derrocha seguridad, coraje y sangre fría. Es hermosa e inteligente. Ella será la única mujer capaz de atravesar la coraza exterior de Lorenzo Falcó, justamente porque está hecha de la misma pasta que él. La relación entre ambos está a mitad de camino entre el amor y el pacto entre los que se reconocen hermanos en la acción. En esta novela, Eva Rengel demostrará ser mucho más importante y peligrosa de lo que el lector pueda llegar a imaginar.

El Almirante

Responsable del servicio de inteligencia franquista. Tiene línea directa con el Caudillo y su hermano, Nicolás Franco. Listo, recio, malhumorado y temible, mantiene con Lorenzo Falcó una relación más cercana a la de un padre que a la de un jefe. Ambos se conocieron cuando el Almirante era todavía jefe del servicio de inteligencia español en el Mediterráneo Oriental. Entonces Falcó traficaba con armas por su cuenta. En ese momento, sólo fueron posibles dos opciones para el Almirante: aniquilarlo o reclutarlo. Optó por lo segundo. Falcó es el hombre a su servicio, su ficha en este tablero.

Coronel Lisardo Queralt

Jefe de policía y seguridad de la Falange. Lo conocen como el carnicero de Oviedo debido a su probada eficacia y crueldad como torturador, así como a su falta de escrúpulos. Queralt rivaliza con el mentor de Falcó, el Almirante, y no dudará un minuto cuando surja la ocasión de jugársela a los dos.

Chesca Prieto

Una mujer que no deja indiferente a Lorenzo Falcó y tampoco al lector. Casada con un capitán de infantería del bando nacional, es poseedora de una belleza poderosa y una afilada inteligencia.

Extractos de la novela

Sobre Lorenzo Falcó: su mundo, sus certezas y sus grietas

«Él no era militar, sino todo lo contrario. En 1918 había sido expulsado con deshonor de la Academia Naval de Marín tras un escandaloso asunto con la mujer de un profesor y una pelea a puñetazos con el marido en el aula, en plena clase sobre torpedos y armas submarinas. Sin embargo, al estallar la guerra el Almirante había conseguido para él una graduación provisional de teniente de Navío de la Armada, a fin de facilitar su trabajo.»

«Durante un momento, Lorenzo Falcó permaneció inmóvil estudiando el reflejo, satisfecho de su aspecto: rasurado impecable a navaja, patillas recortadas en el punto exacto, los ojos grises que se contemplaban a sí mismos, como al resto del mundo, con tranquila e irónica melancolía.»

«Falcó provenía de una buena familia andaluza vinculada a las bodegas, al vino y a su exportación en Inglaterra. Los modales y la educación adquiridos en la infancia le habían ido bien más tarde, cuando una juventud poco ejemplar, una carrera militar truncada y una vida vagabunda y aventurera pusieron a prueba otros resortes de su carácter. Ahora tenía 37 años y una densa biografía en la espalda: América, Europa, España. La guerra. Trenes nocturnos, fronteras cruzadas bajo la nieve o la lluvia, hoteles internacionales, calles oscuras e inquietantes, abrazos clandestinos.»

«Para Falcó, las palabras como patria amor o futuro no tenían ningún sentido. Era un hombre del momento, entrenado para serlo. Un lobo en la sombra. Ávido y peligroso.»

«Se lo había preguntado una mujer, en cierta ocasión. Siempre eran ellas quienes preguntaban esa clase de cosas. Por qué lo haces, dijo. Por qué vives así, jugándotelas al filo de la navaja. Y no me digas que es por dinero […]. Tras la pregunta, Falcó había mirado a la mujer con deliberada calma, disfrutando del paisaje perfecto que ella desplegaba ante él; y tras un silencio, encogiéndose de hombros, lo resumió todo en pocas palabras. Sólo dispongo de una vida, dijo. Un breve momento entre dos noches. Y el mundo es una aventura formidable que no estoy dispuesto a perderme.»

«Además de la ropa cara, los cigarrillos ingleses, los objetos de plata y cuerpo, los analgésicos para el dolor de cabeza, la vida incierta y las mujeres hermosas, a Lorenzo Falcó le gustaban las cosas salpimentadas con detalles. Con solera.»

Falcó y las mujeres

«A las señoras solían gustarles sus maneras elegantes combinadas con el perfil apuesto y la sonrisa simpática y atrevida, calculada al milímetro, probada mil veces, que acostumbraba a utilizar ante ellas como tarjeta de visita. Desde muy joven había aprendido, a costa de algunas rápidas desilusiones propias, una lección crucial: las mujeres se sentían atraídas por los caballeros, pero preferían irse a la cama con los canallas. Era matemático.»

«Ahora Chesca lo miraba de un modo diferente. Como si buscara grietas en la estructura. Cruzó las piernas, y Falcó pensó que una mujer como era debido sabía cruzar las piernas, fumar y tener amantes con la elegancia adecuada. Sin darle importancia. Y aquélla, sin duda, sabía.

¿Es imprescindible que sean guapas? preguntó ella al fin, a bocajarro.

¿Perdón?

Me refiero a las mujeres de su vida.

Falcó siguió sosteniéndole la mirada. Si la apartaba, sabía de sobra, el pez rompería el sedal y se zambulliría con un coletazo […].

¿Siempre es tan brutalmente sincero?

Sólo cuando además de guapa la mujer es inteligente.

Vio que apoyaba despacio la mano sobre la mesa. La de los anillos.

Señor Falcó…

Lorenzo, por favor. Ya le dije, Lorenzo.

No va acostarse conmigo.

¿Ahora, quiere decir?

Nunca.»

«Greta Lenz era bastante sucia, comprobó Falcó apenas iniciado el primer asalto. Muy alemana, en eso. Muy eficiente para tal clase de asuntos, como había insinuado el Almirante, que parecía conocer el percal. Manejaba la lengua con una soltura sorprendente, disfrutando realmente de la tarea, y él se vio en apuros para conseguir que la cosa no acabara allí mismo, con una explosión de afecto prematura. Pensó con urgencia en el general Franco, en la misión que le esperaba, en los tres falangistas de hacía un rato y eso enfrió algo el ánimo, devolviéndole el control de las circunstancias. Aparte de una boca ávida, ella tenía un cuerpazo colosal, confirmó.»

«Latía en Eva Rengel algo sólido y oscuro que él podía reconocer con facilidad porque estaba hecho de la misma materia. Era consciente de que horas antes había estado abrazando un misterio, y supo que ella se daba cuenta de que él lo advertía. Ni siquiera haciendo el amor se había llegado a abandonar del todo, excepto unos instantes cada vez y recobrando de inmediato el control de sí misma. Como habría dicho el Almirante, concluyó Falcó con una sarcástica mueca interior, ella era uno de los suyos, de su casta, sin duda alguna. Aquel frío desarraigo. Uno de los nuestros.

Eva… Tu pasado empieza mucho antes de esta guerra, ¿verdad?

Sostuvo la joven su mirada, sin pestañear siquiera. En silencio. Después desvió los ojos al mar y él tuvo que hacer un gran esfuerzo para no besar su cuello desnudo.»

«Pensó Falcó en las recatadas señoras de la nueva y católica España de novena, misa y rosario. En las viudas de guerra y en las que tenían al novio o al marido en el frente; o en las que simplemente tenían hambre, hijos o familiares a los que alimentar, y la suerte de contar entre las piernas con algo que ofrecer: el recurso eterno de todas las mujeres en todas las miserias y todas las guerras, desde que el mundo tenía memoria.»

Sobre matar y vivir

«Matar no es difícil, pensó Lorenzo Falcó. Lo difícil era elegir el momento y la manera. Matar a un ser humano se parecía a jugar a las siete y media, pues una carta de más o de menos podía dar al traste con todo. Matar por improvisación o arrebato estaba al alcance de cualquier imbécil. También lo estaba por creerse impune, caso muy frecuente en tiempos como aquéllos. Sin embargo, matar de forma adecuada, impecable, profesional, era otra cosa. Palabras mayores. Aquí se requerían altas dosis de intención, sentido de la oportunidad, frialdad de juicio y cierto grado de adiestramiento. También era necesaria paciencia. Mucha. Para matar o para no hacerlo.»

«Una vida, la suya, que tal vez algún día acabara por pasarle la factura de un modo implacable, toc, toc, toc, señor Falcó, le toca a usted abonar los gastos. Hasta aquí hemos llegado. Fin de la fiesta. En previsión de que ese fin de fiesta fuera, si llegaba el caso, lo más rápido e indoloro posible, Falcó llevaba escondida en el tubo de cristal de las cafiaspirinas una ampollita de cianuro potásico que le permitiría tomar un atajo si los naipes venían mal dados. Bastaba con ponerla en los dientes y apretar. Clac, y angelitos al cielo, o a donde fuesen. Morir despacio y en pedazos mientras lo interrogaban no era uno de los objetivos en su vida.»

«Falcó los había visto en tiempos inmediatos al alzamiento, enfrentados a tiros en las calles: falangistas, socialistas, comunistas, anarquistas, matándose entre ellos con admirable tenacidad. Jóvenes valientes y decididos, unos y otros, que a veces se conocían o incluso habían sido compañeros en universidades o fábricas y compartido bailes, cines, cafés, amigos y hasta novias. Los había visto asesinarse a conciencia, represalia tras represalia. Unas veces con odio, y otras con el frío respeto hacia un adversario al que se conoce y se valora pese a la diferencia de trinchera. O él o yo. El móvil. O ellos o nosotros. Así que lástima de todo eso, concluyó. De la hoguera donde se iba a consumir, o se estaba consumiendo, lo mejor de una y otra parte […]. No era asunto suyo, se dijo. Allá quien matara o muriera, y sus razones para hacerlo. Su idiotez, maldad o motivos nobles. La guerra de Lorenzo Falcó era otra, y en ella los bandos estaban bien claros: de una parte él, y de la otra todos los demás.»

Aquel mundo de los años treinta y cuarenta

«Con tranquila resignación, rutinaria a estas alturas de su vida, recordaba otros trenes y otros tiempos más confortables, allí donde los hombres parecían —o eran— más elegantes y las mujeres eran —o parecían— más hermosas al cruzarse con ellas en los pasillos de pullmans y wagon-lits. Sobre ese particular, Falcó poseía un buen repertorio mental de imágenes y momentos retenidos como si de un álbum de fotografías se tratase: desayunos en lujosos vagones restaurante camino de Lisboa o Berlín; copas en los taburetes de cuero del Train Bleu, más refinado incluso que el del Ritz de París; cenas con cubertería de plata en el Orient Express, camino de una habitación con buenas vistas al amanecer en el Pera Palace de Estambul…»

Sobre el combate, la valentía y los escrúpulos

«Todo el cuartel general franquista en Salamanca era un hormigueo de agentes y servicios nacionales y extranjeros: paralelo a los alemanes del Abwehr operaba el Servizio Informazioni Militare italiano, además de los múltiples organismos de espías y contraespías españoles que se hacían competencia y a menudo se entorpecían unos a otros.»

«En las zonas ocupadas por los militares rebeldes a la República, toda la gentuza y todos los oportunistas se apresuraban a vestir la camisa azul y a afiliarse al Movimiento Nacional. Con un poco de enchufe y algo de suerte, formar parte de las milicias de Falange en la retaguardia era una forma ideal de mantenerse fuera de los combates. Emboscados, como se decía. Aquellos patriotas de ocasión podían ajustar impunemente cuentas con sus vecinos, delatar a sospechosos, robar en sus casas y hasta pegarles un tiro a la luz de unos faros, en la cuneta de cualquier carretera.»

«Los bombardeos de la aviación nacional, resumió Montero, enfurecían mucho. Sobre todo cuando había víctimas civiles. Y cada vez se daban represalias como las del otro día. Los milicianos sacaban a la gente para matarla en el cementerio o en el campo. Los comunistas guardaban cierto orden y disciplina; pero los anarquistas —todo desharrapado se apuntaba a la FAI y se negaba a obedecer a ninguna jerarquía— eran un peligro para la República. Buena parte de los delincuentes comunes liberados cuando se abrieron las cárceles paseaban con armas y no iban al frente ni en sueños.

Los decentes están en la línea de fuego, luchando —concluyó—. Aquí se han quedado los que nunca dieron la cara, apoderándose de las fábricas y talleres, y también la marinería de la Escuadra, que después de asesinar a los jefes y oficiales no sale a la mar ni a pescar atunes.»

«Falcó es una consecuencia de mis últimas novelas»

El escritor y académico regresa con una nueva novela, una historia de aventuras y espías ambientada en la Europa de los años treinta y cuarenta del siglo XX. ¿Qué busca? ¿Quién es Falcó y qué representa?

A esas preguntas contesta en esta entrevista.

Han transcurrido exactamente treinta años desde que Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, España, 1951) publicara su primera novela —'El húsar', en el año 1986— y veintidós desde que, en 1994, se retirara de su labor como corresponsal de guerra, una tarea a la que dedicó más de dos décadas de su vida y que lo llevó a la primera línea de diecinueve conflictos, entre ellos el de las Malvinas, los Balcanes o la guerra de Irak. Allí vio hombres matándose, gente que moría porque alguien más lo ordenaba. Lo ha visto todo, o casi todo. Por eso sus libros son como son y saben como saben: a sangre en la boca, a veces; también a lucidez, muerte, mierda y mezquindad; a valentía y arrojo; a nobleza y abyección; a estropicio y redención. A fin de cuentas: a contradicción. Esos pliegues donde las heridas escuecen, porque su profundidad confiere, a la vez, entendimiento y dolor.

Justamente por eso, porque Arturo Pérez-Reverte conoce los raros pasillos que conectan mundos entre sí, esta novela sorprende y confirma —al mismo tiempo— la coherencia con el resto de su obra. Se trata de 'Falcó' (Alfaguara), una historia protagonizada por un hombre sin patria ni moral, un ex contrabandista de armas y mercenario, mujeriego y aventurero, al que sólo lo mueve la adrenalina, el peligro, el dinero y las mujeres. Un hombre sin principios, sin moral, sin patria. Ese es Lorenzo Falcó. Todo tiene lugar en la Europa de los años treinta y cuarenta, aquel territorio lleno de lujo y encanto sobre el que pende la oscura y amenazante nube de los fascismos y del comunismo que traerá la segunda entrega de la peor guerra que el hombre contemporáneo haya visto jamás. Es ahí, en esa geografía de intereses cruzados, de nobles y aprovechados, donde Falcó tendrá que cumplir una misión que puede cambiar el curso de la historia de España.

En un mundo en el que se dan cita falangistas, anarquistas, bolcheviques, marxistas, nazis, mujeres elegantes, rastreros oportunistas, así como un contingente de asesinos junto a hombres y mujeres que intentan luchar por lo que creen, tres personajes acompañarán a Lorenzo Falcó, no sin cuestionarlo ni sospechar de él: dos jóvenes hermanos falangistas, los Montero, y Eva Rengel. De todo ello habla Arturo Pérez-Reverte en esta entrevista.

Lorenzo Falcó, ex contrabandista de armas y aventurero que ejerce de agente comisionado en una Europa de entreguerras, en este caso en la España del 1936. ¿Cuál es la guerra de Falcó? ¿Qué es esta historia?

Ésta no es una novela sobre la guerra, ni siquiera es una novela sobre la Guerra Civil española. Es una novela de personaje, de aventuras, de espías, de aquella Europa de los años treinta y cuarenta, un momento donde existen hoteles lujosos y balnearios pero también lugares sórdidos. Es la Europa de los fascismos, los totalitarismos, del comunismo. Es la Europa de las revueltas obreras en la calle, de la incertidumbre política, de los nubarrones que proveían de la Primera Guerra Mundial y desembocarían en la Segunda. Falcó ha podido comenzar en los Balcanes o cualquier otro lugar del continente. Pero hay que admitir, eso sí, que el episodio que retrata la novela, la liberación de José Antonio Primo de Rivera, jamás se había novelado. Claro, un enfrentamiento en el que todo el mundo toma partido era perfecto para situar mi personaje, para marcar la amoralidad, la apoliticidad y la ausencia de ideología de un aventurero. Sin embargo, eso no convierte esta historia en una novela de la Guerra Civil.

—'El tango de la Guardia Vieja' estaba ambientada en el siglo XX. Con 'Hombres buenos' volvió al XVIII, y ahora regresa a los años treinta y cuarenta del siglo pasado. ¿Por qué?

Cuando me senté a escribir 'El tango de la Guardia Vieja', comencé a encontrar puertas que no había visto. Me dije: "Aquí hay guías". El personaje de Max me llevó por un largo recorrido. Fui recopilando información que finalmente no utilicé. Pero me di cuenta de que aquel mundo tenía mucho para explotar. Había encanto y glamour, así como muchas miserias y desigualdades. Así que me quedé con todo aquello en la cabeza. Muchas cosas coincidieron en ese proceso. El libro 'La Guerra Civil contada a los jóvenes' sirvió para diseñar un telón de fondo. Incluso 'Hombres buenos' tenía algo que ver, porque retrataba a dos personajes morales. Falcó es una consecuencia de mis últimas novelas.

Lorenzo Falcó no es un militar. Lo han expulsado de la Armada. Ha sido contrabandista de armas, un mercenario. Sin embargo, en algunas ocasiones parece tener más sentido de la nobleza que muchos otros.

En eso hay matices. Para explicarlos necesito hacer un paralelismo con Alatriste, que es un personaje con códigos y reglas. Es un soldado, alguien que ha tenido fe. Falcó no. No lo mueve la patria, sino las aventuras, las mujeres (que le gustan mucho, evidentemente), el dinero, el glamour, el ir y venir. Las de Falcó son lealtades sin ética, porque él es un amoral. Se mueve por impulsos del corazón y los sentimientos, más que por una idea del deber. 

Sin embargo respeta la decisión, la valentía, el arrojo. Es lo que lo deslumbra de Eva Rengel, uno de los personajes femeninos que participa en la misión que le han encomendado.

Lo que Falcó respeta de Eva Rengel son sus cojones. Respeta que sea una tía entera, capaz de matar sin titubear. Una mujer capaz de hacer lo que él hace. Para Falcó, Eva Rengel es uno de los suyos. Aunque algo los diferencia: Eva Rengel sí tiene fe. Ella cree en su lucha. Falcó no.

Falcó, como Alatriste, ¿es un héroe escarmentado?

Falcó es un grandísimo hijo de puta.

Pero despierta afectos. Hay algo en él brutal y refinado al mismo tiempo.

Claro. Es simpático, es guapo, tiene una manera de ser que conquista. 

Es un jerezano de buena familia. Elegante, hasta el más mínimo detalle.

En un canalla la elegancia también es importante. Porque la elegancia siempre es importante. Alguien puede tener una formación elitista en el sentido de la educación, de la familia, y a la vez moverse en ambientes canallas. Hay personas que deciden ir hacia otros territorios: por envilecimiento, por aventura, por carácter, por lo que sea. Falcó es un tío que donde lo eches se siente a gusto: igual en un burdel de Estambul que en un transatlántico lujoso. Y ese es su encanto. Pero, claro, hay una manera de conducirse en la vida. Incluso en un mundo de canallas, hay que saber estar.

¿Falcó pertenece a un mundo extinto?

Yo también. Nací en el año 1951. Llegué a un mundo que ya estaba apagando la luz, pero todavía tuve tiempo de ver los últimos ecos en el salón de baile; de escuchar al último músico que toca antes de cerrar el instrumento. Pude ver las últimas serpentinas en el suelo; oler el perfume de las mujeres que atravesaban los pasillos; ver los gemelos de plata; a mi padre peinarse con brillantina o bailar un tango. Pero también vi el de las tascas, las tabernas, los vinos servidos sobre mostradores de mármol, las colas para conseguir aceite. Vi, por una parte, ese mundo elegante, pero también aquel otro de enormes desequilibrios sociales, de rencores, de vencidos y de tristeza. Este libro, como 'El tango de la Guardia Vieja', intenta recrear ese mundo elegante y a la vez terriblemente injusto.

En esa Europa donde coinciden nazis, fascistas, falangistas, republicanos, matones y canallas, Falcó es el único que no tiene patria.

No, no la tiene. Él no se siente cerca de los nacionales. Trabaja para ellos porque su jefe trabaja para ellos. No tiene ideología. Él va hacia donde está la aventura. Le gusta sentir miedo, adrenalina, sentir el peligro, le gustan las mujeres. Hay gente así. Es un aventurero de verdad. Alatriste, en cambio, es un héroe a la fuerza, tiene códigos. Falcó vive a gusto en ese mundo.

Como en todas sus novelas, los protagonistas están en un permanente combate consigo y con el mundo. En este caso, hay una distinción entre quienes luchan en el frente y los que, siendo falangistas o republicanos, permanecen en la retaguardia sacando partido, ajustando cuentas.

El combate redime. En una trinchera, hasta el tipo más miserable del mundo, si se levanta y pelea por algo en lo que cree, o porque su coronel va adelante, o su capitán o su compañero, entonces alcanza una redención. Y cuando digo combate, no hablo del combate físico. Cualquier ser humano que pelea, que se arriesga, que sale de lo seguro, que se mete en territorio hostil, que camina entre enemigos reales o simbólicos, merece un respeto. En este mundo donde es más fácil claudicar, bajar la cabeza, mimetizarte con las ratas y congraciarte con el verdugo, y en el que siempre estamos a un dedo de la abyección y la vileza, la única dignidad que nos han dejado es pelear. Por eso en mis novelas siempre hay un combate. El maestro de esgrima, que es un hombre honrado, o Alatriste, que es un mercenario y un asesino, o el pintor de batallas, que ha hecho cosas que lo atormentan, cualquiera de ellos se redime.

A Falcó no le gustan los dilemas morales, pero siendo un hombre de acción no es indiferente a muchos de ellos. Lo conmueve, por ejemplo, la inocencia de los hermanos Montero, que lo acompañan en esta misión como carne de cañón.

Él no es de granito. Hay seres humanos que, por muy duros que sean, se ablandan. Yo soy un tipo duro y a mí un perro me moja los ojos. También los niños y los hombres valientes.

Sobre la naturaleza de Falcó: su relación con el mundo, incluso con las mujeres… ¿Cómo entenderlo?

Falcó es un vividor pero cae bien. Y ahí estaba el asunto: cómo conseguir que el lector no lo rechazara. Con las mujeres es un depredador pero cuando se encuentra con Eva Rengel, una mujer de carácter, no entabla ese tipo de relación. De Eva Rengel lo deslumbra que sea capaz de matar. De ser lo que él es.

El libro es un pulso: los diálogos, la velocidad de los hechos, hasta las escenas de sexo tienen algo de lucha.

Eso es deliberado. Quería que el lector estuviese todo el tiempo en tensión, que se sintiera parte de la historia. Hay pocas descripciones. No hay párrafos largos, hay diálogos muy rápidos. Falcó ha sido como poner a hervir mis novelas anteriores, quitarles toda la grasa y dejarlas en lo necesario para que fuera eficaz. Falcó tiene un objetivo distinto. Las otras ya las he hecho. 'El tango de la Guardia Vieja' ya lo escribí. Yo quería otra cosa, que fuera así: dura, tensa.

Sin embargo, en esa tensión se permite reflexiones. Una de ellas, sobre la naturaleza del acto de matar. ¿Por qué?

En esta novela matar es un acto tan natural como comer o dormir, porque en la vida real, y aclaro, en la vida real —Pérez-Reverte señala la ventana de la estancia donde esta conversación ocurre—, me refiero a la vida real, no en ésta, sino en aquella —vuelve a apuntar el cristal con el índice—, en la que he pasado más de veinte años de mi vida, allí, matar y morir es normal. El hombre occidental le ha dado una importancia a la vida humana que, objetivamente, no posee. Quienes viven y se mueven en ese lugar donde la vida se cobra sus tributos no tienen el mismo sentido de respeto por la vida humana que tenemos en el resto del mundo occidental. Porque esos territorios se instalan en la normalidad. Falcó es de ese territorio. Para Falcó, y para la gente que es como Falcó, la vida humana no vale nada.

Habla usted de un verdugo inocente, incluso un capítulo de la novela se titula de esa manera. ¿Existe algo como eso?

La fe hace verdugos inocentes. Paradójicamente, el creer en cosas hace verdugos inocentes, que son los peores. Un verdugo no inocente es consciente de su "verduguez", sabe que está haciendo el mal, que matar es un mal gratuito pero a la vez inevitable. Un verdugo inocente, en cambio, tiene coartadas, justificaciones, puede dormir tranquilo porque ha cumplido con su deber, y eso es lo terrible. En esta novela quiero hacer distinción entre los verdugos inocentes y los no inocentes, como Falcó. Él tiene remordimientos, sabe que tiene sangre en las uñas, que es Ulises al volver a casa. Por eso quería confrontar esos dos tipos de verdugos.

Falcó es un personaje que parece tener recorrido más allá de esta novela. ¿Convivirán Falcó y Alatriste?

Tengo ganas de hacer más Alatristes, y los seguiré haciendo, pero no podía dejar pasar un personaje como éste. ¿Se te ocurre un personaje como Falcó? ¿Se te ocurre un escenario como la Europa de los años treinta? Si vivo lo bastante haré más Alatriste, pero no podía dejar de hacer un Falcó. No podía.

La crítica ha dicho:

«Un auténtico thriller, una trama maravillosamente compleja.» 'The New York Times Book Review'

«Hay un escritor español que se parece al mejor Spielberg más Umberto Eco. Se llama Arturo Pérez-Reverte.» 'La Repubblica'

«Nada más serio que el juego de Pérez-Reverte. Ese juego se llama literatura.» 'La Revue de Deux Mondes'

«Pérez-Reverte es un hábil constructor de personajes, que se erigen ante nuestros ojos, convincentes, por lo que hacen y por los diálogos en que participan.» Darío Villanueva

«Pérez-Reverte tiene una sensibilidad radicalmente moderna, inteligente y compleja [...]. Un resumen de un argumento de Pérez-Reverte es emocionante, pero no tan interesante como sus libros, cada uno de los cuales crea una atmósfera psicológica que es irresistible.» 'The Boston Globe Book Review'

«Colocando muy alta la bandera de la ficción apasionante, Arturo Pérez-Reverte elabora sus novelas como un viejo barman español refinado y elegante que se emborracha de vez en cuando con Corto Maltés. Déjense ustedes instruir por este maestro de la aventura.» 'Minute'

«Uno se siente como el perro de Goya, enterrado hasta el cuello en las historias de Pérez-Reverte, tan abrumado como fascinado; incapaz de huir, pese a que cada frase arroja en el alma un capazo más de arena, de pesar, de tinieblas.» Jacinto Antón, 'El País'

«No deje de leer este libro. Puedo prestarle mi copia si es necesario.» 'The Herald' (Glasgow)

«Arturo Pérez-Reverte consigue mantener sin aliento al lector.» 'Corriere della Sera'

«Los lectores no serán capaces de volver la página lo suficientemente rápido.» 'Publishers Weekly'

Su sabiduría narrativa, tan bien construida siempre, tan exhaustivamente detallada, documentada y estructurada, hasta el punto de que, frente a todo ello, la historia real resulta más endeble y a veces hasta tópica.» Rafael Conte

«Arturo Pérez-Reverte nos hace disfrutar de un juego inteligente entre historia y ficción.» 'The Times'

14 abril 2016

Dosier de prensa para 'Todo Alatriste'

Alfaguara - 14/04/2016

Un volumen de coleccionista, ilustrado por Joan Mundet, en edición limitada y numerada para celebrar el 20º aniversario del nacimiento del legendario personaje.

La serie de 'Las aventuras del capitán Alatriste' ha vendido más de 3.700.000 ejemplares sólo en España. Más de 20 millones de lectores de su obra en todo el mundo. Las novelas de Arturo Pérez-Reverte se han traducido a más de 40 idiomas. Su columna semanal de opinión 'Patente de corso', que Arturo Pérez-Reverte escribe de manera ininterrumpida desde 1991, se ha convertido en una de las secciones más leídas de la prensa española, superando la barrera de los 4,5 millones de lectores. @perezreverte tiene 1,6 millones de seguidores en Twitter. Con un presupuesto de 24 millones de euros, 'Alatriste', la adaptación a la pantalla de Agustín Díaz Yanes protagonizada por Viggo Mortensen, es la segunda película más cara de toda la historia del cine español, sólo superada por 'Ágora'.

Páginas: 1.792. Tapa dura con sobrecubierta. Precio: 29,90€. Fecha de salida: 14 de abril de 2016

«Alatriste se ha convertido en una figura de culto… Los amantes de las grandes aventuras de todo el mundo sólo pueden esperar sus nuevas entregas.» The Times

«Al capitán Alatriste le cabe el honor de ser una de esas criaturas ficticias (que no irreales) las cuales han ingresado en el selecto club de los mitos literarios, aquellos personajes que gozan en el imaginario colectivo de una personalidad propia y de una vigencia intemporal, a menudo al margen no ya de sus autores (ahí tienen al pobre Sir Arthur Conan Doyle teniendo que resucitar a Sherlock Holmes para evitar males mayores), sino incluso de las obras en las que aparecen.» Alberto Montaner, Universidad de Zaragoza

Arturo Pérez-Reverte nació en Cartagena, España, en 1951. Fue reportero de guerra durante veintiún años (1973-1994), en los que cubrió informativamente para prensa, radio y televisión los principales conflictos internacionales. Desde entonces reparte su vida entre la literatura, el mar y la navegación. Con más de veinte millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, muchas de sus novelas han sido llevadas al cine y la televisión. Entre ellas destacan 'El húsar' (1986), 'El maestro de esgrima' (1988), 'La tabla de Flandes' (1990), 'El club Dumas' (1993), 'Territorio comanche' (1994), 'La piel del tambor' (1995), 'La carta esférica' (2000), 'La Reina del Sur' (2002), 'Cabo Trafalgar' (2004), 'El pintor de batallas' (2006), 'Un día de cólera' (2007), 'El asedio' (2010), 'El tango de la Guardia Vieja' (2012), 'El francotirador paciente' (2013) y 'Hombres buenos' (2015), entre otras.

Y sobre todo, la serie histórica 'Las aventuras del capitán Alatriste', compuesta por siete novelas. Jalonada de una larga ristra de premios y reconocimientos, la obra literaria de Arturo Pérez-Reverte se ha traducido a más de cuarenta idiomas, está presente en planes de lectura escolar en España y Latinoamérica y conforma por sí sola uno de los catálogos vivos más celebrados y leídos de la literatura actual. El autor es miembro de la Real Academia Española.


Historia de un héroe cansado

Texto inédito de Arturo Pérez-Reverte, de la Real Academia Española

Me atrajo siempre, desde niño, esa España fascinante y peligrosa del siglo xvii, de callejuelas estrechas y mal alumbradas, tabernas, burdeles y garitos de juego, corazón de un mundo en guerra, cuando Madrid era la capital del imperio más grande de la tierra. Una España arrogante y orgullosa donde la vida había que ganársela, a menudo, entre el brillo de dos aceros. Así que decidí, con ayuda de mi hija Carlota, que entonces tenía 12 años y colaboró con entusiasmo en el primer volumen, recrear semejante escenario en una serie de novelas que debieran tanto a los libros de Historia y a las relaciones de la época como a las novelas de aventuras que amé en mi infancia —Dumas, Féval, Sabatini, Salgari y tantos otros—. Constituyó un desafío y un trabajo muy divertido. Inventé un personaje y me puse a ello. Un individuo políticamente incorrecto, un viejo soldado de los tercios españoles, un asesino a sueldo que, sin embargo, mantiene el código de honor de ciertas actitudes y ciertas  amistades.

Pero no fue sólo eso. Homenajes literarios y lecturas de juventud aparte, mi intención era también, con páginas llenas de lances y peripecias, adentrarme, con el lector, en aspectos más profundos del Siglo de Oro español. Recordar que somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos. Enseñar sin que se notara demasiado la intención didáctica, los aspectos fundamentales de la historia, de la literatura, de la pintura, de la política, de la vida del XVII. De esa decisión habrían de nacer algunas características fundamentales del relato y también del lenguaje en el que está escrito: rescate de la vieja germanía y aroma clásico, combinados con el intento de una eficacia narrativa adecuada para el lector del siglo XXI. Puesto que, hacia 1995, cuando empecé la serie, estaba ya muy avanzada en los planes de estudio la consigna del desmantelamiento cultural, incluida la ignorancia contumaz de la Historia y la Literatura españolas, se trataba de rescatarlas en lo posible, y ponerlas de nuevo a circular, contándolas a la manera de una novela de aventuras.

Como el marco era la España de los Austrias, los modelos estaban ahí: la novela picaresca, las comedias de capa y espada, los versos de Francisco de Quevedo. Después de todo, puesto que Alatriste era un soldado de fortuna, su historia podía rastrearla en los memoriales históricos de los soldados de su tiempo: Duque de Estrada, Contreras, Miguel de Castro, Jerónimo de Pasamonte, así como en el teatro y la poesía de la época, las jácaras de bravos y malandrines, las novelas de Mateo Alemán, de Espinel, de Torres Villarroel, del autor del Estebanillo González o de Miguel de Cervantes. Sin olvidar los 'Avisos' de Barrionuevo y de Pellicer. Y si además, tratándose de aquella España, no había más remedio que moralizar de vez en cuando, ¿qué mejor que convertir a Francisco de Quevedo en un personaje de ficción, reconstruyéndolo con sus propios versos, y añadiéndole una destreza de espada —por otra parte, rigurosamente histórica— tan temible como la de su afilada lengua?

Otra de mis intenciones era hacer justicia a unos personajes que siempre me apasionaron: aquellos hombres crueles, arrogantes, valerosos, soldados profesionales y aventureros sin nada que perder y con botines y quimeras por ganar, que forjaron el imperio más poderoso de la tierra, lo sostuvieron con sus espadas y con su sangre, y al cabo se hundieron con él, muriendo como perros callejeros, olvidados de reyes y poderosos, ahorcados por la Justicia, mutilados, pidiendo limosna, acuchillados en un callejón oscuro o en un campo de batalla. Y junto a Diego Alatriste, soldado de los tercios viejos, puse —gracias a Carlota, que me dio el primer punto de vista del personaje— al joven Íñigo Balboa, el testigo, la mirada asombrada al principio, lúcida y crítica después, afectuosa siempre, que permite calar en la compleja personalidad, los rincones oscuros del héroe cansado. Así, junto a Alatriste, el joven Íñigo se forjará un modo de vivir, una manera de ser. Aprenderá la lealtad, las formas de la amistad, el alto concepto de servir a reyes y señores indignos, no por ellos sino por uno mismo. Y a ser, al final, único referente honorable de la propia vida. Junto a la figura derrotada, impasible y dura del capitán Alatriste, Íñigo se convierte en un alumno fiel, en una sombra que aprende viviendo y oyendo aquellas voces maestras del Siglo de Oro, en contacto continuo con los nombres, los versos, las obras, los cuadros de esa España prodigiosa. De esta manera quise demostrar que aprender es vivir en el roce con la calle, con los libros, con la Historia. Que quien mucho anda y mucho lee y mucho pelea, mucho sabe. Y esa mirada crítica dirigida hacia nuestro siglo XVII puede volverse también, a los ojos del lector cómplice, en un espejo que refleje la España actual, o en clave que la explique.

'Las aventuras del capitán Alatriste' son, en suma, nuestra historia contada desde el lado de los olvidados. Desde una posición hija del valor, del honor y de la lucidez estoica en la derrota. Quizá a eso se deba el éxito de la serie entre tantos jóvenes estudiantes, ávidos de emocionarse con la trama, de disfrutar leyendo, de comentar los versos o las emboscadas. De enorgullecerse y horrorizarse al mismo tiempo, sin complejos, de lo que somos y de lo que fuimos, en esta nación hecha de pueblos diversos, cuyos quinientos años de existencia y tres mil de memoria se atreven a negar, hoy, los oportunistas y los imbéciles. Fue de ese modo y con esas intenciones como nacieron las novelas del capitán Alatriste. Y para mi sorpresa, lo que en principio iban a ser sólo una pequeña batalla personal por la memoria para la generación de mi hija, se convirtió en un fenómeno editorial. Cuando mis editores hablan de casi cuatro millones de ejemplares distribuidos sólo en España, mi orgullo principal es saber que buena parte de esos libros se leen en los colegios, y que hay profesores que los utilizan tanto para trabajos de literatura como de historia y hasta de ética. 

Todo eso, reforzado por la aparición de juegos de rol, historietas publicadas por entregas, un cómic sobre los dos primeros episodios de la serie, un sello de Correos, traducciones a lenguas extranjeras, dos pequeñas piezas teatrales, la película protagonizada por Viggo Mortensen y dirigida por Agustín Díaz Yanes, y la serie de televisión en la que un estupendo Aitor Luna encarna a Diego Alatriste. Nunca esperé tanto, así que mi satisfacción es absoluta. Hasta se organizan visitas turísticas a las calles del Madrid de Alatriste. Y yo mismo, cuando paseo por esos antiguos barrios, no puedo evitar sentir que tras cualquier esquina aparece la delgada y taciturna silueta de mi amigo el capitán, ver brillar la espada de su mortal enemigo el italiano Gualterio Malatesta, escuchar el acento andaluz del pintor Velázquez, oír tras la tapia del corral del Príncipe o de la Cruz a los actores declamar versos de Lope de Vega o Calderón en representaciones teatrales que a veces terminan con estocadas, o entrar en cualquier taberna donde el poeta Quevedo compone versos entre pendencias, amoríos y botellas de vino. Borrar las fronteras entre realidad y ficción, y terminar no pudiendo diferenciar bien lo vivo de lo imaginado, resulta fuente de especial placer para cualquier autor. A fin de cuentas, para eso algunos escribimos novelas.

La serie

'El capitán Alatriste' (1996)

La primera aventura de Diego Alatriste e Íñigo Balboa en el Madrid del siglo XVII. «No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente…». Con estas palabras comienza 'El capitán Alatriste', la historia de un soldado veterano de los tercios de Flandes que malvive como espadachín a sueldo en el Madrid del Siglo de Oro. Sus aventuras peligrosas y apasionantes nos sumergen sin aliento en las intrigas de la Corte de una España corrupta y en decadencia, las emboscadas en callejones oscuros entre el brillo de dos aceros, las tabernas donde Francisco de Quevedo compone sonetos entre pendencias y botellas de vino, o los corrales de comedias donde las representaciones de Lope de Vega terminan a cuchilladas. Todo ello de la mano de personajes entrañables y fascinantes: el joven Íñigo Balboa, el implacable inquisidor fray Emilio Bocanegra, el peligroso asesino Gualterio Malatesta o el diabólico secretario del rey, Luis de Alquézar. Acción, historia y aventura se dan cita en estas páginas inolvidables.

Limpieza de sangre (1997)

A punto de incorporarse a su antiguo tercio en Flandes, Diego Alatriste se ve envuelto por mediación de su amigo don Francisco de Quevedo en otra peligrosa aventura. Una mujer ha aparecido estrangulada en una silla de manos frente a la iglesia de San Ginés, con una bolsa de dinero y una nota manuscrita: «Para misas por su alma». El enigma se complica con los sucesos misteriosos que ocurren tras las paredes de un convento, cuando Alatriste es contratado para rescatar de allí a una joven novicia. En el azaroso y fascinante Madrid de Felipe IV, entre lances, tabernas, garitos, intrigas y estocadas, la aventura pondrá en juego la vida de los amigos del capitán, haciendo surgir del pasado los fantasmas de viejos enemigos: el pérfido secretario real Luis de Alquézar, el inquisidor fray Emilio Bocanegra y el siniestro espadachín italiano Gualterio Malatesta.

El sol de Breda (1998)

Tercera entrega de 'Las aventuras del capitán Alatriste', 'El sol de Breda' escenifica las batallas y el asedio de la ciudad de Breda en 1625 por los tercios españoles en Flandes. El joven vasco Íñigo de Balboa es el narrador, como siempre, pero ahora adquiere en este relato un papel más protagonista: es mochilero del tercio viejo de Cartagena, donde sirve de ayudante a su amo el capitán Alatriste, y empuña por primera vez las armas en el combate. Íñigo será, en esta aventura, testigo del sometimiento de la ciudad por las tropas españolas, y describirá años más tarde al pintor Diego Velázquez, para que los inmortalice en un famoso cuadro, los rostros de los participantes en la batalla: el general Ambrosio Spínola, un respetado guerrero con dotes de político, que abortará el conato de un motín de las tropas, hartas de pelear sin que vean recompensados sus esfuerzos con una paga que nunca llega, y que el general les adelantará de sus acaudaladas arcas, o el maestre de campo Pedro de la Daga, despreciativo con sus tropas hasta la crueldad, o el dubitativo capitán Carmelo Bragado y el valiente soldado Sebastián Copons, veteranos todos de las pasadas guerras en Nápoles y camaradas del capitán Alatriste.

El oro del rey (2000)

Sevilla, 1626. A su regreso de Flandes, donde han participado en el asedio y rendición de Breda, el capitán Alatriste y el joven mochilero Íñigo Balboa reciben el encargo de reclutar a un pintoresco grupo de bravos espadachines para una peligrosa misión, relacionada con el contrabando del oro que los galeones españoles traen de las Indias. Los bajos fondos de la turbulenta ciudad andaluza, el corral de los Naranjos, la cárcel real, las tabernas de Triana, los arenales del Guadalquivir, son los escenarios de esta cuarta aventura, donde los protagonistas reencontrarán traiciones, lances y estocadas, en compañía de viejos amigos y de viejos enemigos.

El caballero del jubón amarillo (2003)

«Don Francisco de Quevedo me dirigió una mirada que interpreté como era debido, pues fui detrás del capitán Alatriste. Avísame si hay problemas, habían dicho sus ojos tras los lentes quevedescos. Dos aceros hacen más papel que uno. Y así, consciente de mi responsabilidad, acomodé la daga de misericordia que llevaba atravesada al cinto y fui en pos de mi amo, discreto como un ratón, confiando en que esta vez pudiéramos terminar la comedia sin estocadas y en paz, pues habría sido bellaca afrenta estropearle el estreno a Tirso de Molina. Yo estaba lejos de imaginar hasta qué punto la bellísima actriz María de Castro iba a complicar mi vida y la del capitán, poniéndonos a ambos en gravísimo peligro; por no hablar de la corona del rey Felipe IV, que esos días anduvo literalmente al filo de una espada. Todo lo cual me propongo contar en esta nueva aventura, probando así que no hay locura a la que el hombre no llegue, abismo al que no se asome, y lance que el diablo no aproveche cuando hay mujer hermosa de por medio». La novela se desarrolla en el mundo de los corrales de comedias del Madrid del XVII. Cruzándose con viejos amigos y viejos enemigos, y con los personajes famosos de la época, como Lope de Vega, Calderón de la Barca y el capitán Alonso de Contreras, Diego Alatriste e Íñigo Balboa se enfrentarán a una conspiración en la corte de Felipe IV. Lances, estocadas, intrigas palaciegas y aventuras amorosas salpican un relato de acción trepidante.

Corsarios del Levante (2006)

«Durante casi dos años serví con el capitán Alatriste en las galeras de Nápoles. Por eso hablaré ahora de escaramuzas, corsarios, abordajes, matanzas y saqueos. Así conocerán vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y odiado también en los mares de Levante. Contaré que el diablo no tiene color, ni nación, ni bandera; y cómo, para crear el infierno en el mar o en la tierra, no eran menester más que un español y el filo de una espada. En eso, como en casi todo, mejor nos habría ido haciendo lo que otros, más atentos a la prosperidad que a la reputación, abriéndonos al mundo que habíamos descubierto y ensanchado, en vez de enrocarnos en las sotanas de los confesores reales, los privilegios de sangre, la poca afición al trabajo, la cruz y la espada, mientras se nos pudrían la inteligencia, la patria y el alma. Pero nadie nos permitió elegir. Al

menos, para pasmo de la Historia, supimos cobrárselo caro al mundo, acuchillándolo hasta que no quedamos uno en pie. Dirán vuestras mercedes que ése es magro consuelo, y tienen razón. Pero nos limitábamos a hacer nuestro oficio sin entender de gobiernos, filosofías ni teologías. Pardiez. Éramos soldados.»

El puente de los Asesinos (2011)

«Diego Alatriste bajó del carruaje y miró en torno, desconfiado. Tenía por sana costumbre, antes de entrar en un sitio incierto, establecer por dónde iba a irse, o intentarlo, si las cosas terminaban complicándose. El billete que le ordenaba acompañar al hombre de negro estaba firmado por el sargento mayor del tercio de Nápoles, y no admitía discusión alguna; pero nada más se aclaraba en él». Nápoles, Roma y Milán son algunos escenarios de esta séptima aventura del capitán Alatriste. Acompañado del joven Íñigo Balboa, al capitán le ordenan intervenir en una conjura crucial para la corona española: un golpe de mano en Venecia para asesinar al dogo durante la misa de Navidad, e imponer por la fuerza un gobierno favorable a la corte del rey católico en ese estado de Italia. Para Alatriste y sus camaradas –el veterano Sebastián Copons y el peligroso moro Gurriato, entre otros–, la misión se presenta difícil, arriesgada y llena de sorpresas. Suicida, tal vez; pero no imposible.

Ilustrar Alatriste, por Joan Mundet

El capitán Alatriste y los escenarios de sus aventuras ya cuentan una iconografía reconocible e inolvidable. La de los precisos trazos del dibujante, pintor y ceramista Joan Mundet (Castellar del Vallès, 1956), Premio Ciudad de Guadalajara de Cómic 1982 y Premio Nacional de Cómic de Cataluña 2010 por 'Mil vidas más', que desde el año 2000 ilustra todo lo referente al legendario espadachín y su mundo.

«Ilustrar a Alatriste supone encontrarse con un viejo amigo bastante peculiar. Nos conocimos hace dieciséis años y desde entonces cada equis tiempo acudimos al mismo escenario. Lo jodido del caso es que cuando iniciamos nuestra relación yo tenía la misma edad que el capitán, 44 tacos. Ha pasado el tiempo y Diego Alatriste y Tenorio aún anda por los 48 o 49, quizás 50 años, mientras el otro, un menda, ya está con 10 más… En fin, salvando las distancias, es un buen amigo, tenemos algunas cosas en común, no precisamente con la herreruza, la daga o el vino de Esquivias, pero en su caminar y quehacer hay cosas en las que me reconozco o reconozco a allegados, como creo que le debe ocurrir a la mayoría de lectores. Eso hace que me traslade al siglo XVII, un siglo lleno de luces y sombras, un siglo en el que puedes compartir conocimiento, sensibilidades y camaradería con Velázquez, Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Calderón de la Barca, Góngora, Spínola. A todos los he ilustrado, con especial cariño a Quevedo, y eso que a los catalanes nos tenía entre ceja y ceja. 

Ilustrar las novelas de Arturo Pérez-Reverte se convierte en un disfrute, primero porque es una época que me gusta, quizás por reminiscencias de mi educación escolar o por algunos versos y lecturas que mi padre me hizo conocer de niño o por algunos 'Estudio uno' de televisión. Curiosamente, yo había comenzado a trabajar en un personaje llamado Capablanca, ambientado en el siglo XVII, antes de ilustrar las novelas del capitán Alatriste. Ahora el cómic se publica en Italia, o sea que el Siglo de Oro en mayor o menor medida siempre ha estado presente en mi horizonte. Y eso que convertir la novela en imágenes a veces es complicado. El autor describe lugares, ropas, comidas y todo lo concerniente a la situación explicada, eso hace que todo tenga que estar en su lugar.

Creo que la mayoría de los escritores se forman imágenes mentales que luego utilizan para escribir la novela. En mi caso, ilustrar Alatriste consiste en intentar llegar a esas imágenes, pero a través de mi punto de vista. Hay veces que coincido con el autor, otras, supongo que la mayoría, no. Pero creo que ahí está el complemento de lo narrado en el libro. Ayudo con mi aportación al lector para llevarle de la mano a las diferentes vicisitudes de las novelas. Como me ha dicho Arturo más de una vez: «Me ha sorprendido, no me había imaginado tu punto de vista».

Cuando realicé las ilustraciones de 'Corsarios de Levante' se produjo una situación peculiar. Normalmente ilustro la novela una vez está escrita, pero en ese caso la ilustré al mismo tiempo que Arturo la escribía, capítulo a capítulo. Así compartimos aspectos de la novela que a mí me hicieron disfrutar, como dice Arturo «como un gorrino en un lodazal». Guardé los mails que nos cruzamos. Sobre ellos y la experiencia de ilustrar el libro escribí una ponencia para el congreso internacional 'Alatriste: La sombra del héroe' de la Universidad de Murcia, en 2007, que después editó Alfaguara en libro.

En casa, Alatriste se ha convertido en un miembro más de la familia, algunos lo critican, los menos, otros hacen bromas, al gato más de uno le llama Diego, y alguno me llama Alaverde, no sé a santo de qué… O sea, que es una referencia familiar en el trato cotidiano. El día en que alguien muy próximo a Arturo me dijo que, cuando leía las novelas sobre Alatriste, no tenía muy claro si yo había dibujado al capitán como él se lo imaginaba o si se lo imaginaba como yo lo había dibujado, pensé que había conseguido meterme en la piel del personaje, que había conseguido definirlo gráficamente, que había conseguido mi primera meta como ilustrador de Alatriste.

También ilustrar Alatriste me ha permitido conocer a muchas personas, ampliar mis conocimientos, publicar novelas gráficas, escribir mis guiones, regresar al mundo del cómic, ser más yo, y todo eso gracias a un amigo especial llamado Arturo Pérez-Reverte.

Los personajes

Íñigo Balboa y Aguirre

Hijo del soldado Lope Balboa y de Amaya Aguirre, Íñigo nace en 1610. Queda huérfano de padre en el cerco de Jülich, durante la guerra de Flandes. En 1622, el vascongado viaja a Madrid y se instala en casa de Diego Alatriste, quien había jurado a su progenitor ocuparse del joven. Es el narrador de la saga.

Francisco de Quevedo

Poeta y diplomático (1580-1645), amigo de viejos afectos del capitán Alatriste.

Gualterio Malatesta

Excelente esgrimidor y espadachín a sueldo con el rostro picado de viruela, nacido en Palermo (Sicilia). Sicario al servicio del secretario del rey, Luis de Alquézar, que, a raíz de una desavenencia con Diego Alatriste sobre el modo de realizar el asalto contra John y Thomas Smith (el príncipe de Gales y el duque de Buckingham), en 1623, se convirtió en su enemigo mortal.

Angélica de Alquézar

Dama de celebrada hermosura retratada por Velázquez sobre 1635. Huérfana a temprana edad, fue recogida y educada por su tío Luis de Alquézar, secretario del rey. Mantuvo una tormentosa relación de amor y odio con Íñigo Balboa.

Emilio Bocanegra

Fraile dominico, presidente del Santo Tribunal de la Inquisición. Cruel e implacable enemigo del capitán Alatriste, aliado en la corte del secretario Luis de Alquézar.

Biografía de Diego Alatriste

1582 - Nace en un pueblo de Castilla la Vieja. Segundo hijo de una familia de hidalgos labriegos acomodados.

1595 - A los trece años se escapa de casa y de la escuela, donde había estudiado algo de latín, escritura y las tres reglas. Va a Madrid con un amigo y consigue alistarse, diciéndose huérfano y mintiendo sobre su edad, como paje-tambor en los tercios que van a Flandes con el infante cardenal Alberto. En ese mismo viaje conoce a Alonso de Contreras, que deserta por el camino y a quien luego encontrará en Italia y Madrid.

1596 - Paje-tambor y mochilero. Asiste a su primera batalla en el asalto de Calais. Asedio de Hulst. Durante el asalto a la Estrella y a los revellines, los mochileros y pajes se utilizan para un ardid y terminan socorriendo a sus amos. Alatriste es uno de ellos. Como premio, con otros, sienta plaza de soldado cuando aún no ha cumplido los quince años.

1597 - Joven soldado en varios tercios. Lucha contra los Estados y contra Francia. Con Carlos Coloma. Encamisada de Amiens y saqueo de la ciudad. Conoce al que después será sargento mayor Idiáquez. Defensa de Amiens. Capitulación de Amiens tras seis meses y medio de sitio.

1598-1599 - Sienta plaza como soldado en el tercio de Cartagena. Asedio y combate de Bomel. Defensa del fortín de Durango. Tiene dieciséis años. A los diecisiete tiene el primer duelo: mata al adversario. Vive los motines de las tropas mal pagadas en los Países Bajos. Conoce a Martín Saldaña, a Sebastián Copons, a Lope Balboa y al sargento de caballos corazas Juan Vicuña.

1600 - Batalla de Nieuport. Alatriste tiene dieciocho años, pero ya hace cinco que lucha en Flandes. Es un curtido veterano.

1601 - Diecinueve años. Empieza el asedio de Ostende con su tercio. Participa en todos los combates, primero bajo el mando del viejo conde de Guadalmedina, Fernando de la Marca, y luego con Spínola.

1602-1604 - Combates en el cerco de Ostende. Primera herida grave al recibir, durante el asalto a un baluarte, una herida de arcabuz en la espalda. Dos meses de convalecencia. Segunda herida en la cabeza, durante el asalto a un baluarte de Ostende. Tiene veintidós años cuando toman Ostende. Se distingue en los últimos asaltos.

1605 - El tercio de Alatriste participa en la marcha de Spínola en Frisia, desde Flandes a lo largo del Rhin por el arzobispado de Colonia. Tomas de Oldensel y Linghen frente a Nassau. Alatriste tiene veintitrés años.

1606 - Veinticuatro años. Encamisada del río donde gana el apodo de capitán. Con Ambrosio Spínola. Lluvias a orillas del Isel durante la primavera y comienzos del verano. Muchas penalidades físicas y falta de dinero.

1607 - Mala época. Duelos, pendencias y problemas.

1609 - En abril, tregua de doce años. Vuelve a España por Génova y por mar a Cartagena. Tiene veintisiete años y participa en la expulsión de los moriscos y en la represión de los rebeldes en Valencia. Asqueado, pide la baja en su tercio y se va a Nápoles.

1610 - Veintiocho años. Alistado como simple soldado en el tercio de Nápoles. Embarcado en las galeras. Lucha contra turcos y berberiscos y contra venecianos. Navega por todo el Mediterráneo. Conoce Sevilla con las galeras del rey. Ese mismo año nace en Oñate Íñigo Balboa Aguirre, el 2 de abril. Hijo del soldado Lope Balboa y de Amaya Aguirre.

1612-1613 - Treinta años. Combate e incendio de la escuadra berberisca frente a La Goleta, con Santa Cruz. Capturada su galera por los turcos y él herido grave en una pierna, es liberado cuando lo llevaban cautivo porque la galera turca es apresada a su vez. Participa en incursiones por Levante con buenos botines. Buena vida en Nápoles. Conoce a Álvaro de la Marca, nuevo conde de Guadalmedina, que lo favorece. Encuentra al capitán Contreras y navega con él.

1614 - Tiene treinta y dos años. Viajes entre Cádiz, Nápoles, etcétera. Participa en la desastrosa jornada de las Querquenes. Salva la vida al conde de Guadalmedina. Conoce a Diego Duque de Estrada. Incursiones por Levante.

1615 - Treinta y tres años. Acompaña a una flota de cinco barcos y mil seiscientos soldados y participa en la captura y hundimiento de muchas naves turcas. Buenos botines. Vive bien en Nápoles. Pero tiene problemas con la justicia. Marca la cara de una mujer con la que convive, pues la encuentra con otro, a quien mata de una estocada. Huye a España gracias a la ayuda de su amigo Alonso de Contreras.

1616-1617 - Malos tiempos. Miseria. Espadachín a sueldo en Sevilla y después en Madrid.

1618 - Treinta y seis años. Ambrosio Spínola levanta tropas para nueva campaña en Flandes. Se alista. Spínola se refugia en su cuadro durante una batalla. El general en persona lo recomienda para plaza de sargento en su viejo tercio. Reencuentra a Lope Balboa y a Sebastián Copons. Camino de Flandes.

1619 - Mata a un alférez en duelo, es degradado y va a ser ahorcado. Motín de Maastricht. Salva la vida del maestre de campo tras matar a tres soldados alemanes, y lo indultan.

1620 - Treinta y ocho años. De nuevo como simple soldado, sale con Spínola de los Países Bajos junto a otros ocho mil soldados para auxiliar al emperador Fernando. Invaden el Palatinado el 6 de agosto. Cruzan el Rhin treinta mil hombres y toman treinta plazas fuertes en seis meses, hasta que llegan los fríos del invierno.

1621 - Treinta y nueve años. Participa en la batalla de la Montaña Blanca. Cuarta herida, de espada en el pecho. Su tercio vuelve a guerrear en los Países Bajos al expirar la tregua de los Doce Años. Combates en Cleves, Sitio de Berg-op-Zoom, retirada de Spínola ante su viejo enemigo Mauricio de Nassau. Batalla de Jülich, donde muere Lope Balboa, padre de Íñigo. El tercio es diezmado. Spínola le concede a Alatriste un beneficio de cuatro escudos que nunca le pagarán.

1622 - En primavera, el tercio viejo de Cartagena se reconstruye, y es asignado a Gonzalo Fernández de Córdoba para luchar contra los protestantes. Batalla de Wimpfen socorriendo a las tropas de la Liga Católica. El 22 de julio, batalla victoriosa de Hoechst. El 29 de agosto interviene en la sangrienta batalla de Fleurus contra las tropas del duque Cristian de Brunswick y el conde Ernesto de Mansfeld. El tercio de Cartagena es aniquilado. Alatriste resulta muy gravemente herido. Licenciado, vuelve a España. Tiene cuarenta años.

1623 - Alatriste se recupera de su herida y de nuevo se gana la vida como espadachín sueldo. Tiene cuarenta y un años. Íñigo Balboa es enviado a Madrid por su madre viuda, a vivir con el capitán. Aventura de los dos ingleses ('El capitán Alatriste'). Conocen al peligroso sicario italiano Gualterio Malatesta. Aventura del convento ('Limpieza de sangre'): Íñigo es detenido por la Inquisición y encerrado en Toledo. La intervención de don Francisco de Quevedo lo salva de la hoguera.

1624 - Alatriste se alista de nuevo, con Íñigo, que ya tiene catorce años, acompañándolo como mochilero. Génova. El Camino Español. Sitio de Breda y guerra de Flandes ('El sol de Breda'). Íñigo lo acompaña en el asalto y saqueo de Oudkerk. Invierno de guarnición en Oudkerk.

1625 - Motín de la compañía del capitán Bragado. Batalla de los Diques. Asedio de Breda. Alatriste participa en la encamisada del dique de Sevenberge. Combate de los italianos en Sevenberge. Asisten a la rendición de Breda, el 5 de junio. Alatriste tiene cuarenta y tres años e Íñigo quince. Desmovilizados, viajan a España por mar. Aventura del oro sevillano. Cádiz. Sevilla. El rey regala una cadena de oro a Alatriste ('El oro del rey').

1626 -  Aventuras en Madrid. Íñigo tiene dieciséis, Alatriste cuarenta y cuatro. Amores con María de Castro, frecuentan el mundo teatral. Reencuentro con el capitán Contreras. Visitas a la casa de Lope de Vega. Amistad con su hijo Lopito. Conspiración para matar a Felipe IV ('El caballero del jubón amarillo'). Luis de Alquézar es desterrado a Nueva España, y viaja allí con Angélica. Ese verano embarcan Alatriste e Íñigo en Cartagena en las galeras de Nápoles. Navegan por el Mediterráneo. Corso en Berbería, costas griegas y turcas. Invierno en Nápoles. Viajan por Italia. Íñigo conoce Roma.

1627 - Sigue el corso en las galeras de Nápoles ('Corsarios de Levante') a partir de abril. Melilla, Orán. Conocen al moro Gurriato. Reencuentro con Sebastián Copons. Vuelta a Nápoles con Gurriato y Copons. Reencuentro de Íñigo con su amigo Jaime Correas. Duelos de Íñigo. Desavenencias entre Alatriste e Íñigo. Corso en la costa griega y turca. Alatriste tiene cuarenta y cinco e Íñigo diecisiete. Regresan a Nápoles en otoño, cuando se desarman las galeras. Encuentro con Lopito de Vega. En la Navidad de este año participan, con Gualterio Malatesta, en la segunda conspiración de Venecia ('El puente de los Asesinos').

1628 - Íñigo vuelve a Madrid e ingresa con dieciocho años en los correos reales. Batalla de las Dunas. Alatriste en la Valtelina. Envían a Alatriste con el conde de Guadalmedina a Francia en misión secreta. Íñigo se les une con instrucciones del conde-duque de Olivares. Participan en el intento de asesinar a Richelieu durante el cerco de La Rochela ('Misión en París').

1629-1630 - Angélica de Alquézar regresa de Nueva España. Se casa con el conde de Guadalmedina. Íñigo es acusado de espionaje por Francia, pero logra rehabilitarse. Alatriste frecuenta a Calderón de la Barca y al pintor Diego Velázquez, para cuyo Marte posará como modelo. La actriz María de Castro ingresa en un hospital y muere.

1630-1633 - Combates franco-españoles en Italia. Alatriste se alista de nuevo. Muere el conde de Guadalmedina.

1634 - Septiembre: batalla de Nördlingen. Combaten en ella Íñigo, Copons y el capitán Alatriste. Muere en la batalla el moro Gurriato. Vuelven a España en diciembre. Quevedo coincide con ellos en Madrid. Lope de Vega, enfermo. Velázquez está pintando Las lanzas (epílogo de 'El sol de Breda'). Íñigo mata a Gualterio Malatesta en un duelo.

1635-1636 - Muere Lope de Vega. Quevedo, desterrado en la Torre de Juan Abad. Misión secreta de Íñigo en Portugal. Guerra franco-española. Desesperado esfuerzo de España en varios frentes. Alatriste tiene cincuenta y tres, e Íñigo veinticinco. Ambos combaten encuadrados en las tropas del cardenal infante. Asisten a la ofensiva contra París. Durante tres años lucharán contra los franceses en diversos campos de batalla.

1637-1639 - Desórdenes en Portugal. Septiembre: asedio y victoria de Fuenterrabía. Alatriste tiene cincuenta y seis años. El conde-duque quiere hacerlo capitán de una bandera, pero Alatriste se niega a tener mando alguno. Prisión de Quevedo. Alatriste cae en desgracia con Olivares. Por orden del conde-duque borran su retrato del cuadro de 'Las lanzas'. Íñigo tiene veintinueve años. Muerte de Angélica de Alquézar. Francia invade Cataluña. Alatriste combate allí.

1640-1642 - En junio de 1640, Corpus de sangre en Barcelona. En diciembre, rebelión de Portugal. Alatriste sigue en la guerra de Cataluña, a los cincuenta y ocho años. Íñigo progresa en su carrera. Deja los correos reales. Asciende a alférez y se distinguirá en la guerra de Cataluña y luego en Flandes. Batalla de Honnecourt. Alatriste tiene sesenta años e Íñigo cuarenta y dos. Con don Francisco de Melo.

1643 - Íñigo es alférez en Rocroi. Desastre de los tercios. Muerte de Alatriste a los sesenta y un años, peleando en el último cuadro de infantería. En la batalla también muere Sebastián Copons. Íñigo, herido, queda prisionero en Francia. Se evade y regresa a España.

1644 - Íñigo Balboa prosigue su brillante carrera militar. Viajes por Flandes y el Mediterráneo. Muerte de Quevedo. Íñigo va a su entierro.

1645-1659 - Íñigo es nombrado capitán de una bandera, y luego teniente y más tarde capitán de la guardia española del rey Felipe IV, a quien escoltará a la isla de los Faisanes para las paces con Francia.

1660 - Íñigo se casa con Inés Álvarez de Toledo, marquesa viuda de Alguazas, y se retira de las armas y de la vida pública a los cuarenta y nueve años, sin que vuelvan a tenerse noticias de él, salvo la aparición posterior de los llamados Papeles del alférez Balboa, cuya fecha de redacción no ha podido ser establecida. Pese a su brillante carrera militar y a las dignidades que alcanzó en la corte de Felipe IV, Íñigo firmará siempre alférez, grado que ostentaba en la jornada de Rocroi.

Las otras vidas del capitán Alatriste

En las pantallas: 'Alatriste', la película. Basado en la saga 'Las aventuras del capitán Alatriste', el largometraje dirigido por Agustín Díaz Yanes (con guion de Pérez-Reverte y el mismo Díaz Yanes), protagonizado por Viggo Mortensen, se estrenó en 2006. 20th Century Fox la distribuyó en todo el mundo, con gran éxito de taquilla, sobre todo en el continente asiático. Fue preseleccionada por la Academia (AACCE) como representante española a la candidatura a los Oscar de ese mismo año, puesto que finalmente ocupó 'Volver', de Almodóvar. 'Las aventuras del capitán Alatriste', la serie. La primera temporada, dirigida por Enrique Urbizu y Salvador Calvo, y protagonizada por Aitor Luna en el papel del heroico capitán, compuesta por 13 capítulos, se emitió en Telecinco entre enero y abril de 2015.

En viñetas: 'El capitán Alatriste', cómic infantil. David Jiménez llevó la primera novela del espadachín a las viñetas en fascículos dirigidos a los más pequeños en 2002. Alfaguara los editó en un solo volumen ese mismo año. 'El capitán Alatriste', cómic. Pero la adaptación en toda regla de la primera novela de la saga llegaría en 2005, con guion de David Jiménez y dibujos de Joan Mundet. 'Limpieza de sangre', cómic. Los mismos autores se encargan de versionar la segunda entrega de la serie en 2008.

En juegos de rol: Con ilustraciones también de Mundet, 'El juego de rol del capitán Alatriste', diseñado por Ricard Ibañez y Sergi Escuriet, consta de dos entregas y un suplemento, 'Maestros de esgrima', galardonado con el Premio Rolea 2004 al mejor suplemento de juego de rol.

En sellos postales: Armado con un florete y una espada y a punto de lanzar una estocada mortal a Malatesta, el sello de Alatriste fue puesto en circulación en noviembre de 2002. Con él se clausuró en Salamanca la I Exposición Mundial de Filatelia Juvenil.

Han dicho sobre la serie

«Arturo Pérez-Reverte, entre cuyas obras anteriores cabe destacar 'La Reina del Sur', ha creado a Alatriste con un afecto evidente. El autor comparte con el espadachín un indudable talento. El capitán Alatriste está escrito con brillantez y un contagioso entusiasmo hacia el género que intenta revivir…». Janet Maslin, 'The New York Times'

«Tenemos como resultado una novela fascinante, que agarra nada más empezar y sujeta hasta su última página... La novela me ha subyugado con tanta fuerza que la vista se adelantaba al texto porque el corazón estaba en suspenso o se aceleraba a causa de los azarosos sucesos que pasaban en el papel.» Santos Sanz Villanueva, 'El Mundo'

«Digámoslo claro: nunca se agradecerá bastante a Reverte haber hecho entrar a tantos lectores en esa literatura y esa historia cautivándolos con unas narraciones apasionantes y, por la fascinación que produce el héroe, implicándolos como coprotagonistas.» Francisco Rico

«Con mayor intensidad que en otras entregas anteriores, el estilo recrea la lengua del Siglo de Oro, con su léxico, modismos y frases hechas, numerosos versos e incluso algunas voces de germanía, todo ello bien integrado en un texto de suma eficacia narrativa.» Ángel Basanta

«Su sabiduría narrativa, tan bien construida siempre, tan exhaustivamente detallada, documentada y estructurada, hasta el punto de que, frente a todo ello, la historia real resulta más endeble y a veces hasta tópica.» Rafael Conte

«Excepcional. Demuestra lo entretenida y excitante que puede resultar una aventura histórica.» 'Daily Express'

«Nos hace disfrutar de un juego inteligente entre historia y ficción.» 'The Times'

«El argumento se mueve tan rápidamente como el anterior, pero Pérez-Reverte presta aquí más atención al tema del fanatismo religioso, ofreciendo intensas descripciones de la Inquisición y los autos de fe. Un espadachín de nuestro tiempo.» 'Times Literary Supplement'

«El escritor con agallas ha conseguido un doble milagro. Que los personajes hablen como nosotros y nosotros leamos como ellos hablaban. Larga vida al capitán Alatriste.» Manuel Rivas, 'El País'

«Nos encontramos ante un relato brillante, con un ritmo vertiginoso, que encantará a aquellos lectores que se hayan guardado un poco de candor y de curiosidad. Había que atreverse a decirlo, pero Arturo Pérez-Reverte es un escritor que manifiesta todas las audacias y que sabe echar sobre el pasado de su país una mirada sin indulgencia… La novela de Arturo Pérez-Reverte es fiel en todo momento a la verdad, reinventa con maestría la novela histórica y se nos hace la boca agua en espera de las futuras aventuras del capitán Alatriste.» -Albert Bensoussan, 'Magazine Littéraire'