29 diciembre 2024
En España, si te gusta la obra de estos creadores, alguien te llamará "facha": De Ayn Rand a Lovecraft
05 diciembre 2024
Todo empezó en Rocroi
El pacto de caballeros entre Pérez-Reverte y Ferrer-Dalmau: «No pierdo la esperanza de poseer ese sable»
ABC / XL Semanal - 05/12/2024
[El novelista y académico Arturo Pérez-Reverte escribe en exclusiva para 'XLSemanal' una semblanza de su admirado amigo, el pintor histórico Augusto Ferrer-Dalmau, y nos desvela la herencia que quiere recibir del artista.]
Hace casi veinte años, dando un paseo, vi el anuncio de una exposición y entré por curiosidad. Augusto Ferrer-Dalmau era conocido para mí, aunque de lejos. Nunca había visto sus cuadros al natural. Augusto estaba dentro, junto a sus lienzos —mucho carlista, mucho jinete, mucho caballo—, así que nos saludamos, le expresé mi admiración y se ofreció a guiarme por la exposición. Y me gustó el fulano. Conversamos largo rato y advertí que nos unía el amor por la Historia y por los hombres y mujeres que la hicieron. En torno a eso surgieron, inevitablemente, títulos de libros y películas que habían conformado nuestra infancia y juventud —la mía algo más remota que la suya— y que suponían un territorio común.
En aquella primera e inolvidable conversación intercambiamos nombres de pintores de Historia como si fuéramos dos niños que intercambiasen cromos: Velázquez, Goya, Cusachs, Detaille, Meissonier, Géricault, Neuville… Pintores de escenas bélicas o históricas que iluminaban iconográficamente nuestra memoria. Para mí fue muy interesante compartir aquella amistad naciente con un pintor contemporáneo que no sólo los admiraba como yo, sino que los estudiaba a fondo como inspiración para su trabajo. Por eso, pocos días después, comiendo cuscús y cordero en el restaurante Al-Mounia de Madrid, le propuse que pintase la batalla de Rocroi, pues allí murió el Capitán Alatriste. Y ese cuadro unió nuestras vidas para siempre.
Creo que ese lienzo, además de ser un icono consagrado en su obra, supuso también para él un reto artístico; pues como el propio Augusto dijo entonces, nunca antes se había enfrentado a un proyecto de semejante envergadura. Hablamos mucho de aquella batalla: los restos de la infantería reunidos en el último cuadro, los rostros de cansancio, los piqueros, la sangre, el gran campo de batalla, el recelo de los franceses a acercarse a aquellos tipos desharrapados, sucios, bravos, peligrosos… Fue un proyecto intenso de documentación, y recuerdo en un par de ocasiones haber ido al estudio, a petición de Augusto, a comprobar la evolución de la pintura. Y no quiero dejar de mencionar el perro que terminó dándole el contrapunto al cuadro: el toque melancólico. Mete un perro, le dije, tan bravo y como ellos. Y así, el chucho Canelo, español abandonado, solo, leal, se acabó convirtiendo en el famoso Perro de Rocroi. Y fue delante de aquel soberbio cuadro donde bauticé a Augusto como «El pintor de batallas».
Aparte de bocetos y pequeñas aproximaciones anteriores, su primer verdadero cuadro naval como Dios manda se llamó 'Caza al amanecer: una historia de mar y guerra', que a petición suya escribí para él en medio folio, inventada por completo, como base para un encargo que le acababan de hacer. Para documentar el trabajo me pidió también consultar algunos libros de mi biblioteca, así que esta vez fue él quien vino a casa, donde trabajamos con cartas náuticas, planos e ilustraciones de barcos. «El viento —le insistía yo—. En un cuadro naval, todo depende del viento». Y lo comprendió en el acto. Nunca olvidaré la impresión que me causó el cuadro terminado: esa embarcación a todo trapo rompiendo el bloqueo británico de la costa gallega, perseguida por las fragatas inglesas. Supo representar el momento de una forma magistral.
Después vino el cuadro que, desde mi punto de vista, es uno de los más grandes logros de su carrera pictórica: 'El último combate del Glorioso', aquel navío de la Real Armada Española enfrentado hasta en cinco ocasiones con navíos y fragatas británicos que trataban de capturarlo. Lo más pintoresco de esta historia es que, para pintarlo con mayor veracidad, Augusto hizo construir una maqueta; y luego, con un taladro del calibre de una bala de cañón a escala, taladramos el navío hasta que cayeron todos los palos, movimos las velas y acribillamos el casco como habrían hecho los cañonazos enemigos. Después él fotografió varios ángulos, eligió el adecuado y recreó la escena. El cuadro, destinado al Museo Naval de Madrid, fue presentado con todos los honores con la asistencia de su majestad don Felipe VI. Hoy se expone en el museo naval de San Fernando, próximo al Panteón de los Marinos Ilustres de Cádiz como pieza emblemática y más admirada de la institución.
El gran mérito de este extraordinario pintor de batallas, su genialidad conceptual aparte de su excelente mano artística, es que las escenas que representa no se inspiran en otras anteriores, dibujadas o pintadas por otros artistas. Brotan directamente de su imaginación y su talento; de las crónicas y textos históricos y literarios. De ahí saca el material para pintar cuadros que en realidad son auténticos relatos. Porque él es un narrador puro: pinta para contar historias y esa pasión es lo que lo hace tan especial y tan diferente. Y no es la guerra lo que le interesa, sino pintar a los seres humanos en la guerra; del mismo modo que su fascinación por los uniformes se debe, precisamente, a su interés por los seres humanos que hay debajo de ellos.
Y otra cosa peculiar nos une, después de tanto tiempo: los sables de caballería. Y eso, en buena parte, soy yo quien se lo debe a él. Siempre me interesaron las armas blancas —mis primeras novelas se titularon 'El húsar' y 'El maestro de esgrima'—, pero nunca pensé en ellas como coleccionista. Aparte de un par de espadas del siglo XVII sólo poseía un sable de coracero francés y era feliz con él. Pero Augusto, que lo vio en casa, se vio picado en la vena patriótica, afeándome que no tuviera ninguno español. Así que al día siguiente apareció en casa con un sable de caballería modelo 1860, para regalármelo. Así empecé, hace ya quince años, una modesta colección en la que, eso sí, falta una pieza que está en poder de Augusto: un contundente sable de hoja inglesa modelo 1796, con empuñadura española modelo 1815; un arma de guerra soberbia, que da miedo mirar. Le he hecho jurar con una mano sobre el 'Quijote' de Ibarra que, si muere antes que yo, me lo dejará en herencia. Mi intención, naturalmente, es que Augusto, que es hombre de honor y amigo leal, cumpla su juramento. A fin de cuentas, fuma demasiado y se cuida poco —aunque en los últimos tiempos parece mejorar de costumbres—. Así que no pierdo la esperanza de poseer ese sable.
"Uno de los mayores peligros hoy en día para la libertad es el silencio impuesto"
Cristina Fernández - Murcia Plaza - 05/12/2024
El escritor cartagenero Arturo Pérez-Reverte no pudo acudir a su cita con el nuevo ciclo 'Diálogos en Las Claras', organizado en Murcia por la Fundación Cajamurcia y coordinado por María José Solano, historiadora del arte, escritora y articulista, que ha versado en esta primera edición sobre la cultura de la cancelación. Se lo impidió un problema de salud sin gravedad. No obstante, el escritor quiso mandar un mensaje para que se conociera su opinión sobre el tema a tratar, que en su caso iba a llevar el subtítulo de 'Cancelar la memoria: Escenas mutiladas de la historia', tema que abordó su buen amigo el pintor Augusto Ferrer-Dalmau.
"El asunto que se aborda en esta primera edición es interesantísimo, ya que uno de los mayores peligros hoy en día, de las más serias amenazas para la democracia y la libertad de opinión, creación y expresión, es el silencio impuesto, el acoso a la disidencia, el amordazar las voces que discrepan de las directrices formales de los unos o los otros, sean quienes sean estos; el linchamiento oficial, pero también social, a quienes intentan mantenerse independientes respecto a la modas y tendencias impuestas por lo dominante, lo oficial, lo políticamente correcto, por el poder, en fin, en cualquiera de sus múltiples formas", leyó en su nombre María José Solano.
"Lamento no estar presente en estos debates de Las Claras, tan oportunos, donde, entre otras cosas, se tratará de la cancelación de las voces molestas o discrepantes, sometidas a campañas, a veces perfectamente orquestadas, que pretenden eliminarlas del paisaje público, linchando a quien disiente, a quien se mantiene individual y libre, a quienes, pagando a veces altos precios, no bailan al son de la música que les tocan, ni cantan a coro para congraciarse con los canallas, los oportunistas y los cobardes", concluyó Pérez-Reverte, quien prometió no faltar a la próxima cita.
La primera edición de 'Diálogo en las Claras' ha contado con invitados del nivel de Juan Soto Ivars, Luis Alberto de Cuenca, Fernando Savater, Ferrer-Dalmau y David Summers. Esta nueva iniciativa de la Fundación Cajamurcia pretende promover el debate sobre asuntos de interés general y de máxima actualidad, a través de encuentros entre profesionales de reconocida trayectoria que dialoguen con criterio y desde la reflexión, el respeto y el conocimiento del tema a tratar.
https://murciaplaza.com/perez-reverte-mayores-peligros-libertad-silencio-impuesto02 diciembre 2024
Joan Mundet: “A veces me siento un poco Capitán Alatriste”
El dibujante español, quien adaptó la versión gráfica las célebres novelas de Arturo Pérez-Reverte, habla de sus intereses, de su obra y de los orígenes de un estilo que reconoce como clásico.
En su casa de infancia, Joan Mundet (Castellar del Vallés, Barcelona, 1956) recuerda que sólo había un libro. “No había libros, había uno, era el Antiguo Testamento, con ilustraciones de un alemán que se llamaba Julio Schnorr, o una cosa parecida, eran pinturas que habían traducido a grabados. Yo me lo miraba y remiraba y remiraba. Claro, el dibujo era muy clásico, supongo que de allí me quedó el pozo ese de lo clásico”.
Después de vivir un desencanto con el dibujo y dedicarse a la cerámica, Mundet volvió, entrados los años 2000, con un trazo estilizado, lleno de detalles y que se acercaba más a las ilustraciones que tanto le maravillaban de niño. Pero en realidad, recuerda, en su niñez hubo otro libro: “Era de cromos, de chocolates no sé qué, que era sobre Cristóbal Colón y el descubrimiento de América. Ese también lo miraba porque era lo que había en casa”.
Reconciliado con el lápiz y el plumón, comenzó a trabajar en una editorial ilustrando libros de texto y fue ahí donde comenzó el trabajo que le daría celebridad: la adaptación gráfica de 'El capitán Alatriste', de Arturo Pérez-Reverte. Después vinieron libros como 'Gari Folch', 'Best seller', 'Looking for nobody', '11-M: La novela gráfica' y su famosa serie 'Capablanca', sobre un bandolero del siglo XVII, donde su estilo acabó por consolidarse. A su trazo clásico, fuertemente influido por el cine "western", Mundet agrega picardía y un ácido sentido del humor.
—¿Eras un niño que dibujaba todo el tiempo?
—En casa explican, aunque es mentira, que antes de decir papá y mamá ya pedía un dibujo. No es verdad, siempre he dibujado, pero cuando empecé eran las dos redonditas y los cuatro palitos y luego se ha ido complicando. Siempre he dibujado, lo que pasa es que en casa querían que hiciera una carrera que no fuera de bohemio, de artista, una carrera, no sé, de abogado o delineante, una cosa de estas, médico, una cosa de estas que te ganas bien la vida y tal. Pero yo quería dibujar, hubo sus pros y sus contras y sus guerras, pero bueno.
—¿Te gustaban las historietas?
—Los domingos me llevaban a misa, al salir me daban un duro, cinco pesetas, para que comprara el 'TBO', pero yo compraba el 'Rin Tin Tin', el 'TBO' no me gustaba. En el 'Rin Tin Tin' había un dibujante que hacía "westerns" y dibujaba muy bien, me gustaba mucho, pero con el tiempo descubrí que este dibujante se copiaba a Arturo del Castillo, a Blasco, a Alberto Giolitti, a todos los clásicos que han hecho "westerns", a Jean Giraud, él solo lo pasaba por su estilo. O sea, a mí me llegaban los dibujos de todos estos, pero a través de otro dibujante que yo pensaba que es que lo hacía él. Entonces he mamado de todos estos gracias a este señor.
—¿Consumiste mucho "western"?
—Fui devorador de películas "western", lector de "western". He leído, pero he visto más películas, aunque John Wayne no me acaba de dar el pego. A mí me gustaban más las películas de John Ford, aunque saliera John Wayne, y las películas normalmente de finales de los 60, principios de los 70, que son películas no clásicas de "western", sino ya un poco cambiadas: Sergio Leone, Sam Peckinpah, Clint Eastwood y todos los "westerns" que han desfilado en la sala oscura de cualquier cine. He visto muchos, en mi pueblo el cine se llamaba California. Era muy curioso.
—¿Cómo empezaste con 'El capitán Alatriste'?
—Se dio porque yo trabajaba haciendo libros de texto para una editorial que se llamaba Santillana, que era del grupo donde estaba Alfaguara. Entonces yo hablé con el director artístico, Pedro García, y le dije: "Aparte de libros de texto también puedo ilustrar novelas". Porque un libro de texto es un rollo, siempre estás dibujando lo mismo. Al cabo de poco me llamó Pedro Crespo, que era director de Alfaguara, me dijo que buscaba dibujantes para dibujar a Alatriste y me encargó una prueba. Hice una prueba, otros dibujantes hicieron otra, pero pasaba el tiempo, me dijeron que sí, me eligieron a mí, pero pasaba el tiempo, no decían nada. Casi un año después me llaman y dicen: "¿Puedes venir a una reunión a Madrid?". Era una reunión con Pérez-Reverte y con la editora. Fui allí, estuvimos hablando y así empecé con Alatriste.
—¿Qué opinó Pérez-Reverte de tus dibujos?
—Hombre, cuando hice la prueba él me eligió, supongo que le gustaban, y es curioso porque en los dibujos llevaba pinturas, porque también pinto, y uno de los dibujos que llevaba era un personaje mío de la misma época que se llama Capablanca, un bandolero. Él me dijo: "¿Y éste?". "No, es mío", dije. "Ah, vale, tú documéntate bien y dibújalo bien, lo más realista posible", dijeron. Es curioso, porque cuando hice el contrato con ellos no podía hacer un personaje que hiciera la competencia a Alatriste. A Capablanca empecé a dibujarlo en 2015 y con Alatriste empecé en 2001. Tardé casi 15 años en poder hacerlo.
—¿Qué quisiste captar de Alatriste?
—El Capitán Alatriste en las novelas es un personaje que está ya un poco gastadito, las ha pasado de todos los colores. A veces me identifico con él, no siempre, porque es un canalla. Aparte de que me gustan las novelas, quise captar la sensación que tengo cuando leo la novela, intento que el lector la pille por los dibujos. La otra cosa es que con las ilustraciones lo que haces es como si abrieras una ventana para que el lector pueda ir por allí y ver cosas. Igual lo ve, igual no lo ve, igual se lo imagina de otra manera, pero tú le das pie para que pueda imaginar. Yo me lo planteo así, y de momento me ha ido muy bien y no he tenido ningún problema. Nos hemos entendido.
'Revolución': Más de lo mismo, pero mejor
Diego Gascón Marzal - Zero Grados - 03/12/2024
Reverte continúa con el género de la novela histórica, que tanto ha trabajado y que nos traslada esta vez a Ciudad de México en 1911, en plena revolución liderada por Emiliano Zapata y Francisco Villa. La misma revolución de la que, hace algo más de un siglo, nos hablaron figuras tan importantes del periodismo como John Reed, Nellie Bly o escritores como Mariano Azuela. El académico, con más de treinta novelas a sus espaldas, ha creado un sello propio que hace que sus obras sean reconocibles para cualquier lector. 'Revolución' no es la excepción. Estamos ante una historia en la que perfecciona ciertas ideas exploradas en sus últimas novelas, pero que quizás peque de falta de originalidad.
Nos ponemos en la piel de Martín Garret Ortiz, un joven ingeniero de minas español que emigra a México para trabajar. Allí se verá envuelto en una historia que trata sobre la búsqueda de un tesoro, en mitad de una rebelión popular donde imperan la violencia, la brutalidad y la traición; pero donde también queda hueco para el coraje, la amistad o la audacia. A lo largo del camino que transcurre nuestro protagonista, la mujer tiene un papel de vital importancia. Conoceremos a tres personajes femeninos que influirán de diferentes maneras en el proceso de madurez al que se ve sometido el ingeniero de una manera forzosa. Garret es el reflejo de un joven Reverte, deseoso de vivir aventuras y en cuyo corazón, según sus propias palabras, “la novedad pesaba más que la prudencia”. Al más puro estilo Indiana Jones o como lo hacía Jim Hawkins en la novela de Robert Louis Stevenson.
Aunque pertenece al género de novela histórica, el apartado histórico queda relegado a un segundo plano. La revolución mexicana sirve de marco para que se desarrolle una historia de aventuras clásica, simple en su construcción, pero que resulta muy entretenida. El protagonista se embarca en un viaje para encontrar unas monedas de oro y se termina por unir de manera fortuita a una rebelión popular. Sin embargo, en ningún momento ahonda ni se mete en profundidad en los motivos y causas de ésta. Se sirve del proceso revolucionario como una herramienta para que la trama avance.
El cuidadoso uso de la lengua, con todas sus variantes y sentencias populares, se ha convertido en un signo de la prosa del experimentado escritor. Consigue sacar el máximo provecho de cada palabra empleada en el relato, todo ello sin utilizar un lenguaje complicado que dificulte la lectura. En 'Revolución', Reverte nos muestra con gran precisión cómo era el castellano de la México de comienzos del siglo XX. A lo largo del texto encontramos numerosos refranes, expresiones y frases hechas que no hacen sino mejorar la muy cuidada ambientación, la cual se construye gracias al uso de la descripción de paisajes y lugares mexicanos representativos.
Estamos ante unos personajes simples, que actúan de manera lineal. Garret se suma a una lista de protagonistas de las novelas de Arturo Pérez-Reverte que comparten los mismos rasgos. Es un joven entusiasta que carece de la experiencia que aportan los años, el cual se verá forzado a madurar en medio del ambiente hostil en el que se encuentra. Es la misma fórmula que ha utilizado en sus últimas obras y que, llegados a este punto, puede resultar algo repetitiva. Los personajes secundarios son interesantes a primera vista y están bien construidos, pero ninguno de ellos presenta algún conflicto que se desarrolle en profundidad. Más bien parece que sean personajes cuyo único objetivo sea ayudar a Garret en ese proceso de madurez.
'Revolución' es una obra de una factura cuidada. Las últimas novelas de Reverte siguen una misma línea y, pese a que no estamos ante una excepción, es una obra que se disfruta y engancha de principio a fin. El habla mexicana de comienzos del siglo pasado incita al lector a trasladarse a la revolución liderada por Zapata y visitar desde Juárez a Ciudad de México. Un proceso de inmersión que te hace olvidar de una historia que ya quizás ya conozcas si has leído previamente al autor.