Pueblo, 19 de enero de 1975
El problema de los refugiados comenzó en Chipre el 20 de julio, cuando los paracaidistas turcos cayeron sobre Nicosia para consolidar la cabeza de puente de la invasión. La violencia de los combates arrancó de sus lugares a la población turca y grecochipriota, obligándola a errar por la isla entre dos fuegos o a emprender el éxodo hacia la protección de las bases británicas del sur. Desprovistos de socorros, sin medios de vida y envueltos en una confusión total, los refugiados fueron instalándose en improvisados campos de concentración. Tras los primeros días de la guerra, los desarraigados constituían ya un tercio de la población civil de Chipre.
La situación de los refugiados griegos en el sector controlado por el Ejército otomano era la peor de todas. Alejados de sus lugares, en un medio hostil, se vieron sometidos a innumerables vejaciones y, en algunos casos, fueron ejecutados. En las proximidades de la base británica de Epistopis tuve ocasión de comprobar cómo los refugiados turcos debían ser protegidos por el Ejército inglés y pude comprobar la veracidad de las violencias cometidas por ambos bandos.
El mayor número de refugiados se instaló en el sector sur de la isla, bajo dominio grecochipriota, pero al amparo, generalmente, de la bandera de Su Majestad. De los 198.000 refugiados del sur, la mayor parte son de origen turco, incluidos los prisioneros de guerra. Fue el secretario general de las Naciones Unidas, Kurt Waldheim, quien logró incluir en las conversaciones de paz entre turcos y grecochipriotas la cuestión de los refugiados, que era calamitosa. Poco a poco, las ayudas de la Cruz Roja y los organismos internacionales fueron llegando a su destino y comenzaron los primeros intercambios.
Sin embargo, a pesar del alto el fuego, el conflicto diplomático continuó con numerosos escollos, uno de los cuales era el de las transferencias de chipriotas turcos a la zona norte. Esto levantó una airada protesta de las autoridades grecochipriotas, alegando que la repatriación perjudica notablemente los intereses de los refugiados griegos, ya que los turcos recién llegados al norte ocuparán sus hogares y sus tierras, las más fértiles de la isla, que constituyen el 40% de ésta. La decisión británica de proceder a la repatriación de los turcochipriotas ha hecho crecer considerablemente la tensión, amenazando la precaria paz que a duras penas se mantiene en Chipre. Sobre todo si recordamos las declaraciones del Gobierno de Ankara el pasado septiembre, amenazando con utilizar la fuerza en caso necesario, para conseguir el traslado de los turcochipriotas al norte de la isla.
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