Jorge Fernández Díaz - lanacion.com.ar - 24/02/2024
La primera vez que aquel reportero desconocido vino a la Argentina fue en los bulliciosos años setenta. Recuerda de ese momento “esplendoroso” los círculos de personas que debatían con ardor la política en la calle Florida y la asombrosa cantidad de librerías, cines y teatros sembrados por toda la ciudad: Buenos Aires le pareció entonces mucho más potente culturalmente que Madrid. Ya con la mirada del héroe cansado, Arturo Pérez-Reverte advierte hoy algo que no terminamos de asumir: en nuestro país “ha habido un desmantelamiento cultural muy importante. Un verdadero destrozo de la educación y la cultura, y eso ha producido generaciones de argentinos menos cultos, en una nación donde la hostilidad, el caos y otros vicios no han sido templados con el sentido común, la prudencia, el conocimiento. Y ese retroceso ha dejado a las emociones y las agresividades sueltas, sin los mecanismos que las controlan y civilizan”. En una entrevista que concedió hace unos días al programa 'Reflexiones de café', el escritor y miembro de la Real Academia Española concluye: “La Argentina está siendo privada de los sistemas protectores de convivencia que la cultura hace posible; eso sí es peligroso y lleva a un lugar donde no hay vuelta atrás”.
Su declaración, cargada de pena y de extraordinario afecto por los argentinos, interviene sin quererlo en una escaramuza política cruzada por la mala fe y la mentira, y por descomunales malentendidos entre el Gobierno y la denominada “comunidad artística”: unos y otros se apuñalan a ciegas. (...) Toda esta paradoja global tiene, en la Argentina, rasgos particulares. Aquí el peronismo de izquierda se propuso hace décadas cambiar el “modelo sarmientino” de las escuelas públicas, y cuando tuvo todo el poder institucional y monetario tristemente lo consiguió: Baradel es la imagen de ese triunfo pírrico, y de la incultura y el retroceso que denunciaba Pérez-Reverte. (...) Es un contrasentido trágico emprender una batalla cultural aplicándole motosierra a la cultura. Y reducir esta discusión a una disputa de conventillo con Lali Espósito. Tanto ella como Milei se bastardean a sí mismos al hablar respectivamente de “antipatria” y “antipueblo”, y reducen a puro ruido una problemática crucial para la reconstrucción de este país postrado. Poniéndolo en términos algo maniqueos, digamos que la izquierda compró la cultura como ariete y escudo, y la derecha trató de ignorarla: juntos han logrado desmantelar esa fabulosa red de contención, civilizatoria y lúcida, que supimos tener en aquellos años de esplendor cultural y que hoy evoca con nostalgia y espanto el padre del capitán Alatriste.
https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-politica-mas-peligrosa-de-todas-nid24022024/
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