Carlos Rilova Jericó - diariovasco.com - 16/01/2023
Estas pasadas Navidades cayó en mis manos la, de momento, última novela del académico Arturo Pérez-Reverte, 'Revolución', y aunque no tenía mucha intención de leerla (pese a su tema), acabé con ella en cuestión de unos cinco días. Y es que, no duelen prendas en reconocerlo, es una magnífica (y hasta necesaria) novela histórica (aunque su autor niega que lo sea) sobre la revolución mexicana.
He leído a lo largo de los años bastante de lo que ha escrito el académico. Algunas de sus novelas me han gustado tanto como a Hollywood (que vale tanto como decir a casi todo el mundo). Por ejemplo 'El club Dumas', donde se manejó con mucha habilidad narrativa, en la misma línea que Umberto Eco en 'El péndulo de Foucault', a la que esa otra novela, 'El club Dumas', rinde un notorio homenaje. Incluyendo al propio Eco, sin nombrarlo, entre los secundarios de la trama.
Otras producciones de Pérez-Reverte, sin embargo, las he visto más bien con muy poco entusiasmo. O más bien con desazón. La del historiador que lleva trabajando desde hace décadas en archivos y que ve que esas novelas, que salían bajo el marchamo de “históricas”, están basadas en una lectura de la Historia que choca de lleno con esa materia de archivo que describe una realidad muy distinta, algo especialmente notorio en la primera obra de Pérez-Reverte, 'El húsar', o en su serie de novelas dumasianas centradas en la figura del célebre capitán Alatriste. En 'El húsar', por ejemplo, se veía un perfecto y fascinante reflejo de la “epopeya napoleónica”, pero en esa novela la nación en armas española que se alza y reorganiza de manera asombrosa (para toda Europa) en 1808, quedaba, en cambio, reducida a unas incomprensibles figuras sombrías que salen de un mundo atávico y salvaje y no de una decantada sociedad europea capaz de organizar -en medio de una invasión del corso que ha derrotado a toda Europa- unidades regulares tan brillantes como los húsares de Cantabria, los de Burgos o los de la División Iberia, que causan admiración incluso en los británicos que luchan hombro con hombro con ellos en batallas como la de Vitoria en 1813. Fallos de planteamiento estos, según parece, fruto de reminiscencias noventayochistas en el escritor cartagenero que, a medida que pasa el tiempo y aumenta la investigación histórica en España, han ido quedando cada vez más desfasadas y sin verdadero fundamento.
Eso, sin embargo, parece haberse disipado, afortunadamente, en 'Revolución', donde Arturo Pérez-Reverte ha sabido sacudirse ese oscuro manto literario del noventayochismo que, en efecto, visto desde la investigación histórica en la España de las últimas tres décadas, empezaba a resultar tan fuera de lugar como los planes de Valle-Inclán de pasearse en elefante por el centro de Madrid. Si hay algo aún de ese noventayochismo en 'Revolución' es, sin embargo, el de la mejor especie. Es decir: el de ese Pío Baroja (que cumple ahora su 150º aniversario) y sus novelas del mar, como 'La estrella del capitán Chimista' o 'Los pilotos de altura'.
Así, el autor de 'Revolución' ha llevado a sus últimas consecuencias el gran potencial que ya había demostrado hace años en otra novela, 'El tango de la Guardia Vieja', reflejando en la primera de ellas una realidad histórica contundente, sorprendente todavía -seguramente- para muchos lectores, donde los españoles juegan exactamente el papel que jugaron en la realidad histórica del año 1911 en el que comienza 'Revolución'. Esos españoles, empezando por Martín Garret Ortiz, el principal protagonista, son los que, más allá de las novelas trágicas del noventayochismo, realmente andaban por el mundo en 1911. Así, Garret es un muchacho de clase media, español pero que, como su primer apellido indica, tiene ascendencia anglosajona, algo muy común en la España del sur de la que procede, donde los consorcios hispano-británicos para la explotación agrícola y minera han sido habituales tras el fin de las guerras napoleónicas. De ahí, pues, viene el protagonista de 'Revolución', de la verdadera intrahistoria española decimonónica sobre la que Miguel de Unamuno teorizó pero que, acaso, no llegó a desarrollar bien por, precisamente, esa ceguera transitoria causada por el exagerado brillo de la artillería norteamericana en Cavite y Santiago de Cuba.
Porque, como sabemos quienes sondeamos los archivos de esa época (españoles, norteamericanos, franceses, británicos…), para hacer tesis doctorales por ejemplo, lo que realmente quedará cuando se disipa el humo del “Desastre” no es precisamente una nación hundida, como lamenta el noventayochismo. Queda, justo al contrario, una potencia que va redoblar sus esfuerzos económicos, diplomáticos, bélicos… en recuperarse de ese mazazo e intervenir en los asuntos del mundo del mismo modo en el que actúan otras potencias como Francia y Gran Bretaña que, conteniendo el aliento ante lo que Estados Unidos ha demostrado ser capaz de hacer en las Antillas y Asia -donde ellos también tienen grandes intereses-, necesitan en Europa una España recuperada y fortalecida.
Y así encontramos en 'Revolución' a un Martín Garret vestido como todo un caballero europeo de la época -con sombrero, traje de tres piezas y cuello duro- y portando bajo la chaqueta un revólver Orbea (fabricado en la prolífica industria armera guipuzcoana), que está allí para explotar las minas mexicanas junto a la frontera estadounidense. Está también allí, muchas más páginas adelante, Bernardo Cólogan, el embajador español que dirigió las operaciones en los famosos 55 días en Pekín en los que las potencias occidentales y su alumno asiático aventajado -Japón- se hicieron con el control de un imperio chino (éste sí) en irremediable decadencia y extinción. Y el Cólogan de Pérez-Reverte es un Cólogan descrito con la verdadera crudeza histórica que corresponde al personaje: un curtido diplomático europeo que marcha mano a mano con los Estados Unidos en controlar un proceso revolucionario (el mexicano) que se sale de madre, de las manos de una burguesía mexicana -europeizada a la “Belle Époque” hasta dar vahídos, como muy hábilmente reflejan muchas escenas de 'Revolución'- que considera que la miseria generada por Porfirio Díaz y la cáfila del Partido Científico es un callejón sin salida histórico que ha llevado al levantamiento en armas de peligrosos don nadies. Como ese Pancho Villa que cabalga por muchas páginas de esta novela de Pérez-Reverte y que también es retratado en toda su magnificencia y la misma brutalidad que acabará llevándolo al desastre (y a su asesinato el 20 de julio de 1923), ese momento que deja en manos de los posibilistas más moderados el proceso revolucionario. Institucionalizándolo. Tal y como quiere -por ejemplo- el rival amoroso de Martín Garret, el coronel Jacinto Córdova.
Con esas premisas Arturo Pérez-Reverte ha conseguido revivir una larga Historia de la revolución mexicana manejando con mucha habilidad referentes históricos crudos y ciertos por eso mismo (desde las palabras de un diplomático español a las fotos de las sufridas soldaderas) y toda la Literatura y el Cine donde se ha popularizado esa epopeya contemporánea, retomando la historia del Hermano Menor de 'Ragtime', de E. L. Doctorow, o la del dinamitero irlandés interpretado por James Coburn en '¡Agáchate, maldito!', de Sergio Leone, pasando por otros numerosos guiños y referencias que van desde los libros de Paco Ignacio Taibo II sobre la revolución mexicana hasta películas tan diversas como '¡Viva Villa!' y 'El hombre de Laramie', de la que Pérez-Reverte parece sacar el atuendo (una chaqueta de pana gringa, un sombrero Stetson…) con el que finalmente su protagonista se sumerge de lleno en esa revolución que lo hace protagonista, a su vez, de una Historia muy verdadera. De España, de México y de ese mundo que va a saltar en pedazos en 1914 y 1939, como bien se deja entrever, también, en 'Revolución', una novela que, por todo eso, realmente merece la pena leer.
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