Raúl del Pozo – El Mundo – 28/08/2023
"En junio de 1960 viajé a Génova para comprar un sombrero". Lo cuenta para iniciar la historia Basil Rathbone, que durante muchos años encarnó en el cine a Sherlock Holmes, y que después queda atrapado con otros en la isla de Utakos, frente a Corfú, donde se suceden tres asesinatos y le toca averiguar quiénes son los autores. El actor que tantas veces interpretó al detective es el investigador porque también la vida imita del cine, al que se le dedica gran parte del texto. En esta novela, 'El problema final', Arturo Pérez Reverte despliega tal erudición sobre novelas de detectives que juega con todos los tópicos del género, partiendo de la tesis de que el asesino no suele ser el mayordomo. El autor es el que más se divierte porque, como él mismo dice, lleva el engaño a cabo con la meticulosidad de un artista o un asesino. Aborda el crimen como una de las bellas artes, siguiendo a De Quincey.
El mejor novelista de nuestro tiempo considera que Holmes, el Quijote y los Tres Mosqueteros son los personajes más fascinantes de la literatura. Y en esta novela, como Cervantes se burlaba de los libros de caballería, Arturo vacila con las novelas de misterio, juega con el lector, con los asesinos, en un argumento de sorpresas que la policía griega es incapaz de descifrar. Es una novela trampa, con un diálogo constante, con suspense y trucos, en la que el lector tiene el papel de detective.
Hace, además, una exhibición de cinéfilo cuando dice de Greta Garbo: "Bella. Tímida. Más sensible que un sismógrafo". Cuenta que Errol Flynn, el pobre, fue un pésimo esgrimista. Describe a Monty Clift con su mirada de loco, a Brando y sus camisetas, y a Burt Lancaster, que iba a vela y a motor, preguntándose algo así como quién con cuatro copas no se ha tirado a un amigo.
En 317 páginas salen además campos de concentración, las SS, el odio, los celos y la consideración final de que el duelo de una novela policíaca no está entre el asesino y el detective, sino entre el asesino y el lector. 'El problema final' es una novela divertida, evocadora, un juego, una teoría. Un arquitecto de la fabulación, que hace trabajo de albañilería con maestría, echa a la obra año y medio de jornales. En cuanto a su pasión por el cine, se puede explicar porque Hollywood ha salvado la poesía épica, que fue la primera forma de poesía: en este caso el trote del cowboy.
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