José Manuel Gutiérrez - laopinioncoruna.es - 17/09/2025
‘Misión en París’, la octava entrega de la serie de aventuras del capitán Alatriste, trae a su autor, Arturo Pérez-Reverte, a A Coruña, para su presentación. Asegura que le ha supuesto un año de duro trabajo y que pretende saldar una deuda con los fieles seguidores de estas novelas
—Dice que ha vuelto a Alatriste porque los lectores se lo pedían.
—También me lo pedía el cuerpo, pero sobre todo han sido los lectores, que han apretado mucho últimamente.
—¿No supone eso apostar por lo fácil ante el éxito de estas novelas?
—Fácil no, era difícil, porque ha pasado mucho tiempo y Alatriste es un tono determinado, un lenguaje, una forma de contar. Es moverse por un mundo que no es el actual, en el cual hay un montón de detalles, anacronismos a evitar, registros a recuperar, por lo que no es fácil meterte en ese mundo con naturalidad. Y hacía 15 años que no lo hacía y había que recobrar una continuidad. Hay que tener en cuenta que el habla de Alatriste, por la que estoy en la Academia precisamente, es un lenguaje artificial que hice para que tuviese eficacia en el presente pero que tuviese el aroma de la lengua del XVII, y eso es trabajo. Pero hay lectores muy fieles a Alatriste, hay gente que lleva hasta tatuajes con sus frases y, además, prometí una serie de libros y no la había concluido. Al ver que habían pasado 30 años desde el primero pensé que era el momento adecuado y también hay una cosa muy importante para mí, que no sé lo que me queda porque tengo 74 años y no sé si me queda una novela o cinco.
—Alatriste es una serie de novelas de aventuras, pero no es un personaje habitual en ellas.
—Quería contar un momento fundamental de la historia de España en el que era la gran potencia del mundo. Pero también tenía su lado oscuro: la corrupción, la Inquisición, los moriscos... El franquismo contaminó nuestra historia y le marcó su sello porque todo eran glorias imperiales. No entiendes la España presente si no entiendes la anterior. Ese es el motivo por el que empiezo con Alatriste, para la generación de mi hija, que entonces tenía 12 años. Los héroes que yo había leído de pequeño eran héroes de corazón puro, no tenían oscuridades, eran perfectos. Pero he vivido una vida en la que conocí héroes de verdad y tienen lados oscuros. Tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda, les revienta Alatriste porque para unos recupero la parte luminosa de España y para otros hablo de la parte oscura que también hubo.
—Entonces ha sido atacado por los dos extremos.
—Lo cual me enorgullece mucho. Significa que Alatriste es lo que yo quería que fuera. Una cosa que aprendí en la vida se llama ecuanimidad, no equidistancia. Significa que aunque tú estés aquí, lo que hay allí te interesa. A veces te educa más el enemigo que el amigo, el villano que el bondadoso. En España nunca reconocemos virtudes en el adversario y defectos en nuestro bando. Todo eso quería romperlo, enfrentarme a eso con Alatriste. Es un héroe que al mismo tiempo mata por la espalda, es un mercenario, vive de la espada. Es un héroe de verdad, de carne y hueso. Regresar a ese personaje no ha sido fácil. Me ha llevado un año de trabajo muy duro.
—Ha sido reportero de guerra, una situación en la que se ve lo peor del ser humano.
—Y lo mejor también. Cualquiera que haya leído mis novelas se da cuenta que no hay buenos ni malos. Hay traficantes, asesinos, mercenarios, héroes, curas, todo. Un escritor es una mirada y primero la vida como lector y después la vida como reportero me ha enseñado a mirar. Yo tengo una mirada que no siempre es amable, no siempre es generosa, no siempre es alegre. Esa mirada la he dado en mis novelas. No están hechas con bibliografía, utilizo lo que la vida me dejó. Hay héroes que no puedo creerme. Hay amores, hay finales felices, cosas que no puedo creer porque he visto que no son. Soy incapaz de generar ese tipo de situaciones.
—¿Hay personajes como Alatriste en la sociedad actual?
—Alatriste como tal no, porque hoy no tiene sentido, estaría muerto o en la cárcel. Pero cuando veo los bomberos apagando un fuego sin medios y olvidados por los gobiernos, cuando veo en la pandemia a los médicos en los hospitales, al pescador que se va a Terranova para dar de comer a la familia… esos son Alatristes, son héroes. El héroe ahora es ese. Y Alatriste sirve para entender a estos héroes también. Cuando fui a la guerra la primera vez y vi muertos, me decía esto es Troya, la Ilíada, la Odisea, Jenofonte, la Anábasis. Mi intención era que Alatriste sirviera al lector moderno actual para reconocer los Alatristes en el mundo en el que vivimos.
—Dice que aún tiene libros que escribir.
—Claro, no sé lo que me queda porque tengo 74 años y las facultades van mermando. A mi edad hay que elegir y esa elección es difícil, complicada y dolorosa. No se trata de un género, se trata de historias determinadas que están conmigo. Tengo que elegir muy bien, puedo equivocarme y ya no tengo tiempo para rectificar. También es verdad que eso me mantiene muy despierto como escritor, pero el problema del escritor es cuando se duerme. No hay nada más triste que un escritor que está muerto y no lo sabe. Y hay muchos. Las novelas por escribir me permiten envejecer con más lentitud.
—Seguro que sus lectores coruñeses y gallegos le han propuesto historias de aquí para sus novelas.
—De María Pita, de la batalla de Elviña, localizaciones de la ría de Vigo, un montón de cosas, claro. Al final resulta que un lector es un amigo y yo llevo escribiendo novelas 35 años y he publicado muchas. Y hay gente que me es fiel desde el primer momento, por lo que te das cuenta de que es una responsabilidad, que es una parte con la que no contaba, un lector te crea un compromiso con él. Soy un tipo que me paso la vida intentando ser libre, pero es verdad que los lectores me atan. Lo único que me ata de verdad, que me obliga a mantener incluso cierta compostura, son los lectores. Cuando uno envejece, se descuida y si alguien te está mirando, intentas comportarte delante de ellos. Pues con los lectores ocurre lo mismo y eso te obliga a mantenerte erguido. Los lectores me obligan a envejecer con dignidad y eso está muy bien.
—No quiere ataduras pero se implica continuamente en Twitter.
—Es que es compatible. Descubrí hace tiempo que es una herramienta muy potente, que podía mandar mensajes masivos, polémicos o no, y llegar a gente a la que nunca llegaría de otra manera. Entonces decidí que iba a utilizarlo de una manera deliberada, no hago nada casual.
—Da la impresión de que se quiere meter en todos los charcos. ¿Le han aconsejado que no lo haga?
—Sí, pero me da igual porque es divertido. Sacar un tema sabiendo que se va a liar y ver cómo se lía es maravilloso porque ahí se manifiestan tanto la estupidez como la inteligencia. Ayer puse en Twitter "La Coruña" y después me senté a mirar, yo no debato en Twitter. Aprendes a despreciar al género humano y también a admirarlo. Twitter es un pulso muy bueno del estado de la humanidad. Es una herramienta muy potente pero no me siento en absoluto obligado a ella.
—¿No se cansar de ver las respuestas?
—No me cansa porque ya sé lo que hay. No cansa Twitter, cansa España, el mundo. Tengo dos millones y medio de seguidores. ¿Por qué renunciar a eso? ¿Puedo mandar un mensaje? Pues lo mando, para lo bueno y para lo malo. La estupidez humana es un espectáculo muy interesante. La estupidez humana la he descubierto con los años, no creía en ella. El ser humano cree que la estupidez es un factor lateral, pero es muy importante en las relaciones humanas y en la historia.
—Pero corre el riesgo de que le llamen provocador.
—¿Qué más me da? Quien me lleva leyendo 35 años y me ha visto antes como reportero en la guerra me conoce. Y el que no me conoce, pues que estudie. Tengo 74 años, tengo todo el pescado vendido, la casa pagada, la vida amortizada y el velero que quería tener. Ese es el gran privilegio de la edad que tengo.
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