Nerea Núñez - diariodesevilla.es - 13/09/2022
Con su encanto sin igual, Sergio Dow (Cali, 1954) llega a la capital andaluza para filmar uno de los superventas de Arturo Pérez-Reverte, 'La piel del tambor' ('The Man From Rome', en su título original). Este colombiano afincado en Chicago es un director con peso internacional que se declara amante de Sevilla y amigo del escritor de Cartagena, con quien reconoce mantener una relación de admiración absoluta. A finales de octubre, su película llegará a la cartelera española. El próximo 21 de octubre se estrena en los cines de España 'La piel del tambor', la adaptación cinematográfica del libro de nombre homónimo del autor Arturo Pérez-Reverte.
–En 'La piel del tambor' la religión es muy importante. ¿Es Latinoamérica una región con una fe católica más fuerte que España?
–Hay muchas clases de fe. La fe no solamente hay que verla en la perspectiva religiosa. Es lo que nos permite, de alguna manera, creer en algo; lo que alimenta nuestros propósitos, nuestras aspiraciones, nuestros emprendimientos, nuestras ilusiones.
–Escribió también el guion de la película.
–Sí, el guion es mío. Sin embargo, aunque la autoría sea mía, a un guion aporta mucha gente. Hoy en día es de rigor que al guionista principal lo asistan otros tantos profesionales. La dificultad de hacer un guion es oír bien. Me explico: a uno le pueden hacer algunos comentarios que, si se interpretaran literalmente, no se entenderían.
–¿Cómo es el trabajo de un director de cine?
–El director es el que, de alguna manera, coordina los esfuerzos de muchas personas. Un director de cine no es un director de orquesta, que se para frente a esta y con la batuta va marcando los tiempos. El directo de cine se asemeja más al de una orquesta de jazz, en la medida en que los distintos componentes tienen cierta libertad para improvisar dentro del tono que marca el director. Eso es lo que yo me propongo.
–¿Los directores soléis trabajar en más de un proyecto a la vez?
–Eso depende de qué director, es una decisión individual. Yo, por ejemplo, tengo que concentrarme. Lo mío con los proyectos es una obsesión, y no puedo entrar en otra obsesión hasta que salga de la anterior. No necesariamente tiene que ser una película, pero yo me enfoco totalmente. Sin embargo, la prudencia recomienda no poner todos los huevos en la misma cesta, porque las probabilidades de que un proyecto de cine no fragüe, son altas. Todo ello depende de la capacidad del director y del productor, pero incluso si ambos son muy buenos, la posibilidad de que se realice la película son del cincuenta por ciento. Si no se tiene la misma capacidad (económica, organizativa, etcétera), las posibilidades no van más allá del veinte por ciento.
–¿Cuánto hay de Pérez-Reverte en esta película?
–Arturo está muy complacido con la película, y en eso, en él, no es lo más corriente. Es un hombre exigente y pocas veces ha visto reflejado sus libros en la versiones cinematográficas. Esta parece ser una de las excepciones, y me lo hizo saber así, entre comillas: "Sergio, tú has rodado mi libro". Él dice que volvió a experimentar las mismas emociones que cuando lo escribió. Dijo, literalmente, que volvió a "experimentar lo que tuvo a la vista y en el cerebro cuando concibió la obra".
–¿Usted elige el libro, o Pérez-Reverte le elige a usted?
–Arturo no se toma ese trabajo ni tendría por qué tomárselo. Grandes directores han hecho adaptaciones de sus obras. Polanski, sin ir más lejos, adaptó 'La novena puerta'. Y en muchas de esas adaptaciones hay actores formidables. Obtener el permiso para hacer una película de Pérez-Reverte, además de estar sujeto a largas y cuidadosas negociaciones, requiere el consentimiento de Arturo. Él se puede permitir con libertad, y no son muchos los que están en esa situación privilegiada, el darle o no el beneplácito a un proyecto. Por eso yo me sentí tan halagado cuando él me expresó que le había gustado la película y lo hizo de forma tan efusiva. Se lo agradezco muchísimo y para mí, hasta el momento, es lo que ha compensado los ingentes esfuerzos y sacrificios que exige una película.
–En el prólogo del libro, cuando el autor explica que todo es ficción, aclara: “Menos el escenario, nadie podría inventarse una ciudad como Sevilla”. ¿Cuál ha sido su experiencia con la ciudad?
–Yo ya había estado en Sevilla, y a raíz de haberme interesado por el proyecto, volví. Por esta ciudad, uno sale con una cámara y, si se dispara accidentalmente, sale buena la foto. Si alguien me ofreciera venir a vivir a Sevilla, yo no titubearía. Mis sentimientos por Sevilla son viscerales, entrañables. Respiro mejor en Sevilla que en cualquier otra ciudad. Sevilla es la síntesis de la historia de la humanidad.
–¿Cómo se comulga la esencia colombiana en Sevilla desde una obra escrita por un murciano?
–La afinidad de Colombia con la provincia es muy grande. He defendido siempre que, tal vez, de los países latinoamericanos, el que tiene más contacto y afinidad cultural con Sevilla, es Colombia. No por los toreros ni los pasodobles, sino por la literatura. Los que más han estudiado el idioma han sido los colombianos. Sobre esta idea –el lenguaje– he tenido algún intercambio con Arturo. Él escribió en el último año un artículo titulado 'Sois la hostia', y hablamos en cuanto a los dialectos vernaculares entre el idioma que se podría hablar en Sevilla y en Cataluña, o en Galicia o en el País Vasco. Y coincidimos en que no hay un español o un castellano mejor, pero sí puedo ver suficientemente claro que hay castellanos más neutros o más tradicionales. El idioma evoluciona. No hay que perder de vista que Pérez-Reverte es un académico. De hecho, siempre que le escribo un correo a Arturo, empiezo a ver comas que no existen –ríe–.
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