30 abril 2023

Reseñas sobre 'Nido de piratas'

El diario 'Pueblo' y la fascinante historia de un periodismo que ya no existe

Karina Sainz Borgo - abc.es - 30/04/2023

Perros de caza, mercenarios con cámara colgada al cuello y libreta en el bolsillo, canallas y libertinos… o libertarios. Así son los periodistas que Jesús Úbeda retrata en 'Nido de piratas' (Debate), un libro coral que cuenta al lector la «fascinante historia» del diario 'Pueblo'. No hay hipérbole en el subtítulo del libro. Línea a línea, Úbeda ofrece la fotografía de un mundo poblado por seres casi mitológicos. Todo comienza en el año 1964, cuando el periódico de los sindicatos verticales se traslada al número 73 de la madrileña calle Huertas.

Dirigido por Emilio Romero, y con una tirada de más de doscientos mil ejemplares, 'Pueblo' se convirtió en la cantera, laboratorio, escuela y guarida de los pioneros de la información en una España rumbo hacia la democracia. En la redacción de 'Pueblo' todo era posible. Entre partidas de póker, botellas de whisky y una espesa nube de tabaco negro, coincidieron reporteros dispuestos a todo. Enganchados a la noticia, lo hicieron todo para publicarla primero. Rompieron todas las normas, hasta el descanso dominical de la prensa, con el viaje de Juan Carlos I al Sahara.

En las páginas de aquel periódico José María García entrevistaba a Bernabéu un día y a Raphael otro; Raúl del Pozo escribía desde Argentina en marzo del 71 y en diciembre se recorría La Mancha con Juan Pla para escribir un reportaje inspirado en el 'Quijote'; Raúl Cancio fotografiaba a Nixon; Rosa Villacastín recorría Marbella en minifalda tras los pasos de Audrey Hepburn y un jovencísimo Arturo Pérez-Reverte pasaba de cortar teletipos en Nacional a iniciar su carrera como corresponsal.

Contado con precisión, humor y un respeto reverencial, Jesús Úbeda escribe con las ganas de quien hubiese querido ser uno de aquellos piratas. Como ya lo hizo en 'No le des más whisky a la perrita', aquellas deliciosas memorias de Raúl del Pozo, aquí Úbeda va de personaje en personaje hasta construir una historia sabrosa, divertida, canalla la mayoría de las veces y definitivamente necesario. Úbeda cuenta un mundo que ya no existe, una España ya no existe, una profesión que ya no existe.

En la redacción del diario 'Pueblo' todo era aventura y abordaje. Ante el folio en blanco de sus máquinas Olivetti, para los reporteros de aquel diario el mundo era inédito. Úbeda recurre a sus recuerdos, anécdotas y palabras de sus plumillas, pero también de los testigos directos de aquella nave fascinante: abogados, curas, peluqueros, fotógrafos…

Sucesos era el territorio más salvaje, libérrimo y atrevido del diario 'Pueblo'. Los métodos heterodoxos de sus redactores, su ética laxa y su lógica mercenaria eran el ejemplo de su voracidad periodística. Julio Camarero, cuenta Úbeda, fichó por 'Pueblo' al poco de cumplir la mayoría de edad. Llegó a ser jefe y corresponsal en Uruguay, pero fue en la sección de sucesos donde consolidó su firma. Hizo de todo por una exclusiva: hacerse pasar por policía para robar las fotos del difunto y sus familiares, además de cortarle el paso a cualquier otro reportero que pudiera adelantársele. "No deje pasar a los periodistas, que lo dejan todo perdido", advertía a los familiares. Era especialista en hacer llorar a las viudas para publicarlas en la portada, también un experto en fotografiar cadáveres, trozos de vísceras. Cuanta más casquería, mejor.

Hicieron su agosto en el diario 'Pueblo', cuando Felipe Navarro, conocido como Yale, contó que el paciente del trasplante de corazón a cargo del yerno de Franco, Cristóbal Martínez-Bordiú, había muerto. Trabajaban día y noche. Su vida era el periódico. Lo primero que Vasco Cardoso Lourinho, por entonces redactor de Sucesos de la sección que comandaba Manuel Marlasca Cosme, le dijo a Rosa Villacastín cuando esta se incorporó: «Vas a aprender periodismo. Pero una cosa te digo: aquí no se puede poner malo nadie. Si quieres vacaciones, no las vas a tener Eso sí, si vas a follar, tendrás todos los días que quieras».

«Hacíamos una vida nocturna muy golfa, porque el periódico se prestaba», explica Arturo Pérez-Reverte. Cierres maratónicos, jornadas de trabajo que podían durar hasta las cuatro de la mañana y que acababan siempre en la peregrinación por bares, tablaos, whiskerías y otros sitios donde la juerga seguía. Bebían y escribían como si ni hubiese mañana. Aquel periodismo desaforado, libérrimo y canalla daba exclusivas, reventaba los quioscos.

Las noches de cobro, se organizaba en la sede de 'Pueblo' una timba. Cuenta Raúl Cancio a Úbeda cómo corría el dinero en aquellas jornadas de juego en las que disparaban el PIB de Escocia dándole al whisky. Manu Marlasca aprendió qué era una escalera de color en Huertas, 73. «Me enseñaron a jugar al póker ahí, en el laboratorio fotográfico. Raúl del Pozo tenía fama de ser un verdadero maestro de aquello. Recuerdo los puros, el olor a puro. Lo tengo en el puto cerebelo».

'Pueblo' se confeccionaba por la noche. Había dos redacciones, una que trabajaba a altísimas horas y otra que lo hacía por la mañana. También había dos turnos para los subdirectores: uno de ocho de la mañana a ocho de la tarde, el otro de ocho de la tarde a ocho de la mañana. El periódico se hacía con 24, 36 o 48 páginas, en pliegos grandes.

«Sobre la una o las dos de la madrugada, cuando él quería , venía don Emilio al periódico. Lo primero que hacía era despachar con el subdirector de turno. Con nadie más. A los famosos los veía después», cuenta Julio Merino sobre unos tiempos de cierre hoy impensables. En 'Pueblo' todo era posible, siempre que alguien estuviese dispuesto. Siendo apenas una aprendiz, Rosa Villacastín hizo Sucesos, Provincias, Laboral y Nacional

Este puede que sea uno de los capítulos más interesantes, entre otras cosas, por la diferencia de opiniones. «En aquel momento ningún periódico español, ni 'Informaciones' ni 'El País' cuando salió, tenía tantas mujeres como 'Pueblo', incluso antes de la democracia. Y sí, se decían cosas muy bestias, machistas en el sentido de la dialéctica y las maneras, pero las tías tenían el mismo nivel que los tíos, trabajaban y firmaban igual. Y eran tan duras como nosotros. Juana Biarnés, Carmen Rigalt, Julia Navarro, Queca o Rosa Villacastín no se achantaban, eran muy duras», dice Arturo Pérez Reverte.

Así como Cristina Buhigas, y Julio Merino aseguran que las mujeres tenían poder y estaban representadas en la redacción en condiciones similares a los hombres, Julia Navarro discrepa: «La redacción era bastante machista, como la sociedad de la época, pero tampoco quiero juzgar el pasado con ojos del presente. Sería absolutamente ridículo». Julia Navarro, hija de Yale, comenzó su carrera en 'Pueblo', comenzó haciendo información de corazón, pasó luego a trabajar fuentes más serias, como Educación y acabó en política. «Mi primera gran oportunidad llegó con la preparación de las primeras elecciones», explica a Úbeda en ocasión de la entrevista que hizo a Felipe González cuando este se encontraba aún en la clandestinidad. Contado por Úbeda, el diario 'Pueblo' parece una galaxia, un mundo extinto, deliciosamente incorrecto, delirante. La foto fija de un tiempo en el que todo estaba por construirse.

https://www.abc.es/cultura/diario-pueblo-fascinante-historia-periodismo-existe-20230430180158-nt.html

El novelesco diario ‘Pueblo’

Sergio Vila-Sanjuán - lavanguardia.com  - 06/05/2023

Los buenos libros de periodistas suelen aportar un saco de anécdotas. 'Los imperfeccionistas', de Tom Rachman o 'Historias de la canallesca', de Màrius Carol muestran hasta qué punto lo anecdótico puede sustentar una reflexión de calado sobre el oficio informativo. Lo mismo ocurre con la recién aparecida y muy novelesca obra de no-ficción 'Nido de piratas: La fascinante historia del diario Pueblo (1965-1984)', que publica en editorial Debate Jesús Fernández Ubeda, firma habitual en Zenda y Libertad Digital: tras un formidable acopio de pequeñas historias brinda un panorama de un medio y una época que divierte y sorprende, y da mucho que pensar.

'Pueblo' era el diario de la organización sindical española, y por tanto crecido y consolidado como uno de los rotativos oficiales del régimen franquista. Bajo la batuta de Emilio Romero, abre en los años 60 una línea de periodismo popular y combativo, muy abocado a los temas de interés humano y a las grandes exclusivas, sin abandonar un espacio para el columnismo político, atento a las esencias del franquismo pero también buscando sus límites.

Mi padre, que visitó algunas veces el edificio, siempre comentaba la peculiaridad de su ascensor, una caja de subida y bajada sin puertas que no se detenía nunca y de la que había que saltar en marcha al llegar al piso requerido. Descubro en 'Nido de piratas' que le llamaban “el paternóster”: al principio atemorizaba a los neófitos, como lo hizo con mi progenitor, pero al poco tiempo la gente se acostumbraba y saltaba como si tal cosa. Hubo alguna caída y finalmente tuvieron que retirarlo por motivos de seguridad.

El periodista de sucesos Julio Camarero viaja hasta Dallas para entrevistar, sin saber inglés, al condenado Ceryl Chessman en el corredor de la muerte. Tico Medina se camufla de médico para entrar en la clínica donde realiza su fallido trasplante de corazón el marqués de Villaverde; Medina también presta su hombro al papa Pablo VI para evitar que se caiga, y experimenta con LSD bajo control médico. Raúl del Pozo y el fotógrafo Raúl Cancio se “disfrazan” de hippies para cubrir el festival de Wight, a donde habían llegado con traje y corbata. José María García, descubridor de Urtain, el morrosko de Cestona, aparca temporalmente el periodismo deportivo que le ha llevado a las Olimpiadas de México para relatar desde primera fila la matanza de la plaza de las Tres Culturas; el cura Aradillas se la juega semana tras semana con su información postconciliar; los críticos taurinos Alfonso Navalón y Mariví Romero, hija del director, están permanentemente a la greña...

Jesús Fernández Úbeda, que nació cinco años después del cierre de 'Pueblo' en 1984, ha realizado un muy documentado trabajo, con decenas de entrevistas a los supervivientes. La empatía le lleva a alguna exageración: aunque en 1975 Pueblo vendiera 220.000 ejemplares no era “el diario mas influyente de España”. No podía serlo: lo eran entonces algunos diarios de propiedad privada de enfoque menos popular, que sin embargo tiraban más ejemplares y además no estaban tan sujetos, al menos no tan directamente, a las arbitrariedades del poder.

El personaje de Emilio Romero, el Director (hubo otros pero él es la figura decisiva) tiene luces y muchas sombras. Queda claro que fue un gran potenciador de talentos, protector de los suyos -incluidos los de izquierdas-  y favoreció un periodismo vibrante, sin tener que rendir cuentas económicas: supo navegar con mucha intuición y no pocas marrullerías por las turbulentas aguas del franquismo. No queda claro si su caída fue por sugerencia de Suárez o del aún príncipe Juan Carlos. En lo personal, su fórmula de intercambiar promoción periodística por sexo con folklóricas, según atestigua un subordinado, dibuja la siniestra figura de un depredador.

Aunque llegó a contar con 17 ediciones provinciales, en Catalunya este diario nunca arraigó. Baltasar Porcel, que fue conferenciante en el club Pueblo –creado por Romero para fomentar el debate bajo su tutela y atraer gente importante a su órbita- cargaba poco después de su charla contra el director por "centralista", en uno de sus artículos.

Aquella era una redacción, como apuntábamos, novelesca, sin duda con mucha pasión por el oficio. Con episodios broncos y trifulcas pistola en mano o tijeras en el aire, atemperadas por el conserje Paco el Pata. Con mucha noche -era un vespertino-, timbas y juergas. A medio camino entre la 'Primera plana' de Billy Wilder y una película picaresca de Pedro Lazaga. De 'Pueblo' surge una cantera de conocidos informadores que revalidarían en otros medios su trayectoria: Yale, Antonio D. Olano, Felipe Mellizo, José Luis Balbín, José Maria Carrascal, Jesús Hermida, Rosa Villacastín, Carmen Rigalt…; fotógrafos como César Lucas, Juana Biarnés o Queca Campillo. Una célebre novelista, Julia Navarro; un reputado escritor de viajes, Javier Reverte. 

Y la figura mayor de Arturo Pérez-Reverte, prologuista, fuente clave y sospecho que uno de los inspiradores de este libro. “Yo quería mucho a ese periódico”, manifiesta a Úbeda. Al impulsivo veinteañero que esquiva a Romero, su whiskería y su club social, que desaparece durante meses en el Sahara o Eritrea, volviendo con disentería e informaciones increíbles, 'Pueblo' le brinda el acceso inicial a una mochila de experiencias que, reelaboradas y trascendiendo la anécdota, contribuirían a hacer de él un gran escritor español.

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Jesús Úbeda prende fuego al golfo aquelarre

Diego Medrano - elimparcial - 10/05/2023

Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989), periodista de Zenda y Libertad Digital, precario y despeinado, consigue hazaña de muchos voltios tras pegar el olfato sabueso a la acera y seguir a los golfos de la vida por la letra hasta el mismo infierno: 'Nido de piratas: La fascinante historia del diario 'Pueblo'' (Debate Editorial). Redacciones con olor a coño y naipe viejo, redacciones con humo azul y teclas duras, redacciones al calor de timbas y botellas de whisky por los cajones, redacciones de ojeras que cantan y braguetas que no se están quietas. El veneno del oficio hecho ceniza y brasa.

Cuando Arturo Pérez-Reverte llega al célebre antro de la calle Huertas, Raúl Cancio le dice a Manolo Marlasca: "Manolo, ¿ya has conocido a tu padre?". "Sí, estaba en la cama con tu madre", responde Marlasca. Cuando Arturo Pérez-Reverte, flaco y educado, llega a 'Pueblo', el mismo Cancio se acerca al abogado Jesús Alfaro, y pronto pinta el lienzo: "Perdón, ¿es usted el nuevo letrado?". "Sí, sí, soy el nuevo letrado". "Tengo una consulta". "Por supuesto, dígame". Se agarra entonces los huevos y le pregunta: "¿Usted cree que con esto puedo ser monja?". Al mismo tiempo, un poco más lejos, Marlasca, mientras se saca la polla: "Marinero, tú que sabes de la mar, ¿es esto pulpo o calamar?".

Redacciones con whiskería, donde acude la pomada y las folclóricas, todas las putas de Emilio Romero, algunas empleadas, aquellas que en el libro de Amibilia lloraban porque llegaban flores, y otra vez flores, y yo no quiero flores, y por qué vienen flores, y otra vez flores, hasta que la incógnita se resolvía de un martillazo: "¡Cuando hay flores no hay joya!". Redacciones de donde el propio Reverte, prologuista, entró panoli y salió tiburón de redacción, entró limpio y salió sucio, entro novato y salió veterano. En otro rato Reverte llena la redacción de brasileñas, hasta que el director le cita al día siguiente tempranito: "Me han dicho que es usted propenso a la macumba". "Bueno, no sé, yo...". Tal. "Que sea la última vez que conviertes el periódico en una casa de putas". "No, director, no eran putas". "La última vez. Puerta".

Periodistas capaces de disfrazarse de médico para entrar en un hospital, bata blanca y estetoscopio, periodistas capaces de vestirse de monja para acceder a un funeral, periodistas cojos y lisiados, periodistas capaces de vender televisiones que salían de dar el palo en grandes almacenes, periodistas hundidos en la tecla dura y el alba despejado, periodistas que cobraban en crudo, seis u ocho mil pelas, mil para mí y el resto para casa. La vida por la letra no conoce horarios, Emilio Romero coge un diario del Movimiento, de los Sindicatos Verticales, y lo llena de rojos y de golfos y de todo el apetito santo por el idioma, y de la vida auténtica cercana a las perores alcantarillas. A todos enseña la percha, lo primero el titular, y lo segundo que la noticia sea propia, exclusiva, no venga de agencia u otro lado. Que la realidad no te estropee ningún buen reportaje. No cojas el teléfono, tronco, porque seguro es una noticia. Mucho tapete, burle y hielo duro, los maestros transparentes por la ginebra, la noche igual al día, tecla y Olivetti, sudor y laburo, amor y humor.

Sigue Reverte, libro adentro: "En esa época, en ese Madrid, un periódico terminaba a las cuatro de la mañana. ¿Qué hacías a las cuatro de la mañana? No te ibas a tu casa a dormir. Te ibas a Long Play, a Oliver, a Las Brujas, a un tablao, a tomar una copa con toda la golfería y todo el puterío. Ese ambiente atraía a mucha, mucha gente. Luego estaban los bares de alrededor. Cervecería El Diario, Huertas 69, decorado con portadas mohosas de tiempos amarillos y esquinas rotas. Casa Salvador, calle de la Alameda, llamado por los de 'Pueblo' Gloria Bendita: Tengo unas judías, un filete, unos huevos fritos… que son gloria bendita”. El Rábano, almuerzo por ocho pesetas: “Una sopa con la que se lavaban los pies los camareros y por eso tenía ese color”. La Dolores, donde Juan Luis Cebrián comía de primero melón con jamón, y de segundo melón con jamón: “El melón estaba fresquito y el jamón no era malo”). El Guarro, frente al periódico: “Era un bar bastante sucio, de barrio, con una barra y ya está. Estabas allí bajando continuamente con unos y otros”. La Pachanga, calle Reina, donde la Brigada Política Social regalaba hostias frescas. “Era una vida cojonuda si sabías lo que tenías que hacer”. Dedos rápidos, mirada rápida, pasos humeantes.

Jesús Fernández Úbeda, quemado en hemerotecas y vidrios rotos, nos trae el oro líquido que fue plomo y linotipia, vida en llamas en el telón de boca, huracanas al oído, cosquilleo en el ombligo, picores donde el niqui pide bohemias. Raúl del Pozo, Rosa Villacastín, Carmen Rigalt, Hermida, José María García, Tico Medina, etc. Ellos inventaron el periodismo moderno sin tener ni maldita idea. Bucaneros que, desde galeras, insinúa Raúl del Pozo con su risa de conejo y amor por los compañeros, se mataban por salir en primera página. Honrados mercenarios, en el decir de Reverte: “Su adversario siempre fue la Autoridad, bajo cualquiera de sus formas, y con ella se echaban un pulso diario. La objetividad les daba mucha risa, y jamás la estricta realidad les estropeó un reportaje. En cuanto a la popularidad, les importaba un carajo salvo por el dinero que podía producir. Eran honrados mercenarios de la noticia, capaces de vender la virginidad de su hermana por una exclusiva pero leales hasta la muerte a sus amigos y al periódico, a la cabecera que les daba de comer”. Obreros de las palabras: dedos comidos por la tinta, sablazos, tragos, la vida bebida a chorros y quemada cada día en el plomo de las linotipias, golfos, puteros, tahúres, escépticos, resabiados, guerrilleros siempre de la noticia, porque se vive y muere por el periódico, que a su vez da y quita la vida toda. Amén. Así sea.

https://www.elimparcial.es/noticia/254075/opinion/jesus-ubeda-prende-fuego-al-golfo-aquelarre.html

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