15 enero 2025

Aquella conferencia en el Planetario de Pamplona

Javier Ancín - okdiario.com - 15/01/2025

A mí los planetas, salvo el grupo musical, me han dado un poco lo mismo. Me agobio con la inmensidad de la tontuna humana aquí en la Tierra, como para tratar de comprender lo que hay ahí fuera, en el espacio: ese lugar inabarcable lleno de lucecitas que no tiene sentido alguno que esté ahí -¿por qué existe?-.

Pero eso no siempre fue así. Yo también fui niño que fantaseaba con aventuras y viajes, e incluso joven, y aunque descreído, no recuerdo haber creído nunca en nada, siempre quise mirar, como un francotirador desde su puesto solitario, como un astrónomo tras su telescopio, el tiempo que me había tocado vivir. El arranque de todo eso tiene bastante que ver con una conferencia en la que me colé con 16 años más o menos en el Planetario de Pamplona.

Pensaba un poco en esto viendo desde el coche la columna de humo, una chimenea perfecta, tú, que salía ayer de la cúpula de ese edificio, que cuando eres adolescente, hierve en ti un montón de nuevas sensaciones, ideas, expectativas, visiones, párrafos, tebeos, escenas de películas, estrofas de canciones que no sabes cómo canalizar. Hasta que encuentras un modelo que te sirve, una figura en la que te fijas, una persona en la que cristaliza todo eso a lo que no sabes ponerle nombre o dimensión o profesión o voz o mirada. O simplemente una forma de estar en el mundo, sin más, en la que por fin te sientes acompañado. Constatas que no eres tan raro como piensas que eres cuando dejas de ser niño y no comienzas aún a ser adulto, y eso tranquiliza mucho.

A mí eso me pasó con el Pérez-Reverte reportero en Irak y luego en Bosnia, cuando todavía no era un escritor profesional pero estaba dejando ser un periodista. Me gustan esas fronteras existenciales un poco por eso: siempre he vivido en ellas, nunca he sido lo que ya estoy dejando de ser.

El caso es que con 15 años, ese tío que habla de los Tintines que leo me gusta, me sirve, voy a fijarme en él. Y le fui siguiendo la pista, sobre todo desde que le escuché en aquella conferencia en el Planetario de Pamplona. Me gustó tanto aquello que a falta de guerras a las que ir (tampoco hubiera tenido valor si llegó a tener la edad), me escapaba a la tercera cerveza de los bares en los que estaba con mi cuadrilla y me metía a mirar, en primera línea, las broncas entre policías y etarrillas de la Pamplona de los 90.

En medio de las hostias, recortado solitario en algún portal, con un cigarro encendido creyéndome Márquez con su betacam al hombro, jugaba a ser reportero imaginario. Veía pelotazos, cohetes, pedradas y cócteles incendiarios. Cuando tocaba correr pisando cristales rotos por el suelo me creía en 'Territorio comanche', ese libro que es el que más veces he leído de mi vida, y que contiene la frase que ha guiado todo lo que escribo: "Aquí una bomba, aquí un muerto, aquí un hijo de la gran puta".

Un poco por todo eso me dio pena ver el Planetario en llamas, como ardió la biblioteca de Sarajevo en aquellas piezas del telediario de hace más de 30 años que Pérez-Reverte nos metía en nuestras casas. Los caminos de las estrellas, como los de los hombres, son inescrutables. Que lo reconstruyan pronto. Donde hay cultura siempre hay un chalado al que le viene bien, siempre hay un perdido al que le ayuda a estarlo menos. Y eso es todo.

https://navarra.okdiario.com/opinion/javier-ancin/conferencia-planetario-pamplona-incendio-reconstruccion/20250115102136577749.html

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