Antonio Costa Gómez - Galicia é - 23/01/2025
El hombre es un bailarín profesional de tango en Buenos Aires. Saca a bailar a la mujer en Buenos Aires delante de su marido y les enseña el tango de los orígenes portuarios, no el sofisticado que vino después. Y los lleva sitios patibularios con peligro de su vida. Y luego a sitios con sexo en grupo donde el marido burgués se estremece y la mujer es traviesa.
Veinte años después, o algo así, el hombre y la mujer se encuentran en Niza. El hombre ahora es chófer de un empresario y se dedica al espionaje. Lo tientan los dos bandos de la Guerra Civil Española y conoce las miserias de ambos. Lo que más me gusta de Reverte es que muestra la vida y se salta las ideologías por el forro. La vida es lo que es y se deja de mandangas y predicaciones. Y los supuestos buenos, que te salvan torturándote, son tan buenos como los malos. Y en medio está la mujer otra vez.
Otros veinte años después, o algo así, encuentra a la mujer en Sorrento. Ahora él es detective y la mujer tiene un hijo que es campeón del mundo de ajedrez. Y se enfrenta en un campeonato con el ajedrecista soviético. Y los campeones se espían. El protagonista espía a los soviéticos por hacer un favor a su antigua amante y casi pierde la vida en el intento. No pide agradecimiento pero no la traiciona. De manera retorcida, los dos se aman. Tienen sexo meteórico y salvaje pero se aman, aunque no quieren decirlo. Y lo dicen con expresiones más allá de sí mismas.
Los escritores académicos me dicen: "No cuentes el argumento de las novelas". Quieren que haga diagramas y flechas, que lo reduzca todo a fórmulas de manera científica. Y así pretenden conocer mejor lo que convierten en un cadáver. Pero el argumento también muestra la atmósfera de una novela. Y los temas que se plantean.
Pero lo que más me convence de Reverte es tal vez el estilo. Al principio creí que no tenía estilo, que lo suyo era puro periodismo. En los años ochenta, cuando mi tío de Lugo lo leía con mucho interés, yo le decía que era muy comercial. Son gilipolleces que he tenido en mi vida. Pero el estilo no es poner adornos, es tener una personalidad propia al usar el lenguaje. El estilo muestra el espíritu de alguien, igual que los gestos o las miradas. Y Reverte tiene un estilo lleno de fuerza y de garra. Algo contundente pero con sutilezas renuentes que te convence del todo. Incluso sus tacos le dan fuerza y expresividad y no los usa de cualquier manera. Pero sus frases cortantes y recias dan en el clavo y cortan la carne de una forma tan lúcida.
'El tango de la Guardia Vieja' me trajo recuerdos personales, conecté con él también de ese modo. También yo vi en Buenos Aires el contraste entre el tango popular y drástico y el sofisticado de Astor Piazzola y los otros. Vi 'María de Buenos Aires' pero también vi tango en las calles de San Telmo. Una mujer saltaba hacia el hombre a través de toda la plaza Dorrego y luego frenaba en seco y se torcía.
Yo también estuve en La Boca junto al riachuelo contaminado y las tabernas cutres y los puentes de hierro oxidados. Vi aquel barrio donde tenías que mirar a los lados, la calle hundida donde no usaban pañuelos de seda. Y también estuve en el golfo de Nápoles. Reverte muestra Sorrento y yo estaba en Capri mirando la misma Nápoles canalla. Y también estuve en Niza, donde coincidían los aristócratas rusos con los poetas desgarrados y obreristas como César Vallejo. Y los dos bandos de la Guerra Civil Española. Y esa composición de lugares también la traza Reverte como otro vértigo. Al final me ha convencido del todo. Yo también se lo digo a Reverte sin palabras melifluas: me has convencido, carajo.
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