Pueblo, 6 de agosto de 1975
[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]
En el Sahara están soplando malos vientos para el PUNS. Los esfuerzos que desde hace meses viene desplegando el Partido de Unión Nacional parecen encontrar el camino sembrado de obstáculos. Los punsistas se enfrentan ahora con una situación grave, situación que podría determinar, en breve plazo, la desaparición del partido o quizá un cambio en sus orientaciones, lo que podría trastornar por completo el actual panorama político del territorio.
Existen, en primer término, una serie de factores que lastran considerablemente el progreso político del Partido de Unión Saharaui. Su salud económica, que nunca ha sido demasiado boyante, se encuentra ahora en estado crítico. Por otra parte, los punsistas se lamentan con frecuencia de la falta de puestos de trabajo y el copo que, a su juicio, ha hecho de éstos el Frente Polisario. Finalmente, su papel minoritario y la escasez de elementos cualificados hacen que el PUNS cuente con un número de cuadros dirigentes reducido, insuficiente para desempeñar eficazmente su acción política.
Sin embargo, estos problemas, a pesar de ser graves, son secundarios cuando se considera la misma situación politica del partido. Fieles a su consigna de postura pacífica y decididos а no repetir los graves errores del 6 de junio (el famoso "pogrom" de polisarios), los dirigentes del PUNS evitan cuidadosamente los enfrentamientos de la población saharaui y se proclaman dispuestos a un entendimiento con el Frente Popular que ponga fin a este sordo forcejeo político y permita a los nativos encarar unidos la independencia del territorio. El Frente Polisario, sin embargo, fiel también a su idea de "no pactar con el colonialismo", continúa negándose а cualquier entendimiento, mientras que en la sombra Argelia mantiene su presión sobre el Frente, prohibiéndole, por su parte, pactar con España o con el PUNS.
El resultado de todo esto es que el PUNS continúa recibiendo bofetadas en ambas mejillas, bofetadas a las que no puede responder, en primer lugar, por lo que los punsistas califican de principios ideológicos; en segundo término, porque lanzarse de nuevo a una lucha abierta con el Polisario le haría salir de la legalidad en la que, como partido reconocido por Espana, ha procurado moverse hasta ahora. Finalmente, y quizá no sea el aspecto más desdeñable, el PUNS no combate al Polisario con sus mismas armas porque carece de ellas, porque lo que podríamos llamar su capacidad ofensiva es nula por el momento. Pero el Polisario está organizado, pertrechado y respaldado por Argelia. Además, no está en la legalidad, lo que, aunque parezca pаradójico, le permite lujos que al PUNS están vedados.
En las últimas semanas, en las filas del partido de Unión Nacional se han producido varias desapariciones, siendo la última, el pasado viernes, de un destacado militante punsista. Los miembros del partido tienen la certeza de que todos los desaparecidos fueron secuestrados por el Frente Polisario, que prosigue entre bastidores la lucha contra su rival. Los secuestros, las amenazas de bombas, los todavía recientes muertos saharauis que se atribuyen al Frente Polisario, están sembrando la incertidumbre en las filas del PUNS, y algunos de sus miembros comienzan a manifestar quejas por lo que ellos consideran falta de seguridad para su partido en el territorio. Y no falta quien opina que el apoyo moral de España al PUNS ha disminuido sensiblemente desde su institución.
Así las cosas, el congreso que el partido de Unión Nacional celebrará el próximo día 16 adquiere singular importancia. En él se va a debatir la grave situación, decidiendo sobre la continuidad o la desaparición del partido. Si se acuerda la última opción, el PUNS habrá terminado sin pena ni gloria y, según propia confesión, algunos de sus afiliados podrían hacer de tripas corazón con sus principios ideológicos y, anteponiendo la independencia а los matices, se pasarían a las filas del Frente Polisario.
Pero donde verdaderamente la cuestión se vuelve peliaguda, si el PUNS decide continuar su acción política, es en qué nuevos términos va a ser planteada ésta. Porque lo que resulta indudable es que el partido se disolverá por sí sólo si permanece en el punto muerto actual. Si se descarta la disgregación voluntaria, el PUNS podría mantenerse con un mayor apoyo de España, especialmente en el campo económico. Pero esto significaría asumir la tutela de un partido al que hasta ahora el Gobierno, según se ha manifestado en repetidas ocasiones, sólo ha autorizado su creación, legalizándolo, sin intervenir para nada en el desarrollo ni en la actividad política de éste. Semejante cambio de actitud del Gobierno, que sostendría al partido hasta su mayoría de edad, va a ser, según algunos dirigentes punsistas, muy difícil de conseguir. Una cosa es autorizar un partido político y otra muy distinta subvencionarlo.
¿Qué queda, entonces, si se llega a descartar también esta vía? No faltan alusiones a otra posibilidad desesperada, que podría llegar a plantearse también en el congreso del día 16. El planteamiento es simple en apariencia, pero sus consecuencias podrían trastocar muy gravemente la situación en el territorio. Si el PUNS, dentro de la legalidad, no consigue nada, si la mayor fuerza del Polisario radica precisamente en las demostraciones de fuerza, en su línea dura y en su lucha contra España, el partido de Unión Nacional puede sentir la tentación de pasar también a la ilegalidad, adoptando una postura de oposición abierta que le hiciese ganar puntos a los ojos de la роblación saharaui, hasta ahora deslumbrada en buena parte por la imagen guerrera que el Polisario mantiene en exclusiva.
Sin embargo, también esta opción es muy difícil de conseguir por el PUNS. Las razones son innumerables, pero hay algunas cuyo peso es decisivo. Para convertirse en partido ilegal», dentro o fuera del territorio, el PUNS necesitaría una serie de bazas que no posee y cuyo logro aparece casi como imposible: un ala militar, buenos asesores... Todo ello, es cierto, puede conseguirse con dinero; pero se da la circunstancia de que el PUNS no tiene un céntimo. Cuando no hay dinero, entonces hay que buscarse un padrino. Argelia ya tiene al Polisario, y mucho habría de cambiar el PUNS para que ésta aceptase cobijarle en su seno. ¿Libia? Difícil. Mauritania, aunque quisiera no podría. Marruecos sí se haría cargo de la cuenta de gastos con mucho gusto, pero eso sería vender el alma al diablo con la seguridad absoluta de perderla.
¿Qué es lo que queda entonces? La respuesta parece obvia: absolutamente nada. El PUNS, a menos que se haga el milagro, se encuentra en un callejón sin salida. Y lo sabe.
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