16 febrero 2025

Las tres vidas de la Reina del Sur: La saga del narco femenino en Puebla

Óscar Balderas - Milenio - 16/02/2025

El servicio funerario del 27 de mayo de 2018, en los velatorios del IMSS en el panteón La Piedad, en Puebla, fue un evento surreal, incluso para los estándares de un país con 19 años de “guerra” contra el narco: decenas rezaban a una cabeza decapitada. El ataúd estaba ocupado sólo por la testa de Alan Josué Bedolla que sus asesinos abandonaron en la calle; el resto del joven de 23 años, su cuerpo delgado y atlético, seguía sin ser localizado. Al saber que en México las desapariciones pueden prolongarse hasta la eternidad, su familia decidió velarlo sin tronco ni extremidades. “Ya aparecerá el resto”, dijo su tío a los periodistas locales. “Lo importante es darle sepultura a su cabecita para que su alma descanse”.

Los ruegos de que Alan Josué no hubiera sufrido durante su cautiverio se repitieron tantas veces, entre los asistentes, como las ansias de que su cuerpo apareciera pronto. Su madre, una veterana enfermera, clamaba que si Dios no la dejaba enterrar completo a su hijo, prefería morir de inmediato. Cinco días más tarde, sus oraciones fueron atendidas. El 1 de junio, dentro de una bolsa negra en la entrada de San Juan Tianguismanalco en el municipio poblano de Atlixco, agentes ministeriales hallaron un cuerpo en avanzado estado de descomposición… sin cabeza. Los tatuajes y la ropa confirmaron que se trataba del joven que soñaba con ser piloto profesional de motocicletas. Las autoridades poblanas habían llegado hasta esos restos gracias a la confesión de una persona recién arrestada, la misma que había ordenado y operado el asesinato de Alan Josué: Liliana Hernández, quien se llamaba a sí misma la Reina del Sur.

Los policías estatales no lo podrían imaginar, pero en los años siguientes encontrarán a otras “reinas del sur” en Puebla. Una racha de imitadoras del mote de Sandra Ávila Beltrán, la Reina del Pacífico, que desataría una ola homicida en uno de los estados más conservadores y supuestamente más seguros de México. Todo para emular su fama criminal.

Sandra Ávila Beltrán, hoy de 64 años, es probablemente la narcotraficante más famosa en el país. Sobrina de Miguel Ángel Félix Gallardo, fundador del Cártel de Guadalajara; prima de los hermanos Beltrán Leyva; y esposa de dos importantes comandantes policiacos que trabajaron para el crimen organizado en Baja California y Ciudad de México; dedicó sus primeros 47 años de vida a construir una carrera criminal que no necesitara de tíos, primos y esposos para sobresalir por sí misma.

En los tiempos en que las mujeres en el narcotráfico sólo destacaban por ser esposas trofeo, novias despampanantes o cuidadoras abnegadas, Ávila Beltrán creó una categoría propia como la líder de temibles y hábiles traficantes de cocaína que tenían tratos en México con el Cártel de Sinaloa y en Colombia con el Cártel del Norte del Valle. Admirada y repudiada por igual, aprovechó su linaje, belleza y astucia para convertirse en un ícono del crimen organizado, alejada de los roles tradicionales de género. Su auge en la década de los noventa, su arresto en 2007 y su reinvención en 2015 como una mujer libre ha tenido un impacto en la cultura pop que sólo es comparable con Pablo Escobar: su vida inspiró [sic] al escritor Arturo Pérez-Reverte para escribir su novela ‘La Reina del Sur’ (2002) que luego fue la base de una serie homónima protagonizada por la actriz Kate del Castillo, el sueño frustrado del Chapo Guzmán. Musa de grupos como Los Tigres del Norte y de cantantes como Lupillo Rivera, ha sido interpretada en decenas de videohomes por mujeres que imitan sus movimientos de ‘femme fatal’ y que desean ser como ella, antes y ahora, quien se ha convertido en una influencer de Instagram y TikTok. Esa idolatría ha llegado al punto de que otras criminales quieren apropiarse de su alias usando la violencia extrema. Es el caso de sus clones que surgieron entre 2018 y 2020 en Puebla.

A Liliana 'N' se le identificó como líder de una banda dedicada al robo de combustible así como a una serie de homicidios en la capital poblana. Una semana antes del asesinato de Alan Josué Bedolla, las autoridades poblanas ya buscaban a una imitadora del mote de Sandra Ávila Beltrán. El alias apareció en el radar cuando tres policías hallaron el cadáver de un hombre que era devorado por perros callejeros –como reportó la prensa local– sobre el Periférico de la capital poblana. Junto al cuerpo, los homicidas dejaron una cartulina verde con un mensaje: “Para que aprendan a no pasarse con la Reina del Sur”. La víctima presuntamente pertenecía a una pandilla de vendedores de droga y huachicoleros en la capital, por lo que las investigaciones se enfocaron en los rivales. Así encontrarían quién era esa tal “reina” con técnicas de capo del pueblo. Las pesquisas apuntaron a un grupo de ladrones de combustible en la región de Tecamachalco, liderados por un expolicía sádico de nombre Jesús Martín Mirón, alias El Kalimba.

Pero éste no podía ser el responsable, pues había sido asesinado por un comando armado un año antes, en 2017, cuando ingresó a una clínica privada para hacerse una cirugía plástica. Las investigaciones siguieron y descubrieron que su lugar estaba ocupado por su expareja Liliana, quien durante una década había aprendido en silencio cómo moverse en el crimen organizado. Cuando vio el espacio vacío, lo tomó de inmediato. La fiscalía la perfiló como una mujer peligrosa y despiadada, especialmente cuando se le vinculó días después con el asesinato de un niño de 12 años, a quien ordenó matar con cinco disparos por ser el hijo predilecto de un hombre que le debía dinero.

Luego, apareció la cabeza de Alan Josué en una jardinera de la Plaza de la Higuera de San Bartolo. Esta Reina del Sur –que llevaba el alias creado por Pérez-Reverte– mataba como si tuviera prisa, así que la fiscalía redobló el paso. El 31 de mayo, en un operativo conjunto entre la fiscalía estatal y la Secretaría de Seguridad Pública de Puebla, se realizó el cateo simultáneo de dos casas en las colonias Arboledas de Loma Bella y Balcones del Sur. Sus escondites.

En una de las casas encontraron 30 kilos de marihuana y decenas de dosis de heroína, cocaína y cristal; en otra, a Liliana, con su nueva pareja, su escolta y otra cómplice. La redada fue tan rápida que no pudieron ni tomar sus armas. No tardaría en confesar sus delitos. Las autoridades celebraron la detención con una conferencia de prensa. La mano derecha del gobernador panista José Antonio Gali, Diódoro Carrasco, presumió el fin de un reinado breve pero terrorífico. Sin embargo, la celebración también fue fugaz. En Puebla no tardaría en aparecer otra Reina del Sur.

Para ser una colonia pequeña, Minerales del Sur, se volvió un gran caos el 26 de noviembre de 2019. Aquella tarde, agentes de la fiscalía estatal realizaron un operativo contra un grupo de narcomenudistas que acumulaba meses de vigilancia encubierta; tenían que cumplir tres órdenes de aprehensión contra sus objetivos, así que los agentes estaban acompañados por policías estatales que les cuidarían las espaldas. Todos habían sido advertidos de que sería una encomienda peligrosa. Cuando los agentes rodearon la casa de uno de los líderes, la base social de los narcomenudistas tomó las calles para impedir el arresto. Una multitud se congregó y los empujones pronto se convirtieron en patadas y puñetazos; luego en balazos que tiraban civiles con rifles AR15 y AK-47 y uniformados con escuadras de nueve milímetros. Una de esas balas perforó el cuerpo del policía Jesús N., mejor conocido como Comandante Veneno. Su asesinato enfureció a sus compañeros, quienes llamaron refuerzos de las colonias aledañas para detener a tantos rijosos como pudieran.

Habían pasado 18 meses desde la detención de Liliana, la huachicolera, cuando la policía poblana detuvo a 26 vecinos por el linchamiento de Minerales del Sur y descubrieron que entre ellas estaba la presunta autora material e intelectual del asesinato del Comandante Veneno. Beatriz, la cabeza de la banda de narcomenudistas, también obligaba a sus subalternos a llamarla Reina del Sur.

La sorpresiva detención no logró convencer al juez de la participación criminal de Beatriz y fue puesta en libertad a los pocos días. Pero un policía no olvida ni perdona. Menos a una “matapolicías”. Así que los compañeros del uniformado caído se dedicaron a investigarla para probar mejor suerte en un segundo arresto. Con la energía que genera la venganza, la policía indagó en su pasado y encontró que estaban frente a una mujer de altísima peligrosidad por sus nexos con cárteles locales. Si no actuaban pronto, seguramente Beatriz iría tras ellos por haberla puesto unos días en prisión. Así que la policía acopió tantas pruebas en el menor tiempo posible y las llevó ante un juez para acusarla de homicidio calificado, lesiones dolosas, daño en propiedad ajena, asociación delictuosa y delitos contra la salud en la modalidad de posesión de metanfetaminas para su venta. El 15 de septiembre de 2019, hambrientos de revancha, agentes de la fiscalía detuvieron a la segunda mujer en apodarse Reina del Sur.

Beatriz nunca alcanzó los niveles de fama de Sandra Ávila Beltrán, pero al menos una vez sí llegó a los periódicos locales por un evento social: en junio de 2020, estando presa, se casó con otro recluso de la cárcel de Ciudad Serdán. “En prisión, en plena pandemia, se casa La Reina del Sur”, se leía en los periódicos poblanos del 1 de julio, que no tardarían en reimprimir el apodo. La boda causó revuelo por tres motivos: en esa prisión supuestamente está prohibida la convivencia entre hombres y mujeres; la boda se realizó violando todas las reglas de sana distancia, pues el país experimentaba el avance de la primera ola de pandemia de covid-19; el novio era Juan Carlos N., un expolicía municipal de Cuautlancingo acusado de pertenecer a una banda criminal llamada Los Mollejas.

Beatriz llevaba sólo siete días como una mujer casada, cuando los medios estatales descubrieron a la tercera Reina del Sur. Esta vez se llamaba Cecilia. La mujer de 32 años llevaba tiempo en la lista de los objetivos prioritarios del gobierno estatal. Un peligro andando y por todos los costados: socia del famoso huachicolero Loco Téllez, novia de El Moco, patrona de La Hierba y líder de El Orejas. Su agenda era un directorio de los más peligrosos delincuentes del estado con quienes mantenía negocios constantes en el llamado Triángulo Rojo, donde campea el robo de combustible y de gas.

En Ahuazotepec, Huauchinango, Zacatlán, Chignahuapan y San Martín Texmelucan, Cecilia tenía rango de lugarteniente. Quienes le seguían la pista contaron hasta 50 hombres bajo su mando que pinchaban ductos de Petróleos Mexicanos, robaban camiones de carga, traficaban armas y dominaban la venta de cristal. Quien se atrevía a retarla o disputarle una ruta, se topaba con la furia de sus seguidores.

Gracias a decenas de mensajes de texto descubiertos en celulares de narcomenudistas detenidos, la policía armó con paciencia un operativo en su contra. El 8 de agosto de 2020, decenas de agentes esperaron a que Cecilia ingresara a un domicilio en Ahuazotepec con un paquete recién recogido para detenerla. Rodearon la casa, irrumpieron y la esposaron. En la mesa del centro de la sala había unos 100 envoltorios con cocaína que estaban listos para su venta en las calles. De nuevo, el gobierno poblano convocó a una rueda de prensa para presumir su más reciente captura. Y en las oficinas de la policía estatal, con una simple blusa blanca y jeans azules, Cecilia parecía una integrante cualquiera del crimen: tenía enfrente unos pocos envoltorios con droga y un diminuto cuchillo que no la salvó del arresto. Pese a su aspecto plebeyo, la prensa machacó otra vez su alias: “Cae la Reina del Sur”. La tercera.

“Ya que una mujer entiende que la violencia es poder, como lo hizo [la narcotraficante colombiana] Griselda Blanco desde que tenía 11 años, se quitan ese lavado de cerebro de las mujeres siempre débiles y víctimas. Las mujeres tienen la misma capacidad de violencia que los hombres, especialmente porque la violencia ahora se ejerce más con armas de fuego, no con los puños”, asegura Deborah Boello, periodista y autora del libro Narcas: El ascenso secreto de las mujeres en los cárteles de América Latina (2023).

Ocurre algo interesante. Además de Puebla, otros estados tienen sus propias reinas sureñas: Cheyla Ruth N. es la Reina del Sur pero del Estado de México; Amanda Rachelle es también Reina del Sur en Sinaloa. Y Leny S. es la Reina del Sur en Yucatán. Si es cierto que la imitación es el mejor halago, Sandra Ávila Beltrán está llena de flores como amapolas. Una “reina” en cada hija narca te dio.

https://www.milenio.com/policia/reinas-sur-buscaron-sandra-avila-beltran-puebla

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