07 marzo 2023

España, tragedia de XXI capítulos... de momento

Ángel Alonso Pachón - diariodeleon.es - 07/03/2023

Hablo de España. Cuando uno ha leído la historia de su país y, por si acaso, la ha vuelto a leer reiteradamente, las dudas se convierten en malos presagios y éstos en tristes realidades a reconsiderar (como siempre). Lo último ha sido reencontrarme con 'Una Historia de España', de Arturo Pérez-Reverte, de no dudosa formación. Su sencillez narrativa, mezclada con cierta ironía, muy personal, me ha llevado a analizar el presente que me ha tocado vivir y compararlo con aquellos años de frívolas repúblicas, con marchamo ideológico extremista, al vaivén de monarquías desequilibrantes, alejadas del pueblo por culpa de la “alta sociedad”, del “sectarismo religioso” y de los intereses económicos de la “empresa militar”. Para ambientar adecuadamente este breve y personalísimo comentario de actualidad, me van a permitir ciertos apuntes del referido escritor en su citada obra histórica: “Este reino tan noble, tan rico, tan poderoso, tan honrado, fue derramado y estragado por desavenencia de los de la tierra, que tornaron sus espadas unos contra otros como si les faltasen enemigos (Alfonso X el Sabio)”. “Allí vive y reina la soberbia con sus aliados: la estimación propia, el desprecio ajeno, el querer mandar y no servir a nadie, el lucir, el alabarse, el hablar mucho, alto y hueco, el brío con presunción. Y todo eso desde el noble al más plebeyo (Baltasar Gracián)”. “La Primera República española, y en eso están de acuerdo tanto historiadores de derechas como los de izquierdas, fue una verdadera casa de putas”. “Durante los once meses que duró, se sucedieron cuatro presidentes de gobierno distintos, con los conservadores conspirando y los republicanos tirándose los trastos a la cabeza”. “En el extranjero nos tomaban tan a cachondeo que sólo reconocieron a la flamante república los Estados Unidos, que todavía casi no eran nadie, y Suiza”. “Contra la Segunda República, o sea, contra la democracia al fin conseguida en España en 1931, conspiraron casi desde el principio tanto las derechas como las izquierdas... La vía natural para consolidar aquella República habría sido, probablemente, el socialismo; pero, como de costumbre, la división interna de éste rompió las costuras: había un sector moderado, otro centrista y otro radical: el de Largo Caballero. La izquierda más o menos razonable, la del presidente Manuel Azaña, tuvo que apoyarse en la gente de Largo Caballero, que a su vez se veía obligado a rivalizar en radicalismo con comunistas y anarquistas”. “Era como una carrera hacia el abismo en la que todos competían”. “Se trazaban líneas infranqueables, no siempre correspondientes con la realidad, entre empresarios y trabajadores, entre opresores y oprimidos, entre burgueses ricos y parias de la tierra, y se hablaba menos de convencer al adversario que de exterminarlo”. “Todo el rencor y la vileza ancestrales, todo el oportunismo, todo el odio endémico que un pueblo medio analfabeto y carente de cultura democrática arrastraba desde hacía siglos, salió de nuevo a relucir como herramienta de una clase política con pocos escrúpulos”. “Por supuesto, nacionalistas vascos y catalanes, dispuestos a aprovechar toda ocasión, complicaron más el panorama”. 

El tono duro e irónico de estos relatos no nos aleja de la realidad social que describen. Una de las grandes ventajas que podemos encontrar al leerlo es que cada capítulo o escena histórica nos incita a profundizar en el conocimiento de esa época. La famosa “ley del péndulo”, con sus dos vertientes, la ida “mejorada” y la vuelta “rutinaria”, nos describe un desarrollo sujeto a una genética ibérica en la que en tiempos de revolución el “rico supo ser pobre” pero el “pobre no supo ser rico”, y firmada la paz la sociedad mejoró por el aprendizaje del pobre, que en tiempos de paz “sí que supo prosperar, mientras el rico volvió a aislarse de su sociedad”. El Congreso, el Senado, hoy siglo XXI, parecen volcanes en plena ebullición, arrasando con todo lo que un político debe mostrar como ejemplo de convivencia: el respeto, la cortesía, la fidelidad a los juramentos, la verdad como estandarte, el diálogo frente al insulto. Esos volcanes en ebullición trasladan nuestra “democracia” a las políticas de los años treinta y a los eternos vaivenes con derrotas incluidas de nuestra historia (releer las citas de Arturo Pérez-Reverte). Nos es difícil practicar una convivencia serena en la que no existan clases, sino personas con ideas diferentes e ilusiones comunes. Leer nuestro devenir histórico puede que nos ayude a comprenderlo y, con suerte, a corregir nuestro presente y con mucha suerte a prosperar unidos.

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