Darío Prieto - elmundo.es - 22/05/2024
En pleno proceso de redacción de su próxima novela, el escritor Arturo Pérez-Reverte ha hecho una pausa para hablar sobre los secretos de su actividad creativa, en una conversación con el poeta y periodista de 'El Mundo' Antonio Lucas. Así, el Ateneo de Madrid acogió 'La cocina del novelista', un nuevo encuentro de 'La Lectura' patrocinado por Endesa y Fundación Santander, que llenó el Salón de Actos del emblemático edificio madrileño.
Con la presencia del director de 'El Mundo', Joaquín Manso, así como del director adjunto del diario, Vicente Ruiz, y del subdirector y responsable de 'La Lectura', Gonzalo Suárez, el acto congregó igualmente a figuras de la cultura, como el productor cinematográfico y presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo, el escritor y periodista Nacho Carretero, el periodista Iñaki Gil y las empresarias y escritoras Paloma Segrelles y Paloma Segrelles Jr.
En su presentación del encuentro, Manso destacó la labor de 'La Lectura' dentro del diario («una de las mejores iniciativas que hemos tenido en los últimos años») y subrayó igualmente la aportación de Pérez-Reverte a la literatura y el periodismo españoles: «De todos los contadores de historias en castellano, él es, probablemente, el que cuenta las historias que todos querríamos vivir». Asimismo, destacó que en su obra «hay un trabajo apasionante, incansable y concienzudo en busca de la verdad auténtica, que es nuestro bien más preciado».
Por su parte, Lucas explicó que, en libros como 'La carta esférica', 'El húsar', 'Territorio comanche' o 'La Reina del Sur', Pérez-Reverte crea obras «que amplifican su campo» como autor y lo convierten en «un escritor multipista», dado que todo entra a formar parte de su «magma literario». «Yo escribo con lo que he vivido y lo que he leído», proclamó Pérez-Reverte. «Y cuando tienes más pasado que futuro es muy interesante». En ese sentido, Lucas destacó que, en sus novelas, «todo ocurre en torno a una biblioteca» y que el uso de la realidad, contemporánea o pasada, tiene un fin: «Que la historia sea una pértiga para entender lo que somos».
«No tenía intención de ser novelista», confesó el escritor cartagenero en un momento del encuentro. «Yo era un reportero que escribía novelas en sus ratos libres y la literatura se topó con mi vida. En un principio estuvo mezclada mi biografía con la literatura que escribía», relató sobre su faceta como reportero de guerra. «Si hay alguien que sabe lo que es un conflicto bélico, ése es Arturo», enfatizó Lucas. Y eso ha dejado en sus obras, según sus palabras, «la idea de que la guerra no tiene nada de heroico». Así y todo, salvo 'El pintor de batallas', no ha habido ninguna obra de Pérez-Reverte en la que lo literario está filtrado por la experiencia personal. «Tienes fantasmas, sangre en las uñas, un montón de cosas que te acompañan», apuntó sobre aquel libro. «Cosas que estaban conmigo. Y pensé que a ver si escribiendo una novela me libraba de ellas. Una especie de exorcismo. Pero al contrario; me hizo ser más consciente. No me alivió, sino que se me avivó. Terminé más amargo, sombrío, turbio. Me dio ocasión para reflexionar sobre lo que había hecho, mis remordimientos, mis 'muertos' en la mochila. Fue un ejercicio muy interesante, pero no tuvo ningún resultado benéfico».
«Uno debe escribir sobre aquello de lo que sabe. Y si no, debe aprenderlo», sentenció. Así, cada libro es una excusa para profundizar en siglos y lugares. «Termino siendo un experto, me lo zampo todo. La parte más fascinante es documentar la novela, vivir con ese mundo. Por eso compro objetos, pitilleras, pistolas... Porque estando con ellos estoy viviendo otra vida». Así, una novela «es un aprendizaje». Eso incluye «leer libros, viajar, amueblar mi cabeza con cosas que no había hecho», hasta llegar al punto deseado: «Cada novela es una forma de mantenerte vivo, meterte sangre nueva, Cuando estoy escribiendo me acuesto pensando cómo voy a torturar a un tío, o degollar a una mujer, o hundir un barco en el Mar Egeo». Lo cual tiene efectos muy beneficiosos: «Vivir con la cabeza activa con la edad y la biografía que tengo, seguir renovando eso, es un privilegio».
También meterse en líos. Prueba de ello es la inmersión en el mundo del narco mexicano para 'La Reina del Sur'. Sobre este título recordó su viaje al norte del país azteca y cómo le ayudó que la mujer de uno de los delincuentes fuese lectora suya. «Me organizó una fiesta y me acerqué a ellos con humildad profesional», rememoró. «Siempre he sido un testigo, no un actor. Y me he tirado 20 años cayendo bien a gente peligrosa», aseguró. «Hice vida de narco durante mucho tiempo. La clave es que te adopten. Ser generoso, no traicionar nunca. Gracias a eso me conocieron y me abrieron su vida».
Respecto a la cocina más propiamente dicha, confesó que hay novelas que ha escrito para llegar al último párrafo, como 'El maestro de esgrima'. Entonces, las preguntas: «¿Esto es lo que quiero escribir? ¿Esto es lo que va a hacerme feliz durante un año y medio? Y a partir de ahí vas "roneando". Hago una estructura, veo qué quiero contar y cómo lo quiero contar. Porque una novela es un problema narrativo que hay que resolver aplicando herramientas de lenguaje, estilo, estructura». Respecto a esta última, señaló que «la estructura es como montar un mecano».
Lucas mencionó igualmente otro de los libros fundamentales para entender al protagonista de la tarde: 'Hombres buenos'. En él se cuenta la historia de dos personas, un científico y un religioso, que viajan hasta Francia para traer a España una edición de la Enciclopedia e iluminar con la Ilustración el siglo XVIII peninsular. «Es mi única novela con fondo moral», afirmó. «El escritor no tiene por qué hacer mejor el mundo: tiene que contar historias para entender el mundo. Por eso quiero que quienes me lean me necesiten, que el lector viva vidas que no podría vivir sin mí, multiplicar sus vidas con las mías. Alguien que está compartiendo tu mundo, tu mirada. Pero ésta es la única vez en mi vida que he pretendido hacer mejor al mundo» Todo ello hablando de «la Europa que pudo ser y no fue. Esa Europa que no existe. Al contrario, está muriendo lo que queda de esa Europa luz del mundo». El autor hizo otra confesión: «Soy muy despiadado conmigo mismo en lo moral, pero con esta novela pago la factura».
Profundizando sobre cosas perdidas, Pérez-Reverte hizo un diagnóstico: «Son tiempos oscuros. Y no hay solución», aseveró. «Aristóteles, Rousseau, Cervantes... Todo eso se acabó. Estamos viviendo la prórroga del partido. Y viene otro mundo». Adiós «al mundo en que se admiraba la razón, el diálogo, el debate... Ahora es al revés. Al no alcanzar la inteligencia, se burla, hacen parodias en televisión». Eso, lamentó, «acrecienta la oscuridad». Todavía «hay algunos cuadros que resisten en Waterloo», bromeó, «pero fuero de eso es la llegada de los bárbaros modernos». No quiere que parezca un lamento dramático, sino que es la lección de la historia. «Los jóvenes de hoy nacen con anticuerpos, preparados para ese mundo devastado. árido, yermo... Esa papilla desnatada y pasteurizada que hay ahora y en la que no hay cultura. A mí no me duele porque ya no tengo sensibilidad. La tragedia es vuestra», dijo señalando a la generación de Lucas y Manso. «¿Voy a enfadarme porque la gente quiera suicidarse culturalmente en Europa?».
De ahí que se atreva a meterse en otros fuegos, como los de la Guerra Civil en nuestro país. Así lo hizo en su novela 'Línea de fuego'. «He estado en guerras civiles, sé cómo se hacen esas cosas. Y sé que una cosa es Largo Caballero o Gil Robles y otra cosa es la pobre y fiel y sufrida infantería que paga el pato, de uno y otro lado», subrayó. Frente a eso, su denuncia: «Niñatos de mierda te están contando cómo fue la Guerra Civil». La clave para tratar estos es asuntos es «no pretender ser equidistante, sino ecuánime». Y se explicó: «Si te quedas arriba, en los políticos, no lo comprendes. Yo me fui abajo. A la canallada que fue las madres llevando de la mano a los hijos de 16 años, con el bocadillo envuelto en un papel de periódico».
Porque, volviendo a la pértiga que mencionó Lucas, todo es para Pérez-Reverte un asunto de entendimiento. Un «código para entender el presente» o, en sus palabras: «Si veo el Partenón no estoy ahí porque sea una bonita foto, sino porque me explica, soy yo. Mis abuelos hicieron el Partenón». Y más: «A lo más que puede aspirar el ser humano es a comprender. Es la máxima felicidad a la que poder llegar. El mundo es un lugar asquerosamente peligroso, hostil, lleno de hijos de puta. He visto a mucha gente morir, callados, chillando. Mueren sin comprender por qué mueren. Pero para no desesperarte, blasfemar, pegarle fuego el mundo... hay que comprender. No vas a ganar la partida, pero sabes cómo es la partida de ajedrez. Y yo a lo que aspiro es a que mis lectores comprendan el mundo». «Saber que vamos a morir nos hace mejores», dejó a modo de despedida el autor. «Estoy acostumbrado a moverme bajo francotiradores. Y los viejos instintos de soldado me siguen funcionando. Si te paras eres un blanco fijo. Así que tienes que estar moviéndote. Lo que aprendí en la guerra me funciona. Me mantiene vivo. Me retrasa la vejez».
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