06 noviembre 1975

La marcha terminará en la frontera

Pueblo, 6 de noviembre de 1975

[El Aaiún, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Ayer, en la reunión que a diario mantienen portavoces militares con periodistas, el gobernador jefe del sector del Sahara, general Gómez de Salazar, anunció que en el día de hoy se esperaba el comienzo de la última etapa en la "marcha verde" sobre el Sahara. El general aseguró que la invasión marroquí "dará comienzo y terminará en la misma frontera". Naturalmente, Gómez de Salazar hablaba en términos simbólicos: la marcha, según todos los indicios, penetrará, de llevarse a cabo, una decena de kilómetros al sur del paralelo 27,40, en territorio del Sahara, aunque se espera que se detenga ante una segunda línea defensiva, la "frontera militar", situada sobre los campos de minas que se apoyan en la Sehja Um Deboa, prolongándose hacia el este, formando una línea paralela a la frontera, a 13 kilómetros de Tah.

No entró en detalles Gómez de Salazar, pero de sus palabras parece desprenderse que las fuerzas españolas van a consentir una marcha pacífica de los marroquíes, siempre y cuando no profundice demasiado y no intente atravesar la "frontera militar", como ya aventurábamos en nuestra crónica de ayer. Existen datos suficientes para pensar que se ha llegado a una solución de compromiso, a un acuerdo mediante el cual los españoles permitirán entrar unos kilómetros a los marroquíes y éstos se contentarán con pasearse simbólicamente, sin pretender, por supuesto, llegar hasta El Aaiún. Todo el mundo salva así la faz. Sin embargo, portavoces militares aseguran que cualquier intento marroquí de continuar adelante una vez se alcance el tope establecido de penetración sería contundentemente frenado. En palabras del propio gobernador general del Sahara, los marroquíes "no avanzarán ni un metro más acá de la frontera militar". En los 57 kilómetros que separan ésta de la capital del Sahara, las tropas españolas se encuentran en estado de alerta. El que todo transcurra sin dar lugar a una confrontación violenta depende ya exclusivamente de los marroquíes. Nuestras tropas, por su parte, están preраradas para afrontar cualquier hipótesis, incluida la más peligrosa.

En el interior, entre tanto, la situación vuelve a la normalidad. El amplio dispositivo de seguridad que se mantenía días antes ha desaparecido casi por completo, y en las calles se ven muy pocas patrullas militares, aunque permanece el toque de queda. Fuerzas de la Policía Territorial se encargan ahora de mantener el orden público, tras relevar el lunes por la noche a los legionarios que acordonaban los barrios musulmanes de la ciudad. Los controles se han reducido al mínimo indispensable, cesan los registros, los cacheos, las identificaciones, y los detenidos соmienzan a ser puestos en libertad, las cosas vuelven también a sus cauces. La huelga casi total de días раsados se ha resuelto con normalidad tras los contactos que el Gobierno territorial mantuvo con representantes saharauis, a quienes convenció de que España continúa salvaguardando sus legítimos derechos. Ayer fue considerable la asistencia al trabajo por parte de los saharauis, y en líneas generales, y según me aseguran portavoces del Gobierno territorial, la situación laboral puede considerarse normalizada.

La evacuación sigue su curso, aunque se tropieza en esta primera fase con la resistencia pasiva de algunos residentes civiles que pretenden permanecer hasta los últimos momentos, entorpeciendo así la fluidez de la operación. Veinticuatro personas han sido multadas con 50.000  pesetas cada una por no haber obedecido la orden de evacuación forzosa. El ejército, por su parte, está procediendo al empaquetado de todo aquel material que no le es absolutamente necesario. La vida y la animación de la capital del Sahara, muy disminuidas en los últimos tiempos, se están apagando rápida y definitivamente.

Sobre los incidentes armados en la zona fronteriza abandonada por el ejército español, fuentes oficiales desmienten categóricamente rumores que circulaban días pasados, según los cuales una unidad del Frente Polisario había causado 140 bajas a los marroquíes en un choque armado con tropas de las FAR. En el enfrentamiento, que se produjo realmente, el número de bajas no es superior a diez, sumando muertos y heridos de ambas partes. Los encuentros armados que se producen en el sector, aseguran portavoces oficiales, son siempre de escasa magnitud, entre pequeñas unidades que merodean en torno a la frontera norte del territorio. A tal respecto, informaciones fidedignas señalan que en la ciudad se ha instalado el toque de queda ante el temor de infiltraciones por parte de comandos del Frente Polisario.

Según informes fidedignos, a lo largo de las dos semanas en que se han ido concentrando los 350.000 marroquíes, de ellos 35.000 mujeres, en los campos de vivaqueo de Tarfaya, se han registrado tres mil violaciones de jóvenes de ambos sexos. Las condiciones de vida de los voluntarios en tiendas de lona o chabolas de piedra recubiertas de mantas han sido penosísimas durante la semana que duró una tempestad de arena. El agua escasea, los alimentos también, y la situación higiénica a causa de las letrinas deficientemente montadas es propicia para la propagación de toda clase de enfermedades infecciosas. ¿Cómo es posible —preguntamos— que ni en España ni ningún otro país hayan planteado el caso de la "marcha verde" ante la III Comisión de las Naciones Unidas, que trata de los derechos humanos? Porque ya no se trata sólo de un problema político, sino de otro puramente humanitario, del que la citada Comisión ha debido ocuparse con urgencia.

Otra pregunta, a propósito de los célebres chimpancés que, al parecer, han sido adquiridos por el Gobierno de Marruecos en diversos países africanos, con el propósito de lanzarlos como vanguardia de la marcha, para que hagan estallar las minas enterradas. ¿Cómo es que ninguna de las muchas asociaciones protectoras de animales que en el mundo hay ha protestado?

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