07 noviembre 1975

Ni un solo tiro

Pueblo, 7 de noviembre de 1975

[El Aaiún, crónica telefónica de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Marruecos ha invadido el Sahara. Ignoro si es una invasión controlada o no, si va a detenerse en algún punto determinado o si pretenderá continuar adelante. El hecho concreto es que la "marcha verde" ha cruzado la frontera y que los marroquíes están dentro del territorio, avanzando en la vertical de El Aaiún, hacia el sur.

Ayer, ante la línea minada que los españoles tendieron a trece kilómetros de la frontera, este enviado especial vio la primera oleada de voluntarios marroquíes que, formando un frente de ochocientos metros de ancho por dos kilómetros de fondo, rebasaba el paralelo 27'40, descendiendo lentamente en forma de inmensa mancha de hombres y vehículos. Las avanzadas móviles españolas, situadas en una loma tras el campo de minas número uno, a trece kilómetros de la línea fronteriza, observaban el avance marroquí a distancia, con la ayuda de prismáticos, sin disparar un solo tiro. Un puesto de transmisiones daba cuenta periódicamente al mando de los progresos de la marcha, y los vehículos del tercio, desplegados tras el campo de minas, permanecían a la expectativa.

Las órdenes que, según nos contaron los soldados ayer, obraban en poder de las avanzadillas españolas eran terminantes: no abrir fuego y dejar penetrar a los marroquíes hasta la linde del campo minado número uno. Si los marroquíes comenzaban a atravesar éste, replegarse hasta el campo minado número dos, a unos 27 kilómetros de la frontera, en la zona de Aguil Tel-Li. Si los marroquíes pretendían atravesar también esta segunda línea defensiva, el avance debía entonces ser frenado sin contemplaciones.

En vista de las circunstancias, parece que es en este lugar, Aguil Tel-Li, donde el general gobernador del Sahara declaró hace unos días que los marroquíes no avanzarían ni un metro más abajo de la frontera militar. Ingenuamente, un buen número de enviados especiales habíamos interpretado sus palabras creyendo que la "frontera militar" era la línea de minas número uno, la que se еxtiende a trece kilómetros del paralelo 27'40, pero parece que no es así, que los marroquíes, según los informes recibidos, poseen patente de corso para profundizar casi veintisiete kilómetros en el Sahara. La ventaja de tener una "frontera militar" en el territorio es que ofrece inmensas posibilidades de elasticidad.

Ayer, en la primera línea española, la sensación de quienes desde allí observábamos los progresos de la marcha marroquí era completamente irreal. Una mancha oscura, formada por miles de personas y vehículos, se movía hacia nosotros como una enorme oruga que se desplazase sobre el desierto. A simple vista se роdían distinguir coches, que se destacaban de la masa en dirección al campo minado, deteniéndose ante las alambradas que lo circundan, como inspeccionando la zona. Sobre la riada humana que se acercaba hacia nuestra posición, a unos seis u ocho kilómetros, helicópteros y aviones de caza españoles evolucionaban sin intervenir, radiando mensajes que eran captados por la unidad de transmisiones emplazada junto a nosotros. Los reconocimientos aéreos habían permitido establecer la cifra aproximada de participantes en la "marcha verde", que había cruzado o se encontraba a punto de hacerlo, desde las diez de la mañana, la frontera norte del Sahara: unas doscientas mil personas.

Para los españoles habría sido muy fácil frenar físicamente a los marroquíes, de habérselo propuesto. Una barrera de artillería, salida de las bocas de las piezas distribuidas por el desierto a nuestras espaldas, habría bastado para cortar el paso a los voluntarios de Hassán II, pero, como si todo aquello no fuese más que el desarrollo de algo perfectamente ensayado con anterioridad, los cañones permanecieron en silencio y los marroquíes prosiguieron su avance. 

Ayer, la línea avanzada española parecía cualquier cosa menos un frente de batalla. Los legionarios se encontraban en sus puestos, sobre sus vehículos blindados ligeros o sentados en torno a las piezas antiaéreas, emplazadas sobre camiones. Pero la sensación de peligro estaba ausente por completo. Se observaba aquello con absoluta calma, como si se tuviese la certeza de que no iba a pasar nada. "Les dejaremos llegar hasta el campo minado", dijo un oficial. "Si comienzan a atravesarlo, nos replegaremos hasta la segunda línea, veintisiete kilómetros al sur de la frontera. Es allí donde, si continúan adelante, no vamos a tener otro remedio que machacarles".

Ayer este enviado especial tuvo oportunidad de comprobar personalmente la casi absoluta certeza de que la marcha se detendría ante el primero o el segundo de los campos minados. Medios informados de El Aaiún aludían a la existencia de un acuerdo con Marruecos, mediante el cual la marcha efectuaría una penetración simbólica de diez o veinte kilómetros en el territorio sin proseguir adelante. En las próximas horas comprobaremos si tal pronóstico se confirma.



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