Pieza para RTVE:
https://www.rtve.es/play/videos/telediario-1/perez-reverte-presenta-su-ultima-novela-isla-mujer-dormida/16281034/
En 'El ojo crítico', de RNE (a partir del minuto 27)
https://www.rtve.es/play/audios/el-ojo-critico/ojo-critico-mapa-soledades-juan-gomez-barcena/16281164/
Corsarios y espías con Pérez-Reverte: La Guerra Civil Española no se luchó solo en España
Magdalena Tsanis - Efe - 08/10/2024, 18:16
El mar Egeo y el tráfico de suministros desde la URSS a la España republicana es el escenario de la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte, una historia de corsarios y espías en la que dice haber ejercido una "plena libertad de conciencia", sin someterse a ideologías. "La gente piensa que la Guerra Civil Española se libró solamente en España, pero no es verdad", dijo el autor durante la presentación de 'La isla de la Mujer Dormida' (Alfaguara). "También se luchó en el Atlántico, en el canal de Sicilia o aquí, en el mar Egeo".
Pérez-Reverte (Cartagena, 1951), uno de los autores españoles más vendidos dentro y fuera de España, ha explorado la contienda bélica de los años 30 del siglo pasado en otras novelas como 'Línea de fuego' (2020) o 'El italiano' (2021), que acaba de publicar en Francia la editorial Gallimard. En 'La isla de la Mujer Dormida', publicada este martes en España y que en las próximas semanas llegará a toda Latinoamérica, se trata del telón de fondo de una novela de aventuras que habla de amistad entre rivales y de un triángulo amoroso y que desvela una mirada desencantada a un mundo en el que "la línea entre el bien y el mal nunca está clara". "Eso te da una libertad de conciencia, no estás sometido a ideologías", señaló el autor, que lamentó que, en la actualidad, "gente que ni la vivió, ni la conoció, ni se la han contado sus testigos, están utilizando la Guerra Civil como herramienta de oposición y de enfrentamiento".
La historia transcurre en una isla imaginaria de las Cícladas, similar a la elegida para la presentación a la prensa, donde un marino mercante medio español medio griego, Miguel Jordán Kyriazis, es enviado por el bando sublevado para torpedear de forma clandestina el tráfico naval procedente de la URSS. Pérez-Reverte encuentra en ese mar, cuna de la cultura occidental, de la democracia a la guerra, de los dioses a la poesía, el perfecto reflejo de la condición humana, "con toda la sangre y toda la gloria, la luz y la sombra" y la mejor "escuela de vida y de memoria histórica".
"Tendemos a pensar que todo tiene solución, que la guerra tiene solución, que lo de Gaza tiene solución, que un matrimonio desgraciado tiene solución, pero a veces la vida te pone en callejones sin salida", reflexiona. "Nos han hecho creer que vivimos en un mundo confortable y protegido y no estamos preparados para cuando viene el dolor, pero el dolor y el horror vienen siempre", agrega el autor de 'El club Dumas' o 'El Capitán Alatriste'. Por eso alerta de que "cada vez somos menos cultos" y "estamos más indefensos" y considera que "hay que educar a los niños en el dolor, en el horror" y dejar que vean "el mal", porque "si le tapas la boca al malo, no sabes quién es y cuando te trinca por el pescuezo no sabes cómo defenderte".
La mirada crepuscular de Pérez-Reverte, corresponsal de guerra durante 21 años (1973-1994), se extiende al triángulo amoroso entre el protagonista y los dueños de la isla, un barón que simpatiza con los fascistas y su esposa, a la que define como "una mujer derrotada". "En mi novela siempre hay una mujer que lucha en un mundo de hombres, con reglas de hombres, y que lucha de una manera heroica", señala, pero esta vez quería "una mujer derrotada, que ya no tiene una segunda oportunidad". En su opinión, "el héroe masculino no existe si no hay una mujer que lo mire"; cree que "es ella quien lo convierte en héroe con su mirada" y que cuando ese proceso "se resquebraja" es cuando llega "el rencor, el ajuste de cuentas".
El tercer eje de la historia es la amistad de dos espías de bandos opuestos, nacional y republicano, establecidos en Estambul, que tienen aficiones comunes y forjan un pacto de no agresión mutua e incluso de cierta colaboración, alejados de la primera línea del frente. Es en esa amistad entre varones donde radica la parte más luminosa del libro que, por lo demás, refleja un mundo que se desmorona y en el que Pérez-Reverte ve paralelismos con el actual donde, sostiene, "hay más tontos que malvados". "El malo siempre gana porque tiene como aliados a los tontos, hay un malo y mil tontos que le rodean", afirma, algo que ve problemático porque "con el malvado, si es inteligente, puedes negociar, pero con el tonto es imposible".
https://www.diariodesevilla.es/ocio/perez-reverte-guerra-civil-isla-mujer-dormida_0_2002528750.html
«Los tontos hacen poderosos a los malvados»
Miguel Lorenci - Medios del grupo Vocento - 08/10/2024, 22:32
El joven reportero Arturo Pérez-Reverte llegó a El Pireo en 1976 en busca de un carguero que le llevara al Líbano para contar su guerra. «Solo había putas, traficantes y basura; pagué cien dólares y llegué a Beirut», cuenta medio siglo después el hoy escritor y académico en el mismo puerto. Regresa a Atenas para embarcarse en un moderno deslizador con destino a la isla de Agistri con su nueva novela en las manos. 'La isla de la Mujer Dormida' (Alfaguara) es una historia de aventuras y amor, con la guerra civil como telón de fondo, contada por el testigo de un mundo que se desmorona lamentando que, hoy como ayer, los tontos empoderen a los malvados.
«Se piensa que la guerra se libró solo en España, y se luchó en el Atlántico, en el canal de Sicilia o en el Egeo, y no es verdad», explica el escritor en los muelles del puerto de Agistri a un grupo de periodistas, bajo un inclemente sol del que se protege con un gorro propio del inspector Clouseau y ayudándose con un bastón para caminar tras una traicionera caída.
«Es la historia de corsarios modernos que quería contar y que sitúo en el Egeo», explica. En 1937, en una isla de las Cícladas, el marino Miguel Jordán Kyriazis organiza un operativo secreto para torpedear mercantes soviéticos procedentes del Mar Negro cargados con armas y suministros para la República. Su vida se cruzará en un turbio triángulo con la de los propietarios de la isla, el malvado barón Pantelis Katelios y su esposa Lena, una seductora mujer madura empeñada en escapar a su destino.
«No explico la guerra. Escribo sobre cosas que pasan en ella, con plena libertad de conciencia y sin someterme a ideologías», aclara el autor. «Hablo de seres humanos en situaciones extremas como la guerra, sin dejar nunca clara la línea entre el bien y el mal», dice el curtido exreportero, seguro de que «eso del blanco y negro es mentira». «He visto muchas guerras en veintiún años y sé que el bien y el mal existen en las ideas, no en los seres humanos; que la verdad está en un territorio confuso y gris. No puedo escribir una novela de buenos y malos», asegura.
Él reúne en Estambul a dos espías españoles, uno republicano y otro nacional, que recuerdan a los flaubertianos Bouvard y Pécuchet. «Juegan al ajedrez e intercambian información. Los franquistas son buenos y son malos, como también lo son los republicanos». Lamenta que gentes que no vivieron ni conocieron la guerra «la utilicen como herramienta de oposición y enfrentamiento, cuando quienes la vivieron realmente, nuestros padres y abuelos, no nos quisieron envenenar a nosotros para no contaminarnos de ideologías».
Otro pilar de la novela es el personaje femenino, «una mujer derrotada y sin segunda oportunidad». «Hay un tipo de mujer que está en todas mis novelas, que lucha de manera heroica en un mundo de hombres con reglas de hombres. A menudo gana y otras veces, como esta, pierde», dice. Para el escritor «el héroe masculino no existe sin una mujer que con su mirada lo hace interesante»
«El Mediterráneo es mi casa», repite oyendo el rumor de un mar hoy en calma «que de Salamina a Lepanto ha visto luchar, sufrir y morir durante tres mil años». «Es el mar de la sangre y la gloria; la luz y la sombra, y refleja como ninguno la condición humana», afirma. «Lo han surcado esclavos, conquistadores, piratas, corsarios, violadores, saqueadores, héroes, seres luminosos y asesinos. Es el lugar perfecto para pasearse sin las orejeras de una ideología y comprender al ser humano», asegura. «Aquí nace el mundo occidental, la democracia, los dioses, las legiones, el aceite de oliva, el vino y el mármol. Es nuestra patria», resume.
Todo se repite y la sangre vuelve a bañar hoy sus aguas. «Si lees a los clásicos ves que todo ha ocurrido ya. Repetimos estupefacciones y asombros: todo Titanic tiene su iceberg; todo adelanto técnico su fallo. En la vida siempre aparece el dolor, el horror y el sufrimiento, para los que debemos estar más preparados», dice el autor de unas novelas «que muestran mecanismos para soportar el horror aunque no lo venzan». «Cada vez somos menos cultos y estamos más indefensos. Hemos negado la educación a las nuevas generaciones y les privamos de la lucidez quitando de los planes de estudios las herramientas para comprender», lamenta. «Hemos convertido la historia en una papilla pasteurizada y desnatada que a nadie nutre y no vale para nada», denuncia. «El mundo siempre se desmorona. Lo vimos en la pandemia y lo vemos en Gaza, Líbano y Ucrania; debemos educar para el dolor, el sufrimiento y el desastre, sin esconder la muerte y el mal», agrega proponiendo escuchar a los malvados en vez de taparles la boca. «Dejemos que hablen antes de arrastrarles, escupirles o matarles», propone. «Cuando el malvado habla comprendes el mecanismo del mal y puedes protegerte. Si lo silencias, si lo cancelas, no sabes lo que es, y cuando llega te trinca por el pescuezo y no tienes defensa», advierte.
Con 73 años, y mucha vida en su barba cana, sabe Pérez-Reverte «que hay batallas que debes librar aunque no las ganes». «Es muy triste dejar que los malos ganen sin oposición, y al final siempre ganan porque tienen como aliados a los tontos. ¡Que les sangre la nariz, que les cueste ganar!», reclama. «El malvado solo no es muy peligroso, pero los mil tontos que le rodean le hacen poderoso. Hay muchos más tontos que malvados, por desgracia. Con el malvado siempre puedes negociar, sobornarlo si es inteligente, pero con el tonto nunca. Es imposible», concluye.
De vuelta a Atenas, uno de esos caprichos del destino muestra que Pérez-Reverte es nuestro autor más global. Al lado de su asiento en el veloz catamarán se sienta una mujer con un libro entre las manos. Podría ser cualquiera entre millones, pero es una edición en hebreo de 'El club Dumas' en la que el escritor estampa su firma. Explica a su lectora que su nueva novela es con la que soñaba desde su infancia, cuando miraba al mar desde su Cartagena natal y se imaginaba viviendo aventuras como las de los libros de piratas que leía, como 'El capitán Blood', 'El Corsario Negro' o 'La isla del tesoro'.
“Ningún hecho histórico soporta la mirada moral actual”
Andrés Seoane – El Mundo – 09/10/2024
“En realidad esta es una historia de mar, amor y guerra, como casi todas mis novelas. Han sido las claves de mi vida, y es lo que me sale contar”, confiesa, sonriente y calado bajo una gorra para protegerse del apabullante sol griego, el novelista Arturo Pérez Reverte (Cartagena, 1951). Las aguas de El Pireo refulgen azules y espumosas mientras nos embarcamos hacia Agistri, una pequeña isla de apenas mil habitantes situada en el golfo Sarónico. Antes de arrancar el barco, mirando hacia tierra, afirma: “Este puerto ha cambiado mucho. Antes todo esto —señala unas cuantas casetas y un pequeño kiosco de bebidas— eran bares de mala muerte y clientela… portuaria”. Ahora, ferris y turistas abarrotan un Pireo en el que el entonces periodista de guerra se embarcó hace unos 40 años hacia el Líbano (en aquella época, como hoy, en guerra) sobornando con un puñado de dólares a los patrones de los mercantes.
Ya mecido por el mar que tan bien conoce, el escritor se lanza a hablar de ‘La isla de la Mujer Dormida (Alfaguara), una novela honda y vibrante donde se solapan vericuetos poco conocidos de nuestra Guerra Civil, la amarga historia de un amor imposible y las más complejas profundidades del alma humana. “Quería narrar una aventura de corsarios modernos, y el Egeo era el lugar perfecto para esta historia. Ciento y pico islas por las que han pasado héroes, tiranos, piratas, esclavos y batallas como Salamina o Lepanto”, explica. “Un mar de sangre y gloria que es reflejo del ser humano que somos. El mundo occidental nace en el Mediterráneo y, con sus tres mil años de memoria, el Egeo no es un mar, es una patria. Aquí nacieron la historia, la democracia, los dioses y la civilización”.
Hasta Gynaíka Koimisméni, una ficticia isla de este vasto y azulísimo archipiélago, se ve arrastrado en 1937 Miguel Jordán, un lacónico y curtido capitán de la marina mercante, reclutado a regañadientes por el bando nacional, que recibe la compleja misión de montar un operativo clandestino para hundir barcos que viajan a España con cargamentos bélicos y vituallas procedentes de la URSS. Rodeado de mercenarios y armado con una torpedera alemana bautizada como Lykaina (Loba) —un personaje más del libro—, afronta con profesionalidad su cometido a la vez que se ve envuelto en una desgarrada historia de amor a tres bandas con ecos de los grandes clásicos del cine negro y la literatura de espionaje.
—Tras adentrarse en la Guerra Civil con ‘Línea de fuego’ (2020) regresa a este conflicto de nuevo ¿Por qué ambientar en esa época la novela?
—Esta historia lleva rondándome desde entonces, y por una parte quería reivindicar que apenas se recuerda que la Guerra Civil no se luchó solo en España sino también en el Atlántico y el Mediterráneo. El episodio, claro, es ficticio, pero pudo haber ocurrido, y si bien la ambientación es clave, no puedes dejar que la historia te perturbe. Yo no quiero hacer una historia de la Guerra Civil ni posicionarme ideológicamente. Ya hay otros que lo hacen y se apropian del relato con fines interesados, como arma de confrontación, gente que cuenta un conflicto que no solo no vivió sino que nunca escuchó de quienes sí estuvieron en ella, como mi padre o mi abuelo. Igual que en ‘Línea de fuego’, a mí me interesan las personas, la gente que tuvo que luchar incluso en el bando que no quería. No creo en los relatos de buenos y malos. Eso queda muy bonito en la política actual y en las ideologías, pero no en las novelas ni en la realidad. Yo quiero explorar las zonas grises, donde la moral es difusa, y que sea el lector quien saque sus conclusiones.
—Su protagonista entra en una de esas zonas: se ve obligado a actuar en contra de su conciencia por una idea en la que ni siquiera cree. Si no es por patriotismo o ideología ¿qué nos puede empujar a una guerra?
—La supervivencia. En mis novelas es raro encontrar personajes que tienen una fe o una ideología concretas. Prefiero los héroes ambiguos, porque cuando uno cree en Dios, en la patria o en la revolución lo tiene muy fácil: si mueres vas al cielo o al panteón de ilustres, pero si no, solo te queda el deber, y es mucho más interesante quien combate por algo que no le importa. Yo he visto mucha gente luchar, pero a muy pocos morir diciendo “viva Eritrea” o “viva el catolicismo”. La gente lucha por lealtad, por miedo, por sobrevivir o por vergüenza de no estar a la altura. Por razones elementales, vaya, y narrativamente es mucho más potente, más rico ese territorio. Jordán está cumpliendo con su deber, así de sencillo. Está siendo lo más eficaz que puede. Es un buen profesional del mar. Pero entonces se le cruza esta historia sentimental.
Un romance que tiene mucho peso en la novela y que el escritor ya tenía desde hace tiempo en la cabeza, hasta que ha logrado encajarlo en este libro. Lena es la atormentada y autodestructiva esposa del dueño de la isla, el barón Katelios, un decadente noble venido a menos que ve evaporarse el mundo que tanto amó entre los temblores de guerra que asolan la clasista y cosmopolita Europa de su juventud. “El amor se basa en que las mujeres se decepcionan de los hombres. El héroe masculino no existe si no hay una mujer que lo mire. Ella proyecta en él su mirada del mundo. Pero finalmente ocurre, con la convivencia, que se da cuenta de que no existen los héroes, y cuando ese amor y admiración se resquebrajan aparece el ajuste de cuentas, que es feroz, brutal”, sostiene Pérez-Reverte. Dolida y degradada por Katelios, Lena se propone hacerle todo el daño posible, y Jordán es un instrumento perfecto.
—Como en muchas de sus novelas, hay un personaje femenino fuerte, quizá el más logrado del libro. ¿Cómo es la mujer revertíana?
—Nunca he entendido las críticas de quienes me llaman machista. Esa gente nunca ha leído mis novelas. La mujer siempre es un personaje central de mis libros, y la que me interesa es la que lucha en un mundo de hombres de manera heroica. En esta ocasión quería ir algo más allá, y por eso quería que Lena fuera una mujer desesperada, que ya no tiene una segunda oportunidad… Entonces llega Jordán y ambos viven un amor serenamente resignado, pues saben que no tiene futuro.
—Esa melancolía baña buena parte de la novela: un episodio aislado en un mundo que naufraga irremisiblemente, como dice constantemente el barón Katelios. ¿Hay algo de usted en ese pesimismo?
—Tenemos tendencia a pensar que todo tiene solución, sea lo que pasa ahora en Gaza o un momento desgraciado de la vida, pero a veces no ocurre, no hay salvación, y mis personajes tienen aquí la lucidez de darse cuenta. Tengo 73 años, y a mi edad las esperanzas en el progreso de la humanidad se desvanecen poco a poco. Yo viví una Europa extraordinaria, siempre en crecimiento, la de Adenauer, Churchill, Juan XXIII, pero ahora la veo desmoronándose. Asistir a esto como testigo lúcido es muy interesante, y ya no desespera tanto como si tuviera 40 años, pues la edad te da serenidad incluso para morir, pues hacerlo no es una tragedia sino una fase más. Si llegas a la muerte sin lecturas, educación y lucidez el final es un horror pero si no… Vivir eternamente debe de ser terrible.
—Entonces, ¿situaciones como la que vive hoy Gaza no tienen solución, solo cabe resignarse?
—No exactamente, pero sí es cierto que en la melancolía del barón por el mundo desaparecido previo a las guerras mundiales hay una lectura contemporánea. Estamos en una época de fin de ciclo, de fin de un mundo. En cuanto a Gaza, si el conflicto termina pronto, que esperemos, volverá más adelante, pues todo ha ocurrido ya y mil veces, pero lo hemos olvidado. No nos educan con esa verdad. Vivimos en un mundo que parece confortable pero el dolor llega igual. Analgésicos como la literatura ayudan, pero como cada vez somos menos cultos cada vez tenemos menos mecanismos para enfrentar el horror y el dolor. Yo hoy no sufro con muchas cosas con las que sí sufría de joven, cuando uno siente la necesidad de militar. No es pesimismo, es serenidad. Eso sí, en el mundo actual hay desgraciadamente muchos más tontos que malos, y son éstos quienes hacen poderosos a los malvados. Con los malos puedes negociar, pero con los ignorantes no hay debate posible.
Acodado en una de las encaladas terrazas de Agistri, mirando hacia el estrecho donde se libró la batalla de Salamina hace más de dos milenios, el escritor asegura que le molesta especialmente “la absurda tendencia a mirarlo todo con ojos del presente. Eso es imposible. Ningún hecho histórico soporta la mirada moral actual, igual que ningún héroe resiste una mirada cercana”. Por eso, comenta, “mi intención como novelista es conseguir que el lector vea el mundo con los ojos de entonces, y para eso trato de rodearlo del ambiente de cada época. Yo no quiero lectores sentados en casa leyendo, sino que estén dentro del libro, que sean testigos”.
—Hablaba antes de habitar las zonas grises, pero ¿es posible hacerlo en un mundo que nos empuja cada vez más a posicionarnos?
—Puede sonar a chulería, pero yo ahora me lo puedo permitir. Si tuviera que pelear por hacerme un hueco en el mundo actual lo tendría muy crudo y tendría que transigir con ciertas cosas, pero tener lectores permite estos lujos, no tener que dar explicaciones. Hoy en día es muy difícil poder escribir una novela con libertad: tienes una presión continua, porque la gente tiene la estupidez de pensar que el autor comparte todo con su personaje, que si hay una escena de violación ya eres un violador o un torturador. Hay que tener mucho cuidado, porque puedes ver cancelada una carrera, una vida. Pero cuando llevas, como yo, treinta años en la profesión esto sobra: el que te detesta te detesta y el que te ama te ama.
Justamente una de esas lectoras aparece como por invocación. Un matrimonio israelí comenta que está leyendo a un escritor español. “¡Pero si soy yo!”, exclama Pérez-Reverte reconociendo un ejemplar de ‘El club Dumas’ en hebreo. Tras firmarlo, sorprendido y encantado, el autor retoma el hilo de la charla, ya de camino hacia el puerto para volver a Atenas.
—Entonces el papel de la literatura es lograr esa comprensión.
—Está su parte de entretenimiento, pero fundamentalmente sí. Una guerra vista desde fuera es simple. En la nuestra la buena era la República y los malos los golpistas. Y sin embargo, mi suegro era de izquierdas y luchó con los nacionales. ¿Cómo se explica eso? Cuando escribí ‘Línea de fuego’ me dijeron que escribir con ecuanimidad de ambos bandos era legitimar el franquismo. No, señor, no hago ideología ni pretendo defender ninguna bandera. He visto dieciocho guerras guerras y he pasado veintiún años por ahí dándome hostias para que vengan a pedirme que me posicione. Léame o no me lea, busque a alguien militante si prefiere, pero yo solo soy un contador de historias, no aspiro a cambiar el mundo con mis novelas.
«Cada vez tenemos menos mecanismos para afrontar el horror»
Javier Ors - La Razón - 09/10/2024, 0:00
Arturo Pérez-Reverte, con pantalón beige, americana azul y una gorra para protegerse del sol, deambula por el puerto de El Pireo. Con una sonrisa nostálgica, recuerda que lo frecuentó durante la guerra del Líbano. Las líneas aéreas habían suspendido los vuelos a Beirut y la única manera de llegar hasta allí para cubrir el conflicto era convenciendo a algún capitán para lo llevara hasta sus costas a cambio de una moderada cantidad de libras o de dólares. «Con ese dinero no te ganabas el derecho a un camarote. Solo a que te dejara sentarte en algún lugar donde no molestaras. Por entonces, todo esto —dice, señalado a su alrededor— estaba repletos de bares y prostitutas».
Pero eso fue hace tiempo. Ahora ya no se ven buques mercantes y en los muelles solo atracan los ferris de las distintas líneas que comunican Atenas con las islas griegas. El novelista aguarda de pie el barco que lo trasladará a una de ellas: Agistri, un pequeño territorio arbolado y retirado del turismo que hay aproximadamente a una hora de distancia. Un lugar muy parecido a la misteriosa Gynaíka Koimisméni, la ínsula imaginaria que él ha creado para 'La isla de la Mujer Dormida' (Alfaguara), su nueva novela. Una historia de amor y de guerra ambientada durante la contienda española de 1936, pero que se desarrolla en el mar Egeo. «Quería un lugar como este, que es de donde vienen el aceite, los dioses y la democracia; un sitio con tres mil años de historia y de cultura».
Para encontrar ese emplazamiento consultó mapas y cartas marítimas y al final encontró una ubicación apropiada que le permitiera evocar una auténtica historia de corsarios modernos, donde lo bueno y lo malo es relativo, y tejer una historia que contiene todos los ingredientes propios de la aventura. «Nunca escribo sobre la Guerra Civil Española. Solo la uso de fondo. No quiero estar sometido a ideologías, quiero tener libertad de conciencia. Mi familia combatió en el lado republicano, pertenece al bando perdedor, y ellos me explicaron que las cosas son más complejas de lo que parecen. Ahora la Guerra Civil se usa como herramienta de oposición y confrontación ideológica. Intentan borrar los límites por intereses políticos, pero lo cierto es que esa línea entre el bien y el mal solo existe en las ideologías, pero no en los seres humanos. Igual que en 'Línea de fuego', a mí me interesan las personas, la gente que tuvo que luchar incluso en el bando que no quería. No creo en las historias de buenos y malos. Eso queda muy bonito en la política actual, en las ideologías, pero no en las novelas ni en la realidad. Yo quiero explorar las zonas grises, donde la moral es difusa, y el lector debe sacar sus conclusiones. Lo que yo intento es comprender al ser humano, y una de las mejores escuelas que conozco para eso es el mar. No creo en blancos y negros. Todos mis personajes en realidad se mueven en la ambigüedad, en el gris».
El escritor ha huido de la cartografía de sus héroes habituales y ha escogido como protagonista de esta narración a un hombre atípico dentro su obra, con una alzada distinta a los anteriores, pero bien abrochado de personalidad y matices. Un personaje que está hecho con otras teselas y amarres, de sentimientos contenidos y silencios elocuentes, pero que anda muy ceñido también a su literatura. Un marino civil abocado por la guerra a lucir galones y uniforme y dirigir un comando de hombres variopintos. Él los capitaneará en una misión arriesgada que tiene un propósito claro, aunque peligroso: hundir a los barcos, muchos de ellos fletados por la URSS, que transportan armas y avituallamiento a la Segunda República. Un objetivo que le pondrá al mando de una lancha torpedera de la Kriegsmarine. Un modelo letal, muy similar a una de las tres que Alemania pasó a los nacionales en la realidad. «Él no tiene una fe o una ideología concreta. Él ya ha visto la vida. Solo cumple con su deber. Es un profesional del mar. A lo largo de mi vida he estado en muchos conflictos y nunca he visto que los hombres combatan por una bandera o que digan al morir: "Viva Eritrea". Lo hacen por ir con los compañeros, por la lealtad, por el miedo o por la vergüenza de no estar a la altura de los demás». Y apostilla antes de que sobrevenga otra pregunta: «Como novelista solo intento que el lector vea el mundo con los ojos de entonces, los de cada periodo. Pero ahora existe la absurda tendencia de mirar el pasado con los ojos del presente. Yo no quiero que el lector esté sentado en una butaca leyendo, sino que quiero que esté dentro del mismo libro y que sea testigo de cada momento. ¿Pero cómo vas a contar que Catón el Viejo comerciaba con esclavos si no introduces al lector en su época? Ningún hecho histórico sobrevive a la mirada actual. Ningún héroe resiste una mirada cercana hoy en día».
Su personaje, que se llama Miguel Jordán, de madre griega, se verá abocado a enfrentarse a sus propios principios en esta misión y acabará formando un turbio triángulo amoroso con el barón Katelios, propietario de la isla que lo cobija, y su esposa Lena. Un matrimonio con demasiado pasado encima, hecho de rencores, odios y pasiones extinguidas, y que son a la vez testigos de un mundo extraordinario pero que, por causas de los fascismos y el comunismo, se derrumba inevitablemente a su alrededor. «Ella es una mujer derrotada que busca ajustar cuentas con su marido. La mujer proyecta en el hombre su mirada. Son las mujeres quienes convierten a los hombres en héroes. Por eso, cuando ella percibe que él ha renunciado a todos sus sueños, que tiene el alma muerta, le defrauda, considera que ya no está a la altura de su mirada y se lo hace pagar». La tensa relación entre un marido, que ha empujado a su esposa a los escalones más bajos de la autoestima, atraerá al marino español a una tupida red de sentimientos encontrados.
"Europa se está yendo al carajo y yo no lo lamento: nos lo merecemos"
Irene Hernández Velasco - El Confidencial - 09/10/2024, 0:01
"No tengo ideología, lo que tengo es biblioteca". Esa es la frase que preside la cuenta de Twitter de Arturo Pérez-Reverte
“El malvado tiene como aliados a los tontos, y hay muchos más tontos que malvados”
Jaime Cedillo - El Español - 09/10/2024, 0:01
Aunque íntimamente ligado a la actualidad, de la que opina sin reparos y no deja a nadie nunca indiferente, Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) es un hombre de otro tiempo. No un cascarrabias de los que piensan que cualquier pasado fue siempre mejor, pues las canas de su barba testimonian la intensidad de una vida marcada por sus años como corresponsal de guerra, en los que fue testigo de atrocidades, traiciones, venganzas… Su manera de estar en el mundo tiene que ver más bien con valores que han perdido influencia en la conversación actual. La lealtad, el honor o la dignidad son las divisas de su filosofía vital y, en consecuencia, las coordenadas morales de su obra.
A sus 73 años, es más consciente que nunca de que todo estaba ya en los clásicos, que configuraron al escritor y al hombre que es hoy. Por eso Grecia se ha vuelto un enclave ineludible en sus últimas obras. Lo mismo que en 'El problema final' (Alfaguara, 2023) brindaba un homenaje a la novela policiaca con una trama ambientada en una isla ficticia, allá por los 60 del siglo pasado, en 'La isla de la Mujer Dormida', su nuevo libro, se remonta a 1937, y también es una isla, esta vez de las Cícladas occidentales, el escenario donde tiene lugar la peripecia dramática. "Necesitaba un lugar con muchas islas para contar esta historia", dice el autor mientras la brisa mediterránea le acaricia el curtido rostro frente al mar Egeo. Ataviado con un sombrero beige y una reluciente americana azul —marino, cómo no—, clava su mirada profunda sobre Salamina, cuya recortada silueta evoca milenarias batallas navales y nos interpela desde su quietud, a una moderada distancia, antes de que nuestra vista se pierda en el horizonte. "De aquí venimos todos: la democracia, las religiones, los dioses… Es como bucear en tres mil años de historia".
Estamos en Agistri, a unas veinte millas del puerto de El Pireo, en Atenas. En pleno octubre, la deliciosa isla se ha desembarazado del turismo, que cada año cumple con su rito de invasión en los tórridos meses de verano. Agistri, junto a Egina, bien podría ser el trasunto de Gynaíka Koimisméni, la isla en la que se desarrolla la nueva obra del escritor y académico, donde el bando sublevado ha emplazado una base clandestina para atacar el tráfico de embarcaciones que, procedentes de la Unión Soviética y después de pasar el mar de Mármara y los Dardanelos, portan cargamentos de armas para la República.
La realidad es que en el Egeo solo hubo dos hundimientos, según cuenta el autor. Además, el nombre de la isla, que tiene forma de mujer dormida y se ubica cerca de Syros, es, de nuevo, inventado, lo que le permite fabular con el entorno y los personajes que intervienen: "No puedes dejar que la historia real perturbe la imaginada", asevera.
Jordán, un marino mercante que "prefería la certidumbre del mar a los azares desconocidos de la tierra firme", lidera una operación bélica que depende de una lancha torpedera S-7 de 3.900 caballos. Esta acción cose el grueso narrativo de una apasionante novela de piratas marcada por un triángulo amoroso —el citado protagonista; el Barón Katelios, propietario de la isla; y su atribulada esposa, Lena Mensikov— y por la interesantísima relación que mantienen dos espías y viejos amigos que, respectivamente, sirven a la España republicana y a la de los sublevados en Estambul.
"La Guerra Civil se luchó en muchos sitios, pese a lo que algunos creen", recuerda Pérez-Reverte, que presume de escribir sobre el conflicto "desde la distancia". Además, "hablo sobre seres humanos en situaciones extremas, no me interesa la ideología", añade. Ciertamente, en sus novelas "la línea entre el bien y el mal nunca está clara", como indica el autor de 'El Capitán Alatriste', al tiempo que lamenta cómo "quienes utilizan la guerra civil como herramienta de enfrentamiento no lo vivieron y además no tienen testimonios".
En todo caso, la insularidad de la novela funciona también como metáfora de una España, entonces en conflicto, que estaba a punto de quedarse desguarnecida con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Pero la guerra es, decíamos, un asidero contextual, casi un pretexto para ampliar el objetivo sobre una de sus grandes pasiones, el mar, que en este caso es también cuna de la civilización occidental. "El mar de la sangre y de la gloria, de la luz y de la sombra", como él mismo lo define, es "reflejo de la condición humana como ningún otro". "No conozco ninguna escuela de memoria histórica como el Mediterráneo", asegura el escritor, que ha preparado su novela —durante seis meses de idas y venidas— en una isla de la que prefiere no desvelar su nombre.
Pérez-Reverte disfruta mucho más la fase inicial de sus novelas que la propia escritura. Detrás de 'La isla de la Mujer Dormida' hay horas de documentación ingente. El autor consultó cartas náuticas, mapas de la época, postales, fotos antiguas que localizó por internet… Y, por supuesto, revisitó las aventuras de Conrad. "Una novela es un estado de ánimo y la idea es que durante el periodo en el que la escribes los personajes no sean ajenos a ti". Pero "yo no soy responsable de lo que estos hacen", matiza.
Si al marino mercante le ha prestado su aplomo, pero también su descreimiento, y al Barón su pasión por las lecturas clásicas y esa inclinación tan suya al refinamiento y la distinción social, con Lena Mensikov ha elaborado un complejo personaje con la pasión y la venganza como ingredientes. Como él mismo recuerda, hay un tipo de mujer en todas sus novelas que "lucha, y casi siempre gana, en un mundo de hombres". Por cierto, "quien dice que soy machista no ha leído una novela mía en su puta vida", apunta. Esta vez, en cambio, esa mujer "está derrotada, no tiene una segunda oportunidad", cuenta en alusión a la historia con su marido, del que se enamoró al conocerlo y al que desprecia desde que por fin él se enamoró de ella. "El héroe masculino no existe si no hay una mujer que lo mire", explica. Diríamos que es la mujer la que proyecta la mejor versión de un hombre, pero el Barón Katelios "no ha estado a la altura de su mirada" y ahora es Lena la que muestra su crueldad, incluso utilizando al marino como herramienta, porque "es una mujer lo bastante lúcida como para saber que el único camino es ajustar cuentas", resuelve.
La complejidad del triángulo amoroso, trama sustancial de una obra que se ocupa intensamente de las cuestiones del alma, entronca con los pilares de su ideario, siempre a la contra del buenismo torpe y del optimismo ingenuo. "Tendemos a pensar que todo tiene solución, y no es verdad", sentencia. A sus años, asegura, "las esperanzas en el progreso de la humanidad se reducen". "Yo viví una Europa extraordinaria —añade—, y ahora veo que se desmorona". Sin embargo, "asistir al final de un mundo es muy nutritivo, ya no me duele tanto", dice.
En esta línea, se muestra partidario de "educar a los niños en el horror, que vean cómo se sufre", porque las nuevas generaciones "no tienen mecanismos" para afrontar que "el mundo siempre se desmorona", que "todo Titanic tiene su iceberg", que "el malo tiene como aliados a los tontos, que son los que le hacen poderoso", y "ahora hay muchos más tontos que malvados". Pero "del mismo modo que hay batallas que no tienen solución, siempre hay que librarlas", apostilla.
Amor y guerra en el mar Egeo: una pasión imposible y una feroz lancha torpedera cedida por los nazis protagonizan la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte
Jacinto Antón - El País - 09/10/2024, 5:30
La embarcación se desplaza veloz en el Egeo entre un dédalo de islas sobre un mar que espejea como plata y un cielo arrebatador de puro azul. De repente pegamos dos brincos que rocían de espuma los costados del casco. Es como si hubiéramos iniciado el ataque a un buque enemigo y largáramos un torpedo. El escritor Arturo Pérez-Reverte esboza una sonrisa de tiburón. Casi puedes imaginar que ha bajado el puño para ordenar el lanzamiento del letal siluro metálico de la misma forma que lo hace Miguel Jordán Kyriazis, el "kapetanios" Mihalis, el protagonista de su nuevo libro, 'La isla de la Mujer Dormida' (Alfaguara), una emocionantísima novela de aventuras, amor y guerra, situada en Grecia en la época de la Guerra Civil Española.
Pero no estamos hoy en una torpedera alemana de la Kriegsmarine nazi, una veloz y depredadora Schnellboot, o S-Boot, como en el libro, ni los barcos que nos cruzamos son presas a cobrar o buques trampa Q contra los que enfrentarnos a vida o muerte. Los navíos que navegan a nuestro alrededor son tranquilos mercantes o ferrys de las líneas Aegean y Minoan, y algún velero. Y nuestra embarcación no es la lancha Lykaina, Loba, sino un moderno transbordador, un deslizador aero "highspeed", que cubre el trayecto entre el puerto de El Pireo y las islas del golfo Sarónico. Es cierto que tiene algunas semejanzas con la torpedera de la novela de Pérez-Reverte: forma alargada, una longitud igual, de 36 metros de eslora, más ancho el ferry, 9,6 metros por 5 de la lancha, y velocidad muy parecida, 32 nudos el primero por 36,5 la segunda. Nuestro transbordador, por eso, no va artillado, aunque no le quedaría mal un cañón Oerlikon de 20 mm en la popa como lleva la Loba.
Pérez-Reverte, de 72 años, viajó este lunes con un grupo de periodistas a Agistri, una de las islas Sarónicas, para presentar su novela en el ambiente (disparos aparte) en que transcurre el relato. En realidad, la isla de la Mujer Dormida del título, Nysos Gynaíka Koimisméni, no existe —el autor se la ha inventado para tener las manos libres— y el libro la sitúa en las Cícladas y no en las Sarónicas, pero Agistri está más a mano y, bueno, una isla griega es una isla griega. Y no se puede negar que Agistri tiene gancho: su nombre significa "anzuelo".
El argumento de la nueva historia de Arturo Pérez-Reverte, ambientada en la guerra en el mar durante la Guerra Civil Española, es sensacional: la marina franquista orquesta una operación encubierta en el Egeo consistente en desplazar a una isla (efectivamente, la de la Mujer Dormida) una moderna torpedera de la clase S-7 entregada generosamente por los alemanes (que así comprueban de lo que es capaz su ingenio, como con los Stukas en España) a fin de atacar el vital tráfico marítimo de suministros de armas de la Unión Soviética a la República. La misión —un pedazo de aventura— se le encomienda a Jordán, un marino mercante reclutado por la Armada sublevada, ascendido a teniente de navío y que se ha adiestrado previamente con las lanchas alemanas en Kiel. El oficial, hombre sólido, recto y justo, eficaz, perezrevertiano hasta las cachas (y que además está cachas), es hijo de español y griega y habla fluidamente el griego. La tripulación de la torpedera consiste en mercenarios reclutados para la ocasión y que componen una galería de pintorescos personajes dignos de 'Los cañones de Navarone', incluidos un piloto griego contrabandista, un torpedista holandés desertor de la marina de su país y un telegrafista británico exalcohólico que cita todo el rato a Shakespeare.
“Quería contar una historia de corsarios modernos, y necesitaba un lugar con muchas islas”, dice Pérez-Reverte, al que revitalizan los aires marinos griegos y de aventura pese al dolor de espalda provocado por una caída paseando a sus perros y que le ha impulsado a portar un bastón que parece un cayado de pastor como el de George Psychoundakis, el bravo correo de la resistencia cretense amigo de Paddy Leigh Fermor, héroe, escritor y filoheleno del que luego saludaremos su foto, en la que aparece junto a los poetas Katsimbalis y Seferis colgada en la pared en la célebre taberna O Platanos de Atenas. “Quería atacar barcos”, establece el autor, tan lobuno como su lancha, “así que me pregunté cómo los ataco. Pensé en un crucero auxiliar, pero es muy grande, y apareció la imagen de la torpedera, que era ideal. La lancha tipo S-Boot o E-Boat (por "Enemy"), como las llamaban genéricamente los ingleses, es una herramienta muy eficaz para hacer la guerra; para atacar y hundir barcos prefiero una torpedera. Fueron muy útiles en la II Guerra Mundial, por su rapidez y agilidad; en ataque por sorpresa eran letales y costaba mucho darles. Pero claro, no tenían nada que hacer ante unidades militares de superficie de mayor tamaño, como un destructor. Eran muy vulnerables, y eso se ve en mi novela”. El escritor habla mientras pasea por el muelle del puerto principal de Agistri donde, tras estar a punto de bajarnos en la isla que no tocaba, hemos desembarcado y donde una pequeña armada de barquitas y caiques con nombres como Amazona, Orfeo o Hércules parece escuchar con envidia las historias sobre su prima de Zumosol torpedera.
“He hecho una novela de aventuras, de guerra y de amor”, continúa. “La vida está llena de aventuras y desventuras”, reflexiona, y dice con contagioso entusiasmo que trata de recuperar el género de aventuras, que “te hace salir de lo confortable y enfrentarte a lo desconocido, al peligro, a lo inesperado”. El novelista, que en El Pireo ha recordado la ocasión en que visitó por primera vez el puerto ateniense a principios de los setenta durante la (otra) guerra del Líbano y “esto era todo bares y putas”, ha querido hablar de “seres humanos en situaciones extraordinarias”. Y en ese sentido, la Guerra Civil es “solo un escenario” y no ha querido hacer un relato ideológico sobre ella. “En mis novelas la línea entre el bien y el mal no está clara, no hay blanco y negro sino toda una gama de grises, lo que no quiere decir que yo personalmente no considere buena a la República y malo a Franco”. Le ha interesado mucho al novelista el dilema moral que se le presenta al protagonista de tener que matar a otros marinos, “sus compañeros, sus hermanos de oficio”. Lo de la torpedera, escondida en su base de la isla bajo su red de camuflaje o en acción fulgurante sobre las olas (Pérez-Reverte describe de manera extremadamente realista y electrizante el manejo y la forma de combatir de la lancha, con páginas que dejan sin aliento), es un hallazgo de primera. “Me lo invento, no hubo ninguna operación así, por supuesto; de hecho, las lanchas que cedió Alemania a la marina de Franco, entre ellas las rebautizadas Requeté y Falange, no tuvieron sino muy escasa acción de guerra. Lo que he hecho es planificar la ficticia operación en el Egeo yo mismo con la minuciosidad con que se habría desarrollado de verdad, incluyendo cómo se les aprovisiona y el suministro de los torpedos”. Hay dos términos muy expresivos en el relato del novelista con respecto al comportamiento de la torpedera en el mar: va dando “pantocazos” y “macheteando” la superficie. “Quiero al lector dentro de la lancha y no cómodo en su sillón”, advierte.
El otro polo de la novela es una historia de amor entre el capitán español —apodado "kapetanios" Mihalis por sus hombres, en lo que es un homenaje de Pérez-Reverte a Paddy Leigh Fermor, que recibía ese nombre en la resistencia cretense— y Lena, la madura, aún hermosa y desengañada esposa del propietario de la isla, el reaccionario y melancólico barón Pantelis Katelios, con el que mantiene una relación morbosa y autodestructiva. Katelios es otro personaje muy perezrevertiano: culto, bibliófilo, desencantado, lúcido, antiguo esgrimista y que tiene una colección de sables napoleónicos, como el propio Pérez-Reverte. Lena, exmodelo rusa de la casa Patou y a la que Jordán, alto, fuerte y masculino, le recuerda a Lord Jim, el personaje de Conrad, también posee una lancha, una coqueta motora Chris-Craft con volante que se llama como ella y que contrasta con la torpedera. El drama está servido en dos frentes: el bélico, con las vicisitudes de la Loba y su tripulación (fascinantes acciones de guerra narradas magistralmente) y el amoroso, con las no menos violentas emociones del triángulo formado por el matrimonio y el marino.
De la protagonista, destaca que “hay un tipo de mujeres que me gusta mucho, la fuerte, que lucha en un mundo de hombres, y que abunda en mi narrativa”. Sin embargo, “quería aquí una mujer especial, una mujer derrotada, que sabe que no tiene una segunda oportunidad”. Pérez-Reverte señala que en 'La isla de la Mujer Dormida', en cierta manera, como pasaba en 'El italiano' (que, por cierto, está camino ya de convertirse en película), el héroe masculino no existe si no hay una mujer que lo mira. Y abunda: “La mujer proyecta en el héroe su mirada, y es ella la que lo hace interesante y lo convierte en lo que es”. Pero el hombre “nunca está a la altura, y por eso la decepción lleva a la mujer a pasarle cuentas, como sucede a Lena con su marido”. El novelista resume: “Las mujeres nos ennoblecen, nos hacen héroes y luego esa mirada se va resquebrajando”. La guerra, “por supuesto exacerba las relaciones”.
Otro escenario de la novela, además de la ficticia isla griega (inventar islas griegas es ya una costumbre de Arturo Pérez-Reverte tras la de su anterior novela, 'El problema final', Utakos) convertida en la Tortuga de los modernos bucaneros, es Estambul. Ahí juegan una doble partida de ajedrez, real y estratégica, un espía republicano y otro franquista que son rivales y amigos y cuya actividad será decisiva para el destino de la torpedera y por extensión de los personajes de la isla. Como es habitual en la casa, Pérez-Reverte borda la construcción de secundarios. Duele que a algunos los despache sin miramientos. “No has de dejar que se te coman la novela; por otro lado, en la guerra, como yo mismo he comprobado, la gente desaparece repentinamente, simplemente ya no están”.
Hay escenas de sexo tan contundentes como los torpedeamientos. Con alguna sorpresa: ¿realmente realizaría sexo oral a su pareja femenina un marino español de los años treinta en su primera cita, como hace Miguel Jordán? Pérez-Reverte responde durante la comida en la terraza con impresionantes vistas al mar, incluida Salamina, del restaurante Mantraki, en el puerto de Megalochori, en Agistri. Es este, Mantraki, un establecimiento en el que no te extrañaría ver aparecer en cualquier momento a las tropas alemanas para capturarnos a todo el destacamento pererezrevertiano, como sucede con el comando de 'Los cañones de Navarone' en la taberna del pueblo de Mandrakos (!) durante una boda y mientras suena la canción folclórica 'Yalo yalo'. “Doy fe de que esa práctica sexual se realizaba, tengo referencias, de marinos acreditados”, zanja serio mientras otros comensales, las lenguas (uy) desatadas por el excelente retsina, apostillan la respuesta con metáforas náuticas de “bajar a la obra viva”, o “visitar los mares del Sur”. Hay referencia en la novela a otras prácticas como el voyeurismo. El novelista subraya: “Quería que los amores de mis personajes fueran turbios, pero no sucios como los hacen otros autores”.
Viajar con Pérez-Reverte posibilita que, aunque se niegue a bailar el sirtaki, te cuente muchas buenas historias, como lo de su curso de paracaidista (además del de buceador de combate) o que, sorprendentemente, admira a los británicos como militares. Hablando de torpederas (véase el completísimo 'S-Boote: German E-Boats in Action', de Jean-Phillippe Dallies-Laboudette, Histoire Collection, 2003) salen, claro, las estadounidenses de la guerra contra los japoneses como la PT-109 que comandaba el futuro presidente Kennedy, las italianas de la X Flottiglia MAS (la unidad que incluía a los hombres rana con torpedos tripulados de su novela 'El italiano', que tiene algunas cosas en común con 'La isla de la Mujer Dormida') y también las lanchas, italianas y alemanas, que actuaron tan eficaz y valerosamente en el Mediterráneo contra, por ejemplo, el convoy de la Operación Pedestal de auxilio aliado a Malta (Max Hastings cuenta el episodio en su último libro). La gran referencia en el cine de los Schnellboote como el de Jordán es, acuerda el escritor, la de 'Ha llegado el águila' (1976), el filme de John Sturges sobre la novela de Jack Higgins, en cuyos compases iniciales se ve al grupo de paracaidistas del coronel Steiner (Michael Caine) que ha sido condenado a servir en torpederas en el Canal de la Mancha, considerado un destino poco menos que suicida (no les irá mejor atentando contra Churchill). Otra película en que tienen un papel las lanchas rápidas alemanas es en 'El libro negro' (2006), de Paul Verhoeven. Pérez-Reverte cita asimismo 'Bajo diez banderas', sobre las aventuras del corsario Atlantis de la Segunda Guerra Mundial (las memorias de su capitán, Bernhard Rogge, están publicadas con el mismo título en Edhasa). “Ese es el tipo de guerra que me interesa”, recalca.
De vuelta en El Pireo, la puesta de sol semeja un estallido en el que parece materializarse la silueta de la torpedera. Pérez-Reverte, que luce un sombrerito más digno de Monsieur Hulot que de un capitán de Schnellboot (pero cualquiera se lo dice), mira hacia la gran deflagración sobre el mar y remacha algunos principios de su código literario y vital: “Prefiero los héroes ambiguos, me interesa el que combate sin fe, por lealtad o por vergüenza torera”. En cuanto a él, “soy un puto contador de historias, no tengo obligación de nada sino de interesar y entretener al lector; no es obligatorio, como algunos parecen creer, hacer novelas con la aspiración de cambiar el mundo”.
"Hay que educar a los niños en el horror"
Paula Cano - Europa Press - 09/10/2024, 6:00
El escritor y académico Arturo Pérez-Reverte acaba de publicar 'La isla de la Mujer Dormida' (Alfaguara), una novela de corsarios modernos durante la Guerra Civil Española pero localizada en el Mar Egeo, donde también hubo combates entre ambos bandos, por lo que ha reflexionado sobre la necesidad de que los niños sean educados sin taparles el "dolor y el horror".
"Hay que estar preparados para el dolor y el desastre. Hay que educar a los niños en el dolor y en el horror. Que no lo tapen, que vean cómo se sufre, cómo se muere. Sobre todo, que vean al malvado que viene. ¿Que el malvado no hable, que no vaya a la universidad, que se cancele la conferencia? Que hable. Después se le arrastra, mata, cuelga, insulta o escupe, pero escucha. Escuchando se aprende mucho del mal. Comprendes el mecanismo y puedes protegerte mejor", ha explicado el autor en un encuentro con los medios en la isla de Agistri (Grecia), escenario que le ha inspirado para su nueva novela. En ese sentido, ha incidido en la falta de cultura entre la población, algo que considera que no permite comprender los horrores, como la guerra en Gaza, para la que, a su juicio, "no hay solución". "Cada vez somos menos cultos, tenemos menos mecanismos para comprender el dolor y el horror. Estamos más indefensos. No es culpa de las nuevas generaciones, es que se lo hemos negado. Les estamos convirtiendo la historia en una especie de papilla homogenizada, pasteurizada y desnatada que a nadie nutre y nadie aprovecha".
Así, el escritor ha asegurado que con la edad ha aprendido "unas cuantas cosas", lo que le ha hecho darse cuenta de que no todo tiene solución, reconociéndose "realista", para después asegurar que no tiene muchas esperanzas en el progreso de la humanidad. "Con 20 años sufría con las causas, pro-palestino, pro-saharaui, y pro-lo que fuera. Tenías la necesidad natural de militar en causas nobles. La edad te da otra manera de ver el mundo, y sabes que hay cosas que no tienen solución. Pero hay batallas que hay que librar, aunque no ganes hay que librarlas. Es muy triste dejar que los malos ganen sin oposición. Lo triste es que al final el malo siempre gana. El malo y el tonto, porque el malo tiene como aliados a los tontos".
En 'La isla de la Mujer Dormida', Pérez-Reverte narra la historia de Miguel Jordán Kyriazis, un marino mercante que en abril de 1937 se ve obligado a ser marino de guerra y librar una batalla en las islas occidentales griegas, aunque el autor ha asegurado que no escribe de la Guerra Civil Española, lo que le da "libertad de conciencia. Escribo sobre cosas que pasan con el telón de fondo de la guerra civil. Eso te da una especie de libertad de conciencia. No estás sometido a ideologías, ni sometido a "estos son los buenos, estos son los malos". Yo hablo de hombres y mujeres, seres humanos en situaciones extremas. La Guerra Civil fue extrema".
Estos grises de los que habla el autor se ven reflejados en la relación entre dos de sus personajes que, a pesar de pertenecer uno al bando republicano y otro al bando sublevado, mantienen un pacto de "no agresión. Mi familia hizo la guerra civil con el bando republicano, pero a mí de pequeño, y a mi generación, me enseñaron que fue un lugar muy complejo donde no había una línea que separara el bien y el mal. Hablo a efectos de gente. A efectos políticos, está claro: república bien, Franco mal. Ahora, gente que ni la vivió, ni la conoció, ni se la han contado los testigos, la utiliza (la Guerra Civil) como herramienta de oposición y de enfrentamiento, cuando realmente los que hicieron la guerra nunca nos quisieron envenenar. Intentaban no contaminarnos de ideologías porque sabían que eso había llevado a lugares muy peligrosos".
Para escribir esta novela, Pérez-Reverte se documentó en Grecia durante seis meses, un hecho que ha calificado de "vuelta a la memoria" porque del mar Egeo viene tanto la democracia como la guerra, la paz "o incluso el aceite de oliva". "Es el mar de todo: de la sangre y de la gloria, de la luz y de la sombra. No hay ningún mar que sea tan humano, que sea tan reflejo de lo que es la condición humana como el Mediterráneo".
La novela tiene una tercera línea narrativa protagonizada por Lena y Pantelis Katelios, quienes se ven envueltos en un triángulo amoroso con el protagonista. En ese sentido, el escritor ha explicado que a su parecer, el héroe masculino no existe sin una mujer que le dé esa condición, algo con lo que juega en 'La isla de la Mujer Dormida'. "El héroe masculino no existe si no hay una mujer que lo mire. Es decir, es la mujer la que proyecta en el héroe masculino sus lecturas, sus cosas. No hay héroe masculino sin mujer que lo mire, por esta razón. La mujer proyecta en el hombre su mirada del mundo". En esa línea, ha rechazado las críticas por machismo en sus obras, asegurando que no lo es y animando a quien así lo crea a que revise alguna de sus novelas. "¿Yo machista? Léete una novela mía", ha reclamado a quienes le cuestionan.
"A la que el mundo falla, los jóvenes creen que todo se desmorona. Es culpa nuestra"
Lara Gómez Ruiz - La Vanguardia - 09/10/2024
Un niño entra en el comedor, sigiloso, no quiere molestar. Los mayores hablan y él solo quiere estar con ellos. Los admira. Son gente curtida, con barbas largas y musculados pero, también, mucha cabeza. Lobos de mar. Esta escena tan novelesca es recurrente en los pensamientos de Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951). Un pequeño gran resumen de lo que fue su infancia, rodeado de marinos mercantes. "Mi padre era ingeniero y navegaba para ver la calidad del crudo que se importaba a España. A menudo, traía a casa a señores mayores, con muchas canas en la barba, que hablaban de temporales y de cargas y que en su tiempo libre jugaban al ajedrez. Me tenían fascinado". Tanto es así que, desde que los vio por primera vez, supo que el mar siempre le acompañaría. Primero, para seguir a su padre y, más tarde, por el puro placer de navegar. Una escuela que le ha aportado unos conocimientos que aprovecha en novelas como 'La carta esférica' (2000), 'Cabo Trafalgar' (2004, con la que recibió la Gran Cruz al Mérito Naval, 'El italiano' (2021) o la recién publicada 'La isla de la Mujer Dormida' (Alfaguara).
"Cuando me puse a escribir este libro, no tardé en darme cuenta de que necesitaba islas. Y el mar Egeo es perfecto. No solo porque tenga miles, sino porque por aquí pasaba el tráfico naval que desde la Unión Soviética transportaba ayuda militar para la República durante la Guerra Civil", explica el escritor mientras se pasea por Agistri, una isla griega a una hora de Atenas, frente a Salamina, que guarda muchas similitudes con la que ha inventado para su novela y que ha bautizado con el nombre de Gynaíka Koimisméni. Si bien la suya la sitúa en las Cícladas, elige este enclave, entre otras cosas, porque son pocos los turistas que lo han descubierto, pues la mayoría bajan una parada antes en el ferry, incluido el matrimonio al que Pérez-Reverte sorprende leyendo 'El club Dumas' en hebreo. Esa quietud es la que buscan sus personajes, unos corsarios capitaneados por el marino Miguel Jordán Kyriazis, español de madre griega, que han sido enviados por el bando sublevado para instalar una base de operaciones clandestina. ¿Su objetivo? Atacar los navíos que transporten armas para ayudar al bando republicano. Y lo hacen desde una torpedera, basada en un modelo auténtico del que el autor consiguió el manual de instrucciones para estudiar su funcionamiento.
"La historia de la humanidad es un escenario bélico terrible. Lo es hoy en Gaza o el Líbano. Tendemos a pensar que todo tiene solución, como también lo puede tener un matrimonio marchito, y no es así. La vida a veces te pone callejones sin salida. Y es importante que eso lo comprendan las nuevas generaciones. Les hemos educado de un modo que les hemos arrebatado todo tipo de mecanismos. A la que el mundo falla, creen que todo se desmorona. Y deben aprender que el mundo siempre se desmorona, ayer con la Guerra Civil, hoy con Gaza y mañana quién sabe con qué. Es algo cíclico. Ponerles una venda en los ojos no hará más que empeorar la situación". Sobre la guerra española señala que "yo no escribo sobre la Guerra Civil, sino sobre cosas que pasan con esta contienda como telón de fondo. Eso me aporta cierta libertad de conciencia, ya que me permite no estar sometido a ideologías. Me interesa más hablar de seres humanos en situaciones extremas". Es una idea que le llevó años atrás a ser corresponsal de guerra y que hoy sigue empleando en sus páginas.
"Muchas historias se apropian de uno u otro bando. A mí me parece más interesante destacar que la línea entre el bien y el mal puede estar clara en la teoría, pero no es tan evidente en la práctica. La vida me ha enseñado que no hay buenos ni malos, sino escalas de grises. Y es ahí, en los grises, donde me gusta ubicar mis tramas". Esta ambigüedad se refleja de forma clara con la amistad que traza entre Pepe Ordovás y Salvador Loncar, dos espías, uno nacional y otro republicano, que establecen un pacto de no agresión y de, hasta donde es posible, asistencia mutua. "La defensa de sus causas no ciega su sentido común". También se evidencia en el triángulo amoroso entre el protagonista, el barón Pantelis Katelios y su esposa, Lena, "una mujer revertiana con todas las letras, con mucho carácter y que se mueve en un mundo de hombres, pero que, a diferencia de las que había dibujado hasta ahora, se presenta derrotada".
Pérez-Reverte sigue reflexionando sobre este abanico de personajes después del paseo por la isla, mientras saborea su copa de retsina, el vino blanco resinado griego que no falta en ningún restaurante y que, opina, "tiene un ligero sabor a tierra. Un detalle que percibí cuando me vine aquí un tiempo a escribir y que, como tantos otros, trato de plasmar. La fase de documentación es esencial y, para mí, la más divertida. Me llevó un tiempo plantear operaciones militares plausibles. Me pregunté: "Si estuviera en guerra, ¿qué estrategia llevaría a cabo yo?". Y esa es la que he escrito. También compré muchas postales de la época que me ayudaron a reconstruir los escenarios. El puerto de El Pireo, desde el que he tomado el ferry para venir hasta aquí, no tiene nada que ver con el que era entonces".
Películas como 'Mar de fondo' (1931), de John Ford; o 'Bajo diez banderas' (1960), de Duilio Coletti, le ayudaron a acabar de crear su imaginario, al igual que canciones como 'Parlez-moi d'amour', de Lucienne Boyer, con la que empieza la novela y que, reconoce, le ha robado el corazón, pese a que ya está buscando otras que le inspiren para su nueva novela, ya en marcha. Quién sabe si pueda serle útil alguno de los raps que se cantan de noche bajo la Acrópolis, aunque el autor siempre ha preferido mirar a épocas pasadas, cuando "la elegancia todavía era algo imprescindible".
“Hemos hurtado a los jóvenes la comprensión del mundo”
Jesús García Calero – ABC – 09/10/2024
Arturo Pérez Reverte buscaba una isla como escenario perfecto de su nueva novela, titulada ‘La isla de la Mujer Dormida (Alfaguara) y viajó al Egeo. “Este mar supone tres mil años de historia. Todo procede de aquí: la guerra, la paz, la democracia, los dioses, el vino, el aceite de oliva… Todo. De algún modo, este mar es también nuestra patria”, explicó ayer a un grupo de periodistas a los que la editorial ha traído a la isla de Agistri, nombre real, para que el escritor muestre los escenarios de una obra que la crítica considera ya “una de sus obras maestras”.
Todo ocurre en 1937. Mientras en España se recrudece la guerra civil y el mundo se prepara para una gran conflagración, un marino mercante español, Miguel Jordán Kyriazis, recibe el encargo de los sublevados de hundir de forma clandestina las naves soviéticas de aprovisionamiento de armas para la República, a su paso por el Egeo. Ese pirata moderno se verá envuelto en una historia de amor, además de ser el centro de atención de los espías españoles en el Estambul de la época, quienes saben ser amigos a pesar de estar cada uno en un bando. El capitán Mihalis, como le llaman, es un marino profesional que cumple con su deber y también sufre por el dolor que causa: “Tiene un concepto de la solidaridad en el mar, pero el tipo que hunde barcos así no puede rescatar supervivientes. Ese conflicto moral me importaba mucho: está matando a sus hermanos de mar”.
Viajar con Pérez-Reverte a un escenario como este es tomar contacto con su afán de aventura. En el ferri entre el puerto de El Pireo y Agistri unos turistas israelíes descubren entre el pasaje al autor del libro que llevan en la mochila, de la que extraen con orgullo una edición hebrea de ‘El club Dumas’. Hoy una vez bajamos como una “troupe” del barco en el muelle de la pequeña isla, dos turistas polacos creen que estamos localizando para alguna serie de Netflix. Tal vez por eso precisamente empezamos hablando con el autor de las localizaciones de la novela. ¿Cómo se documentó? “Vine aquí, estuve buscando lugares, vi cartas náuticas, mapas, estudié la historia de las islas…”, añade, apoyado en el dique del pequeño puerto isleño, con el sonido del mar al fondo. “Lo que menos me gusta de escribir es sentarme a escribir”.
Pero se divierte como un niño viajando a los lugares donde va a situar la acción, documentando los objetos que utilizan sus personajes: marcas, precios, mil detalles, e imaginando los elementos que darán credibilidad a su relato. Con toda esa información, afirma, ya que la novela describe una operación encubierta, “me pregunté cómo habría diseñado yo esa operación militar”. Algo más tarde, durante la comida en una terraza con magníficas vistas a un Egeo esmeraldino y apacible, nos explicará moviendo los brazos en círculo cómo debían ser las maniobras de la lancha torpedera prestada por los alemanes para esta ficción. Cómo atacaría poco antes del alba. Episodios parecidos ocurrieron en el canal de Sicilia y el Cantábrico, aunque no en estas islas. Los gatos de Agistri, buenos cazadores nocturnos, escuchan y maúllan alrededor del grupo, acechando los restos del pescado. El escritor recordará también en la sobremesa que mientras aprendía a navegar imaginaba las maniobras que haría una fragata de otra época para ganar el barlovento o barrer una popa a cañonazos: marino y lector siempre a la caza de lo que sintieron los capitanes intrépidos.
Aunque el Egeo tiene cientos de islas, Pérez-Reverte acabó por inventar una nueva, la isla de la Mujer Dormida, para colocar la base clandestina de la lancha torpedera Likayna, Loba. La ubicó en las Cícladas, cerca de los estrechos por los que todavía pasan las rutas de navegación desde el mar Negro. Y en esa isla puso a los dos personajes que ensanchan esta novela de amor y de aventuras con un cargamento de desamor y desventura. Son el barón Pantelis Katelios, el rico dueño de la isla, y su esposa Lena, enigma de esta historia. “Hay un tipo de mujer que ya estaba en mis novelas”, explica Pérez-Reverte, “que lucha en un mundo de hombres de manera heroica y a menudo gana. Esta vez quería una mujer así, pero ya derrotada. Que en ese triángulo del marino y su marido ajusta cuentas”.
¿Por qué? “Para mí en realidad el héroe masculino no existe si no hay una mujer que lo mira. Es algo que creo, que es la mujer la que proyecta su mirada en el hombre y lo hace interesante. En esta novela voy más allá, ese proceso se ha resquebrajado. Lena ve que ha renunciado a sus sueños por un hombre que no está a la altura de su mirada y sus pensamientos. Y llega la venganza”. ¿Cómo lo hace? “Lena está pasando cuentas por fraude al hombre que la estafó en su vida. Y utiliza al marino protagonista de la novela como herramienta de esa venganza, para causar más dolor”.
Tal es la mezcla y, sin embargo, para entender a Lena hay que pensar en la época en que transcurre esta novela: 1937. Ella no actúa como lo haría una mujer de hoy. “El barón se había casado con ella sin amarla, como mujer trofeo, una bella emigrante rusa en París que destacaba como modelo. Y la vida hace que él se enamore demasiado tarde, cuando ya no está enamorada de él”. A partir de ahí, ‘La isla de la Mujer Dormida’ adquiere toda su paradójica profundidad. Su venganza se agota en sí misma, sin salida. ¿Por qué? “Tenemos la tendencia natural a pensar que todo tiene solución, y a veces la vida te enseña que no es así: no la tiene la guerra, ni Gaza, ni algunos matrimonios desgraciados”, recuerda el autor, aún apoyado en el dique mientras vemos detrás de él, a lo lejos, la costa de Salamina, porque este mar acumula historias y ese es uno de los escenarios bélicos más importantes del pasado, uno de los que tal vez podrían hacerle cambiar de opinión.
Mientras las operaciones para torpedear y hundir mercantes cargados de gasolina y armas para la República se suceden en la novela también lo hacen los diálogos de los personajes en la isla. El barón muestra en ellos su desencanto con el mundo. ¿Es una mirada prestada por el autor? “Cuando tienes mi edad, has leído unos cuantos libros y has vivido unas cuantas cosas las esperanzas en el progreso de la humanidad se reducen mucho. No es que las pierdas, pero no crees gran cosa que el mundo vaya a cambiar para mejor. A veces hay derrotas irreparables. Nací en 1951, he conocido la Europa de Churchill, Adenauer Pío XII, Mitterrand, y ese mundo se ha desmoronado. Ser testigo del final de un mundo, cuando he visto como reportero tantos mundos terminar, para mí es muy interesante. Es verdad que el barón Katelios se beneficia de esa mirada mía, pero no hay más paralelismos”.
¿La novela tiene más actualidad por la época, ahora que hay otra guerra en Europa? “Estamos aquí, en Grecia”, subraya Pérez-Reverte. “Los clásicos griegos y latinos te cuentan que todo ha ocurrido ya, sólo que lo hemos olvidado. Porque siempre aparece el dolor, la guerra, el sufrimiento... Nuestros abuelos lo sabían: no había penicilina, te morías de fiebre… Ahora vivimos en un mundo que nos han hecho creer confortable y ya no estamos preparados cuando viene. En mis novelas intento recordar al lector que eso existe y que hay mecanismos, si no para vencerlo, que ayudan a soportarlo. Las novelas, la lectura, la cultura, la educación son analgésicos. Quizá el mundo te duela igual, pero al menos comprenderás mejor por qué”.
El escritor lo hace, porque no duda sobre quién recae la responsabilidad por tanta falsa seguridad. “Los jóvenes carecen de esos mecanismos, carecen de la lucidez, pero se lo hemos quitado nosotros. Yo soy tan culpable como los de mi generación. Lo hemos hurtado de los planes de estudio, de la educación. Les hemos quitado los mecanismos para comprender el mundo”.
En Estambul se sitúan otros dos personajes fundamentales de la novela, dos espías, uno franquista y otro republicano, que son amigos, que juegan al ajedrez y que miden con cuidado sus pequeñas traiciones para que el juego no se detenga. Son importantes porque el autor también quiere mostrar que el mundo no es simple. “Ya hay otros que hacen novelas de buenos y malos. Bueno o malo, negro y blanco, eso es mentira. Hay una gama de grises importante. Quiero personajes en mis novelas que sean así, como los espías de Estambul”. Por eso le enerva la utilización política de la historia cuando los que vivieron la guerra nos enseñaron que es un lugar muy complejo. “En las ideas, en las causas, estaba claro: República bien, Franco mal. Pero los seres humanos, los combatientes, no es igual. Ahora gente que ni la vivió está utilizando la Guerra Civil como herramienta de oposición y de enfrentamiento cuando realmente los que hicieron la guerra nunca nos quisieron envenenar con ideologías, porque sabían que eso llevó a lugares muy peligrosos”.
Arturo Pérez-Reverte publica una aventura marítima en la que homenajea a su padre y su amor por los relatos de corsarios: “Me resulta imposible escribir una novela de buenos y malos”
Beatriz Martínez - Infobae - 09/10/2024, 10:15
El escritor español "superventas" Arturo Pérez-Reverte parece fiel a su cita de publicar una nueva novela cada año. Si la temporada pasada las estanterías se llenaban con 'El problema final', en la que recuperaba la tradición del crimen y misterio para homenajear al personaje de Sherlock Holmes y a su autor, Arthur Conan Doyle, en esta ocasión presenta 'La isla de la Mujer Dormida', en la que se centra en otra de sus obsesiones, las historias de piratas en el entorno marítimo.
Para él, desde joven, el término “corsario” siempre le ha evocado la idea de relatos de viajes vinculados con algunas lecturas esenciales en su formación, como La isla del tesoro o El Corsario Negro. Además, su padre había sido marino mercante y le había inculcado la afición a la pesca y al mar. Por eso, de alguna manera, es como si en esta ocasión regresara a los orígenes de su memoria íntima y familiar para hablar de su infancia desde una perspectiva adulta, abordando el Mediterráneo como su “patria” y recreando aquellos paisajes que le han marcado.
La novela parte de un hecho real: el tráfico de mercancías y ayuda militar desde la URSS a España durante la Guerra Civil. Sin embargo, a partir de este contexto histórico, la trama se adentra en la ficción con la invención de una isla, una misión y una tripulación. “La torpedera y esos tripulantes son lo realmente revertiano”, explica el autor, que ha querido construir un territorio tan personal como mítico.
El protagonista de la novela es un marino profesional sin afiliación ideológica. “Crecí entre marinos, mi padre era amigo de muchos capitanes, y siempre los he admirado”, recuerda Reverte, quien buscó retratar en su protagonista a alguien alejado de los convencionalismos y fanatismos, un hombre común que se enfrenta a la guerra como un accidente del destino. Para él, estos personajes son más fascinantes por su distanciamiento de la tierra y la libertad que encuentran en la soledad del mar. La figura femenina de Lena Katelios, otra de las presencias fundamentales, surge tanto de la tradición literaria como de su propia experiencia. Reverte admite que no se basa en una mujer concreta, sino en una idea recurrente a la hora de representar en sus textos mujeres complejas, con un pasado que las define y que les otorga una densidad especial. Mujeres con experiencia que, de alguna manera, enriquecen a los personajes masculinos, dotándoles de una dimensión heroica a través de su mirada.
Reverte, con una vasta experiencia como corresponsal en zonas de conflicto, admite que la guerra ha marcado su visión del mundo y su narrativa. “He vivido veintiún años en la guerra. Para mí, la guerra es muy útil narrativamente, porque me ofrece una variedad de situaciones, de tensiones o incertidumbres que en la paz me costaría más encontrar”, confiesa. Su obra no se centra en el enfrentamiento entre “buenos y malos”, sino en la complejidad de los personajes y las circunstancias que enfrentan. “Ni aunque me lo proponga, me resulta imposible escribir una novela de buenos y malos”. La novela también aborda la dureza de la guerra en el mar, un entorno que, según Reverte, “no tiene compasión y mata igual al que es bueno y al que es malo”. Es un espacio donde la justicia no tiene cabida y magnifica su crueldad. “Si se hunde un barco, lo normal es recoger a los supervivientes, pero en cierto tipo de guerra, tienes que abandonarlos. Ésa es la regla, el drama”, señala el autor, reflejando en sus páginas no solo la violencia del conflicto, sino también los remordimientos y las lealtades que surgen en momentos de tragedia.
Para Reverte, 'La isla de la Mujer Dormida' no busca dar lecciones o mejorar el mundo, sino ofrecer una historia bien contada que atrape al lector. “No quiero que el mundo sea mejor al terminar mi novela, solo construyo tramas interesantes para que el lector las viva conmigo”, concluye. La novela transcurre en abril de 1937. España se encuentra en plena Guerra Civil mientras que el marino mecante Miguel Jordán Kyriazis, será enviado por el bando sublevado al mar Egeo para atacar a los soviéticos que ayudan a la República. En la base de operaciones, la vida del protagonista se cruzará con la del barón Katelios y su esposa, una seductora mujer que quiere escapar de su destino. Un relato de aventuras, espionaje y romance con un trasfondo histórico, marca de la casa.
https://www.infobae.com/espana/cultura/2024/10/09/arturo-perez-reverte-publica-una-aventura-maritima-en-la-que-homenajea-a-su-padre-y-su-amor-por-los-relatos-de-corsarios-me-resulta-imposible-escribir-una-novela-de-buenos-y-malos/
"Algunos utilizan la Guerra Civil como herramienta de oposición y de enfrentamiento"
Paco Paniagua - Onda Cero - 09/10/2024, 20:13
'La isla de la Mujer Dormida' es una novela de corsarios modernos que supone el regreso literario de Arturo Pérez-Reverte. Una novela de mar, amor y aventuras en el Egeo durante la Guerra Civil Española. El traslado de armas en barcos desde la Unión Soviética a la República es el telón de fondo. Y un marino mercante, Miguel Jordán Kyriazis, el gran protagonista de sus páginas. “Acaba de cumplir los treinta y cuatro años: alto, fuerte, dorado de cabello y barba, con unos ojos azules equivocadamente ingenuos”, como lo describe el autor.
La trama transcurre en abril de 1937. El marino es enviado por el bando nacional a atacar el suministro de armas que viene a la Península a la zona republicana, en barcos desde la Unión Soviética. Tendrá como base de operaciones una pequeña isla en el Egeo donde la vida se verá inmerso en un peligroso triángulo con los dueños de la misma, sobre todo por la actitud seductora de la mujer para quien su marido ya significa poco en el plano del amor.
“Necesitaba islas para la historia. Una isla adecuada pero también otras islas alrededor. El Egeo tiene miles de islas. Y además, trabajar aquí tiene un plus y es que de aquí vienen todo: la democracia, el vino, el aceite, el mármol, los Dioses, viene todo. Entonces, claro, es como volver a la memoria, ese fondo de tres mil años de memoria y de cultura era un incentivo muy adecuado para la historia. Por eso me vine aquí, estuve mirando lugares, miré cartas náuticas, hice una isla imaginaria en la que resumí las islas reales que estuve visitando”.
Acompañamos a Arturo Pérez Reverte a la pequeña isla de Agistri, desde donde nos cuenta por qué quiso ambientar novela en las Cícladas occidentales griegas. “La isla de la novela no existe. Hay una isla que utilicé al sur de Andros y de Tinos y a poniente de Siros y le puse mi nombre, porque eso me permitía manipular. La ventaja de trabajar con material histórico de verdad es que tienes mucha parte hecha, pero otra tienes que ponerla tú. No puedes dejar que la historia real te perturbe, la historia que quieres contar. Entonces, esa manipulación, sin alterar demasiado la historia pero metiendo tú tu contrabando, es muy importante”.
“La gente piensa que la Guerra Civil española se vivió solamente en España y eso no es verdad. Se luchó en el Atlántico los barcos que venían del norte, se luchó en el canal de Sicilia, se luchó aquí en Grecia. Lo que pasa es que esta parte no era my conocida entonces, yo quería contar una historia de corsarios modernos pues era perfecto. Guerra Civil en el 37, los barcos soviéticos que venían a la Península, torpedos que los atacaban, en fin una buena historia de aventuras como yo quería. Pero yo no escribo sobre la Guerra Civil, escribo sobre cosas que pasan con la guerra como telón de fondo. Eso te da una especie de libertad de conciencia. No estás sometido a ideologías ni a estos son los buenos y estos los malos. Yo hablo de hombres, seres humanos en situaciones extremas. Y la Guerra Civil lo fue”.
Es en este punto donde la conversación nos lleva a qué está pasando en la España actual donde algunos, cree Arturo Pérez Reverte, están utilizando la Guerra Civil como herramienta de enfrentamiento. “Mi familia hizo la Guerra Civil en el bando republicano, el de los vencidos. Pero a mi y a mi generación, me enseñaron de pequeño que la guerra fue un lugar muy complejo donde se daban cita muchas cosas. No había una línea que separara el bien y el mal. A efectos políticos República bien y Franco está mal, eso está claro. Pero a efectos de seres humanos no era exactamente así. Entonces ahora están trazando, gente que ni la vivió ni la conoció, ni se la han contado los testigos, están utilizando la Guerra Civil como herramienta de oposición y de enfrentamiento. Cuando realmente a nosotros nunca a los que nuestros familiares hicieron la guerra, nunca nos quisieron envenenar. No contaminarnos de ideologías, porque sabían que eso llevaría a lugares muy peligrosos”.
Percibimos en la novela asuntos tan esenciales como la amistad, la lealtad, el peligro, la muerte y por supuesto el amor. El triángulo que se crea entre el marino Miguel Jordán Kyriazis, el propietario de la isla que se convierte en base de operaciones, el barón Katelios y su seductora esposa, va a remover la vida del corsario. “Hay un tipo de mujer que me interesa mucho que es la mujer que está en todas mis novelas. Pero esta vez yo quería a esa mujer…derrotada. Osea, en mis novelas siempre hay una mujer que lucha en un mundo de hombres, con reglas de hombres y que lucha de una manera heroica. Y a menudo gana. Pero esta vez quería una mujer derrotada; una mujer que ya no tiene segunda oportunidad. Quería una mujer que en ese triángulo entre el marino, su marido y ella, ajusta cuentas con el marido. Hay una cosa muy interesante y es la siguiente: yo creo que el héroe masculino no existe si no hay una mujer que lo mire”.
Los jóvenes, advierte Arturo Pérez Reverte con preocupación, deberían aprender de esta novela que el mundo siempre se desmorona y hay que estar preparados para ello. “Estamos convirtiendo la historia en una especie de papilla homogeneizada y desnatada que a nadie nutre, que nadie aprovecha y que no vale para nada. Y decimos los jóvenes es que no están preparados. No. Es que carecen de los mecanismos, carecen de la lucidez pero se la hemos quitado nosotros. Yo soy tan culpable como los de mi generación que con los planes de estudio, con la educación, les hemos quitado los mecanismos para comprender. Y viven en un mundo que en cuanto les falla lo que les falle, ese mundo se desmorona. Y el mundo siempre. se desmorona”. Es en este punto donde surge el debate de hasta qué punto los jóvenes deben saber de la maldad. ¿Hay que ocultársela todo lo posible? “Hay que estar preparados para el dolor y el desastre. Hay que educar a los niños también en el horror, en el dolor. Hay que educarles también en eso. Que lo tapen, que no lo vean… no no, que vean cómo se sufre y que vean que el mal existe. Porque cuando comprendes el mecanismo del malvado, entonces puedes protegerte mejor y puedes negociar. Pero si le tapas la boca al malo, no sabes qué es el mal”. Remata el escritor el argumento quejándose de que, en el fondo, los que sostienen a los “malos” del mundo son los “tontos” que les rodean. Sin esos “tontos” el mundo sería mejor.
Arturo Pérez-Reverte nació en Cartagena en 1961. Conoce como pocos escritores el alma humana, con sus virtudes y sus miserias. Ha conocido hombres y mujeres en las situaciones más extremas de guerra y sabe de lo que el ser humano es capaz. No ajeno a los conflictos en el mundo, que no son para permanecer impasibles, la edad le ha dado sin embargo algo muy importante: sosiego. “Tengo sesenta y tres años, he vivido en veintiún países en guerra, he leído no sé cuantos libros, tengo canas en la barba y una edad. Una experiencia vital que uno tiene y que no puedes renunciar a ella. Entonces, eso te da una especie de serenidad a la hora de mirar, que no tienes con veinte años. Con veinte años sufría con las causas y era pro palestino, pro saharaui y pro lo que fuera. Tenías la necesidad natural de militar en causas nobles. La edad te da otra manera de ver el mundo. Te da serenidad”.
Audio:
https://www.ondacero.es/noticias/sociedad/arturo-perez-reverte-algunos-utilizan-guerra-civil-como-herramienta-oposicion-enfrentamiento_202410096706c7e7077ed10001eb25b3.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario