Pueblo, 17 de junio de 1975
[El Aaiún, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]
—Estaba tomando el té, mientras vigilaba la batería de la emisora, cerca de la media noche, cuando vi venir varias sombras que corrían, apuntándome con sus fusiles y gritando: "¡Alto, no te muevas!". Yo estaba desarmado y no pude defenderme. Por eso ellos me empujaron contra la pared, me quitaron todo el equipo y vaciaron por el suelo el contenido de los cajones y armarios. Después fueron trayendo a todos los compañeros y los colocaron junto a mí, cara a la pared, mientras los registraban. Tenían el rostro cubierto y repetían una y otra vez: "Somos del Polisario".
Bachir Uld Sidi, veinticinco años, radiotelegrafista del puesto aduanero de Guelta Zemmur, señala el suelo cubierto de papeles y las camas, en las que sólo quedan los colchones desnudos. A las 23.20 del sábado, con el resto de los policías territoriales de la guarnición, vio cómo los hombres del Polisario y los desertores del puesto se apoderaban de todo el material y armamento, antes de alejarse hacia la frontera mauritana, que se encuentra a sólo una treintena de kilómetros.
—Se llevaron todo cuanto aquí había de valor: mantas, sábanas, armamento, los vehículos, el grupo electrógeno... Antes de marcharse dijeron: "El que quiera, que se venga con nosotros". Algunos se marcharon con ellos, por lo menos uno que conozco, Mohamed Embareck. Se marcharon a las dos y pico de la madrugada, llevándose con ellos, según me cuentan los que lo vieron, al alférez y a uno de nuestros compañeros, atados, creo... No comprendo por qué los centinelas no dieron la alarma. Había cuatro, ¿sabe? A tres de ellos no les hemos vuelto a ver, así que suponemos que estaban de acuerdo con los polisarios para hacer esto. Es una cochinada; eran compañeros nuestros, nos conocíamos, habíamos vivido juntos mucho tiempo. Sin embargo, no nos dijeron nada. Se pusieron de acuerdo con los polisarios y nos engañaron.
En Guelta Zemmur, donde hasta ayer sólo había nativos, una compañía de legionarios ocupa el puesto y rastrea la zona, en presencia del gobernador militar del Sahara, general Gómez de Salazar, que se ha desplazado hasta aquí en helicóptero. Entre tanto, los agentes territoriales nos cuentan los detalles de lo que ellos califican como "amarga experiencia".
Ahmed Baba, un veterano barbudo y taciturno, chupa el cigarro mientras explica cómo pudo escapar del Polisario:
—Yo estaba de servicio, despierto, en el interior de la casa. Me encontraba tranquilo, porque fuera estaba un compañero de guardia. Salí un momento a orinar, y cuando regresaba, descubrí a dos hombres. Les di el alto y no respondieron. Como yo estaba desarmado, le grité al centinela, pero el centinela se quedó callado un momento y dijo: "¡Son de los nuestros!". Le dije que no, que no lo eran, que disparase, pero se quedó callado otra vez. Entonces comprendí que estaba de acuerdo con ellos y eché a correr hacia la casa para avisar a los demás, pero los polisarios vinieron detrás de mí y nos hicieron prisioneros a todos. Nos sacaron fuera, junto a la pared, pero en un momento de descuido eché a correr y me escondí en el cementerio, dentro de una tumba. Cuando salí ya se habían marchado con todo lo que pudieron llevarse.
Seleima Hamudi fue quien, cuando se marcharon los polisarios, llegó con el cabo Larosi hasta El Aaiún para informar a sus superiores, tras alertarles por teléfono desde Bu Craa.
—¿Por qué no os fuisteis con el Polisario?
—¿Irnos? Somos saharauis, no mauritanos, argelinos o marroquíes. No nos vamos con el Polisario porque somos soldados territoriales que estamos en nuestra tierra. Además, nuestros compañeros que desertaron para irse con ellos nos engañaron, nos tendieron una trampa. No queremos nada con ellos, porque nosotros cumplimos con nuestro deber.
—¿Por qué, entonces, no disparasteis ni un solo tiro?
—No nos dieron tiempo, y las armas las tenían los centinelas que nos traicionaron. Nos cogieron por sorpresa. Si hubiésemos tenido las armas en la mano, esto no habría sucedido así. Habríamos disparado contra los del Polisario.
—¿También contra vuestros compañeros desertores?
—También; nosotros somos soldados, y ellos ya no eran nuestros compañeros.
Así terminó la conversación; con un argumento tajante. Quizá demasiado, pues las cosas no están tan claras en Guelta Zemmur. En realidad, hace tiempo que las cosas no están claras en ningún lugar del Sahara.
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