Pueblo, 25 de junio de 1975
[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]
Hay días en los que resulta amargo sentarse ante la máquina de escribir. Ayer, una mina anticarro marroquí mató a cinco soldados españoles. Vamos a decir sus nombres, pues hasta ahora eran tan sólo cinco más de los miles de hombres que defendían las fronteras de este Sahara que ya empieza a costar mucha sangre. Se llamaban teniente Luis Gurrea Serrano, sargento Diego Cano Nicolás, soldados Miguel Casanova Carbonell, José Otero Amueda y José Torcar Escribá. Murieron ayer por la mañana, junto a la frontera marroquí, cuando el Land Rover en que recorrían la pista de Tah a Negritas pisó una mina colocada dentro del territorio saharaui por soldados de las Fuerzas Armadas Reales de Marruecos. Los españoles pertenecían al grupo de artillería ATP XII, de la División Acorazada Brunete número 1, actualmente destacada como unidad expedicionaria en el Sahara, y formaban parte de un convoy de varios vehículos, que recorrían la frontera en misión rutinaria de reconocimiento.
El Land Rover circulaba en segundo lugar, a la cabeza del convoy. La mina, enterrada en la arena, pasó entre las ruedas del primer camión, sin estallar, pero reventó bajo la presión de los neumáticos del siguiente vehículo. El sargento Cano y los tres soldados murieron en el acto, destrozados por la explosión que carbonizó el Land Rover. El teniente Gurrea pudo ser rescatado vivo, pero la gravedad de sus heridas le produjo la muerte durante su traslado a la cercana base de Daora. Estaba casado desde hace sólo cinco meses, y su esposa se había reunido con él en el Sahara hace tres días.
Con los cinco de ayer, asciende ya a siete el número de soldados que el Sahara le ha costado a España en el plazo de seis meses. El 18 de diciembre caía el sargento Carazo en los combates de Tifariti, y el 11 de mayo, cerca de Mahbes, el soldado Ángel Moral era acribillado por los desertores nativos que se pasaron con prisioneros españoles al otro lado de la frontera. La mina de Tah viene a aumentar trágicamente la lista.
En El Aaiún cayó ayer como una lluvia helada. En la cantina militar los oficiales bebían en silencio, y a veces, cuando abrían la boca, era en un murmullo o para maldecir quedamente. César de la Lama, de Efe, y yo vimos capitanes con los ojos enrojecidos. Era tal la sensación de angustia por la muerte de aquellos soldados de veintitantos años que los periodistas nos sentíamos allí como intrusos, sin apenas osar hacer preguntas. Estaban buscando a la esposa del teniente Gurrea para decirle que su marido había pisado una mina marroquí...
Hace cuatro días estuve en Tah, muy cerca del lugar donde han muerto los cinco españoles, роcas horas después del ataque de las FAR contra el puesto aduanero. Recorrí entonces la frontera en un Land Rover conducido por el capitán José Luis Wadgener, de la Policía Territorial, acompañados por un brigada sobre cuyas rodillas descansaba una pistola ametralladora. El sol caía a plomo y el vehículo crujía al saltar por aquellas pistas infernales. Ellos recuerdan, deben recordarlo especialmente ahora, que les interrogué sobre la posibilidad de que encontrásemos una mina en el camino.
—Hace mucho tiempo que no las colocan —respondió el capitán—. Y confiemos en que siga la suerte.
Aquel sábado, ante la sonrisa del brigada, yo toqué hierro de forma casi inconsciente, mientras contemplaba con inquietud la carretera que se extendía ante nosotros. No hubo suerte, capitán Wadgener. Cuatro días después, una mina marroquí nos mataba allí mismo cinco soldados.
"Cinco muertos son muchos muertos. El incidente ha sido muy grave y, como usted comprenderá, estamos apesadumbrados", declaró en conversación telefónica el gobernador general del Sahara, general Gómez de Salazar, a un redactor de Pyresa. "Sabíamos desde hace días que se habían sembrado campos de minas en esa zona —ha dicho el general Gómez de Salazar— y nuestros zapadores están localizándolas y destruyéndolas. Naturalmente, la operación seguirá a pesar de este trágico accidente, que no es que forme parte de una oleada terrorista, sino que más bien es producto de esta guerra insidiosa que sufrimos. Es innecesario insistir en que es muy difícil controlar las iniciativas hostiles en un territorio que tiene 2.500 kilómetros de fronteras —prosigue diciendo el gobernador general del Sahara— pero a pesar de todo la situación aquí es de completa tranquilidad".
Preguntado sobre la situación de los prisioneros españoles en manos del Frente Polisario, el general ha manifestado que, por medio de una carta personal, aparte de de un emisario, les ha enviado pequeños paquetes y cartas familiares que espera lleguen a su poder. El general ha vuelto a recibir seguridades de que los prisioneros se encuentran bien y les ha pedido que escriban a sus familias, aunque no es muy seguro que este deseo pueda verse cumplido.
Misa de campaña ante los cinco féretros
[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]
En un silencio impresionante, dos mil jefes, oficiales, suboficiales y soldados de la guarnición de El Aaiún rindieron anoche el último adiós a sus cinco camaradas. En la explanada del campamento del Grupo de Artillería ATP XII, en presencia del gobernador general del Sahara у de algunos familiares de los caídos, entre los que se encontraba la esposa del teniente Gurrea, se celebró una misa de campaña ante los cinco féretros, a la luz de los faros de los carros de combate. Se hallaba presente una sección con armas de cada unidad destacada en El Aaiún.
Al término de la misa, antes de salir los féretros a hombros de los soldados, un cornetín y la banda de música del Tercio Juan de Austria interpretaron el toque de oración. Los cuerpos de los cinco soldados serán transportados hoy a la Península, donde recibirán cristiana sepultura.
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