Pueblo, 23 de junio de 1975
[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]
Tah es un pequeño puesto fronterizo, emplazado justo en la frontera con Marruecos, al borde de la "tierra de nadie". El pasado fin de semana, después de atravesar el desierto hacia el Norte, encontramos a los policías territoriales saharauis que en la madrugada del sábado rechazaron el ataque de 25 soldados de las Fuerzas Armadas Reales Marroquíes.
El sargento jefe del puesto, Brahim Hamuadi, nos narró las incidencias del combate. Los atacantes fueron recibidos, a un centenar de metros de la guarnición, por una descarga cerrada de los saharauis, que les causó dos muertos, obligándoles a retirarse inmediatamente. En la huida, los marroquíes "olvidaron" sobre el terreno los 38 kilos de trilita —en 96 paquetes de 400 gramos, de manufactura soviética— con los que intentaban llevar a cabo la voladura del puesto fronterizo.
Todo había comenzado a las dos de la madrugada, cuando la luna creciente permitió a los centinelas de Tah descubrir movimiento en las líneas marroquíes. Tras dar la alerta por radio, los diez policías territoriales de la guarnición se apostaron en los parapetos, las armas a punto, sin perder de vista a los atacantes. Estos, que vestían uniforme, comenzaron a avanzar rodeando el puesto hacia el este, concentrándose en unas "graras" —arbustos— cercanos, donde se estuvieron preparando hasta las cuatro menos diez, hora en que se destacaron nueve hombres, con los explosivos en mochilas, protegidos por una ametralladora y un subfusil, que se instalaron tras unos montículos, a derecha e izquierda del grupo.
—Mis hombres estaban impacientes —dice el sargento Brahim—. Todos tenían el dedo bailando en el gatillo y no cesaban de preguntarme: "¿Les tiramos ya, mi sargento?". Yo les decía que calma, que tranquilos, que yo daría la señal con un disparo de mi revólver. No teníamos miedo. Durante mucho tiempo hemos estado aguantando provocaciones de los marroquíes, y esta vez les teníamos a tiro. Además, y eso era un placer, venían de uniforme, así que les fuimos dejando acercarse...
Los atacantes, confiados al no observar ningún movimiento en el puesto, continuaron su avance, con las cargas de trilita listas para ser utilizadas.
—Nosotros ni respirábamos, por miedo a que los marroquíes se diesen cuenta de que estábamos prevenidos. Se aproximaban más y más... Doscientos metros, ciento cincuenta... Mis hombres ya no podían resistir la impaciencia; entonces empеcé a pegar tiros y esto ardió de punta a punta. Los marroquíes comenzaron a largar los paquetes y salieron zumbando, mientras su ametralladora y el subfusil nos soltaban ráfagas para cubrirles. Entonces les mandamos cinco granadas, y ellos se echaron al hombro la ametralladora y el subfusil y se pusieron a correr como locos... Vimos caer a uno, pero se levantó, o lo recоgieron... Mis hombres estaban eufóricos. Si en lugar de fusiles semiautomáticos llegamos a tener una ametralladora, no dejamos ni uno.
Los marroquíes —lo hemos sabldo después— tuvieron dos muertos durante los diez minutos escasos que duró el tiroteo. Horas más tarde un helicóptero de las Fuerzas Aéreas Marroquíes se posó en las proximidades, al otro lado de la frontera, izando, al parecer, los cadáveres a bordo. Después el aparato despegó, alejándose en dirección a Tarfaya. Más tarde, recorriendo la "tierra de nadie", hemos visto las huellas de los atacantes, las señales de la ametralladora en el montículo y la tierra ennegrecida por las granadas. También tuvimos ocasión de comprobar la inquietud y el nerviosismo de los aduaneros marroquíes, ajenos al ataque, temerosos de recibir en sus espaldas una posible represalia española. Todos los informes parecen confirmar que la unidad atacante había sido traída al sector exclusivamente para volar el puesto de Tah y no formaba parte de la guarnición marroquí instalada al otro lado de la "tierra de nadie", una franja de tierra de un kilómetro de anchura que separa el Sahara de Marruecos.
En el momento de redactar esta crónica ignoramos si se ha producido ya algún tipo de protesta oficial ante el Gobierno de Rabat por parte de las autoridades españolas, en vista de lo que parece ser una flagrante violación de la frontera, con un ataque militar que no fue llevado a cabo por partidas incontroladas, sino por soldados marroquíes con uniforme de las Fuerzas Armadas Reales.
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