Cristina Cueto - Diario de Sevilla - 01/10/2025
"No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente. Se llamaba Diego Alatriste y Tenorio, y había luchado como soldado de los tercios viejos en las guerras de Flandes. Cuando lo conocí malvivía en Madrid, alquilándose por cuatro maravedíes en trabajos de poco lustre, a menudo en calidad de espadachín por cuenta de otros que no tenían la destreza o los arrestos para solventar sus propias querellas". Con esta descripción arrancó hace tres décadas la saga más importante de la carrera literaria de Arturo Pérez-Reverte. En 1996, 'El capitán Alatriste' llegaba a las librerías para abrir la puerta al Siglo de Oro español como nunca se había contado. Con sus muchas glorias y sus terribles miserias. Después de 14 años de silencio, el autor recupera a su gran héroe con 'Misión en París' (Alfaguara). Como marca de la casa, el soldado se verá inmerso en una trepidante y peligrosa aventura en la Francia bajo el poder del cardenal Richelieu.
Esta octava entrega responde, según el escritor, al paso del tiempo —“me hago viejo y no se cuántas novelas me quedan”—, pero también a una suerte de deuda con los lectores. Algunos —verdaderos fanáticos al más puro estilo estrella del rock— han llegado a tatuarse frases e imágenes de Alatriste en los brazos, la espalda y las piernas. Una presión —algún seguidor le ha dicho al autor que no leería nada suyo hasta que no sacara algo nuevo de Alatriste— que le costó afrontar por “el tono, el lenguaje, los giros de las expresiones y el humor español” que caracteriza a la saga. A pesar de haber sido un trabajo “laborioso”, en el que no ha faltado una relectura de los siete libros anteriores, el de Cartagena está “contento con el resultado”.
Y es que en esta nueva aventura, la tropa conformada por Diego Alatriste, Íñigo Balboa, Francisco de Quevedo, Sebastián Copons y el cordobés Juan Tronera llegan a la capital de Francia para completar una peligrosa misión por encargo del conde-duque de Olivares. A caballo entre un París “que ya no existe” y La Rochelle, región que está sufriendo el asedio de las tropas de Richelieu, en esta novela se produce el "crossover" —como se diría en la jerga actual— definitivo. Los de Alatriste se toparán con los mosqueteros: “No quería hacer un pastiche, sino algo creíble. Que pasaran por la novela como personajes de verdad y no como referencias de cartón piedra”.
Sobre el reencuentro con su protagonista estrella —con permiso de Lorenzo Falcó y Hopalong Basil—, Pérez-Reverte admite que “ha habido un problema técnico”, porque la novela ha envejecido un año —recordemos que 'Misión en París' transcurre un año después de 'El puente de los Asesinos'— pero “yo he envejecido quince”. Esto se hace evidente a través de un Alatriste “más oscuro, más amargo, más silencioso” y que arrastra mayores “remordimientos”. A pesar de ello, el autor también considera que —sin ánimo de fanfarronear— estamos ante “uno de los héroes más españoles que uno puede imaginar, porque aun sabiendo que será ingratamente pagado, va y lo hace”.
La lealtad, la amistad y el honor de Alatriste son los estandartes que sostienen la saga. Una “épica humana” que va más allá de las banderas, que traspasa cualquier época y que aglutina a todos esos individuos que son capaces de asumir “sobre sus espaldas” la “responsabilidad de las cosas”. Como los médicos y enfermeros durante la pandemia, como los bomberos que lucharon contra los incendios que asolaron la Península Ibérica durante este verano y como los voluntarios que arrimaron el hombro durante la dana de Valencia. “Alatriste es el soldado típico español mal pagado, de antes y de ahora”, recalca el escritor de 'La piel del tambor', quien sostiene que “en España no aceptamos que el enemigo tenga razón en algo, y a eso intento oponerme con esta novela”.
Lo mismo ocurre con el propio contexto de la obra. Si se trasladara al presente, La Rochelle “sería la Gaza” de nuestro tiempo. “Gaza ha ocurrido mil veces en la historia y seguirá ocurriendo”, ha indicado el escritor, quien ha valorado que en la contienda de La Rochelle hubo una fuerte “política de exterminio” en la que “la gente moría de hambre y de miseria”, lo cual demuestra que “nada es nuevo”: “Graza, Putin y Trump no son nuevos. Los habíamos olvidado, y la vida, que es muy perra, nos los recuerda de una manera dramática”.
Sobre la última novela, pendiente de estreno y que posiblemente marcará el cierre de la saga, el escritor asegura que no le causa desazón haber anunciado la muerte de Alatriste, “porque todo el mundo va a morir”. De hecho, apostilla que saber que su protagonista lo hará en el campo de batalla, peleando con la espada en la mano, le confiere “una coherencia al personaje” que lo hace incluso más sólido: “La vida le concederá el dejarlo morir como vivió”.
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