Francisco Martínez Hoyos - lavozdelsur.es - 30/10/2025
Los méritos de la persona no tienen que coincidir con los del escritor. Pérez-Reverte es con frecuencia polémico, arrogante, bocazas. Por eso mucha gente le odia y no se molesta en leer sus libros. Todo lo que tiene que ver con él adquiere, enseguida, una fuerte connotación ideológica. Para la izquierda, es artículo de fe que el novelista cartagenero no es más que un apologista del Imperio español. Los suyos serían, por tanto, valores rancios y militaristas. Pero… ¿cómo explicar entonces su sonada polémica con María Elvira Roca Barea, a la que acusó de olvidar los aspectos más oscuros de nuestra historia?
Precisamente por su sentido crítico, la derecha le acusa de ser un negrolengendario más. Unos y otros no pueden tener, como es obvio, razón a la vez. Lo más seguro es que no la tengan ni romanos ni cartagineses. Pérez-Reverte no se apunta a la leyenda negra: lo que hace es presentar luces y sombras sin el menor complejo. ¿Imperialista? El hecho incontrovertible es que, como encarnación del imperio, elige a un turbio espadachín, un tipo no demasiado recomendable. No parece el personaje más apropiado para un panegírico del Siglo de Oro.
Cuando creíamos que Alatriste no volvería nunca, nos encontramos con la grata sorpresa de 'Misión en París', tal vez la mejor de la saga. El título, anunciado hace ya muchos años, hizo pensar a muchos lectores que el protagonista podría encontrarse con D’Artagnan, Porthos, Athos y Aramis, puesto que sus aventuras tienen lugar en la misma época. Pérez-Reverte ha hecho realidad nuestros sueños en lo que es un hermoso homenaje a su admirado Dumas. Su admiración por los mosqueteros, como es sabido, viene de lejos. Los evocó, por ejemplo, en 'Cuatro héroes cansados', un artículo memorable que te impulsaba a dejarlo todo para ir a la biblioteca a leer sus legendarias aventuras.
Como siempre, los historiadores profesionales se han puesto puntillosos y le han acusado de ser infiel a la verdad de los hechos. Olvidan que la literatura posee sus propias reglas: no importa que el autor sea veraz, sino verosímil, es decir, capaz de convencernos para que pongamos en suspenso nuestra capacidad crítica. Pérez-Reverte, pese a sus excelentes conocimientos de la época, no parte de ningún planteamiento historiográfico. Lo que ofrece es una meditación sobre España heredera de Larra y la Generación del 98: dibuja un país desgraciado, traicionado por unas élites que solo piensan en su propia conveniencia.
Puesto que se trata de hacer literatura y no historia, por supuesto que hay inexactitudes y anacronismos. Francisco de Quevedo no era ese individuo crítico con la Inquisición, sino un tradicionalista de tomo y lomo, lleno de ideas autoritarias y excluyentes. Seguramente, si viviera en la actualidad, sería de Vox o de algo aún peor, lo que no quita para que debamos disfrutar de sus versos incomparables. Pero nada de esto, en la ficción, posee la menor importancia. Lo que cuenta es que Pérez-Reverte hace servir al poeta como una conciencia lúcida de la decadencia imperial.
Alatriste, una vez más, aparece como un individuo profundamente estoico, cualidad que se relaciona con la imagen tradicional de los españoles. Aunque su trabajo consiste en cumplir órdenes, puede llegar a ser insolente con los que están mucho más arriba en la escala social. En cualquier caso, siempre está dispuesto a defender con la espada las palabras de sus labios. Nos recuerda, por su carácter orgulloso, a personajes inolvidables como el Pedro Crespo de 'El alcalde de Zalamea', que tampoco se rebajaba ante los poderosos.
En 'Misión en París' tendrá que cumplir con un plan sorprendente, descabellado, tan imposible que las aventuras del Ethan Hunt de Tom Cruise nos parecen, en comparación, coser y cantar. La aventura está condenada al fracaso, pero no importa. Lo que cuenta es que nuestro héroe ha sabido batirse con coraje y ha sido, como siempre, fiel a sí mismo.
https://www.lavozdelsur.es/opinion/alatriste-desmesura-su-propia-osadia_345005_102_amp.html
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