02 julio 1975

El Polisario continúa sin dar señales de vida


Pueblo, 2 de julio de 1975

[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Desvanecidos ya los ecos de la manifestación celebrada por el PUNS el pasado domingo, el Frente Polisario sigue sin dar señales de vida. Sus banderas y los botes de pintura descansan en un rincón de las casas, ocultos bajo esteras y cachivaches en el fondo de los arcones. Se barajan fechas sobre su aparición en las calles de El Aaiún; hay quien apunta el próximo fin de semana o el día 7, coincidiendo con la reunión de la Yemaa, pero en el fondo casi todos coinciden en lo mismo: ni siquiera el Frente Polisario, al menos sus simpatizantes en el Sahara, saben si habrá o no manifestación. La ausencia de instrucciones procedentes de los "cerebros" residentes en Argelia parece, según las informaciones recogidas entre la población saharaui, casi absoluta. Nadie sabe a qué atenerse ante el silencio de los "capos" del Polisario, y se comienza a experimentar entre los simpatizantes una sensación de desconcierto. ¿Qué espera el Frente Polisario? ¿Reserva una baza oculta en la manga, o en realidad no da señales de vida porque también él está confuso y no sabe cómo hacerlo?

No falta aquí quien apunta la posibilidad de que Argelia esté a la espera de la intervención española ante el Tribunal de La Haya, у mantenga al Frente Polisario al "ralentí", esperando acontecimientos. También se alude al temor del Frente a desencadenar con su manifestación una reacción violenta por parte de las autoridades españolas. El temor, en este caso, parece injustificado, ya que, en palabras del gobernador del Sahara, general Gómez de Salazar, "no deseamos otra cosa que dialogar con el Polisario. Nuestros esfuerzos han fracasado hasta ahora y todas las gestiones efectuadas a través de emisarios han dado resultados negativos. España está dispuesta a considerar interlocutor válido al Frente Popular, junto al PUNS y la Yemaa, pero para ello es necesario que los miembros rectores vengan y nos pongamos todos de acuerdo".

Un miembro del PUNS me decía ayer por la mañana que si el Polisario ha rechazado hasta ahora todos los intentos de España por conseguir un acercamiento que desemboque en diálogo no es por falta de ganas del Frente, sino porque su tutor argelino no le permite dar tal paso. Al margen de esa opinión, lo que parece evidente es que entablar un diálogo con las autoridades españolas y con el PUNS y la Yemaa sería, en opinión de los polisarios, una concesión a quien consideran sus enemigos más próximos, lo que podría acarrear una considerable pérdida de prestigio ante el pueblo saharaui.

—El Frente Polisario descarta un acuerdo con España mientras ésta no le considere único interlocutor válido para la independencia inmediata del Sahara. El Polisario quiere la independencia ahora, y después el pueblo elegirá el camino que desea seguir. 

Esto me dicen en una pequeña habitación, sentados sobre la alfombra, tres saharauis, quienes me ofrecen té, dátiles y almendras. La temperatura es agradable en esta casa de El Aaiún, cuyo emplazamiento se me ha exigido no revelar, aunque no tenía, lógicamente, la menor intención de hacer tal cosa. Niegan ser polisarios activos y se autodenominan "simpatizantes" del Frente. Sin embargo, están extraordinariamente bien informados, y alguien me aconsejó hace unos días establecer contacto con ellos. Esta ha sido nuestra segunda conversación. 

—¿Quién es el principal enemigo del Frente Polisario? 

—Marruecos, sin duda. Los delirios expansionistas de Hassán convierten a Marruecos en el enemigo más importante y peligroso. Sin embargo, en otro orden de categorías, el primer enemigo, el primero a quien se combate, es España, tu país.

—¿Por qué España? No deseamos otra cosa que marcharnos cuanto antes.

—Hacedlo, entonces. Eso es lo que piensa el Polisario. No hacéis más que decir que deseáis iros, pero no os vais nunca, sino que pactáis con las fuerzas reaccionarias. El Frente se considera con medios suficientes para combatir a cualquier enemigo que atente contra la independencia del Sahara.

—Sin España aquí, Marruecos liquidaría esta cuestión en pocas horas.

—Eso está por ver. Si Marruecos atacase estando aquí las tropas españolas, el Frente Polisario combatiría junto a España, contra el Ejército marroquí, y después continuaría la lucha contra España. Si ya se hubiese marchado, entonces sabríamos encontrar la forma más adecuada de defender nuestra tierra. 

—¿Recurriendo a Argelia?

—Argelia, que es un pais nacido de la revolución, es un ejemplo a seguir por el pueblo saharaui.

—¿Espera el Polisario quе Argelia entre en guerra con Marruecos a causa del Sahara?

—Esa es una cuestión que, llegado el caso, debería decidir el Gobierno de Argel.

—¿Por qué se niega el Polisario a un pacto entre España y la totalidad de las fuerzas políticas saharauis?

—Porque sólo el Frente es representativo de este pueblo. Ni los llamados notables saharauis ni el PUNS cuentan con el apoyo popular, y eso quedó bien claro durante la visita de la ONU.

—Hay quien opina que si el Polisario no pacta con España es porque Argelia se lo prohíbe.

—Eso no es cierto. El Polisario no pacta ni con los colonialistas ni con la reacción, porque han mantenido a nuestro pueblo en la pоbreza y el expolio y porque han hecho muchos mártires saharauis.

—También han hecho otras cosas: carreteras, viviendas, pozos de agua...

—Carreteras que suelen conducir a los puestos militares españoles y pozos de agua, como en Bu-Craa, donde los españoles extraen nuestros fosfatos.

—¿En qué condiciones pactaría el Polisario con España?

—Sólo cuando se entable un diálogo directo, después de dejar al margen a los otros sectores minoritarios saharauis, sectores reaccionarios que os empeñáis en mantener, pero que el pueblo del Sahara rechaza por falta de representatividad.

—¿Cuál es el programa político del Polisario?

—Tiene diez puntos principales: retirada de la totalidad de las tropas españolas y creación de fuerzas populares del Frente Polisario; rechazo de toda intromisión de cualquier fuerza extranjera, sea cual fuera ésta; presencia de las Naciones Unidas y de la Liga Arabe en el proceso de independencia; retirada de las fuerzas de los países vecinos que están cerca de la frontera; regreso controlado por el Polisario de todos los refugiados; liberación inmediata de todos los presos políticos; retirada de la población civil extranjera; freno a la explotación y el saqueo de los recursos económicos a que está sometida nuestra nación; cambio de la Administración de nuestro país, con la incorporación de saharauis; referéndum, si éste llega a producirse, que contenga una sola pregunta concreta: "¿Independencia absoluta? ¿Sí o no?".

Hasta ahora, la fuerza del Frente Polisario reside en que no ha aceptado nunca jugar la baza española, sino que se ha basado en el rechazo. Un cambio de postura podría hacerle igual de vulnerable que los otros organismos saharauis tutelados por España.

26 junio 1975

Nuevo combate en la frontera con Marruecos


Pueblo, 26 de junio de 1975

[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Se está acelerando el ritmo de los acontecimientos en la frontera norte del Sahara. El sábado tuvo lugar el ataque a Tah; el martes, cinco soldados españoles saltaron en pedazos sobre una mina marroquí... Ayer, en las proximidades de Jaui Naam, tropas españolas entraron en combate con una unidad del Ejército Real de Marruecos. 

Dos aviones T-6 españoles, que volaban sobre territorio saharaui en misión de reconocimiento, fueron tiroteados por la mañana con fuego de ametralladora, desde el otro lado de la frontera. Ninguno de los aparatos resultó alcanzado por los disparos enemigos, pero inmediatamente se dio la alerta a una patrulla reforzada del Ejército, que se encontraba próxima al lugar, Jaui Naam, un cauce de río que atraviesa de norte a sur la frontera hispano-marroquí. 

La unidad española tomó posiciones, siempre dentro de territorio saharaui, y abrió fuego contra los marroquíes, situados unos 500 metros más al norte, al otro lado de la línea de separación. En el curso del combate, los españoles hicieron fuego de mortero contra la pоsición enemiga, haciendo impacto, al parecer, en uno de los vehículos de las FAR y provocando el repliegue de los marroquíes sin que se produjeran bajas entre nuestros soldados.

La proliferación de incidentes armados en los últimos días está poniendo los nervios a flor de piel en el Sahara. La actitud agresiva de las tropas marroquíes, envalentonadas por la ausencia de respuestas contundentes por parte española, siembra de inseguridad la frontera. Los hechos están demostrando que la orden de Hassán a sus tropas para atacar los puestos fronterizos saharauis no ha sido revocada, sino que sigue en vigor y, además, tiene todas las trazas de seguir por mucho tiempo. Las tropas españolas, cuyos deseos de "dar una pasada por Marruecos" no hacen sino crecer con cada incidente, se ven imposibilitadas de aсtuar, ya que el Gobierno español sigue fiel a su política de evitar cualquier confrontación con Marruecos, cuyas consecuencias podrían ser graves en varios sentidos.

Sin embargo, Hassán II no tropieza con semejantes problemas de conciencia, y la ausencia de respuesta hace que las provocaciones sean cada vez más atrevidas y peligrosas, tanto para la seguridad del Sahara como de las propias tropas espаñolas. Los grupos terroristas marroquíes siguen actuando a este lado de la frontera, con trágico balance para nuestros soldados, y se prevén nuevas infiltraciones en los próximos días, ya que la Luna ha entrado en fase menguante y la oscuridad nocturna tiende a ser mayor.

Por otra parte, de ser ciertas las noticias sin confirmar que circulan por El Aaiún, el acercamiento mauritano-marroquí, que parece estarse produciendo en la actualidad, puede dar lugar a la actuación en la frontera de Mauritania de elementos de las Fuerzas Armadas de Marruecos que atacarían los puestos españoles situados en el este del Sahara. Con ello encaja perfectamente la "jabara" —que fue clasificada como información de tercera categoría por el mando español— que hace unos días se refirió a la llegada a Mauritania de un capitán y varios soldados marroquíes, entrenados para operaciones de terrorismo y sabotaje. A nivel oficial, la consigna de los militares del Sahara sigue siendo aguantar y esperar. A nivel personal, los deseos difieren notablemente de la postura oficial. Pero las órdenes, aquí, son sagradas.

Según parece, se están agotando en El Aaiún los botes de pintura y determinadas piezas de tela —саsualmente, los colores del Frente Polisario—. Jata Rambla, la Kasbah de El Aaiún, está llena de susurros que la convierten en un zumbido de abejas, que algo se traen entre manos. Según informaciones no oficiales, ayer se esperaba una manifestación del Frente Polisario, aplazada más tarde, que puede producirse, sin embargo, en estos últimos días de la semana. Los periodistas dormimos con un ojo abierto, la cámara fotográfica al alcance de la mano, esperando acontecimientos.

25 junio 1975

Muertos cinco militares españoles


Pueblo, 25 de junio de 1975

[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Hay días en los que resulta amargo sentarse ante la máquina de escribir. Ayer, una mina anticarro marroquí mató a cinco soldados españoles. Vamos a decir sus nombres, pues hasta ahora eran tan sólo cinco más de los miles de hombres que defendían las fronteras de este Sahara que ya empieza a costar mucha sangre. Se llamaban teniente Luis Gurrea Serrano, sargento Diego Cano Nicolás, soldados Miguel Casanova Carbonell, José Otero Amueda y José Torcar Escribá. Murieron ayer por la mañana, junto a la frontera marroquí, cuando el Land Rover en que recorrían la pista de Tah a Negritas pisó una mina colocada dentro del territorio saharaui por soldados de las Fuerzas Armadas Reales de Marruecos. Los españoles pertenecían al grupo de artillería ATP XII, de la División Acorazada Brunete número 1, actualmente destacada como unidad expedicionaria en el Sahara, y formaban parte de un convoy de varios vehículos, que recorrían la frontera en misión rutinaria de reconocimiento.

El Land Rover circulaba en segundo lugar, a la cabeza del convoy. La mina, enterrada en la arena, pasó entre las ruedas del primer camión, sin estallar, pero reventó bajo la presión de los neumáticos del siguiente vehículo. El sargento Cano y los tres soldados murieron en el acto, destrozados por la explosión que carbonizó el Land Rover. El teniente Gurrea pudo ser rescatado vivo, pero la gravedad de sus heridas le produjo la muerte durante su traslado a la cercana base de Daora. Estaba casado desde hace sólo cinco meses, y su esposa se había reunido con él en el Sahara hace tres días.

Con los cinco de ayer, asciende ya a siete el número de soldados que el Sahara le ha costado a España en el plazo de seis meses. El 18 de diciembre caía el sargento Carazo en los combates de Tifariti, y el 11 de mayo, cerca de Mahbes, el soldado Ángel Moral era acribillado por los desertores nativos que se pasaron con prisioneros españoles al otro lado de la frontera. La mina de Tah viene a aumentar trágicamente la lista.

En El Aaiún cayó ayer como una lluvia helada. En la cantina militar los oficiales bebían en silencio, y a veces, cuando abrían la boca, era en un murmullo o para maldecir quedamente. César de la Lama, de Efe, y yo vimos capitanes con los ojos enrojecidos. Era tal la sensación de angustia por la muerte de aquellos soldados de veintitantos años que los periodistas nos sentíamos allí como intrusos, sin apenas osar hacer preguntas. Estaban buscando a la esposa del teniente Gurrea para decirle que su marido había pisado una mina marroquí...

Hace cuatro días estuve en Tah, muy cerca del lugar donde han muerto los cinco españoles, роcas horas después del ataque de las FAR contra el puesto aduanero. Recorrí entonces la frontera en un Land Rover conducido por el capitán José Luis Wadgener, de la Policía Territorial, acompañados por un brigada sobre cuyas rodillas descansaba una pistola ametralladora. El sol caía a plomo y el vehículo crujía al saltar por aquellas pistas infernales. Ellos recuerdan, deben recordarlo especialmente ahora, que les interrogué sobre la posibilidad de que encontrásemos una mina en el camino.

—Hace mucho tiempo que no las colocan —respondió el capitán—. Y confiemos en que siga la suerte.

Aquel sábado, ante la sonrisa del brigada, yo toqué hierro de forma casi inconsciente, mientras contemplaba con inquietud la carretera que se extendía ante nosotros. No hubo suerte, capitán Wadgener. Cuatro días después, una mina marroquí nos mataba allí mismo cinco soldados.

"Cinco muertos son muchos muertos. El incidente ha sido muy grave y, como usted comprenderá, estamos apesadumbrados", declaró en conversación telefónica el gobernador general del Sahara, general Gómez de Salazar, a un redactor de Pyresa. "Sabíamos desde hace días que se habían sembrado campos de minas en esa zona —ha dicho el general Gómez de Salazar— y nuestros zapadores están localizándolas y destruyéndolas. Naturalmente, la operación seguirá a pesar de este trágico accidente, que no es que forme parte de una oleada terrorista, sino que más bien es producto de esta guerra insidiosa que sufrimos. Es innecesario insistir en que es muy difícil controlar las iniciativas hostiles en un territorio que tiene 2.500 kilómetros de fronteras —prosigue diciendo el gobernador general del Sahara— pero a pesar de todo la situación aquí es de completa tranquilidad".

Preguntado sobre la situación de los prisioneros españoles en manos del Frente Polisario, el general ha manifestado que, por medio de una carta personal, aparte de de un emisario, les ha enviado pequeños paquetes y cartas familiares que espera lleguen a su poder. El general ha vuelto a recibir seguridades de que los prisioneros se encuentran bien y les ha pedido que escriban a sus familias, aunque no es muy seguro que este deseo pueda verse cumplido.

Misa de campaña ante los cinco féretros

[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

En un silencio impresionante, dos mil jefes, oficiales, suboficiales y soldados de la guarnición de El Aaiún rindieron anoche el último adiós a sus cinco camaradas. En la explanada del campamento del Grupo de Artillería ATP XII, en presencia del gobernador general del Sahara у de algunos familiares de los caídos, entre los que se encontraba la esposa del teniente Gurrea, se celebró una misa de campaña ante los cinco féretros, a la luz de los faros de los carros de combate. Se hallaba presente una sección con armas de cada unidad destacada en El Aaiún. 

Al término de la misa, antes de salir los féretros a hombros de los soldados, un cornetín y la banda de música del Tercio Juan de Austria interpretaron el toque de oración. Los cuerpos de los cinco soldados serán transportados hoy a la Península, donde recibirán cristiana sepultura.

24 junio 1975

Una reunión de partidos políticos


Pueblo, 24 de junio de 1975

[El Aaiún, crónica telefónica de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

La protección y el apoyo material que la vecina Argelia suministra al Frente Pоlisario sigue siendo una espina clavada en lo más vivo de los deseos marroquíes de anexión del Sahara. Con una Argelia vigilante, que cobija en su seno a los que parecen los más radicales enemigos de la marroquización de este territorio, el reino alauita sabe que de no llegarse a un acuerdo la aspiración de un Sahara ligado directa o indirectamente a Marruecos tiene por delante un camino jalonado de serios obstáculos, entre los que no se descarta una confrontación armada. Por eso, a pesar de los furibundos ataques dialécticos que a diario intercambian Rabat y Argel, existe, sin embargo, en ciertos sectores marroquíes la esperanza de un acuerdo quе, а саmbio de concesiones mutuas, permita a ambas partes llegar a un entendimiento sobre la cuestión saharaui.

En esta línea parece incluirse una emisión de la radio argelina, captada en El Aaiún, durante la noche del pasado domingo. En ella Argelia acusa recibo de un comunicado de Abdellah Ibrahim, secretario general de la Unión Nacional de las Fuerzas Populares Marroquíes, encuadrado en la oposición, en cuyo texto se critica la actitud argelina, llena de contradicciones, que obstaculiza la postura mаrroquí y fortalece a España. Para la UNFPM los hechos de Argelia desmienten sus declaraciones de no tener ninguna reivindicación sobre el Sahara y respetar la autodeterminación del pueblo saharaui. Sin embargo —prosigue el cоmunicado del partido marroquí—, sería conveniente la celebración de una reunión a puerta cerrada de los partidos mauritanos, argelinos y marroquíes, a fin de llegar a un entendimiento mutuo.

Por su parte, el FLN argelino, que niega cualquier reivindicación sobre el Sahara, se muestra, sin embargo, partidario de aceptar la invitación del partido marroquí, a la que da la bienvenida, y la califica como "algo nuevo, de gran importancia en su contenido". El FLN hace suya la propuesta de la UNFPM y se muestra interesado en celebrar cuanto antes la reunión consultiva con asistencia del secretario general del mismo partido, así como del Istiglal marroquí y el secretario del partido mauritano. "Con un dialogo democrático —señala el FLN— se pueden superar todas las diferencias".

Hasta aquí, a grandes rasgos, el contenido de la emisión de la radio argelina. Que la citada reunión se lleve a cabo o no depende de la evolución de los acontecimientos; sin embargo, con su manifestación de buenos deseos para con los vecinos países, Argelia no hace más que mantenerse en su postura oficial, abierta al diálogo, que no la compromete a nada en lo que al Sahara respecta. Lo que sí parece indudable es quе, por el momento, el Gobierno de Argel no está dispuesto a tolerar una "marroquización" de este territorio. Y aunque en este tinglado saharaui no se pueden hacer predicciones ni descartar las expectativas futuras que Argelia puede tener en el Sahara, resulta factible suponer que ninguna iniciativa de diálogo por parte de los diversos partidos arrojará fruto alguno sin una modificación profunda de las aspiraciones marroquíes o de la firme postura argelina. Моdificación que, al menos desde aquí, resulta difícil imaginar para un futuro próximо. Aunque, al fin y al cabo, los caminos de Alá son inescrutables.

Por su parte, el Partido de Unión Nacional Saharaui continua desplegando esfuerzos para reorganizar sus maltrechas estructuras, a punto de desmoronarse ante la sucеsión de golpes recibidos en los últimos tieтpos. Para el 16 de agosto próximo el PUNS tiene prevista la celebración de una asamblea general, cuyos preparativos se están llevando a cabo con febril actividad. "En ella —se dijo ayer por la tarde— el PUNS va a debatir su propia supervivencia. Haremos análisis de las fuerzas disponibles, y de ello saldrá nuestra revitalización o el desastre definitivo". De todas formas, hasta el 16 de agosto deben transcurrir casi dos meses. Y en este tiempo pueden suceder muchas cosas en el Sahara.

23 junio 1975

Murieron dos soldados marroquíes


Pueblo, 23 de junio de 1975

[El Aaiún, por teléfono, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Tah es un pequeño puesto fronterizo, emplazado justo en la frontera con Marruecos, al borde de la "tierra de nadie". El pasado fin de semana, después de atravesar el desierto hacia el Norte, encontramos a los policías territoriales saharauis que en la madrugada del sábado rechazaron el ataque de 25 soldados de las Fuerzas Armadas Reales Marroquíes.

El sargento jefe del puesto, Brahim Hamuadi, nos narró las incidencias del combate. Los atacantes fueron recibidos, a un centenar de metros de la guarnición, por una descarga cerrada de los saharauis, que les causó dos muertos, obligándoles a retirarse inmediatamente. En la huida, los marroquíes "olvidaron" sobre el terreno los 38 kilos de trilita —en 96 paquetes de 400 gramos, de manufactura soviética— con los que intentaban llevar a cabo la voladura del puesto fronterizo.

Todo había comenzado a las dos de la madrugada, cuando la luna creciente permitió a los centinelas de Tah descubrir movimiento en las líneas marroquíes. Tras dar la alerta por radio, los diez policías territoriales de la guarnición se apostaron en los parapetos, las armas a punto, sin perder de vista a los atacantes. Estos, que vestían uniforme, comenzaron a avanzar rodeando el puesto hacia el este, concentrándose en unas "graras" —arbustos— cercanos, donde se estuvieron preparando hasta las cuatro menos diez, hora en que se destacaron nueve hombres, con los explosivos en mochilas, protegidos por una ametralladora y un subfusil, que se instalaron tras unos montículos, a derecha e izquierda del grupo.

—Mis hombres estaban impacientes —dice el sargento Brahim—. Todos tenían el dedo bailando en el gatillo y no cesaban de preguntarme: "¿Les tiramos ya, mi sargento?". Yo les decía que calma, que tranquilos, que yo daría la señal con un disparo de mi revólver. No teníamos miedo. Durante mucho tiempo hemos estado aguantando provocaciones de los marroquíes, y esta vez les teníamos a tiro. Además, y eso era un placer, venían de uniforme, así que les fuimos dejando acercarse...

Los atacantes, confiados al no observar ningún movimiento en el puesto, continuaron su avance, con las cargas de trilita listas para ser utilizadas.

—Nosotros ni respirábamos, por miedo a que los marroquíes se diesen cuenta de que estábamos prevenidos. Se aproximaban más y más... Doscientos metros, ciento cincuenta... Mis hombres ya no podían resistir la impaciencia; entonces empеcé a pegar tiros y esto ardió de punta a punta. Los marroquíes comenzaron a largar los paquetes y salieron zumbando, mientras su ametralladora y el subfusil nos soltaban ráfagas para cubrirles. Entonces les mandamos cinco granadas, y ellos se echaron al hombro la ametralladora y el subfusil y se pusieron a correr como locos... Vimos caer a uno, pero se levantó, o lo recоgieron... Mis hombres estaban eufóricos. Si en lugar de fusiles semiautomáticos llegamos a tener una ametralladora, no dejamos ni uno.

Los marroquíes —lo hemos sabldo después— tuvieron dos muertos durante los diez minutos escasos que duró el tiroteo. Horas más tarde un helicóptero de las Fuerzas Aéreas Marroquíes se posó en las proximidades, al otro lado de la frontera, izando, al parecer, los cadáveres a bordo. Después el aparato despegó, alejándose en dirección a Tarfaya. Más tarde, recorriendo la "tierra de nadie", hemos visto las huellas de los atacantes, las señales de la ametralladora en el montículo y la tierra ennegrecida por las granadas. También tuvimos ocasión de comprobar la inquietud y el nerviosismo de los aduaneros marroquíes, ajenos al ataque, temerosos de recibir en sus espaldas una posible represalia española. Todos los informes parecen confirmar que la unidad atacante había sido traída al sector exclusivamente para volar el puesto de Tah y no formaba parte de la guarnición marroquí instalada al otro lado de la "tierra de nadie", una franja de tierra de un kilómetro de anchura que separa el Sahara de Marruecos.

En el momento de redactar esta crónica ignoramos si se ha producido ya algún tipo de protesta oficial ante el Gobierno de Rabat por parte de las autoridades españolas, en vista de lo que parece ser una flagrante violación de la frontera, con un ataque militar que no fue llevado a cabo por partidas incontroladas, sino por soldados marroquíes con uniforme de las Fuerzas Armadas Reales.

20 junio 1975

Tensa espera


Pueblo, 20 de junio de 1975

[El Aaiún, crónica telefónica de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Tras los incidentes de hace un par de días, la calma tensa parece reinar de nuevo en el Sahara, al menos por el momento. Los soldados que pasean por las calles de El Aaiún conservan el machete en el cinturón, los coches siguen circulando de noche a menos de veinte kilómetros por hora, con el interior iluminado, y las patrullas recorren las calles con el fusil ametrallador en bandolera. En las fronteras, los centuriones montan la guardia esperando.

El Sahara es ahora una tensa espera. Se aguardan nuevos acontecimientos, se leen los periódicos que llegan todas las tardes de la península en busca de "noticias de Madrid"... Las paredes continúan cubiertas de rótulos desde la visita de la ONU no se han renovado los slogans y siguen brotando polisarios espontáneos hasta debajo de las piedras. Aunque el maltrecho PUNS se está buscando nuevos planteamientos que le permitan recuperar un lugar de importancia en la situación saharaui, de momento es el Frente Polisario quien se las está cantando todas, con una influencia que parece crecer de día en día. La imagen mítica del antiguo guerrero saharaui pretende ser encarnada por este frente de liberación, y esa aureola ceñida de un cierto romanticismo es como un imán раra buena parte de los saharauis, especialmente las mujeres, que ven surgir otra vez, tras muchos años, a los hombres que en el pasado llegaron a dominar el sur de Marruecos y que ahora se declaran de nuevo dispuestos a combatir por la independencia.

Los hombres del Polisario están seguros de poder garantizar la independencia y convertir el Sahara "en un nuevo Kuwait". La afirmación no es sorprendente, sino absolutamente lógica. Aparte de los fosfatos, con precios que se han multiplicado por cinco en el plazo de un año, el territorio cuenta con abundantes recursos minerales: gas natural, indicios de petróleo, titanio, uranio... y todo ello sin olvidar el gran banco de pesca sahariano, cuyas posibilidades son inmensas.

Sin embargo, dejando al margen las disensiones internas en el seno de la organización, que podrían adquirir caracteres de gravedad en el futuro, los expertos en temas saharianos no se muestran tan optimistas respecto a que se cumplan con exactitud todos los objetivos del Frente Polisario. Este pretende homogeneizar a una población saharaui que, por naturaleza, es heterogénea. Las estructuras tribales tienen capital importancia en el Sahara, y es muy acusada la enemistad entre las diversas tribus, que durante largo tiempo ha jalonado la historia sahariana de choques sangrientos, algunos no demasiado lejanos. Por ello, no falta quien opina que aglutinar en torno a una idea a la población saharaui, confiando en superar unas estructuras sociales profundamente enraizadas y tradicionales, podría ser un error de consecuencias imprevisibles.

19 junio 1975

Parcialidad sospechosa


Pueblo, 19 de junio de 1975

[El Aaiún, crónica telefónica de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

Para quienes desde hace años están viviendo la realidad del Sahara, existe la impresión generalizada de que, por encima de este entramado de incidentes fronterizos, confusión y traiciones, se da una serie de factores cuya realidad resulta difícil de captar en su exacta dimensión. Según estos veteranos del Sahara, civiles o militares, alguien podría estar anudando hilos o tomando decisiones de las que los sucesos en este territorio vendrían a ser sólo un pálido reflejo, incluso detalles sin importancia, a pesar de los obsesivos ataques de Hassán II.

Las recientes declaraciones del secretario de estado USA, Henry Kissinger, en el sentido de que Estados Unidos vería con buenos ojos la existencia de un Sahara marroquí, han tenido aquí una clara repercusión, pues se opina que ponen al descubierto parte de esos entrebastidores a los que antes aludíamos. Lo que al respecto se opina en El Aaiún, en términos generales, puede resumirse en los siguientes puntos:

1 - Kissinger. La declaración de Kissinger aparece desde aquí como una notable contradicción con la postura oficial de España, en la que no existe ningún apriorismo sobre el futuro saharaui, excepto el deseo de, en palabras del ministro de Asuntos Exteriores español, "dar a la población saharaui la oportunidad de pronunciarse sobre su futuro, con tal de que esta determinación sea libre y auténtica... Declarar independiente el territorio para que sus habitantes decidiesen luego sobre su propio destino". Las palabras del señor Kissinger, por tanto, se ven aquí no sólo como de una parcialidad sospechosa, sino además como una intolerable injerencia en asuntos que, en teoría, son de la exclusiva competencia de los países directamente interesados en el problema.

Pero, a continuación, viene la pregunta: ¿qué motivos han llevado a Kissinger a hacer tal declaración? Los motivos estratégicos están a la vista. Con un norte de África abocado al socialismo, el Sahara podría caer bajo la influencia argelina, quedando Marruecos como un islote aislado en una zona que, tarde o temprano, acabaría por absorberlo.

Hay otros factores que, se opina aquí, pueden haber motivado la declaración de Kissinger, y podrían resumirse en preguntas. ¿Tienen los Estados Unidos motivos suficientes para esperar una marroquización del Sahara? ¿Existen contactos a nivel desconocido que permitan prever tal futuro para este territorio? ¿Poseen los Estados Unidos las bazas suficientes para que sus deseos se conviertan en realidades? ¿Dónde se están jugando esas cartas, en caso de que existan?

2 -  Marruecos. Las declaraciones de Kissinger le vienen a Marruecos de perlas. Que las intenciones de Hassán coincidan con los deseos de la primera potencia occidental no deja de ser reconfortante para el Gobierno de Rabat, que puede sentirse envalentonado por el espaldarazo que le otorga el Departamento de Estado USA. A menos, se opina aquí, que Marruecos haya tenido garantías de Washington, a fin de poder seguir cumpliendo una misión de "avanzada de Occidente" frente al socialismo africano.

La ausencia de acciones directas concretas contra el Sahara, el desprecio marroquí hacia los saharauis integrados en las filas de las Fuerzas Armadas Reales y un sinnúmero de extrañas circunstancias llevan a pensar que Marruecos podría estar aspirando a obtener el Sahara por otra vía distinta al empleo de la fuerza. ¿Cómo es eso posible, si los saharauis prefieren ser cualquier cosa antes que marroquíes? ¿Se estará interfiriendo de alguna forma el proceso de autodeterminación?

3 - Argelia. "A Argelia le debe de haber sentado como un tiro lo de Kissinger", me comentaba ayer un militar español. Y es cierto. La tensión en la frontera argelino-marroquí puede aumentar de un momento a otro, aunque resulta poco probable un enfrentamiento físico en las actuales circunstancias. Es más probable que Argelia actúe en el Sahara a través del Frente Polisario, intensificando sus acciones contra los puestos del territorio. Cada golpe del Polisario contra el Sahara es, indirectamente, un "no" a la marroquización del Sahara, que hay quien interpreta como un "no" a Marruecos, pero dirigido a España. "Vamos a recordar a España que no queremos ser marroquíes", decía ayer un simpatizante del Frente Polisario. Le respondí que España lo sabe, pero se encogió de hombros. "Escucha las jabaras", dijo. La "jabara" es la noticia que corre por el desierto, y refleja el miedo —aunque sea injustificado— de los saharauis a que España pueda estar negociando un pacto con Marruecos.

4 - Hassán II. Consiga o no el Sahara, Hassán II tiene los días contados. Si fracasa en su empeño de anexión, la oposición marroquí contará con un arma lo suficientemente poderosa para derribar al soberano alauita, que ya se ha metido hasta el cuello en esta partida. A menos, naturalmente, que los Estados Unidos estén dispuestos a conservarlo en el trono a todo trance.

Si Hassán consigue el Sahara —y volvemos a preguntarnos cuál sería la postura de las Naciones Unidas si este hecho se consumase— Argelia no se cruzaría de brazos. También aquí hay que considerar los intereses de los Estados Unidos y la "baraka" —la suerte— que parece indispensablemente unida a Hassán. Pero la vida da muchas vueltas, y no debemos olvidar que ni USA es infalible ni la "baraka" es eterna.

18 junio 1975

Continúan las deserciones



Pueblo, 18 de junio de 1975

[El Aaiún, crónica telefónica de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

No es una de cal y otra de arena, sino que los dos sucesos apuntan en direcciones opuestas a Marruecos. El sábado, media guarnición de Guelta Zemmur se pasaba al Polisario con armas y bagajes. El lunes por la mañana, cuatro saharauis, desertores de las Fuerzas Armadas Reales Marroquíes, eran capturados 25 kilómetros al norte de Hausa, a 50 kilómetros de la frontera con Marruecos. Ayer llegaron a El Aaiún el cabo Dehaman Ben Zaini y los soldados Mohamed Uld Uadda y Bachara Uld Mohamed, este último con documento nacional de identidad A-6.248.775, todos de la tribu Ergibat, que desertaron hace cuatro días de la VIII compañía del VII batallón de las FARM de guarnición al norte de Suisaisel. Fueron unos nativos quienes avisaron al puesto de Housa de que había desertores por la zona. Localizados por la Policía Territorial, los cuatro desertores fueron llevados el lunes a Smara y entregados ayer a las tropas nómadas, que se hicieron cargo de ellos.

Según sus primeras declaraciones, los cuatro saharauis formaban parte de las unidades que, igual que la capturada en Mahbes, se encuentran al otro lado de la frontera, colocadas allí para atacar los puestos españoles de Echedeiria, Mahbes y Hagunía. Estas unidades marroquíes, con armamento y órdenes similares a las del capitán Abbua Chej, capturado al intentar tomar el puesto de Mahbes, se encuentran armadas por SAM-7 y están compuestas en gran parte por elementos saharauis, repartidos según tribus.

Los desertores manifestaron que patrullaban la frontera esperando órdenes de penetrar en el Sahara. Sobre el incidente de Mahbes añadieron que tanto la suya como el resto de las unidades marroquíes del sur se iban a dirigir hacia sus objetivos el día del ataque, pero un radio recibido tras la captura del capitán Abbua Chej les hizo detenerse.

Preguntados por los motivos de su deserción, los saharauis coincidieron plenamente: el Sahara es su tierra y querían volver, pues las cosas no son fáciles para ellos en el ejército marroquí —uno de estos desertores, pastor, fue enrolado a la fuerza— y se desconfía de los saharauis integrados en las FARM.

Finalmente, los desertores manifestaron que poco antes de cruzar la frontera habían visto en Tal-Tal tres camiones con terroristas que se dirigían hacia Abatih dispuestos para actuar en El Aaiún. A este respecto, la Policía Territorial no adopta nuevas medidas de seguridad, porque sus tropas se encuentran al máximo de alerta desde hace días pero, según manifestó un oficial, "ahora al menos estamos esperando algo concreto".

La deserción de los cuatro saharauis y sus declaraciones permiten establecer cuatro puntos:

1) Continúan los intentos de Marruecos para infiltrar terroristas en el Sahara. Estos hombres se reclutan entre los desempleados, a quienes se proporciona dinero y una adecuada instrucción en campos destinados al efecto.

2) La vanguardia del ejército de Hassán —ignoramos cómo es la retaguardia— no parece demasiado coherente, y el elevado número de saharauis que la componen es visto con suma desconfianza por el gobierno de Rabat, lo que convierte en poco agradables las condiciones de vida de estos soldados.

3) Los servicios de información de las FARM parecen estar cometiendo sensibles fallos, mientras que los españoles poseen información abundante sobre los movimientos de las tropas marroquíes instaladas al otro lado de la frontera. Ello, en parte, puede deberse a que nadie de aquí se pasa al otro lado, mientras que las deserciones en las filas de Hassán suelen repetirse con cierta frecuencia. Esto demuestra que los saharauis prefieren ser cualquier cosa antes que marroquíes.

4) Los rumores sobre un supuesto "dahir" de Hassán ordenando el licenciamiento de todos los saharauis integrados en sus tropas parecen descartados, especialmente porque eso no encaja en absoluto con los deseos de anexión del monarca marroquí. A menos, naturalmente, que en alguna parte se estén jugando bazas, cuyos oros o bastos desconocemos por completo.

17 junio 1975

El Polisario secuestró a dos militares


Pueblo, 17 de junio de 1975

[El Aaiún, de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

—Estaba tomando el té, mientras vigilaba la batería de la emisora, cerca de la media noche, cuando vi venir varias sombras que corrían, apuntándome con sus fusiles y gritando: "¡Alto, no te muevas!". Yo estaba desarmado y no pude defenderme. Por eso ellos me empujaron contra la pared, me quitaron todo el equipo y vaciaron por el suelo el contenido de los cajones y armarios. Después fueron trayendo a todos los compañeros y los colocaron junto a mí, cara a la pared, mientras los registraban. Tenían el rostro cubierto y repetían una y otra vez: "Somos del Polisario".

Bachir Uld Sidi, veinticinco años, radiotelegrafista del puesto aduanero de Guelta Zemmur, señala el suelo cubierto de papeles y las camas, en las que sólo quedan los colchones desnudos. A las 23.20 del sábado, con el resto de los policías territoriales de la guarnición, vio cómo los hombres del Polisario y los desertores del puesto se apoderaban de todo el material y armamento, antes de alejarse hacia la frontera mauritana, que se encuentra a sólo una treintena de kilómetros.

—Se llevaron todo cuanto aquí había de valor: mantas, sábanas, armamento, los vehículos, el grupo electrógeno... Antes de marcharse dijeron: "El que quiera, que se venga con nosotros". Algunos se marcharon con ellos, por lo menos uno que conozco, Mohamed Embareck. Se marcharon a las dos y pico de la madrugada, llevándose con ellos, según me cuentan los que lo vieron, al alférez y a uno de nuestros compañeros, atados, creo... No comprendo por qué los centinelas no dieron la alarma. Había cuatro, ¿sabe? A tres de ellos no les hemos vuelto a ver, así que suponemos que estaban de acuerdo con los polisarios para hacer esto. Es una cochinada; eran compañeros nuestros, nos conocíamos, habíamos vivido juntos mucho tiempo. Sin embargo, no nos dijeron nada. Se pusieron de acuerdo con los polisarios y nos engañaron.

En Guelta Zemmur, donde hasta ayer sólo había nativos, una compañía de legionarios ocupa el puesto y rastrea la zona, en presencia del gobernador militar del Sahara, general Gómez de Salazar, que se ha desplazado hasta aquí en helicóptero. Entre tanto, los agentes territoriales nos cuentan los detalles de lo que ellos califican como "amarga experiencia".

Ahmed Baba, un veterano barbudo y taciturno, chupa el cigarro mientras explica cómo pudo escapar del Polisario:

—Yo estaba de servicio, despierto, en el interior de la casa. Me encontraba tranquilo, porque fuera estaba un compañero de guardia. Salí un momento a orinar, y cuando regresaba, descubrí a dos hombres. Les di el alto y no respondieron. Como yo estaba desarmado, le grité al centinela, pero el centinela se quedó callado un momento y dijo: "¡Son de los nuestros!". Le dije que no, que no lo eran, que disparase, pero se quedó callado otra vez. Entonces comprendí que estaba de acuerdo con ellos y eché a correr hacia la casa para avisar a los demás, pero los polisarios vinieron detrás de mí y nos hicieron prisioneros a todos. Nos sacaron fuera, junto a la pared, pero en un momento de descuido eché a correr y me escondí en el cementerio, dentro de una tumba. Cuando salí ya se habían marchado con todo lo que pudieron llevarse.

Seleima Hamudi fue quien, cuando se marcharon los polisarios, llegó con el cabo Larosi hasta El Aaiún para informar a sus superiores, tras alertarles por teléfono desde Bu Craa.

—¿Por qué no os fuisteis con el Polisario?

—¿Irnos? Somos saharauis, no mauritanos, argelinos o marroquíes. No nos vamos con el Polisario porque somos soldados territoriales que estamos en nuestra tierra. Además, nuestros compañeros que desertaron para irse con ellos nos engañaron, nos tendieron una trampa. No queremos nada con ellos, porque nosotros cumplimos con nuestro deber.

—¿Por qué, entonces, no disparasteis ni un solo tiro?

—No nos dieron tiempo, y las armas las tenían los centinelas que nos traicionaron. Nos cogieron por sorpresa. Si hubiésemos tenido las armas en la mano, esto no habría sucedido así. Habríamos disparado contra los del Polisario.

—¿También contra vuestros compañeros desertores?

—También; nosotros somos soldados, y ellos ya no eran nuestros compañeros.

Así terminó la conversación; con un argumento tajante. Quizá demasiado, pues las cosas no están tan claras en Guelta Zemmur. En realidad, hace tiempo que las cosas no están claras en ningún lugar del Sahara.

16 junio 1975

El Polisario asaltó un puesto aduanero


Pueblo, 16 de junio de 1975

[El Aaiún, por teléfono de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]

La normalidad aparente de los últimos días se quebró en la noche del sábado. A las 23.30 horas el puesto aduanero de Guelta Zemmur, a unos 35 kilómetros de la frontera mauritana, fue asaltado por treinta hombres del Frente Polisario. El grupo rebelde, entre los que se encontraban cuatro de los desertores del puesto de Ain Ben Tili, del pasado mes de mayo, contaba con la complicidad de la mitad de la guarnición, compuesta, exclusivamente, por agentes nativos —una veintena— de la Policía Territorial. La noticia llegó aquí ayer, al presentarse ante las autoridades militares uno de los miembros de la guarnición de Guelta Zemmur, un cabo, que había viajado durante toda la noche y la manana, recorriendo los 250 kilómetros que separan El Aaiún del puesto aduanero. Según sus primeras declaraciones no hubo enfrentamiento armado, sino que los polisarios y los nueve simpatizantes de la guarnición se hicieron en un momento con el control absoluto, retirándose después con todo el botiquín, la cuba de agua, la ambulancia y el grupo electrógeno del puesto, llevando maniatados al alférez y a un policía territorial, ambos nativos. Otros nueve policías no quisieron acompañar a los rebeldes y permanecieron en el puesto, mientras el cabo escapaba hacia El Aaiún para dar la alarma.

Inmediatamente salieron hacia Guelta Zemmur una compañía del tercio Juan de Austria, de la Legión, y una patrulla de policías territoriales. Se da la circunstancia de que el puesto asaltado, a 200 kilómetros al sudeste de El Aaiún, además de ejercer control aduanero en la carretera que  llega hasta la frontera mauritana, cumplía una labor de ayuda a la población nativa de la zona, proporcionando alimentos y asistencia sanitaria. Con lo que prácticamente podemos calificar de desmantelamiento casi total del puesto, los habitantes de Guelta Zemmur y de las jaimas cercanas se ven considerablemente perjudicados. No es extraño, por tanto, que esta acción del Frente Polisario esté gozando de muy pocas simpatías entre los nativos del sector. Entre tanto, la vida transcurre casi con normalidad en El Aaiún.

19 enero 1975

Un tema explosivo: el de los refugiados de origen turco


Pueblo, 19 de enero de 1975

El problema de los refugiados comenzó en Chipre el 20 de julio, cuando los paracaidistas turcos cayeron sobre Nicosia para consolidar la cabeza de puente de la invasión. La violencia de los combates arrancó de sus lugares a la población turca y grecochipriota, obligándola a errar por la isla entre dos fuegos o a emprender el éxodo hacia la protección de las bases británicas del sur. Desprovistos de socorros, sin medios de vida y envueltos en una confusión total, los refugiados fueron instalándose en improvisados campos de concentración. Tras los primeros días de la guerra, los desarraigados constituían ya un tercio de la población civil de Chipre.

La situación de los refugiados griegos en el sector controlado por el Ejército otomano era la peor de todas. Alejados de sus lugares, en un medio hostil, se vieron sometidos a innumerables vejaciones y, en algunos casos, fueron ejecutados. En las proximidades de la base británica de Epistopis tuve ocasión de comprobar cómo los refugiados turcos debían ser protegidos por el Ejército inglés y pude comprobar la veracidad de las violencias cometidas por ambos bandos.

El mayor número de refugiados se instaló en el sector sur de la isla, bajo dominio grecochipriota, pero al amparo, generalmente, de la bandera de Su Majestad. De los 198.000 refugiados del sur, la mayor parte son de origen turco, incluidos los prisioneros de guerra. Fue el secretario general de las Naciones Unidas, Kurt Waldheim, quien logró incluir en las conversaciones de paz entre turcos y grecochipriotas la cuestión de los refugiados, que era calamitosa. Poco a poco, las ayudas de la Cruz Roja y los organismos internacionales fueron llegando a su destino y comenzaron los primeros intercambios.

Sin embargo, a pesar del alto el fuego, el conflicto diplomático continuó con numerosos escollos, uno de los cuales era el de las transferencias de chipriotas turcos a la zona norte. Esto levantó una airada protesta de las autoridades grecochipriotas, alegando que la repatriación perjudica notablemente los intereses de los refugiados griegos, ya que los turcos recién llegados al norte ocuparán sus hogares y sus tierras, las más fértiles de la isla, que constituyen el 40% de ésta. La decisión británica de proceder a la repatriación de los turcochipriotas ha hecho crecer considerablemente la tensión, amenazando la precaria paz que a duras penas se mantiene en Chipre. Sobre todo si recordamos las declaraciones del Gobierno de Ankara el pasado septiembre, amenazando con utilizar la fuerza en caso necesario, para conseguir el traslado de los turcochipriotas al norte de la isla.

03 enero 1975

Los mercenarios: Fantasmas sobre África

Pueblo, 3 y 4 de enero de 1975

1 – El grupo de los “grandes”

El proceso descolonizador de las colonias portuguesas en África limita la presencia blanca en el continente al cono sur, con Rodesia y Sudáfrica. Especialmente en el caso de Mozambique, los colonialistas del sur se verán privados del colchón protector que la presencia de Portugal les proporcionaba quedando expuestos a la infiltración, cada vez en aumento, de los movimientos que luchan por la “africanización” total del continente negro. En lo que a Angola respecta, los intereses del capitalismo occidental, profundamente enraizados gracias al antiguo régimen portugués, no están dispuestos a verse privados de las materias primas de la rica región, diamantes y, sobre todo, el petróleo de Cabinda.

Todo ello ha vuelto a poner sobre el tapete un tema que parecía olvidado: los mercenarios. Durante los últimos meses, los medios de comunicación de todo el mundo han señalado la existencia de contactos entre acaudalados colonos y soldados de fortuna, con vistas a salvaguardar los intereses europeos en los escasos bastiones que para los blancos van quedando en África. Los rumores del reclutamiento de mercenarios en Europa, e incluso la presencia de algunos de éstos en las zonas de fricción africanas, han sido unas veces desmentidos y otras confirmados por los interesados, sin que hasta el momento se hayan conseguido pruebas evidentes en uno u otro sentido. Mike Hoare, jefe del 5º Comando durante la guerra contra los simbas en el Congo, desmintió públicamente haber sido contratado para combatir al FRELIMO en Mozambique. Sin embargo, por la misma época, un oficial retirado de mercenarios, ex paracaidista francés en Argelia y después militante de la OAS, afirmaba en Alicante que grupos de voluntarios europeos habían sido ya reclutados y se entrenaban en Malawi. Hace un mes, los movimientos de liberación de Angola señalaban la presencia de mercenarios en el área de Cabinda, donde la Gulf Oil se ha sacado de la manga un nuevo “movimiento de liberación”, cuyo objeto no es otro que obtener la secesión del resto de Angola, a fin de que el petróleo siga controlado por la empresa multinacional que ahora lo explota.

¿Otra vez los mercenarios en África? Aunque expertos en el tema sostienen que su época concluyó con la guerra de Biafra, numerosos indicios parecen señalar la presencia de cuadros europeos en el continente, entrenando a los indígenas que se utilizarán, llegado el momento, para un enfrentamiento con los movimientos de liberación africanos, o para “pequeños trabajos” locales. Soldados profesionales procedentes en gran parte de unidades especializadas de ejércitos europeos, enrolados por dinero o por afán de aventura, los mercenarios han forjado su propia leyenda en África al socaire de las convulsiones de países a veces inmaduros políticamente, casi siempre agitados por los intereses colonialistas de las potencias.

Entre los soldados de fortuna existe una gran variedad de tipos, que van desde asesinos a sueldo procedentes de los barrios bajos de cualquier capital del mundo a los reclutados por los gobiernos de Occidente para defender sus intereses zonas determinadas, verdaderos “agentes secretos” de Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos.

La primera generación de los mercenarios modernos estuvo compuesta en su mayor parte por “soldados perdidos” de las últimas guerras, antiguos “paras” franceses de Indochina y Argelia, militantes de la CAS, belgas, ingleses, sudafricanos, que por diversas razones habían abandonado sus respectivos ejércitos, y que encontraron en África un ambiente propicio para la aventura, para el dinero y para desempeñar junto a los viejos camaradas el único oficio que conocían a fondo: la guerra. El servicio mercenario convertiría en compañeros de armas a individuos que años atrás se destrozaban mutuamente. Antiguos soldados de la Wehrmacht o las Waffen SS, franceses que se habían fogueado en el maquis, británicos procedentes de los comandos… Todos ellos, por el dinero, la gloria o el folklore, se lanzaron a la apasionante aventura de África.

Muy pronto los nombres de algunos pasaron a la leyenda: Trinquier, Faulques, Duchemin, Michel de Calry, Mueller, Denard, Tony de Saint Paul, Mike Hoare, Peters, Steiner, Schramme, asombraron al mundo con sus métodos, sus barbaridades o sus proezas. Los juicios sobre sus actividades africanas difieren notablemente según los puntos de vista. Faulques, por ejemplo, uno de los mercenarios enviados por Francia para apoyar la secesión de Katanga, calificado de pillo y sádico por el entonces representante de la ONU en Elizabethville, Conor O’Brien, en su libro ‘To Katanga and Back’, es notoriamente ensalzado por Pierre Sergent, autor de ‘Je ne regrette rien’, obra en la que se narra la historia del I Regimiento Paracaidista francés en indochina y Argelia.

Roger Faulques es un caso notorio. Nacido cerca de Coblenza, de un temple e iniciativa admirables, se batió en las dos guerras coloniales francesas: Indochina y Argelia. Gravemente herido en la desastrosa operación de Cao Bang, donde el I REP perdió 470 de sus 500 componentes, fue capturado por los vietminh y liberado después. Tras la guerra de Argelia quedó “sin trabajo” hasta que su amigo el coronel Trinquier, también amigo antiguo “para”, aceptó la oferta de Moise Tshombe y se lo llevó a Katanga. Allí Faulques se puso al frente de la guerra revolucionaria tras desembarazarse hábilmente de los consejeros belgas que había en torno al presidente. Utilizando a un suboficial congoleño analfabeto al que ascendió a general en jefe, el mercenario francés se hizo el amo de Katanga en lo que a “guerra psicológica” respecta. Convertido en pesadilla del representante de las Naciones Unidas, trazó un plan excelente para batir a las tropas de la ONU, plan que no llegó a terminarse con éxito porque Tshombe, político hábil pero extremadamente voluble decidió despedir al grupo de Faulques en pleno combate. Este tuvo entonces que abandonar Katanga, pero su prestigio e inteligencia le hicieron aparecer más tarde en el Yemen, donde fue superior de Bob Denard. Ausente del Congo en la revuelta de los mercenarios, intervino en la guerra de Biafra dirigiendo una audaz operación al mando de voluntarios franceses. Al parecer, las heridas recibidas en los combates, que le dejaron prácticamente inválido, le obligaron a buscar el retiro.

Bob Denard —un metro ochenta centímetros y bigotes de mosquetero— había sido suboficial de los comandos de marina franceses en Indochina. Durante la secesión de Katanga se reveló como un genio en el manejo del mortero, y se asegura que liquidó con su arma predilecta a unos trescientos soldados de la ONU. Muy querido por los congoleños, fue de los últimos en abandonar Katanga. Con solo cuarenta hombres tuvo en jaque a los cascos azules hasta que en 1963, agotados y sin municiones, acosado en todas partes por el enemigo, pasó a Angola con los supervivientes de su grupo. Reclutado por el Yemen, combatió pagado por Arabia Saudita contra los republicanos, teniendo a sus órdenes a otro mercenario que se haría famoso con el hombre de “Mad” (el Loco) Mike Hoare. En 1964, Denard volvió al Congo como coronel del Ejército congoleño. Tras la marcha de Lamouline, se hizo cargo del 6º Comando, interviniendo en la revuelta de los mercenarios contra Mobutu en 1967. Herido en un parietal por un rebote de bala, metió a sus heridos, blancos y negros, en un avión y se fue a Rodesia. Al salir del hospital participó en la frustrada invasión del Congo para apoyar a Schramme, que se estaba batiendo en torno a Bukavu. Tras el fracaso de la operación, cuya responsabilidad le fue atribuida por varios de sus hombres, que hablaron de sobornos de la CIA, Denard tomó el retiro.

Mike Hoare, ex suboficial británico convertido en afrikáner al establecerse como banquero en Durban (Sudáfrica), consejero en Katanga, súbitamente ascendió con rapidez. Hay quien afirma que era un agente del “Intelligence Service” británico. El caso es que más tarde se hizo cargo del 5º Comando, compuesto por voluntarios de habla inglesa, abandonándolo tras el fin de la guerra contra los simbas. Mercenario en el Yemen con la graduación de coronel, Hoare decidió retirarse después, aunque volvió a aparecer públicamente para amenazar a los mercenarios franceses que combatían junto a los biafreños con intervenir él por cuenta del Gobierno federal de Lagos. Dueño de una considerable fortuna reside en la actualidad en África del Sur.

Jean Schramme, heredero de una fortuna importante, “hijo de papá” y plantador en el Congo se vio despojado de sus propiedades tras la independencia. El antiguo plantador belga se convirtió en soldado de fortuna. En 1967 dirigió la revuelta de los mercenarios dispuesto a derribar al Gobierno de Kinshasa. Con solo ciento cuarenta voluntarios blancos y unos centenares de antiguos simbas y katangueños tomó Bukavu y peleó duramente con el Ejército congoleño, que estaba asesorado por agentes de la CIA. Desbordado por los congoleños, tras varios meses de lucha se vio forzado a replegarse a Ruanda, de donde fue repatriado en 1968. En Bruselas fue condenado a prisión por el asesinato un año antes del mercenario Maurive Quentin en el Congo.

2 – Así surgió la leyenda

Durante una década, el soldado mercenario blanco fue un temible instrumento de guerra en manos de quienes le contrataban para pelear en África. Su mayor preparación militar, su capacidad de reacción ataque, contraataque y organización le conferían una notable superioridad sobre el soldado indígena, muchas veces mal armado y peor entrenado. El valor y la iniciativa de los mercenarios produjo seiscientos cincuenta muertos a los cascos azules en Katanga. Su brutalidad aplastó a los simbas en Stanleyville; su audacia mantuvo en jaque durante meses al Ejército congoleño de Mobutu, a pesar de los “consejeros” norteamericanos. La desesperación y el pundonor profesional empujó a los mercenarios a magníficos golpes de mano que prolongaron durante algún tiempo la supervivencia de Biafra… Y así surgió la leyenda

Tshombe, privado de sus consejeros belgas, se vio obligado en 1960 a reclutar mercenarios para apoyar la secesión de Katanga. La muerte de Patricio Lumumba —a manos de mercenarios, según se aseguró— decidió al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a intervenir en el Congo y solicitar la inmediata retirada de los voluntarios extranjeros. Sin embargo, Tshombe, que contaba con el apoyo de numerosas potencias occidentales y el respaldo de la Unión Minera belga, formó, encuadrado por mercenarios, un cuerpo militar indígena, al que se denominó Gendarmería Katangueña, cuyo objetivo era enfrentarse al Ejército congoleño de Mobutu, y a la ONU si fuera preciso.

O'Brien, representante de la ONU en Katanga, decidió limpiar el país de mercenarios para debilitar la fuerza de Tshombe. Sin ellos, las tropas de la Gendarmería Katangueña serían insuficientes para mantener durante mucho tiempo la secesión de la provincia. Utilizando los cascos azules, O’Brien desencadenó la “Operación Ponche al Ron”, que obtuvo resultados irrisorios. Únicamente fueron detenidos algunos aventureros europeos con escaso valor militar. Pero 96 mercenarios, de los que 54 eran belgas, escaparon de la red. 

El representante de la ONU no se dio por vencido. Dispuesto a aplastar a los voluntarios extranjeros que le estaban ridiculizando en Katanga, lanzó una nueva operación, “Morthor”, utilizando todos sus efectivos. En el curso de la “operación de limpieza” los cascos azules hindúes cometieron innumerables salvajadas, matando civiles belgas y ejecutando sobre el terreno a todos los heridos de la Gendarmería Katangueña y de los grupos mercenarios. Esta vez, la superioridad militar de la ONU era manifiesta, pero el pequeño grupo de aventureros estaba dispuesto a ganarse el sueldo con creces. Bajo las órdenes de Roger Faulques, los voluntarios europeos se desparramaron por Katanga, hostigando e incesantemente a suecos, irlandeses e hindúes. La batalla fue extraordinariamente dura: frente a 2500 soldados de las Naciones Unidas, apoyados por blindados, los 96 mercenarios y algunos centenares de katangueños se batían a la desesperada. O'Brien estaba seguro de haber ganado ya la partida, pero Faulques le echó encima un jarro de agua fría al ocupar la emisora de radio y hacer 32 prisioneros. Los golpes de mano y las emboscadas se sucedían por todas partes y los cascos azules debieron atrincherarse y esperar. 

Entre tanto, el avión que transportaba al secretario general de la ONU, Dag Hammarskjold, para buscar la solución al conflicto, era derribado por los mercenarios. La guerra se prolongaba demasiado y la Unión minera abandonó a Tshombe. Otro tanto hicieron los Estados Unidos. El presidente de Katanga se había quedado solo con sus mercenarios y la ONU pasó una vez más al ataque. Faulques había sido despedido por Tshombe; muchos voluntarios, reclamados por sus gobiernos, y los cascos azules habían recibido considerables refuerzos. Cuarenta mercenarios “los últimos de Katanga”, se dispusieron a vender cara su derrota, mandados por Bob Denard. Frente a ellos, 16.000 cascos azules y todo el Ejército Nacional congoleño se lanzaron a la última acometida. Renunciando a volar la presa Delcommune, que habría arruinado a Katanga, los mercenarios se retiraron hacia Angola sin dejar de combatir. Allí, en “paro forzoso”, se dedicaron a esperar un nuevo contrato.

En Stanleyville se habían sublevado las tribus, impulsadas por los maoístas. Millares de blancos, atrapados en territorio simba, eran mantenidos como rehenes, violadas las mujeres y despedazados los hombres. Las tropas de la ONU se habían retirado, impotentes, y el Gobierno congoleño comprendió que solo quedaba una solución: los mercenarios. Tras las primeras operaciones, dirigidas por Mike Hoare en 1964, con Mueller —antiguo SS— bajo sus órdenes, quedaba un duro hueso por roer: los rebeldes amenazaban, si los mercenarios persistían en su avance, con ejecutar a todos los blancos prisioneros. El avance quedó paralizado. Pero cuando los simbas comenzaron las violaciones de religiosas detenidas en Bunia y los actos de canibalismo se recrudecieron, Mobutu comprendió que había que actuar rápidamente.

Dos columnas de mercenarios encuadrando el Ejército congoleño se lanzaron sobre Stanleyville en una carrera contra reloj, dispuestos a salvar la vida de la mayor parte posible de rehenes. No se hizo un solo prisionero: por donde pasaban los mercenarios, excitados por una furia asesina, dejaban la tierra arrasada y tras de sí un mar de cadáveres que no siempre fueron simbas. Luchando aldea por aldea, casa por casa, los rebeldes se defendían pegados al terreno. Mientras las dos columnas cercaban Stanleyville, los boinas rojas belgas se lanzaron sobre la ciudad. La matanza de los rehenes había comenzado pero paracaidistas y mercenarios consiguieron poner a salvo a la mayor parte. Los simbas huyeron a la selva, y allí continuó una lucha en la que uno de cada dos mercenarios habría de encontrar la muerte. A pesar de que en muchos casos no consiguieron llegar a tiempo, los combatientes a sueldo se abrieron paso hasta las misiones aisladas en la selva, para liberar a sus habitantes de las atrocidades simbas, e innumerables sacerdotes y religiosas debieron sus vidas a los mercenarios.

En 1967, tras el rapto de Tshombe, los mercenarios que se encontraban en el este del Congo decidieron derrocar al Gobierno de Mobutu. “Tenemos una deuda de honor con Tshombe”, declaró Bob Denard a ‘Paris Match’. No llegaban a doscientos, pero estaban acostumbrados ya a batirse en inferioridad de condiciones y contaban con unos tres mil ex gendarmes katangueños y algunos simbas que les que se les habían unido para vengarse del Gobierno central. En lo que había de ser la más audaz empresa de los soldados de fortuna, se prepararon para enfrentarse a los 25.000 hombres de Mobutu. Sin embargo, dos hechos de vital importancia habían de frustrar la atrevida empresa: la ayuda que mediante “consejeros” de la CIA prestaron los Estados Unidos al Gobierno centra,l y la herida que dejó a Denard fuera de combate el 7 de julio, enviándole a un hospital de Salisbury.

Entretanto, Schramme, que había tomado el mando, se retiró hacia Bukavu con sus ciento cuarenta mercenarios, acosado por el Ejército congoleño. La suerte de los soldados blancos que caían en manos de la ANC no era envidiable: 31 de ellos fueron capturados en Kinshasa y torturados durante varios días hasta morir. En Bukavu, Schramme se mantuvo durante cuatro meses, batiéndose con solo sus mercenarios, seiscientos treinta gendarmes katangueños y doscientos simbas contra 13.000 soldados del Ejército congoleño, apoyados por hombres de la CIA. Pero el 28 de octubre la ANC lanzó una formidable ofensiva, con una cobertura aérea proporcionada por T-28 americanos, pilotados por cubanos anticastristas. Schramme, tras una dura defensa, se vio obligado a abandonar Bukavu y replegarse hacia Ruanda. La operación de apoyo, montada por Denard a su salida del hospital, en la que intervenían ciento diez mercenarios españoles, franceses y belgas, fracasó, debido a la intervención de los Estados Unidos. A partir de entonces Denard fue acusado —nunca hubo pruebas— de haber aceptado sobornos de la CIA. Así terminó la revuelta de los mercenarios.

La intervención de los mercenarios en la guerra civil de Nigeria fue confusa, pero evidente. No fue ésta una guerra convencional, sino una sucesión de golpes de mano y operaciones nocturnas en la selva, donde no se hacían prisioneros. Los mercenarios organizaron los llamados “comandos de la muerte”, cuya actuación consistía en infiltraciones tras las líneas federales. El legendario Faulques, Denard, Ropagnol, Steiner y otros viejos conocidos fueron quienes, por mil dólares mensuales, permitieron a los ibos de Biafra resistir algunos meses más, pero Inglaterra necesitaba petróleo nigeriano, e intensificó su apoyo al Gobierno federal, acelerando el desastre de los rebeldes. En medio de una anarquía enloquecedora, en unos combates en los que no se concedía cuartel, los mercenarios murieron o abandonaron el país. Solo un pequeño grupo, bajo el mando de Steiner, resistió hasta que un altercado con el coronel Amadi le hizo coger un avión portugués. Williams, un sudafricano, asumió entonces el mando. Casi no quedaban mercenarios en Biafra. La guerra se proseguía a golpes de machete, y el general Ojukwu, abandonó el campo. Los últimos mercenarios embarcaron en aviones de socorro o se hundieron en la selva con sus ibos. Así terminó la última guerra mercenaria.