Entrevista de OUV - elidealgallego.com - 05/11/2022
Reconoce que se ha ganado fama de “duro”, pero todo lo contrario, y menos aún con sus lectores. Rompe el hielo con una broma y se prepara para ir al grano: lo que le trae a A Coruña es la presentación de su nueva novela, ‘Revolución’, una historia que nos trasladará a México, en tiempos de Villa y Zapata, pero desde los ojos no románticos de un ingeniero español, Martín Garret.
—¿Por qué México en tiempos de la revolución?
—Soy un escritor profesional, cuento historias e intento que sean lo más eficaces posible. Busco personajes, escenarios y situaciones que me permitan contar la historia mejor. Para una historia de un joven, para quien la revolución y la guerra es el aprendizaje de la vida, la revolución mexicana era muy interesante, creí que era un buen escenario para que admirase el mundo: un ingeniero, no romántico, ni revolucionario, un tipo normal que descubre que allí aprende cosas.
—En Martín Garret se ven ciertas similitudes con usted.
—Uno escribe con lo que ha vivido, con lo que ha leído, con lo que imagina, con su talento narrativo, el que lo tenga. Pero en este caso yo tenía una ventaja, y es que cuando hablamos de violencia, de revolución, de guerra, de muerte... eso yo lo he vivido, tengo un máster de 21 años en lugares así (ríe). Tengo una experiencia personal que me permite ir con más solvencia al desarrollo de la historia. Martín Garret no soy yo, en absoluto, pero se beneficia de cierta forma de mirar el mundo que esa vida me dejó.
—A pesar de compartir idioma, el hecho de leer a un personaje mexicano y que sus palabras suenen reales debe de ser complicado.
—Yo tenía un problema técnico, y es que no podía hacer que hablaran igual gente de la clase alta que gente del pueblo. No podían hablar igual un abogado como Madero que un bandolero medio analfabeto como Pancho Villa. Tenía que darles registros diferentes, que fuese creíble. Quería que el lector oyese hablar en mexicano. Yo conozco bien México, pero conozco el habla de ahora, no el de hace un siglo. Me fui a las novelas contemporáneas, que hay muchas y muy buenas, y fui estudiando, sacando palabras, expresiones, refranes... que me fui llevando a la novela para darle ese tono de verosimilitud.
—El lector español se traslada al México de hace un siglo, pero ¿cómo lo están recibiendo los propios mexicanos?
—Acabo de llegar de allí. Estaba preocupado: un español que llega allí y se atreve con el tema sagrado de México, la revolución. Pero ha gustado mucho.
—Decía que acudió a muchas novelas. Siempre se dice que es una persona muy metódica en lo que a documentación se refiere.
—Una ventaja que tengo es que sigo siendo lector, disfruto mucho leyendo. Para mí una novela no es sólo un acto profesional de vender libros, también se trata de que me lo paso muy bien, aprendo, pienso, me mantengo vivo, lúcido, me obliga a plantearme cosas y a leer, a buscar libros, películas... Esa documentación es muy divertida. No soy un escritor que sabe mucho y escribe con lo que sabe. Cada novela que me planteo es un aprendizaje nuevo, es un estímulo para conocer cosas que no conocía. Ese proceso es magnífico. Escribir es casi como la parte funcionarial, pero la fase inicial es como enamorarte: viajas, lees libros, haces fotos... vives enamorado de la historia con la que estás. El escritor que deja de sentirse vivo y estimulado mientras está con una novela y se limita a hacerla con lo que ya cree que sabe del mundo está muerto.
—Documentarse sobre Villa o Zapata quizá es más fácil, pero en el libro se dan detalles muy concretos sobre la forma de vestir o las armas que utilizaban.
—Llego leyendo. He leído todas las novelas contemporáneas sobre la revolución. También compro catálogos de ropa, de armas, de objetos... De ahí saco cuánto vale la lata de aceite para armas o qué ropa está de moda en el año 11 para las mujeres. Tengo mucho material en la biblioteca y lo consulto para tratar de que no haya anacronismos, aunque siempre hay algún lector que dice “ahí se ha equivocado” (ríe). Aunque ahora internet me facilita el trabajo, por ejemplo, para ver imágenes antiguas del Hotel Gillow de México, que aun existe, pero ya no es igual: cómo estaba la calle, si pasaba el tranvía, si había una marquesina con un anuncio de Levi’s... Ese tipo de cosas, que también son muy divertidas, es como jugar. Soy un escritor que todavía juega. Hay una parte infantil en algunos escritores, somos niños jugando a disfrazarnos, y yo me disfracé de mexicano en el año 11.
—En A Coruña siempre le reciben bien. Ayer (el jueves) se pasó varias horas firmando libros a puerta cerrada, y la vez anterior estuvo hasta bien entrada la noche atendiendo a sus lectores.
—Tengo una ventaja que es que llevo 35 años escribiendo. Hay un sector de lectores fieles que lee tus novelas, “a ver la novela de Pérez-Reverte”, ya lo de menos es la novela, es que es la nueva tuya. Es como cuando yo me leo a Stephen King, a Manolo Rivas o a Pedro Feijóo, leo su siguiente novela, me guste más o menos. En Galicia siempre me han recibido muy bien, nunca he tenido queja del público gallego, al contrario.
—Habla de la fidelidad. En una de sus últimas visitas un lector llegó a regalarle una gabardina, sabiendo que buscaba usted una.
—Me dijeron que murió este año. Me dio mi gabardina, sí. Hay lectores que establecen una relación que va más allá. Un lector es un amigo que comparte tu mundo, tu vida, tus pensamientos durante 400 páginas. No conozco las caras de todos, pero sé que están ahí. Cuando aparecen los reconozco y nos abrazamos porque somos amigos. Me conocen mejor que yo mismo, me llevan estudiando 35 años (ríe). Por eso jamás he sido grosero con un lector, nunca, yo que tengo fama de duro, y eso no habrá ni un solo lector que te diga he sido descortés.
—El saber que la gente va a leer sí o sí su novela, ¿aporta presión o da tranquilidad?
—Presión. No te puedes descuidar, no puedes decepcionar. Intento no decepcionar. Yo no hago novelas en serie, son todas muy diferentes, hago experimentos, porque si no me aburriría. Esos experimentos, meterme en terrenos que no había trabajado, son espinosos, porque me puedo equivocar y decepcionar, y entonces tengo cuidado. Por el momento, parece que voy bien (ríe). Cuanto más fieles son los lectores, más miedo tienes a decepcionar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario