Alejo Santander - infobae.com - 10/11/2022
Los escritores, en especial los "best sellers", conviven con un mal necesario: las presentaciones de sus libros. Por estos días Arturo Pérez-Reverte, se sienta frente a "banners" y posa junto a una portada estratégicamente dispuesta sobre la mesa, la de su última novela, 'Revolución' (Ed. Alfaguara). Después se dedica a responder, en general, preguntas que se parecen. La escena a poco más de un mes del lanzamiento ya se repitió en distintas ciudades de España, como Madrid o Sevilla, y también en México. El escritor habló de una historia que se escribió en sólo un año y medio, pero que seguramente, dice, había empezado a escribirse mucho antes.
La cosa comienza sin rodeos: “Ésta es la historia de un hombre, una revolución y un tesoro”, revela la primera línea. En la portada se distinguen difusas las siluetas en sepia de dos hombres a caballo con sombreros de ala ancha, que sostienen banderas. Hay gentío, hay jinetes armados y una nube de polvo que sobrevuela la escena. Si fuera una película, sería de "cowboys".
La trama gira en torno a Martín Garret Ortiz, un ingeniero español de veinticuatro años al comenzar la novela, que pasa los días en su habitación del hotel Monte Carlo, en Chihuahua, un pueblo del norte de México. Entre esas paredes espera a que reabran la mina de Piedra Chiquita, a la que lo enviaron a trabajar, cerrada desde hace ya varias semanas. Al otro lado de su ventana se juega a fuego y pólvora, metro a metro, ciudad a ciudad; la revolución.
“Mi bisabuelo era ingeniero de minas, y un compañero suyo, de la escuela de minas, fue a México y vivió los años de la revolución mexicana”, contó Pérez-Reverte durante la presentación del libro en ciudad de México el pasado 26 de octubre. Pero puede que la anécdota de su bisabuelo no sea lo único de la biografía del autor de setenta años que se cuela entre las líneas de 'Revolución'. El protagonista, Garret, se topará en una taberna de esa ciudad perdida del norte con revolucionarios que buscan terminar con la dictadura de Porfirio Díaz y llevar al poder a Francisco Madero. Ese encuentro casual hará que, por sus conocimientos en el manejo de la dinamita en las minas, el ingeniero español se termine zambullendo en aventuras que suenan a "Far West". No faltarán armas, explosivos, bancos, ferrocarriles, monedas de oro, ni puentes que vuelan por los aires. El lejano Oeste de las películas de John Wayne, pero en el México de 1911.
Pérez-Reverte tiene una columna en la revista 'XLSemanal', que sale con el diario 'ABC' del domingo en España y donde habla, en líneas generales, de lo que se le da la gana. Uno de esos domingos de 2018 compartió con sus lectores una costumbre suya: la de mirar una película todas las noches después de cenar. Y acto seguido escribió que, aunque no se considerara un crítico de cine ni un experto del séptimo arte, pensaba recomendar algunas. Para la primera recomendación confeccionó una lista que se remontaba a su infancia, que tenía que ver con un gusto personal y un género al que hasta le había puesto sus propias reglas: seleccionó treinta y ocho películas del Viejo Oeste. Y es esa filmografía temprana, ese tono de "western" americano, el que se percibe en Revolución. Una novela con ritmo de guión de cine de vaqueros y movimientos de cámara a lo John Ford.
Para dar atmósfera a esos escenarios, Pérez-Reverte echa mano a algunos de los personajes más taquilleros de la revolución mexicana. Así nos encontramos al joven ingeniero de minas Garret, ganándose a puras explosiones la confianza de Pancho Villa o Francisco Madero, mientras llegan, desde el sur de México, noticias de un tal Maximiliano Zapata. El autor no se conforma con sumarlos al imaginario, sino que les da voz, se mete en sus biografías y los convierte en protagonistas. El ingeniero español se verá cautivado por ese mundo que no es el suyo pero lo hipnotiza. Por esos hombres de lenguas y revólveres rápidos, con los que quizás no comparte causa, pero lo atraen y de los que aprende. El "slang" de la época, ese vocabulario campesino irreverente, los refranes, desempolvados por Pérez-Reverte, también son recuperados y se disfrutan -especialmente- en las bocas de los guerrilleros mexicanos. Sobre todo porque suenan creíbles.
En esa constelación de asociaciones e inspiraciones que se sospechan en 'Revolución', no está solo la historia personal del escritor; el recuerdo de ese ingeniero de minas que a través de cartas le contó a su bisabuelo el México de 1911, 1912 ó 1913. O las películas de vaqueros a las que les dedicó horas frente al televisor. Necesariamente hay también retazos de las revoluciones que vivió de primera mano como corresponsal de guerra. Los lugares en los que estuvo, los hombres a los que conoció... El escritor español cubrió en su vida como periodista distintas revoluciones, entre ellas, la de El Salvador, la de Rumania y la de Nicaragua. Conflictos armados en el Golfo Pérsico, Malvinas o Bosnia. Puede que por eso, a pesar de las advertencias, de saber que -según el propio autor- 'Revolución' es una novela “falsamente histórica”, todo suene a que pudo haber sido así. Detalles y diálogos que alejan al relato del lugar común. Ese al que en cambio lo acercan -sin perjudicarlo- la taberna, el robo al banco o la explosión del puente en la frontera.
Si nos permitimos ir un poco más allá en la relación autor-personaje, es posible que ese lugar que ocupó como corresponsal, la obligación de mirar con ojos de espectador una causa que no es la suya, pero que le toca contar, le haya despertado contradicciones similares a las del protagonista. A ese Martín Garret que vive al mismo tiempo con culpa y adrenalina, con espanto y fascinación, todo lo que ocurre a su alrededor. “Esta es una novela de aprendizaje, es decir yo no soy el protagonista, yo no soy Martín Garret, pero es cierto que la mirada que tiene se debe a la que yo adquirí cuando era joven, haciendo no esas cosas, pero sí otras parecidas a esas”, compartió Pérez-Reverte, durante una de las promociones del libro.
También hay mujeres protagonistas en la novela y la revolución. Una periodista norteamericana, una aventurera indescifrable e inteligente que sigue de cerca cada capítulo de esos días convulsos, Diana Palmer. Una soldadera con pistolón siempre al cinto, de mirada dura y pocas palabras, Maclovia Ángeles. Y una joven de la que Garret se enamorará, Yunuen Laredo, mestiza de alta cuna, pelo azabache y ojos azul cuarzo. Como México, la cruza de dos mundos que lo cautivan.
Una idea se sobrevuela sutil de principio a fin del libro: la de que muchas veces mundos y personas en apariencia diferentes no lo son tanto. Así Martín trabará amistad con Genovevo Garza, un campesino rural, cercano a Villa, que le enseñará los pormenores de la guerra y también sus contradicciones. Que lo protegerá en ese mundo que no es el suyo. Detrás de campesinos armados que se sublevan y le ponen el cuerpo a la causa revolucionaria, que matan y torturan, las sombras de personajes mucho más siniestros. Que asesinan a distancia desde sus escritorios y oficinas. Que no disparan una sola bala, que mandan a otros a hacerlo por ellos. Por cuestiones que valen su peso en oro y nada tienen que ver con el destino del pueblo mexicano.
La cámara no se apartará a lo largo de las 459 páginas de la novela del ingeniero español. Al comienzo un joven curioso que se cree casi inmortal. De la noche a la mañana un ingeniero convertido en subversivo, en sospechoso, en fugitivo y finalmente en revolucionario. Un hombre al que la vida le había preparado otra cosa, un error en de la historia. No será el mismo Martín Garret que comience la novela el que la termine. El mismo lector tendrá que tomar una decisión y preguntarse a través de las páginas de 'Revolución': ¿Qué es la crueldad cuando se está en una guerra? ¿Qué se está dispuesto a hacer para ganarla? ¿Hasta donde seguiríamos adelante por lo que creemos? ¿Qué precio pagaríamos? ¿Cómo ser los mismos después de eso?
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