05 septiembre 2023

Presentación de 'El problema final' en Londres

Pérez-Reverte homenajea a Sherlock Holmes con 'El problema final'

Eduardo Blanco - Efe / Europa Press - 05/06/2023

El escritor y académico Arturo Pérez-Reverte ha presentado este martes 5 de septiembre su nueva novela 'El problema final' (Alfaguara), un homenaje a la saga del creador de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle, al tiempo que ha meditado sobre un posible futuro en el que no siga escribiendo. "Va a ser duro el momento de dejar de escribir y espero que cuando llegue el momento en que mi cabeza falle, mis amigos me lo digan. No hay nada más triste que un escritor que está muerto y no lo sabe", ha explicado el autor en un encuentro en Londres con periodistas en algunos de los míticos escenarios de las novelas de Holmes.

Pérez-Reverte ha incidido en que, a sus 71 años, la escritura es casi una obligación diaria ("me obliga a estar todo el día despierto", ha apuntado) y no ve todavía el día en que deje la pluma, si bien reconoce que el día en que finalmente ocurra será "una tragedia intelectual". En cualquier caso, ha incidido en que la decisión final "depende del lector". "El lector es mi amigo, pero también mi obsesión y le siento de frente mirándome mientras escribo. No se trata de dejar de escribir por si vendo más o no, sino de que no decepcione a mi amigo", ha apuntado Pérez-Reverte, quien además ha reconocido que ya tiene "diez o quince novelas en la cabeza" y que su "tragedia" es que probablemente varias de ellas "no se escribirán nunca".

En cualquier caso, ha reconocido que espera acabar un asunto pendiente, el cierre de la saga 'Alatriste'. "No sé lo que me queda de vida, si cinco, dos o veinte años, pero me gustaría rematarla y, si vivo lo bastante, quiero terminar con dos libros: ya están en mi cabeza y solo esperan el momento para ser escritos", ha avanzado. El académico de la RAE ha reconocido que decidió acabar con la saga temporalmente porque "el lector estaba perdiendo interés". "Yo estaba bien con mi personaje, pero pregunté por las ventas y me dijeron que en el primer año de la última entrega se habían vendido como 280.000 ejemplares. Pensé que estaba bajando y mejor dejarlo, quizás el mercado estaba saturado de Alatriste", ha explicado.

En 'El problema final' Pérez-Reverte traslada al lector a la década de los 60 con un grupo de viajeros a una isla griega, propone la resolución del asesinato de una adinerada turista y pone al frente de la investigación a un actor de capa caída que ha interpretado a lo largo de su carrera muchas veces el papel de Sherlock Holmes. El resultado es un "homenaje" a la novela-problema, "no a la novela negra", como ha matizado el autor, con una obra en la que surgen ecos de autores como Agatha Christie y desfilan personajes reales como el de Errol Flynn. "El mundo ha cambiado y por eso juego con ello, introduciendo elementos perversos a modo de enciclopedia lectora", ha remarcado. De hecho, Pérez-Reverte, quien ha reconocido que ha sido la novela que "más" ha reescrito en su "vida", presenta una obra "llena de guiños" a la ficción y en la que plantea su oposición a la "saturación" del mercado con la novela negra. "Se ha abusado de ella", ha reconocido el creador de 'La tabla de Flandes'. "Está devaluada por el exceso de producto. Se puso de moda en un momento y ahora todo el mundo quiere la novela policíaca, saturando el mercado donde hay mucho mediocre: si hay 50 títulos, puede que tres o cuatro sean muy buenos, pero todo el ruido que hay los tapa", ha lamentado, aclarando sin embargo que la novela negra "no está muerta, porque muerto no hay nada, todo pasa de moda y vuelve, simplemente".

https://www.europapress.es/cultura/libros-00132/noticia-perez-reverte-homenajea-sherlock-holmes-problema-final-va-ser-duro-momento-dejar-escribir-20230905185429.html

«El lector es mi obsesión y no quiero decepcionarlo»

Miguel Lorenci - Colpisa - 05/09/2023

«No hay nada más triste que un escritor que está muerto y no lo sabe». Lo dice sin ningún ánimo de epatar Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951), que, muy vivo, presentó este martes en Londres su nueva novela, ‘El problema final' (Alfaguara). Rinde homenaje a grandes maestros como Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, y recupera con una original trama un género olvidado, el de la novela-problema. «Es un duelo entre el lector y el autor lleno de guiños» promete.

«Elemental, querido lector», cabría decir de una ficción que recupera el alma de Holmes a través de un actor en horas bajas que lo encarnó en el cine. Es un homenaje a uno de los detectives más importantes e influyentes de todos los tiempos, a su autor, Arthur Conan Doyle, al actor que le dio su rostro y su imagen, Basil Rathbone y al cine. También «a la ficción y a su indiscutible influjo en la realidad». Hopalong Basil, el actor trasunto de Rathbone que encarnó durante casi toda la vida profesional a Holmes, se convierte en detective por designación. Tendrá que desvelar una inquietante serie de asesinatos cometidos en una diminuta e imaginaria isla griega, Utakos, cerca de Corfú, donde una decena de personajes quedan atrapados en un decadente hotelito. En este planteamiento clásico, un refinado español, Paco Foxá, se convierte en una suerte de Watson y el propio escritor,  que se trasluce en la novela, reconoce que «al final yo soy Moriarty».

«No es una novela negra, es una novela-problema, y la diferencia es muy importante», advierte tajante su autor. Rescata un género olvidado y recorre sus antecedentes y precedentes. «Lo policial nace en el siglo XIX y llega a su apogeo con Conan Doyle y la novela-problema, sin vísceras, sin sangre. La que requiere una investigación intelectual casi matemática», señala. Y es que cree Pérez-Reverte que «el género negro casi está muerto por saturación». «Se ha escrito tanta novela negra, tanto se ha abusado, que se vulgariza y se bastardea. Las hay buenas, mediocres y malas, pero los editores llevan a las mesas novedades mediocres», lamenta. «Poe inaugura el enigma policial con 'El asesinato de la calle Morgue'. Tras Holmes, surgió más adelante la reacción de Chandler y Hammett y Simenon, que están más centrados en el protagonista, hasta que llega la novela negra y sustituye al enigma. Chandler y Hammett, que eran buenísimos, enterraron a Sherlock Holmes», dice el escritor que ahora recupera el espíritu deductivo de Holmes en un paseo por Baker Street, donde estuvo el domicilio del investigador más universal, en el 221b de la calle, donde hoy se alza un chocante museo. Ante esa inflación de novelas sanguinolentas y con asesinos en serie ha querido Pérez-Reverte recuperar «aquella novela elegante que se resuelve en el cerebro del investigador y en la que importa más el cómo que el quién y el por qué», dice.

«Escribo novelas para ser feliz y hacer feliz al lector, y el lector es mi obsesión. Es mi amigo y no quiero decepcionarlo», precisa este prestidigitador de palabras y ficciones . Y es que ha creído siempre y cree ahora que «el juego es la clave de la literatura». «Sigo jugando. No me pongo trascendente. Soy un lector que escribe novelas sabiendo que la vida y la literatura son un juego», reitera. «Le pido al lector que juegue conmigo, que resolvamos juntos ese problema con una novela como las de antes, llena de trampantojos. "Empieza el juego", le decía Holmes a Watson», recuerda.

Reconoce el escritor y académico haber «saqueado sin escrúpulos a los grandes autores del género policial y a otros menos conocidos» y que de Holmes ha robado «su talento deductivo». Admite también sin tapujos que es la novela «que más veces he reescrito» y que con ella tiende «una emboscada a un lector cómplice al que siempre hago caso». «Llevo más de treinta años escribiendo novelas y conozco el oficio; quiero que el lector disfrute como un gorrino en un maizal y que diga qué hijo de puta eres, Reverte», dice risueño, ofreciendo una novela en la que asegura «están todas mis claves».

Sostiene que las novelas «son necesidades» pero que el género es «una herramienta». «No soy un artista, soy un artesano. No me siento ante el papel con la agonía y la angustia de la página en blanco», dice risueño y sin tocar apenas la comida que le ha servido en el restaurante londinense en el que despacha con la prensa. Muy lúcido, antes el final que «nos acecha todos sin fecha», sabe que en lo literario será el lector quien le avise de que llega el final. «De las diez o quince novelas que tengo en la cabeza muchas morirán conmigo», dice. Asegura que ya fue el lector quien le advirtió cuando la serie del Capitán Alatriste había tocado techo. Que le hizo entender que era tiempo de cortar y dejarlo en barbecho, igual que Conan Doyle hizo con su Sherlock Holmes, al que mató en el relato 'El problema final', del que su novela toma el título, y que acabaría resucitando. «A mí me gustaría rematar a Alatriste. Si vivo, quiero terminar las dos ‘alatristes' que me faltan». apostilla risueño. «Eso sí, en mis novelas nunca veréis un teléfono móvil», dice mostrando la antigualla de Nokia que porta en el bolsillo de su pantalón. Solo llamadas. Nada de Internet o redes sociales.

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/cultura/2023/09/05/arturo-perez-reverte-lector-obsesion-quiero-decepcionarlo/00031693937575089128605.htm

"Espero que cuando la cabeza me falle mis lectores me lo digan"

Irene Hernández Velasco - elconfidencial.com - 05/09/2023

“Yo no soy un artista, soy un artesano. Yo cuento historias y trabajo todos los días buscando la manera más eficaz de contar esas historias. La mitad de las 10-15 novelas que tengo en la cabeza no se escribirán nunca, morirán cuando yo muera”. Será quizás por la edad, pero Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) ha terminado hablando bastante de la muerte durante la presentación hoy en Londres de su nueva novela, 'El problema final' (Alfaguara). En realidad resulta pertinente, porque su última criatura literaria va de muertes, de asesinatos. Pero no es para nada una novela negra. El problema final recupera esas viejas y elegantes historias de investigación cerebral, casi matemática, en las que lo importante es descubrir cómo se ha matado, el truco al que ha recurrido el asesino para hacer realidad lo que parecía imposible.

Un temporal deja aislados en una isla griega a los nueve huéspedes de un pequeño hotel. Y una mañana el cadáver de uno de ellos, el de la reservada turista británica Edith Mander, es hallado ahorcado en un pabellón junto a la playa. Todo apunta a que se trata de un suidicio, pero ¿lo es realmente? ¿Le suena a Agatha Christie? ¿Le parece un caso digno de un investigador de puro intelecto como es Sherlock Holmes? Pues ha acertado. Pérez-Reverte resucita en 'El problema final' el espíritu del famoso detective creado por Arthur Conan-Doyle. Lo hace a través del personaje de un actor que ha interpretado al investigador en varias películas llamado Hopalong Basil (alter ego de Basil Rathbone) y quien, a la espera de que pase el temporal y pueda llegar a la isla la policía, se pone a indagar sobre la muerte de la turista británica. Asistido por un huésped español, Paco Foxá, quien hará las veces de Watson.

La novela, ambientada en 1960, está llena de capas, repleta de referencias literarias y cinematográficas, atestada de guiños de Pérez-Reverte al lector versado en los libros de Sherlock Holmes, de Agatha Christie y otros maestros del género. Pero Reverte, que creció leyendo ese tipo de novelas, también ha creado sus propias trampas para manipular al lector y evitar que pueda descubrir los engranajes de su trama, concebida como un gigantesco juego. “Este es el libro que más veces he reescrito”, confiesa. No sólo eso: para comprobar si el argumento de 'El problema final' funcionaba, mandó a la editorial el borrador sin el último capítulo, para ver si alguien era capaz de resolver el crimen. Para su tranquilidad, nadie lo consiguió.

“Un día el escritor se muere, te quedas sin ideas, deja de funcionarte la cabeza. Hay algunos por ahí a los que les sucede. Yo espero que cuando la cabeza me falle mis lectores me lo digan, mis amigos me lo digan. No hay nada más triste que un escritor que se ha muerto y no lo sabe. Y ese momento llegará”, asegura. Pero, antes de que eso ocurra, Pérez-Reverte espera poder concluir las aventuras del capitán Alatriste. “Si vivo lo bastante, haré los dos Alatristes que me faltan”, afirma. “No sé lo que me queda de vida, pero me gustaría rematar a Alatriste. Dejé de escribir Alatriste porque pensé que el mercado estaba saturado de él. El último Alatriste vendió 280.000 ejemplares, una cifra nada desdeñable pero por debajo de los volúmenes anteriores. Yo siempre pienso en el lector, no por vender o no vender sino porque no quiero decepcionar a alguien que me sigue desde hace 30 años y que a estas alturas es mi amigo. Así que, si vivo lo bastante, haré los dos Alatristes que me faltan”

https://www.elconfidencial.com/cultura/2023-09-05/perez-reverte_3729720/

Arturo Pérez-Reverte sigue a Sherlock hasta Londres

Lara Gómez Ruiz - lavanguardia.com - 05/09/2023

Londres tiene algo que invita al juego detectivesco. El anonimato que caracteriza a una gran urbe, oscurece pronto y su famosa niebla, anecdótica en la actualidad, aporta ese aspecto lúgubre que permite a cualquier investigador aficionado sentirse como pez en el agua. Por si fuera poco, aquí, en el 221B de Baker Street, vive Sherlock Holmes, que tanto ha inspirado a Arturo Pérez Reverte (Cartagena, 1951) en su nueva novela, 'El problema final' (Alfaguara), que acaba de llegar a las librerías y cuyo título recuerda al relato en el que Conan Doyle mató a su héroe despeñándolo por las cataratas de Reichenbach, en Suiza.

El escritor ha viajado hasta la ciudad del Támesis, que se encuentra en plena ola de calor, para seguir los pasos del personaje de ficción creado por Arthur Conan Doyle. No lleva consigo gorra, gabardina, ni pipa alguna, pero eso no impide que deje atrás su faceta académica y literaria para reencarnarse en el detective más famoso de todos los tiempos, al que le sigue cerca de una veintena de periodistas, que hacen las veces de Watson, su fiel compañero de batallas. "Antes de ponerme a escribir me percaté de que las librerías están saturadas de novela negra. Pensé entonces que lo original sería volver a la novela problema, más matemática. Echaba de menos un tipo de relato elegante, que se alejara un poco de ese hombre desgarrado, turbio y alcohólico que huele a humo de tabaco y a sudor de boxeador. Por eso también la ambiento en la década de los 60, cuando la manera de andar y de encender un cigarrillo era otra. En mis novelas nunca veréis un teléfono móvil", dice mientras saca del bolsillo su aparato, un antónimo absoluto de los "smartphones". "No es que quiera que el mundo sea así, pero narrativamente hablando prefiero estar con gente educada. Y el final de los 60 marca el final de una era. Y eso me hizo plantearme un nuevo reto: ¿Conseguiré que el lector actual, que ha leído novelas de todo tipo, se enganche a un buen relato como los de antes?", confiesa el escritor después de un "tour" por el Londres de Sherlock y Conan Doyle. 

Hablar de ambos es sinónimo de volver a su infancia y a la biblioteca de sus abuelos. "Me apetecía escribir este libro. Me ha enseñado mucho de lo que había olvidado. Me ha devuelto el aroma a hogar". La pasión con la que el autor de 'El club Dumas' habla sobre Holmes da una idea de por qué ha decidido hacerle un guiño en su libro de la mano de su protagonista, Hopalong Basil, un actor en decadencia que en otro tiempo encarnó al investigador en la gran pantalla. La elección del nombre no es una casualidad, pues se inspira en Basil Rathbone, el intérprete británico que se hizo famoso por sus interpretaciones de Sherlock. "Basil para lo es todo para mí. Él es Sherlock Holmes. Casi todos lo asociamos a él. Todos los guiños literarios y cinematográficos de mis páginas son ciertas, aunque con él me tomo alguna pequeña licencia". 

Pérez-Reverte encierra a su protagonista en el hotel de una idílica isla griega frente a Corfú junto a otras nueve personas que se quedan aisladas por culpa de un temporal que no deja entrar ni salir a nadie del lugar. Eso convierte a todo el mundo en sospechoso de la muerte repentina de una de las huéspedes, la turista inglesa Edith Mander, un planteamiento que guarda muchas similitudes con 'Diez negritos', una de las novelas más leídas de Agatha Christie. "Yo he inventado muchos mundos, pero el de Sherlock ya existía. No lo he creado yo. Es verdad que me he divertido mucho escribiendo  durante un año y medio pero en este sentido no era libre. Por eso, he ido a libros de grandes del género como Christie, Ellery Queen o John Dickson Carr, entre otros, y los he saqueado. Cuanto hay de talento en esta novela no es mío. Todo el talento razonado, deductivo, inductivo, perfectivo, está robado de una manera flagrante a gente que sí era brillante. Yo solo soy Watson, un buen recopilador, y he manejado y combinado esos elementos con la experiencia de 31 años como novelista. Pero no hay nada mío excepto el tratamiento". Pese a que el escritor encontró inspiración en otros autores, siempre tuvo clara una cosa: "Para saber que salía bien el experimento nadie tenía que saber quién era el asesino hasta el final. Esto es un juego entre el autor y el lector. Una perversión cómplice y, ante todo, una novela de dos". Fiel a su propósito, mandó el manuscrito a la editorial sin el último capítulo. Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara, reconoce que "nadie logró saber ni quién era el asesino ni cómo había matado". Pérez-Reverte respira aliviado. "De lo contrario, me hubieran hecho cambiar muchas cosas. Es la novela que más veces he reescrito sin lugar a dudas". 

Son varias las sagas que ha escrito a lo largo de su carrera, como Falcó, pero esta "no tendrá continuación. Llevo ya cuatro capítulos de mi próximo libro y estoy a otra cosa". Lo único que desvela por ahora es que también sucederá en Grecia. Lo que sí reconoce es que Alatriste "no se quedará como está. Me gustaría rematar la serie y la idea es que tenga dos novelas más, si la salud me lo permite. Si en su día la frené es porque consideré que el mercado ya estaba demasiado saturado, como ocurre ahora con las novelas negras, y que perdía el interés. Y ya sé que hay gente todavía que lo sigue reclamando y hasta me insulta por no publicar nada nuevo. Pero sé que más pronto que tarde llegará su momento". Eso sí, concluye, "espero que cuando la cabeza me falle, mis lectores también me lo digan. o hay nada peor que un escritor que muere y no lo sabe. Será una tragedia intelectual terrible, lo sé, porque escribir conlleva hacer una serie de actividades que me mantienen en forma. Pero confío en que siempre me quedará navegar y dedicar tiempo a leer las novelas que tanto quiero y que ahora no tengo tiempo de disfrutar".

https://www.lavanguardia.com/cultura/20230905/9207538/elemental-arturo-perez-reverte-sherlock-holmes-watson-el-problema-final-londres-nueva-novela.html

"No hay nada más triste que un escritor que está muerto y no lo sabe"

Raquel R Incertis - elmundo.es - 05/09/2023

"Cuando uno se cansa de Londres, se cansa de la vida, porque Londres tiene todo lo que se puede ofrecer", reza la cita del poeta Samuel Johnson. Paseando por las calles de la metrópoli inglesa, es fácil darse cuenta del porqué. En especial por aquellos rincones que conservan un halo de misterio cinematográfico o literario, como la ruta holmesiana que recorre algunos lugares emblemáticos de la obra de Arthur Conan Doyle sobre el detective más famoso de todos los tiempos, protagonista de cuatro novelas y 56 relatos. Del Hotel Langham donde se gestó la publicación de 'El signo de los cuatro' al teatro y restaurante Criterion que aparece en 'Estudio en escarlata', pasando por Oxford Street, Trafalgar Square, el Café Royal, el Hotel Continental y el Club Ateneo, máxima expresión de la vida bohemia londinense.

Por estos lugares y por las estancias del Museo de Sherlock Holmes, ubicado en el 221B de Baker Street, antaño una sucursal bancaria a rebosar de cartas dirigidas al investigador ficticio, transitamos con Arturo Pérez-Reverte para conocer qué hay detrás de su nueva novela, 'El problema final' (Alfaguara), publicada este 5 de septiembre. En ella, el periodista y escritor de 71 años revisita las lecturas de su infancia en la biblioteca de sus abuelos; tardes enteras inmerso en los enigmas ideados por Edgar Allan Poe, Agatha Christie y, por supuesto, Conan Doyle.

"No es una novela policial ni una novela negra al uso, sino una novela-problema como las de los años 30", aclara Pérez-Reverte. De este subgénero, olvidado desde hace décadas debido a la proliferación de obras con gusto por la psicología criminal, destaca que no importa tanto quién es el asesino como la forma en que se ha perpetrado el asesinato. "Conan Doyle elevó a la categoría de "best seller" sus historias cerebrales, intelectuales, sin vísceras ni sangre por las paredes. Y yo quería comprobar si un lector del siglo XXI era capaz de disfrutar de una novela-problema de verdad frente a tantos títulos mediocres".

No faltan en el libro las referencias explícitas y guiños velados a películas y novelas de principios del siglo XX, algunas de ellos a modo de trampantojo, ni tampoco las menciones a actores clásicos como Marlene Dietrich, Rita Hayworth, Cary Grant, Grace Kelly o John Wayne. Empezando por el protagonista, Ormond Basil, trasunto de Basil Rathbone, quien puso rostro, voz y gestualidad a Holmes en los 15 casos estrenados en la gran pantalla entre 1939 y 1946. "Todos los chismes y anécdotas que cuento sobre Hollywood son verdad, aunque no todos los vivió Basil. Crear un Basil apócrifo me permitía atribuírselos a él y suspender, por instantes, la incredulidad del lector", dice Reverte.

El escritor explica que ha partido del canon narrativo y ha "saqueado de manera consciente y gozosa" los trucos de los maestros de la novela policíaca para incluirlos en sus páginas. "Construir esta novela me ha enseñado lo mucho que había olvidado. Cuando uno lee de joven, hay cosas que te marcan, y no he sido tan consciente de ello hasta ahora". Ni siquiera con Falcó, su última incursión en la novela negra (que no novela-problema, recordemos) en forma de trilogía. Algo que no va a repetirse. "No pienso hacer otra saga como Falcó, he comprobado que me acabo aburriendo yo antes que el lector y necesito estímulos cada día para escribir. Podría seguir haciendo caja, como hacen otros autores muy dignamente, pero eso ya no me motiva", afirma. Caso cerrado, entonces. O no. ¿Qué sucede con las aventuras del celebérrimo capitán Alatriste? ¿Se cansó Reverte de su héroe, como Doyle del detective, a quien tuvo que revivir por petición popular tras el relato (homónimo) 'El problema final'? "Yo era muy feliz con Alatriste. No sé los años que me quedan de vida, pero me gustaría rematarlo en dos entregas. Tengo otras 10 o 15 historias en la cabeza y voy a morir sin contarlas todas, así que tengo que elegir", cuenta. "En su momento lo dejé porque pensé que el mercado ya estaba muy saturado de Alatriste, que el lector ya estaba cansado y había perdido el interés. Los números lo demostraban".

Aunque las editoriales nunca han dejado de confiar en su firma, el descenso en las ventas de la saga era un indicador ostensible de que el público estaba insatisfecho con el devenir del capitán. "Si yo fuera un escritor "torre de marfil", al que solo le importa la obra y no el público, como a la mayoría de los que se creen intocables, no hubiera escrito esta novela, para empezar". Reverte habla de 'El problema final' como una historia onanista donde, como en el sexo, "hacen falta dos para pasárselo bien". "Holmes es un pretexto para poder jugar con el lector. Es una especie de perversión cómplice e intrincada", explica. Para ello, tejió una emboscada para un compañero avispado, con poco o mucho bagaje en la literatura policíaca: "Quería que fuera lo suficientemente simple para un lector poco avezado, pero lo suficientemente compleja para que un lector experimentado pudiera disfrutar como un gorrino en una charca". Al mismo tiempo, promete que el lector revertiano va a encontrar mucho de su obra previa. "Esta novela es imposible de escribir si no la escribo yo, porque está muy vinculada a mi mundo y es fácil reconocer a mis personajes en Basil, Foxá y compañía", asegura, en un alarde de falsa modestia. Continúa ese alarde reconociendo no estar a la altura de Sherlock Holmes ni de esas mentes científicas brillantes "con talento matemático y razonamiento inductivo" a las que admira profundamente: "Nunca me atrevería a compararme con Sherlock, soy un humilde Watson. O, más bien, un Moriarty", ríe.

El enigma aparentemente irresoluble o crimen perfecto que vertebra 'El problema final' tiene lugar en un hotel de la claustrofóbica isla griega de Corfú, y en una época muy concreta, comienzos de los 60, "la última etapa en la que en la sociedad había formalismos" según el autor, quien admite echar de menos la novela elegante. "Esa que habla de la gente que dice "por favor" y "gracias", que saluda al pasar, que cruza las piernas como Dios manda, que se anuda la corbata como Dios manda. Para moverme en un mundo extraño, prefiero estar con gente educada". ¿Quién mejor que Sherlock Holmes para encarnar la figura del perfecto gentleman?

Pero el Arturo políticamente incorrecto y abiertamente visceral no se detiene una vez se abre la veda entre los viejos y los nuevos tiempos: "Hay novelistas jóvenes que no han leído un puto libro en su vida, que no tienen ni idea de los mecanismos narrativos ni de las fuentes esenciales para nutrirse en la escritura. Estanterías y escaparates se llenan de novelas que no cumplen ni unos mínimos de calidad, pero eso también es culpa de los editores, que le piden a cualquiera que escriba para explotar su fama".

Admite Reverte, en su amor por el oficio, que podría vivir sin escribir, pero no sin leer, aunque dejar de hacer lo primero supondría dejar de viajar y, por ende, de mantenerse despierto. Aun así, define como "patética" la agonía del escritor que se aferra al pasado sin asumir su final. "Yo espero que. cuando me falle la cabeza, sea el propio lector que me ha encumbrado el que me avise de que tengo que dejarlo. No hay nada más triste que un escritor que está muerto y no lo sabe".

https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2023/09/05/64f75507e9cf4ac8048b45ad.html

«El lector me dirá cuándo debo parar, es mi amigo y no quiero decepcionarlo»

Jesús García Calero - abc.es - 05/09/2023

El museo de Sherlock Holmes en Baker St. 221b de Londres es un trampantojo con algo de desván de objetos dedicados a excitar la memoria de los lectores de los relatos de Arthur Conan Doyle. Tiene una gracia triste y destartalada, de utilería amontonada, y también una tienda con versión "online". Los tiempos han cambiado y hay muchos más "souvenirs" que novelas en la tienda. Por aquí pasó este martes Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) con motivo de la presentación de su nuevo libro, 'El problema final' (Alfaguara), una novela policiaca «de las de antes» con el perfume del detective creado por Arthur Conan Doyle. No es un relato protagonizado por Holmes, sino un homenaje a aquella literatura, que él define como "novela problema" y que se distingue de la novela negra en que no importa sólo el quién cometió el crimen o su psicología sino sobre todo el desafío al lector para que descubra cómo pudo cometerlo.

«Es la novela que más he reescrito en treinta años, para borrar pistas», confesaba a un grupo de periodistas españoles en Londres. «Quería hacer una novela canónica de personajes sencillos en la que la acción avanza con los diálogos. Todo tenía que encajar». Un hotelito elegante en una isla griega junto a Corfú es el escenario en el que los personajes, atrapados por una tormenta que impide el acceso de la policía, verán horrorizados como se produce un primer crimen irresoluble, un asesinato imposible, de habitación cerrada, un clásico del género. Y no será el último. Entre los clientes está Ormond Basil, trasunto del actor que más veces y mejor hizo de Holmes en el cine (Basil Rathbone). Y a él, que está en el final de su carrera y tanto se ha metido en el papel del detective de ficción en el pasado, le encargará el resto de huéspedes una investigación, con ayuda de Paco Foxá, editor español de novelas policiacas populares, que fungirá de Watson. El resto es aventura y hay que leerlo.

Más que un homenaje evidente a Conan Doyle, dice Pérez-Reverte, «es un viaje a mi juventud de lector, a las bibliotecas de mi abuelo y de mi abuela donde leía igual sus novelas que las de Balzac o Stendhal, pero ahora lo veo con la perspectiva de las lecturas de toda mi vida. Es una evocación de aquella inocencia», subraya el autor. A pesar de tomar un universo de ficción prestado, reconoce la novela como propia: «Cualquiera puede reconocer aquí a personajes míos, el héroe cansado, el fracasado…». Guiños y citas de los relatos de Conan Doyle se mezclan con trucos y herramientas que Pérez-Reverte dice haber «saqueado sin escrúpulo» de todas las novelas del género, «porque a veces en una novela mediocre hay una genialidad».

El escritor no se identifica con Holmes. «Admiro lo que creo superior, ante un científico me siento pequeño. Las mentes me asombran. Yo sería como mucho un humilde Watson, pero en la novela he tenido que intentar pensar como Holmes». De ahí que el personaje sea un actor y no el propio detective. «Y por eso busqué todo en los maestros del género. Cuanto hay de talento en esta novela no es mío».

'El problema final' plantea una partida de ajedrez con el lector. Pérez-Reverte se pone serio en este punto: «Me gusta el juego de inventar historias, me obliga a estar dispuesto, lúcido, vivo, a viajar. De algún modo me mantiene en forma. Pero el lector es mi amigo y no puedo decepcionarlo. Llevo treinta años escribiendo novelas y tengo un contacto permanente con mis lectores. Puse la pausa en Alatriste cuando detecté que perdía interés para ellos (tal vez algún día lo retome para escribir las dos novelas que quedan). Pero sobre todo sé que ese contacto me dará un día la señal de que me he agotado y entonces ese lector me indicará que pare. Nada hay más triste que un autor que está muerto y no lo sabe. Mi amigo el lector me lo evitará, espero».

Reverte fue un día personaje en una aventura de Holmes, escrita por Jorge Fernández Díaz, que le hizo capitán del barco en el que el detective viajaba a la Argentina. Los lectores de Conan Doyle siguen alimentando ese universo, lo toman prestado, lo desean como escritores. Muy diferente es el museo de Baker St, 221b, que apela a la imaginación de los turistas pero, a todas luces, defrauda al lector. Los objetos allí amontonados forman sombras victorianas entre las que no faltan figuras de cera que evocan los casos más célebres de Holmes. Incluso está la cabeza cortada del perro de los Baskerville colgada de la pared.

Entrar en ese universo con las palabras es más complicado para un escritor. «Hay holmesianos que saben mucho más que yo, dice Pérez-Reverte. Por eso me he infiltrado en ese universo sin que se note y lo he manipulado desde dentro. Quería que el lector medio pueda leer esta novela sin problema y que el lector cualificado por sus lecturas pueda disfrutarlo mucho más». Es también un homenaje a la novela popular, «que en sus mejores ejemplos tiene la misma calidad que las mejores novelas literarias. Muchos críticos desde los años setenta despreciaban a Conrad, lo mismo que a Stevenson como meros autores de aventuras, y eso hizo mucho daño».

Cuentan en la editorial que Pérez- Reverte envió el original de esta novela sin el último capítulo, con el fin de desafiar a los mejores lectores de Penguin Random House y comprobar si alguno daba con la solución. Pero ninguno lo logró.

https://www.abc.es/cultura/arturo-perezreverte-lector-dira-debo-parar-amigo-20230905192416-nt.html

"Es una emboscada para un lector cómplice"

Fernando Díaz de Quijano - elespanol.com

“Me lo he pasado bomba escribiéndola, pero ajustándola las he pasado putas”. Así describe Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) el alumbramiento de su última novela, 'El problema final' (editorial Alfaguara), una “recreación” (no le gusta la palabra “homenaje”) de las novelas policiacas clásicas; y especialmente de la novela-problema, esa en la que se plantean crímenes imposibles con víctimas asesinadas en habitaciones cerradas por dentro, subgénero en el que John Dickinson Carr fue un maestro.  Hablamos de casos investigados por detectives no violentos, cerebrales y educados, como el Sherlock Holmes de su tocayo Arthur Conan Doyle, los Hercules Poirot y Miss Marple de Agatha Christie, o Ellery Queen, a la vez personaje y seudónimo conjunto de Frederick Dannay y Manfred Bennington Lee. Novelas, en definitiva, “matemáticas”, en las que “no importa tanto el quién y el porqué sino el cómo”, señala el escritor.

Todos estos ingredientes clásicos aparecen, con algunas modificaciones para seducir al lector contemporáneo, en 'El problema final', concebida “como una emboscada para un lector cómplice, jugando con sus lecturas, las películas que ha visto y su modernidad”, de modo que “lo que sabe se puede volver contra él”, asegura el escritor y académico de la RAE. Por tanto, más que “un duelo entre el detective y el asesino”, lo que plantea es “un duelo entre el autor y el lector”: “Lo que le estoy diciendo es ‘ven a jugar conmigo a las novelas como las de antes’”, señala Pérez-Reverte, que reconoce haber “saqueado sin escrúpulos” a los grandes maestros del género y que esta es la novela que más veces ha reescrito.

“Quería ver si yo sería capaz de evitar que el lector del siglo XXI descubriera el enigma antes de tiempo”, explica Pérez-Reverte, consciente de que “hoy ya no hay lectores ingenuos” como lo era él cuando de niño leyó todas estas novelas. “Por eso mandé la novela a la editorial sin el último capítulo, para ver si alguien era capaz de resolver el caso. Y nadie pudo”, se jacta el escritor. Así fue como se dio cuenta de que la novela funcionaba.

Todo esto lo explica Pérez-Reverte con una amplia sonrisa durante un viaje a Londres, la ciudad de Sherlock Holmes, personaje que recupera (a medias) en 'El problema final'. No obstante, la novela, que ha salido a la venta este martes, 5 de septiembre, no transcurre en la capital británica de finales del siglo XIX o principios del XX, sino en junio de 1960 en una diminuta isla ficticia frente a Corfú que queda aislada debido a un fuerte temporal. Esto permite a Pérez-Reverte construir en ella el clásico enigma de cuarto cerrado con apenas una docena de personajes entre los que figuran los escasos huéspedes del único hotel de la isla, su propietaria y el personal de servicio. Mientras esperan a que amaine el temporal, aparece muerta la turista inglesa Edith Mander. Pero lo que en principio parece un suicidio podría tratarse de un crimen. Entre los huéspedes, casualmente, se encuentra el británico Hopalong Basil, trasunto de Basil Rathbone, actor que en la vida real interpretó en numerosas ocasiones a Sherlock Holmes en la gran pantalla. Ya que la policía de Corfú no puede viajar hasta la isla mientras dure el temporal, todos coinciden en que el intérprete que dio voz, rostro y cuerpo al detective más famoso de la literatura es el más indicado para investigar el caso. Lo que al principio le parece una locura se convierte para él en un placentero reto intelectual y una manera de rememorar sus días de gloria. Porque Hopalong Basil es el clásico protagonista revertiano, un héroe crepuscular que conoció tiempos mejores. Y en el papel de Watson tenemos a Paco Foxá, un exitoso escritor español de novelas populares, que se conoce al dedillo todos los casos de Sherlock Holmes, que asume con entusiasmo su rol de ayudante de Basil y que, como el actor, es capaz de recitar de memoria muchos diálogos de los libros. A los sobrevenidos Holmes y Watson les acompañan un productor de cine italiano, amigo del protagonista; una diva de ópera en decadencia; un matrimonio alemán, un médico turco; la amiga de la turista asesinada; además de la dueña del hotel, superviviente de Auschwitz y los tres empleados del hotel.

Además del juego metaliterario y las conversaciones entre Basil y Foxá acerca de la literatura y sus mecanismos, el libro también hace un guiño a la edad dorada de Hollywood, con menciones constantes a directores, actores y actrices con los que trabajó, mantuvo relaciones o vivió algún tipo de anécdota el protagonista de esta novela, como Errol Flynn, Bette Davis, Marlene Dietrich o Greta Garbo. Como en otros libros de Pérez-Reverte, la mezcla de personajes reales y ficticios otorga libertad al autor, aunque asegura que todos los chismes del mundo del cine (y no son pocos) que se cuentan en 'El problema final' son reales. Para escribir la novela, Pérez-Reverte ha releído todas las historias de Sherlock Holmes, ha vuelto a ver todas las películas en las que lo encarnó Rathbone (que ya había visto docenas de veces, asegura), y ha releído o leído por primera vez un sinfín de novelas de detectives, incluso algunas muy malas. "Pero hasta en las peores hay algún rasgo de talento: alguna página, algún truco, algún mecanismo o algún hallazgo interesante".

Pérez-Reverte ha escrito esta novela “como reacción ante la saturación de novela negra” que hay actualmente, algo que, en su opinión, ha “devaluado” el género, aunque "no lo ha matado". "Por cada cincuenta, hay tres o cuatro que son muy buenas", opina. Por eso le parecía interesante recuperar para el lector actual a su antecesora, la novela policiaca o de detectives clásica, que Edgar Allan Poe inauguró en el siglo XIX con relatos como 'Los crímenes de la calle Morgue'. No obstante, el autor de 'El italiano' no ignora que a la novela de detectives clásica ya le había pasado lo mismo que a su sucesora: el éxito de Conan Doyle la puso de moda y eso generó un exceso de novelas mediocres que provocaron precisamente, como reacción norteamericana, el nacimiento de la novela negra, con autores geniales como Raymond Chandler, Dashiell Hammett o el belga Georges Simenon, tramas más violentas, personajes corruptos con una gran complejidad psicológica y, en general, una delgada frontera entre el bien y el mal.

Sobre la ambientación mediterránea, Pérez-Reverte reconoce que la eligió por apetencia, ya que quería pasar una temporada en la isla griega de Corfú, donde está fechada la novela a enero de 2023. En cuanto a la época elegida, el escritor optó por 1960 porque es “el límite de la modernidad”, una época de viajeros sofisticados, buenos modales y elegancia en el vestir. “Para meterme en un mundo en el que voy a estar un año y medio, prefiero estar con gente educada”, bromea. “Mis novelas son una suma de mis lecturas, mi vida y mi imaginación”, asegura Pérez-Reverte. Con esta, el autor ha regresado a su infancia y a las dos bibliotecas con las que creció: la de su abuelo paterno, llena de grandes clásicos, y la de su abuela materna, llena de los "best sellers" de la época. “Esta novela me ha enseñado lo mucho que había olvidado sobre mis lecturas y me ha devuelto el aroma del hogar”, afirma el autor. No obstante, aunque ha sido “muy feliz” durante el año y medio que ha tardado en escribirla, asegura que no es el comienzo de una nueva serie y que no escribirá otra novela-problema. “Yo no hago series, excepto por Alatriste y Falcó”. De su célebre espadachín a sueldo, por cierto, confiesa que le quedan dos últimas entregas para cerrar la serie.

Pérez-Reverte confiesa que escribir le mantiene “lúcido, atento y en forma” a sus 71 años, y espera “seguir luchando mientras pueda”, aunque no vislumbra el final de su carrera literaria como una tragedia: “Puedo vivir sin escribir, pero no sin leer”, dice, y también que “las agonías mal llevadas son muy tristes”. Cuando habla de su oficio, al que se refiere siempre como un artesano y no como un artista, siempre menciona a quien se sitúa al otro lado de la página: “No me preocupan las ventas, por suerte tengo la vida resuelta desde hace mucho tiempo, pero sí me preocupa decepcionar al lector. Pienso en él continuamente, lo tengo sentado enfrente todo el día”. Por eso espera que, cuando llegue el momento en que su producción literaria ya no esté a la altura de lo conseguido hasta ahora, sea un lector amigo el que se lo haga ver, diciéndole: “Ya está, don Arturo, déjelo ya”.

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«El lector será el que me avise de mi final»

Javier Ors - larazon.es - 05/09/2023

Arturo Pérez-Reverte envió el manuscrito de su última novela sin el capítulo final. Quería saber si existía alguien en la editorial que fuera capaz de resolver la sucesión de crímenes que describía en sus páginas antes de que completara su lectura y averiguar quién era el asesino. Ninguno lo solucionó. «Este libro es una emboscada para los lectores cómplices, que conocen cuáles son las reglas de la novela policial, porque encontrarán en el interior de esta narración una serie de guiños, bromas y trucos dirigidos a él. Yo juego aquí con ellos, intento manipularlos, divertirme a su lado. Es un juego entre ellos y yo. Pero aquellos lectores que ignoran los resortes tradicionales que dominan el género también podrán disfrutar de lo que se cuenta, porque es sencillo y se lo pasarán bien. Encontrar el equilibro entre la simpleza que requiere uno y la complejidad que demanda el otro ha sido lo más difícil de encontrar».

El escritor, pantalón beige y americana negra, evoca la figura del legendario Sherlock Holmes en 'El problema final' (Alfaguara), su último trabajo, y para su lanzamiento ha viajado hasta la ciudad de Londres. Aquí, en el 221B de Baker Street, está la casa-museo dedicada al célebre detective. Un edificio de aspecto envejecido, pero de fachada cuidada (un trabajador limpia con afán y clara diligencia los cristales de las ventanas), y uno de esos espacios que la fama de un personaje de ficción ha convertido en un lugar mítico. Cada año, docenas de seguidores vienen a esta especie de santuario para recrearse en la memoria de su héroe, a pesar de que este tramo de la calle todavía no existía cuando Arthur Conan Doyle entregó por primera vez a la imprenta los célebres casos de su detective.

En la puerta suele haber una poblada cola de fans que aguarda impaciente para entrar. Aunque existen tres plantas es en el primer piso donde puede contemplarse una recreación de aire victoriano del despacho que supuestamente habrían compartido Sherlock Holmes y el Doctor Watson. En él se distinguen quinqués, probetas, periódicos, material médico, lupas y, por supuesto, la célebre pipa y el sombrero que siluetean la imagen más célebre del detective. Una estancia que sucesivas generaciones de personas han recreado en la imaginación a partir de la lectura de sus diversas aventuras.

Arturo Pérez-Reverte, que tiene una nutrida biblioteca relacionada con el personaje, ha evocado en su último libro el espíritu del investigador inglés a través de una sutil y hábil treta. Un célebre actor, Ormond Basil, más conocido como Hopalong Basil, que se hizo famoso por encarnar a Sherlock Holmes en varias películas –un claro homenaje a Basil Rathbone, que lo interpretó en catorce ocasiones entre 1939 y 1946– visita una pequeña isla próxima a Corfú. Durante un temporal imprevisto, quedará allí aislado junto a unos amigos y un reducido número de huéspedes que se alojan en el único hotel que existe y que permanece abierto. Durante la tormenta se producirá un suicidio. Una muerte envuelto en unas raras circunstancias que obligarán a Hopalong Basil a retomar su personaje para, haciendo gala del conocimiento que ha adquirido de los poderes deductivos de Sherlock durante su trayectoria profesional, tratar de resolver este misterioso crimen y ordenar las piezas que no encajan. 

«Esta novela hubiera sido imposible si no la escribo yo. A lo que me refiero es a que ahí está todo mi mundo. Todo lo que hay es revertiano. Es una recuperación de las lecturas de mi juventud. He vuelto a la infancia después de toda mi vida. He regresado a estos autores, Arthur Conan Doyle, Agatha Christie, Edgar Allan Poe, Gaston Leroux, con toda mi experiencia y sabiendo además lo que vino después de ellos. Por eso, este texto solo puede ser mío, porque para hacerlo habría que tener mi niñez, mi vida y haber leído las bibliotecas de mis abuelos». La historia es la recuperación de un género que había caído en desuso: la denominada novela-problema. Ese ejercicio literario que trataba de solucionar crímenes en apariencia imposibles y que durante décadas cautivó a los lectores antes de que su fórmula se agotara debido a su constante abuso y fuera lentamente relevada por el auge de la novela negra americana, que cambió el gusto del público e introdujo «al policía corrupto, la botella de whisky en el cajón y las secretarias rubias». «En estas obras, que fueron anteriores, lo que, por encima de todo, resultaba importante era saber cómo se había cometido el crimen. Después, lo más importante, era saber quién era el asesino y cuáles eran sus motivaciones».

En una ciudad que contempla entre sus visitas un recorrido por el Londres de Sherlock Holmes, ruta que requiere, según nuevas y populares medidas modernas, más de diez mil pasos del iPhone, Arturo Pérez-Reverte reflexiona sobre la evolución de este género: «La novela negra está saturada hoy en día. Se ha escrito tanta que se vulgariza y se bastardea. Hay muchos libros buenos y otros que son malos. Se publican cincuenta títulos y no puedes distinguir los que merecen la pena de entre todos porque hay demasiadas propuestas. Es justo lo que mismo que les sucedió a esos autores de los que hablo, como Conan Doyle o Agatha Christie». Para él, no lo duda en afirmar, «Raymond Chandler y Dashiell Hammett no mataron a Sherlock Holmes, pero desde luego sí lo enterraron. Introdujeron otra clase de novela, que, aunque no fueron los primeros en impulsarla, sin duda fueron ellos los que la asentaron con unas obras maestras indiscutibles. Aunque lo que realmente acabó con ese tipo de novela fue la basura, todos los malos imitadores que salieron y saturaron el mercado».

El reto que Arturo Pérez-Reverte se ha propuesto con este libro era involucrar al lector actual, tan distinto al de antes, en una trama que recuerda a aquellas lecturas para «saber si es capaz de disfrutar con ellas». El escritor defiende que «muchos han olvidado las obras maestras de antes. Hoy muchos espectadores no conocen ya 'Grupo Salvaje', de Sam Peckinpah. No han visto esa película. De igual manera, existen muchos jóvenes que no han leído estos libros. Se han perdido las fuentes de la literatura. Antes había cierta ingenuidad en la mirada de los lectores de las novelas-problema. En este momento existe esa misma ingenuidad, pero es distinta. Es la ingenuidad de descubrir lo que se ha olvidado».

El escritor, bromea, y asegura, que «no soy una artista, sino un artesano», y que para escribir esta obra se leyó a los grandes maestros que desarrollaron el género para aprender cuáles eran sus trucos narrativos. «Lo he saqueado. Lo mejor que hay es de ellos», comenta. Después hace una afirmación que también tiene algo de claudicación: «Admiro las mentes que son científicas. Me asombran. Lo reconozco. En esta pareja, yo sería el humilde Watson al lado de Sherlock. En esa pareja, yo soy Watson, no Sherlock. Por eso este libro supuso un desafío para mí, porque tenía que pensar como Sherlock». En este punto asoma una comparación que resulta inevitable. Arthur Conan Doyle abandonó a su personaje, Sherlock, porque estaba hastiado de él; Arturo Pérez-Reverte no ha vuelto a escribir de Alatriste: «Me gustaría retomar Alatriste. En mi voluntad está acabarlo. De hecho, tengo dos novelas previstas ya en mi cabeza. Yo dejé de escribir Alatriste porque me di cuenta de que el mercado ya estaba saturado de él. El último no se vendió tanto y eso me hizo darme cuenta de que el público estaba cansado. Yo siempre pienso en el lector. De hecho, será el lector que me encumbra el que me avisará de mi final. No hay nada más triste que un escritor que está muerto y no lo sabe». Él mismo reconoce: «Yo puedo vivir sin leer, pero sin escribir... Escribir me mantiene vivo, atento, alerta. Será duro dejarlo cuando llegue. No podré acudir a documentarme a lugares, como ahora a Corfú. Cuando deje de escribir novelas será una tragedia intelectual para mí».

'El problema final' no es únicamente la recuperación de la novela-problema. También es una reflexión sobre el paso del tiempo, la mella de las heridas y la melancolía de un tiempo donde la educación, la elegancia y la inteligencia todavía contaban y tenían un peso evidente en la sociedad. En estas páginas se recuerdan los viejos títulos de aquellas novelas legendarias (sin olvidarse de algunas novedades que trajeron otros maestros posteriores). Pero no se olvida tampoco de citar a esos actores y a esas películas que marcaron en anteriores décadas a cientos de espectadores. Por aquí aparecen los nombres de Marlene Dietrich, de Errol Flynn, David Niven, Greta Garbo, Humphrey Bogart y de tantos otros, y que, al igual que ocurrió en la literatura, fueron barridos por unas generaciones nuevas de actores. Las anécdotas que Arturo Pérez-Reverte narra sobre ellos a través del protagonista de esta intriga policial no son inventados. Sucedieron en la realidad.

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“Me identifico más con el humilde Watson que con Sherlock Holmes, pero en realidad ¡yo soy Moriarty!”

Jacinto Antón - elpais.com - 05/06/2023

En el baqueteado y algo polvoriento Sherlock Holmes Museum, en el 221 B de Baker Street (una de las direcciones más legendarias del mundo), se exhiben cosas como el revólver de Watson y la medalla que ganó el doctor en la batalla de Maiwand, en la segunda guerra afgana; una estampa de Gordon de Jartum (sin duda un caso perdido), el dedo que le cortaron a Victor Hatherley en 'La aventura del pulgar del ingeniero', las orejas de Miss Mary Cushing de 'La caja de cartón' o la cabeza del infernal perro de los Baskerville. Pero los fans de Holmes que se apretujaban este mediodía en las estancias que reproducen con extraordinaria minuciosidad la vivienda del célebre detective y su fiel ayudante —incluido el váter (no puede usarse, aunque estés muy necesitado o seas muy mitómano), junto al que puede verse una lechuza disecada (qué raros son los ingleses)— no podían ni imaginar que la verdadera aventura del día estaba en el pub de al lado.

Efectivamente, allí, en The Volunteer, a dos puertas del 221 B de Baker Street, una de ellas la de un local de yoga y pilates, había recalado el escritor Arturo Pérez-Reverte, cuya nueva novela, 'El problema final' (Alfaguara), es una personalísima vuelta de tuerca sobre el personaje inventado por Conan Doyle y su forma de investigar. En la historia de Pérez-Reverte, entretenidísima, un grupo de personas queda atrapado en los años 60 en un pequeño hotel en una isla griega imaginaria cerca de Corfú. Y cuando se produce un asesinato y se convierte en algo similar a la isla de los 'Diez negritos', se pone a investigarlo en plan Cluedo una de ellas, un veterano actor exalcohólico muy parecido a Basil Rathbone y que, como este, ha encarnado a Sherlock Holmes. El pastiche, narrado en primera persona por el actor, Hopalong Basil (!) —en el mundo Ormond—, está servido y la verdad es que, lleno de sabrosos guiños y referencias literarias y cinematográficas, funciona de lo lindo. Hay hasta una conexión nazi.

A cualquier holmesiano que hubiera visto a Pérez-Reverte en el pub, en el marco del viaje de prensa para presentar la novela, no hubiera dejado de intrigarle ese individuo delgado, “de rostro anguloso, ojos agudos y penetrantes, fina nariz de ave rapaz que le daba aire de viveza y determinación y barbilla también prominente y maciza que delataba en su dueño a un hombre de firmes resoluciones” ('Estudio en escarlata'). La tentación de comparar al novelista con el detective era grande, aunque Pérez-Reverte declinó tocarse con la icónica gorra "deerstalker hat" de Sherlock Holmes (un modelo exclusivo se vende en la tienda del museo a la friolera de 49 libras) y tampoco quiso visitar las habitaciones, lo que imposibilitó verle a sus anchas (aunque fuera, como se ha dicho, un lugar estrecho) en el entorno holmesiano por naturaleza.

En todo caso, el novelista —que prefirió la pinta a la solución de cocaína al siete por ciento y tuvo el detalle de no usar en demasía la palabra “elemental”— cortó cualquier atisbo de identificación entre él y Sherlock Holmes: “Para nada, las mentes matemáticas me asombran, admiro a quienes las tienen, me parecen gente superior, pero yo incluso me equivoco al dividir”. Es cierto también que Holmes tiene otras carencias, por ejemplo cero conocimientos de literatura (por animar a Arturo). “En todo caso, yo sería el humilde Watson”, prosiguió el autor, “un buen recopilador, aunque para escribir esta novela he tenido que pensar como Holmes”. Explicó asimismo que ha seguido “una estrategia perversa”, creando un protagonista que no es su admiradísimo Basil Rathbone aunque se le parece y cuenta muchas anécdotas del actor real, y también “saqueando” en todas partes, con “trucos y mecanismos”, para construir su relato de crimen de habitación cerrada. “¡En realidad yo soy Moriarty!”, estableció finalmente, identificándose con el archienemigo de Sherlock Holmes, el Napoleón del crimen, la araña en el centro de la red criminal de Londres (y también un tipo capaz de escribir un tratado sobre la dinámica de los asteroides). Algunos pensamos tragando saliva en la inquietante figura del malvado profesor en la tercera planta del museo, la más friki, donde comparte espacio con los maniquíes de Holmes, Watson, Irene Adler, la señora Frances Carfax metida viva en su ataúd y el susodicho perro de los Baskerville. Y, sí, Pérez-Reverte tiene un aire.

El autor reveló su propósito: “'El problema final' es una reacción a la saturación de novela negra que hay en el mercado, el policial moderno, más de músculo que de cerebro, y un deseo de volver a la novela problema original, la de enigma inteligente y elegante, la que representan las de Sherlock Holmes de Conan Doyle, pero también las de muchos otros, como Poe, Agatha Christie, Ellery Queen o Gaboriau, al que cita el propio Holmes”. Pérez-Reverte propone al lector, con un relato de apariencia canónica, “un juego” para su disfrute, como echar una buena partida de ajedrez. “Esta no es una novela onanista, sino que, como el buen sexo, requiere de dos”. Es una novela “de muchas capas y trampantojos” en la que se anima al lector a resolver el caso que se plantea (y que en última instancia, paradójicamente, tiene un sabor a la Highsmith), el cómo más que el quién o el por qué. “Insisto en la palabra juego; ¡empieza el juego, Watson!”.

A la pregunta de si él ha hecho un poco con su Alatriste como Conan Doyle con Holmes, respondió que en absoluto. Que lo dejó porque percibió que sus lectores estaban saturados, “y el lector es un amigo al que hay que escuchar”. No obstante, aseguró que va a terminar las dos novelas que faltan de la serie. Es consciente de que algún día dejará de escribir, “y será duro cuando llegue, pero pasaré más tiempo en el mar”. Aunque de momento “escribir me mantiene, no diré que vivo, pero sí atento y despierto, activo”. Sin embargo, el novelista no se apuntó al esforzado tour a pie al que envió a la prensa, convertida en los Irregulares de Baker Street, por los escenarios holmesianos de Londres. Más de 10.000 pasos hasta el 221 B, y a pleno sol.

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