José Manuel García-Osuna Rodríguez - todoliteratura.es - 15/09/2023
El Académico de la RAE nos ofrece una novela-histórica de una importante lucidez narrativa, sobre un personaje histórico del Medioevo que, es obvio, que goza de todos sus trofismos, aunque para ello haya que seguir reinventado y manipulando la auténtica y prístina verdad histórica de dicho siglo XII hispánico. El Cid Campeador morirá en Valencia en el año 1099.
Es indubitable que Rodrigo Díaz de Vivar existió, ¡no cabe la menor duda!, pero como Alvar Fáñez de Minaya, Guillermo “el Mariscal” o Geraldo Sempavor o Pedro Ansúrez o García Ordóñez o Mercadier, entre otros de mayor enjundia y que se me ocurren a vuelapluma, sin ser mucho más destacado que estos, y realizando parecidos comportamientos sociopolíticos o éticos que ellos. Es obvio que tenía un reino o patria al que pertenecía, guste o no al castellanismo militante, y que era el reino o corona de León; existiendo algunas posibilidades, y no minúsculas, de que incluso el primogénito del conde-alférez de los reyes de León, Sancha I (¡reina-propietaria de León!) y Fernando I, hubiese nacido en la capital imperial y real leonesa, al contemplar como muy complicado y dificultoso el que su madre se trasladase desde la urbe de León hasta el villorrio de Vivar para alumbrar a su hijo Rodrigo.
En segundo lugar, es obvio que ¡sí tenía un rey!, sumamente reputado, pero que a lo mejor Arturo Pérez-Reverte, que no es historiador, desconoce; y que era nada más y nada menos, que el emperador Alfonso VI de León, buen señor indubitable frente a un vasallo que dejaba mucho que desear en determinados momentos. Y le acompañaban, lo que es prístino en la época, los hombres de su feudo, es decir sus mesnadas. Y como era lo habitual, aceptaban formar parte de territorios de conquista cristianos o mahometanos; lo que no estaba mal visto en el Alto Medioevo, en la concepción política de los monarcas medievales hispánicos, en León, Aragón, Navarra, Portugal y Castilla. No se puede negar que el Cid Campeador fue y será, injustamente, un mito, ya que desde su muerte se le ensalzó en Castilla, y en la Curia Regia de León no importó ni mucho ni poco, ya que era, como todos ellos, un noble leonés adscrito a la nómina de los magnates en el Aula Regia de su señor Alfonso VI de León. El subtítulo de la obra, "Un relato de frontera", la define, ya que este es el concepto medieval básico referido a los hechos y a los personajes que se encontraban luchando entre los dos territorios existentes, el del norte o reino de León, sobre todo, aunque sin olvidar al de Pamplona, y al sur los reinos de taifas andalusíes.
El autor realiza un acercamiento novelado e historicista a esta figura del Campeador, pero que sigue reconociendo, lo que no era nada extraordinario sino lo habitual y obligado, al gran monarca de León, Alfonso VI Fernández, como su señor natural. Pérez-Reverte nos presenta al Campeador como a un gran adalid, que lo era indudablemente, que consigue obediencia y lealtad de sus mesnadas, nada diferente a lo que estaba contenido en el juramento de fidelidad realizado por estos hombres con su caudillo. No se puede negar que la prosa está deliciosamente bien construida, lo que incrementa la facilidad para acercarse al personaje que vivió durante gran parte de su vida en la calle de su propio nombre, en la regia ciudad de León. Arturo Pérez-Reverte ha manifestado, en reiteradas ocasiones, que el personaje de Rodrigo Díaz de Vivar le fascina. También es de agradecer cómo los diálogos nos hacen muy próximos a los personajes de la obra. Aunque en este caso parece que lo desmitifica, que lucha por dinero y carente de altruismo, pero eso que ofende a tantos cidianos que no han estudiado su vida medieval "sensu stricto" no debería escandalizar, ya que este comportamiento no era inmoral, sino habitual en la Alta edad Media, y todos estos condotieros de la época solían, por dinero, pasar al servicio del mejor postor. La documentación que ha sido la base de la obra es la contenida en el 'Cantar de Mio Cid'. Los personajes femeninos tienen poco predicamento, lo que es absurdo, ya que Jimena de Oviedo, la noble leonesa, tuvo una importancia capital en la vida del Cid Campeador, fue su heredera en la defensa de Valencia, y reivindicó su memoria.
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