Pueblo, 6 de octubre de 1975
[El Aaiún, crónica telefónicа de nuestro enviado especial, Arturo Pérez-Reverte]
El Ramadán se acaba sin que ayer, a la hora de redactar esta crónica, ningún incidente alterase la tranquilidad interior del territorio. La situación en la frontera se mantenía totalmente estable, y aunque las tropas marroquíes siguen en condiciones para emprender cualquier operación contra el Sahara, los soldados que no se encuentran reforzando las posiciones fronterizas paseaban por El Aaiún, sentados en las terrazas de los bares, visitando comercios o tumbados en los sillones del parador nacional.
En los barrios musulmanes la vida continuaba al ponerse el sol, hasta altas horas de la madrugada. En estos últimos días de Ramadán los cafetines de Casas de Piedra abrieron hasta las cinco de la madrugada, y las patrullas de policías territoriales nativos paseaban con indolencia, el fusil terciado a la espalda, deteniéndose a charlar en los corrillos de saharauis que, sentados en las puertas de las viviendas, conversaban con animación, disfrutando de la temperatura exterior. A pesar de la amenaza que el Ejército marroquí significa en la frontera, la población saharaui ha vivido este fin de semana libre de preocupaciones, atenta a sus deberes religiosos.
La noche del día veintisiete de Ramadán, «Leilatu al Kadri», noche del viernes al sábado, la que según el Corán es "mejor que mil meses", los saharauis se olvidaron de todos sus problemas para, en familia, sacrificar un animal, cuya sangre, santificada por la fiesta, ahuyenta a los diablos que rondan a los siervos de Dios. Según el libro santo de los musulmanes, en aquella noche sagrada, cuando el día está a punto de comenzar, el firmamento se abre como cada año, y los afortunados fieles que observan tal fenómeno pidiendo un deseo son agraciados con el cumplimiento de éste. Es muy posible que desde El Aaiún a Mahbes, desde Tah a La Güera, muchos saharauis, los que viven en casas de cemento y piedra y los que duermen bajo jaimas en el desierto, no hayan pedido a Dios otra cosa que la paz y la libertad.
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