Pueblo, 29 de mayo de 1982
Su única utilidad es matar, hundir e incendiar. Es un objeto amenazador, pulido y reluciente, de unos tres metros de largo. Tiene la proa redondeada, perfecta, y unas aletas estabilizadoras a popa. Vale mucho, muchísimo dinero y su fabricante y proveedor, Francia, sólo lo vende en remesas reducidas de media docena, una docena… Es, posiblemente, el arma más letal que existe contra un buque, meditada y perfeccionada hasta el último detalle y su única utilidad es matar, hundir, incendiar. Es, por excelencia, el mayor asesino del mar que vieron los siglos.
El 4 de mayo, a sesenta millas de las Malvinas, un misil Exocet, disparado desde un avión Súper Etendard, hundía al destructor británico 'Sheffield', una modernísima unidad de superficie, orgullo de la Royal Navy. Veintiún días más tarde, otro Exocet llevaba la destrucción y la muerte al 'Atlantic Conveyor', un enorme buque portacontainers, convertido en portaaviones para los Harrier de la fuerza de tareas inglesa.
El mundo contuvo el aliento y la noticia causó sensación en medios militares internacionales. De una parte, un país que militarmente no había significado nada hasta ahora, Argentina -tango, fútbol y espadones; Gardel, Maradona y Galtieri- infligía a la segunda Marina más poderosa de Occidente una humillación que hacía, allá en lo alto de Trafalgar Square, palidecer de ira a la estatua de Horacio Nelson. De otro lado, era la primera vez que un misil antibuque de este tipo causaba, tan rápida y contundentemente, la destrucción de poderosos navíos de guerra. Y no de navíos cualquiera, porque el 'Sheffield', por ejemplo, era un destructor de la clase 42, entrado en servicio en 1975, artillado con una rampa doble de misiles Sea Dart -30 kilómetros de alcance-, un cañón de 4,5 pulgadas Mark-8, dos cañones Oerlikon de 20 milímetros y seis tubos lanzatorpedos Mark-46, aparte de estar dotado con complejo y costosísimo equipo electrónico de detección y contramedidas. En resumen, aquel Exocet echó al fondo del mar, de un solo impacto, la cifra de 23,2 millones de libras esterlinas.
En la guerra electrónica moderna el primer objetivo es encontrar el blanco. En las acciones del 4 y el 25 de mayo, dado que la mayor cantidad de blancos británicos eran unidades navales de superficie, se dieron dos procedimientos de búsqueda por parte argentina. El primero recayó sobre los aviones de reconocimiento P-3 Orión -y, posteriormente, Embraer-, cuyo radar, a tres mil metros de altura, goza del suficiente alcance para establecer la posición del enemigo. El segundo método de detección consistió en los tres submarinos que le quedan a la Armada argentina, que “buscaron” a los buques enemigos con el sonar y con “Acción pasiva”, que consiste en parar todas las máquinas, como en las películas de la segunda guerra mundial, para escuchar el ruido de las hélices enemigas. Una vez que a través de los medios mencionados -el tercero, los satélites, no está al alcance de Argentina- dispuso la aviación de suficientes objetivos, se iniciaron las operaciones de ataque.
Los Super Etendard despegaron del portaaviones o desde aeródromos terrestres, guiándose por las informaciones administradas por el mando de operaciones. En el caso del 'Sheffield' el ataque lo llevaron a cabo los Super Etendard cubiertos por tres aviones Dagger, en aproximación directa desde el Oeste, disparando desde unos 35 kilómetros de distancia. En el del 'Atlantic Conveyor', los Super Etendard, también dos, se acercaron por el este, aprovechando los ángulos muertos de los radares enemigos y llegando hasta distancia de disparo, a baja altura, por una dirección en la que no se les esperaba. En ambos casos, los aviones lanzadores, tras localizar los objetivos en sus radares de a bordo, dieron al misil las orientaciones generales de rumbo y objetivo, pero fue el radar interno de éste, operado por una computadora independiente, el que realizó a mitad de camino, después de haber sido lanzado, la función de precisar con exactitud el lugar de impacto. Hay que tener en cuenta que la misión de la computadora del avión es proporcionar el rumbo general, siendo la del misil la que debe buscar la precisión del impacto, incluso “seleccionando” el blanco más atractivo -se entiende más grande o más próximo- de los que se hallen en su radio de acción.
Increíble, ¿verdad? Pero aún hay más. La inteligencia del misil llega a prever hasta el caso de que el barco enemigo esté dotado de tecnología avanzada, con instrumentos de bloqueo e interferencia de radares que confunden al misil, enredan su “cerebro” y lo desvían de rumbo. Sin embargo, en un ingenio tan avanzado como el Exocet, cuando el avión que lo lanza establece bien el rumbo general inicial del arma, las posibilidades de que el misil sea interferido por las contramedidas electrónicas es escasa. Porque aunque se consiga interferir el radar propio que guía al misil, la computadora que lleva lo hace “retornar” automáticamente a las instrucciones generales dadas al principio por el avión que lo disparó.
En los casos del 'Sheffield' y del 'Atlantic Conveyor' los respectivos comandantes de los buques, cuyos radares de a bordo les daban señales de diversos aviones atacantes, no podían precisar cuál de aquellos puntos luminosos que se acercaban en la pantalla por diversas direcciones era el que les iba a disparar un misil. Cuando se identificó al probable agresor y se accionaron los obstaculizadores de radas, el Exocet ya estaba volando a ras de las olas, rumbo al objetivo, a la velocidad del sonido y su “señal-guía” pasó automáticamente a ser la original de la computadora del avión que lo había disparado treinta kilómetros atrás. Y con una precisión implacable, con la escalofriante frialdad de un ingenio letal, cuyos sentimientos no son sino complejos y ultramodernos circuitos electrónicos, el Exocet reventó contra el objetivo, desgarrando sus entrañas de metal. Así es como mata el más moderno y despiadado asesino del mar.
Era el ‘Coventry’, uno de los catorce destructores de la Armada Real británica que se fue a pique tras un ataque argentino. Su comandante no pudo evitar que el Exocet hiciera blanco perfecto. El ‘Sheffield’ fue también blanco de las nuevas armas argentinas. Cuando su radar detectó la presencia de los misiles era muy tarde.
El arma combinada que echó a pique al 'Sheffield' y al 'Atlantic Conveyor' fue un binomio Super Etendard-Exocet, actuando desde 35 a 40 kilómetros de distancia del objetivo. El Super-Etendard, fabricado en Francia por Marcel Dassault, creador de los famosos Mirage, es un caza de ataque e intercepción concebido para actuar desde portaaviones -Argentina posee seis de estos aparatos, a bordo del '25 de Mayo'-. Puede volar a 1.200 kilómetros por hora, y su radio de acción a baja altura alcanza los 620 kilómetros. El doble que el Harrier británico. En cuanto al armamento, el Super Etendard va equipado con dos cañones de 30 milímetros y puede albergar bajo el fuselaje bombas de diversos tipos, misiles aire-aire Magic o aire-superficie Exocet. Argentina había encargado a Francia 14 de estos aparatos, pero París suspendió la entrega de los ocho restantes al estallar el conflicto en las Malvinas. Respecto al misil conviene señalar, para entendernos, que existen cuatro tipos básicos de este arma: el misil superficie-superficie (SSM), el superficie-aire (SAM), el aire-superficie (ASM) y el aire-aire (AAM). Unos van orientados por radio; otros, por calor o atraídos por blancos que emiten rayos infrarrojos; otros son antirradares (ARM), y cada uno tiene características peculiares que intentan acercarlo técnicamente a la perfección para superar a sus rivales en la feroz competencia del comercio internacional de armamentos, a veces más encarnizada que la propia guerra.
En lo que al Exocet se refiere, el modelo que protagoniza nuestra historia, es un aire-superficie o, más concretamente, un aire-mar, el AM-39, fabricado en Francia por Aerospatiale y Marcel Dassault Electronique. El AM-39 tiene un alcance de 50 kilómetros y de sus 735 kilos, 165 corresponden a la carga explosiva. En síntesis, su funcionamiento tiene lugar mediante un radar de búsqueda que informa al misil de la distancia y coordenadas en que se encuentra el blanco, mientras que un equipo auxiliar hace los cálculos necesarios. Cuando el misil se acerca al objetivo, se guía mediante una cabeza radárica activa, volando a ras del agua, lo que hace difícil que sea interceptado por la aviación enemiga e incluso -como se ha visto en el Atlántico sur- por los misiles antimisil Sea Dart, que llevan a bordo barcos como el 'Sheffield'.
La acción contra el 'Atlantic Conveyor' y especialmente contra el 'Sheffield', parece establecer la capacidad de los misiles en acciones reales de guerra naval, y está dando muchos quebraderos de cabeza a los técnicos encargados de establecer la defensa electrónica de los buques frente a esta arma. En principio, unidades tan modernas como el 'Sheffield' disponen de sistemas antimisil a bordo considerados eficaces. Algunos como el Sea Dart o el Sea Wolf -éste último no lo llevaba el 'Sheffield'-, son considerados ingenios de alta precisión, pero lo cierto es que no siempre se dan las condiciones para que estas armas actúen al ciento por ciento de sus posibilidades.
http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/ASI%20MATA%20EL%20EXOCET.pdf
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