05 mayo 1982

Indignación contra Washington

Pueblo, 5 de mayo de 1982

Buenos Aires. Por Arturo Pérez-Reverte, enviado especial

O alguien, en alguna parte, impone un inmediato -y difícil- alto el fuego, o en el Atlántico sur va a haber una carnicería. Con el hundimiento del crucero 'General Belgrano', hecho que aquí se califica de “brutal salvajada”, el Gobierno de Su Graciosa Majestad británica ha desencadenado la guerra de verdad, la guerra total. Toda Argentina siguió ayer sobrecogida los dramáticos pormenores del rescate que, entre las heladas aguas próximas al círculo polar antártico, se estaba intentando realizar para rescatar con vida a los supervivientes del buque torpedeado hace dos días por el submarino británico 'Conqueror'. En el momento de redactar esta información han sido rescatados 680 de los 1.042 ocupantes del crucero.

Hasta el momento de redactar esta crónica, medios militares argentinos confirman el salvamento de 400 de los 1.042 tripulantes del crucero hundido, que ahora navegan rumbo al puerto de Ushuaia a bordo del 'Gurruchaga', mientras continúan las tareas de rescate -en las que participa un buque chileno- de una quincena de botes más, a la deriva entre las encrespadas aguas, frente a la costa más oriental de la Tierra del Fuego. Se confirma que la cifra de marinos del 'Belgrano' muertos o desaparecidos durante el hundimiento puede estar por encima de los quinientos hombres. Hay que tener en cuenta que, a causa de las bajas temperaturas en estas aguas próximas al cabo de Hornos, nadie que se encuentre aislado en el mar, aunque lleve chaleco salvavidas, tiene posibilidades de mantenerse con vida mucho tiempo, ya que el atroz frío no tarda en producir la paralización de los miembros, la inconsciencia y la muerte. 

De “alevoso ataque de agresión armada” ha calificado el Ministerio de Exteriores argentino el torpedeamiento del 'Belgrano' -que se encontraba, como es sabido, fuera de zona de guerra- mientras el almirante Anaya, comandante en jefe de la Armada y miembro de la Junta Militar, difundió ayer un mensaje en el que califica el dramático episodio como “parte de la cuota de sacrificio en estas duras circunstancias históricas”. Y los medios de comunicación de Buenos Aires recuerdan, con amargura, que durante la acción de reconquista de las Malvinas por Argentina no se derramó la sangre de un solo soldado británico, y que ese tipo de delicadezas no parecen ser del estilo de la señora Thatcher. 

La capacidad de indignación nacional, no obstante, está lejos de colmarse aquí. La opinión pública, según las encuestas, “espera cualquier cosa” de los británicos y de su arrogancia, y en ese sentido fue ayer un nuevo comunicado de Estado Mayor Conjunto, en el que se informaba que el 'Sobral' -buque pequeño y muy ligero de la Armada- fue atacado por fuego enemigo cuando se dedicaba a las operaciones de salvamento de un piloto argentino derribado sobre el mar, al noroeste de las Malvinas. A consecuencia del ataque -presumiblemente realizado por helicópteros Lynx- el 'Sobral' recibió daños que motivaron la pérdida de los enlaces por radio del buque con su base.

Recordemos a este respecto que, según medios militares argentinos, la Royal Navy habría efectuado un intento de desembarco en las Malvinas el pasado sábado, rechazado por las tropas que defienden la ex colonia. En el curso de estos combates, señala la agencia Telam, once civiles malvinienses resultaron muertos y otros diecisiete heridos. Ahora, bajo un cielo gris y frío, los buques británicos se acercan y se alejan de la costa entre la niebla que cubre la bahía de Puerto Argentino, en acciones de hostigamiento. 

Ayer, el dato más a destacar en Argentina era un sentimiento antinorteamericano, que se generaliza por momentos. En términos durísimos, medios oficiales y particulares del país coinciden en denunciar la actuación de la administración Reagan en el conflicto, absolutamente alineada con Gran Bretaña, hasta el extremo de, aparte del apoyo diplomático, proporcionarle cobertura logística y transmitir puntualmente la información que desde el aire captan los aviones de reconocimiento Awacs estadounidenses que sobrevuelan la zona. Washington, tras el hundimiento del 'Belgrano', se apresuró a asegurar que los informes que el Pentágono pasa a Londres nada han tenido que ver con el hundimiento del crucero argentino, cosa que, por supuesto, aquí nadie se cree. Las consecuencias de la actitud norteamericana para el futuro de sus relaciones con Hispanoamérica, la parcialidad y el cinismo de que Washington ha hecho gala en este conflicto, pueden arrojar sobre el tapete numerosos cambios en el panorama de las alianzas internacionales del continente. La especial interpretación de la “doctrina Monroe” que ha hecho el equipo Reagan-Haig está dando mucho, pero mucho, que pensar a las cancillerías situadas al sur de Río Grande.

El hundimiento del crucero argentino 'General Belgrano' por la Royal Navy puede tener consecuencias imprevisibles para la estabilidad mundial. El Reino Unido acaba de demostrar que nunca ha tenido voluntad de negociación para encontrar una solución pacífica al conflicto, y esto equivale a decir que una primera potencia, símbolo de la llamada “civilización occidental”, es tan capaz de la política de fuerza como el más atrasado de los países tercermundistas. Es todo un mito el que ha caído y, en adelante, será muy difícil creer en la capacidad negociadora y en la voluntad pacifista de un país que ha preferido el premeditado asesinato masivo de cientos de infantes de Marina, que no suponían amenaza alguna para su propia flota, a confiar en la diplomacia propia y ajena. 

Pero hay algo más profundo en lo que acaba de ocurrir en el Atlántico Sur: el germen de división entre Europa y América que el gratuito ataque contiene. En un mundo cada vez más interdependiente, más necesitado de solidaridad y paz, Inglaterra puede haber dado un manotazo mortal a la cooperación América-Europa, con lo que pudiera dar origen a un nuevo concepto de alianzas internacionales, en el que la URSS puede sacar sustanciosa tajada. Con Argentina se encuentra alineada hoy toda la América hispana, que ha olvidado sus enormes diferencias ideológicas para acusar a Gran Bretaña y a sus aliados -especialmente los Estados Unidos- de un crimen incomprensible en nuestros días. Acaso España esté ahora más llamada que nunca a servir de puente entre las dos orillas del Atlántico, a intervenir con mayor decisión en la busca de una solución que restaure los daños causados, pero es dudoso que algo pueda hacerse ya, a menos que Inglaterra demuestre que le queda un ápice de vergüenza y empiece por rectificar su visión colonialista de imperio anacrónico. Gibraltar sigue siendo el gran “test” de la cordura negociadora, pero la descolonización de la Roca puede verse pronto desfasada si en las Malvinas no se impone la razón a la fuerza. 

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/INDIGNACION%20CONTRA%20WASHINGTON.pdf 


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