27 mayo 1982

Así atacamos a las fragatas británicas

Pueblo, 27 de mayo de 1982

“Líder a halcones. Objetivo al frente.” Los cuatro Skyhawk de la primera escuadrilla vuelan a ras de las olas, la espuma les salpica los parabrisas. Cinco millas delante de ellos, una fragata británica, camuflada entre los islotes, está haciendo fuego contra las posiciones terrestres argentinas. frente a la bahía de San Carlos. Los aviones vuelan por los angostos canales, con el agua desfilando vertiginosamente bajo sus alas cargadas de bombas. El movimiento a baja altura es lo que ha hecho posible que las pantallas de radar de los buques británicos no hayan delatado todavía su presencia. “Líder a halcones. Buena caza”. 

Los aviones rompen la formación, se separan unos de otros. Los pilotos disponen sólo de unos segundos para estudiar la ruta de ataque. Escogida ésta, que suele ser la más corta, tiran a fondo de la palanca del gas y entran en la pelea. 

(El Macdonnell A-4B Skyhawk es un aparato anticuado pero todavía eficaz como plataforma de armas. Al iniciarse el conflicto en Argentina contábamos con 79 unidades, 11 embarcados en el portaaviones “25 de Mayo” y el resto basados en tierra. Le digo estas cifras porque no son ningún secreto militar: las conoce todo el mundo. Cargado con bombas, el Skyhawk puede volar a casi mil kilómetros por hora, con una autonomía de un millar de kilómetros. Su armamento consiste en dos cañones de 20 milímetros, situados en las alas, misiles cohetes y bombas. para las misiones de ataque a la flota británica prescindimos de todo lo posible en beneficio de poder llevar a bordo el máximo de bombas. El Skyhawk de la fuerza aérea no dispone de misiles antibuque como el Exocet. Comparado con ese arma, nuestro trabajo es casi artesanal”.) 

Se desata el infierno frente a la bahía de San Carlos. La radio, hasta ahora silenciosa, es una algarabía de órdenes, de avisos, de gritos, de maldiciones. Los fogonazos naranja de los misiles vienen al encuentro, agrandándose, mortalmente próximos, mientras los pilotos comienzan a hacer, más por instinto que racionalmente, las complicadas maniobras evasivas. 

(“No tenemos tiempo de sentir miedo. Cuando se ilumina la mira frente al parabrisas y las computadoras comienzan a funcionar, uno se concentra con toda su alma en seguir, en seguir adelante, sin que lo alcancen en seguir y en pasar a través de todo ese fuego, en seguir y llegar hasta el blanco…, como si tus treinta años de vida no hubiesen tenido otro objeto que traerte sobre ese barco en este momento.) 

Desde la fragata ya han localizado con nitidez a los atacantes. Hay otro buque más, a la derecha, que también concentra su fuego sobre la escuadrilla. Misiles y granadas antiaéreas trazan una mortal telaraña en el aire. 

(“La gente cree que los misiles antiaéreos son infalibles y tan rápidos que no se pueden ver; pero no es así. Desde lejos ve uno venir los cohetazos y hay que estar atento a cómo se presentan para hacer tiempo las maniobras evasivas necesarias. A veces, vemos hasta sus aletas y la llama de su impulsor.”) 

La fragata parece acercarse a velocidad de vértigo. Las voces de los pilotos siguen aullando en los auriculares de radio. La mano está crispada en torno a la palanca de mando, donde se encuentran los disparadores de las bombas. Bajo el casco de vuelo, los dientes están apretados hasta que duele la mandíbula. 

Una llamarada a la izquierda y uno de los halcones se desploma convertido en una bola de fuego, resbala sobre la superficie del mar, se deshace en espuma, cenizas y humo negro. para los tres restantes, la fragata está ahí mismo, casi se puede tocar ya con la mano. El líder se lanza el primero, siempre en suelo rasante, tomando altura sólo segundos antes de encontrarse sobre la nave. 

(“Los Skyhawk son viejos aviones. Hay que acercase mucho, ¿sabe? Hay que tirar las bombas prácticamente con la mano, depositándolas casi cuidadosamente sobre la nave enemiga. A diferencia de los aviones que atacan con misiles antibuque, como los Super Etendard, que pueden hacerlo desde 35 kilómetros de distancia, nosotros tenemos que hacerlo llegando muy cerca. Eso nos convierte también en vulnerables, pero es la única posibilidad de que algunos acertemos en el blanco.”) 

El líder acierta con una bomba y falla con la otra. Son bombas grandes, de 500 kilos, que levantan enormes columnas de agua en torno a la borrosa silueta gris de la fragata. El numero dos arroja sus bombas demasiado lejos, y al hacer la maniobra evasiva, es alcanzado por granadas antiaéreas. Sus toberas despiden una llamarada, se encabrita como un potro salvaje y cae hacia el ala de estribor, descontrolado, mientras su piloto grita dos veces por la radio; la primera para decir “¡viva la patria!” y la segunda de angustia al estrellarse el avión sobre las olas. 

El número tres esquiva el fuego antiaéreo, toma un poco de altura y pasa junto a los mástiles de la fragata, colocando limpiamente sobre la cubierta dos bombas, de las que sólo una estalla. La acción ha durado exactamente un minuto y treinta segundos. Ahora empieza la lucha por salvar la piel. 

(“Es en ese momento cuando empieza uno a pensar en sí mismo. El escape es una interminable serie de maniobras evasivas para eludir misiles y fuero antiaéreo, dando la vuelta para regresar a casa. Además, sabemos que la caza enemiga ya está buscándonos, lista para interceptarnos. Los supervivientes del ataque nos agrupamos otra vez en formación, atentos a la menor señal de “bandidos”, que es como en la jerga de los pilotos denominamos al enemigo.”) 

Los bandidos aparecen “por las tres del reloj”, la banda de estribor. Son dos Harrier, pero se lo toman con calma y no llegan a entablar combate. 

(“Los Harrier -ésa ha sido nuestra sorpresa- en esta guerra no resultaron tan temibles como pensábamos. Su principal ventaja es la gran maniobrabilidad que tienen, pero a eso ya le encontramos truco. Desde que les hallamos la vuelta, como nos en tratan de esquivarnos; por eso ya no se da el “dogfight”, la pelea de perros, el duelo máquina contra máquina. 

Las escuadrillas que atacaron la flota británica han llegado a la base. Algunas tienen varios huecos en su formación. Rostros graves al recordar los nombres de los que no han vuelto, rostros emocionados porque todos escucharon por la radio el grito de “Viva la patria” del compañero que no pudo regresar. 

(“Hemos sufrido pérdidas altas, es cierto. El hecho de tener que abatir un buque enemigo sobrevolándolo directamente, un buque que está especialmente concebido para operaciones antiaéreas, explica las bajas que hemos sufrido. Pero sabemos que no hay otra alternativa. Hay que sobrevolarlo y tirarlo con lo que se puede y los que lleguen. La cuestión está en atacar muchos de nosotros para que al menos parte puedan llegar al objetivo y arrojar esas malditas bombas. Muchos se quedan en el camino porque en la guerra, en esta guerra, ningún enemigo es fácil. Nosotros no pensamos que “ellos” fueran fáciles. Ellos, sí; y se equivocaron con nosotros. Pensaron que venían a pelear contra cualquiera. Pensaban que venían a desfilar y perdieron el paso en el desfile”)

http://www.icorso.com/hemeroteca/PUEBLO/PDF/ASI%20ATACAMOS%20A%20LAS%20FRAGATAS%20BRITANICAS.pdf

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