18 septiembre 2025

Carta a Íñigo Balboa

Eduardo Martínez Rico - zendalibros.com - 18/09/2025

Muy apreciado Íñigo Balboa:

Como escribí una vez, en una carta al capitán Alatriste precisamente, estás “entre el pícaro y el caballero”. Gran narrador de las aventuras de tu amigo y tutor, y por tanto omnipresente en ellas. Y gran personaje de esas mismas aventuras, pues no sólo cuentas sino que también actúas, como se ve muy bien en la película que hizo de vuestras andanzas Agustín Díaz Yanes, película que yo creo que fue polémica, y que sin embargo a mí me gusta mucho, cada vez me gusta más. Por su ambientación, por sus interpretaciones, por el esfuerzo de sintetizar en una historia todas las historias de Alatriste aparecidas hasta la fecha, para mí convincentemente.

Díaz Yanes podría haber cogido el primer Alatriste, por ejemplo,  y haber hecho una estupenda película, pues ese primer episodio, con su riqueza y peripecia, da de sobra para una película. Pero la síntesis que logra en su filme está muy lograda, a mi modo de ver, y mete en ella todo el personaje, todo el Siglo de Oro español, acabando en Rocroi, que es un sublime final para Alatriste y para aquella España. “Cuenta lo que fuimos”, te pide allí un compañero de armas, querido Íñigo, y lo hiciste, lo sigues haciendo, ahora en Misión en París, en esa atemporalidad infinita que tiene la literatura, también la Historia.

Le das a la saga naturalidad, y sobre todo autenticidad. Eres el perfecto compañero de Alatriste, casi un hijo, y tal vez más que un hijo. También eres un buen, estupendo amigo de los compañeros de ese grupo tan sabroso, por decirlo de alguna manera, que formáis en el libro con algunos compadres de Flandes del capitán, y otros ilustres, como Quevedo, que maneja tan bien la pluma como la espada, al igual que tú, gran espadachín, pero también esmerado escritor. Lo demuestra tu pulso narrativo en estos excelentes volúmenes pletóricos de aventuras que forman los anales de vuestra vida, de todos vosotros, no sólo de Alatriste o la tuya.

En la película de Díaz Yanes, insisto, se ve muy bien tu evolución, del niño que ya sabe escribir y lo hace para sus amigos que no saben hacerlo, hasta el joven que ya es todo un hombre y que consigue matar a Gualterio Malatesta y así vengar a su querido capitán Alatriste.

Recuerdo que yo empecé a leer vuestras historias cuando estaba cursando mi carrera de Filología Hispánica. Las leía, como otros libros de vuestro padre Arturo Pérez-Reverte, para descansar de los exámenes y de otras lecturas, digamos, más graves. No más serias, más graves, o más obligatorias, mejor dicho, aunque yo me metí en mi carrera por vocación, por devoción, no por obligación, y al final nada leí que no quisiera leerlo.

Pero lo cierto, y de esto me he dado cuenta después, es que vuestros libros podrían formar parte de los estudios de aquella carrera, y de hecho yo creo que lo harán. En realidad ya di hace poco tiempo, gracias al catedrático J. Ignacio Díez Fernández, una conferencia allí, en la Universidad Complutense de Madrid, en su Facultad de Filología, sobre “Arturo Pérez-Reverte, la literatura como diversión”. Vosotros, vuestras páginas también, sois “literatura como diversión”, y en grado sumo, y así obras el milagro de ser perfecto narrador y personaje, perfecto contador de historias y hombre de acción, personaje de esas mismas historias.

De niño queríais ser un soldado y lo conseguiste. De niño querías ser un espadachín y lo lograste. Hasta el punto de enfrentaros con el peor enemigo de Alatriste, que se la tenías bien jurada desde muchos capítulos atrás. También a ti, en el fondo, o tú a él más, mucho más.

Llega un momento en estos maravillosos libros en que uno se da cuenta de que son mucho más de lo que parecen —y parecen mucho—, y ahí entras también, como personaje esencial, narrador y protagonista. Pues en efecto el lector, no tardando, percibe que se encuentra ante un gran fresco de nuestro Siglo de Oro, y que la pintura que se nos transmite de aquel tiempo —a la manera de un cuadro total de Velázquez—, transmite la sensación de que el autor lo ha vivido verdaderamente, en parte, no del todo. En parte sí. Como la vida en general, como la vida siempre.

Yo a veces pienso que vuestra vida era mucho más dura que la nuestra, y estoy convencido de que lo era, pero también creo que la vida es dura siempre, que todos los tiempos lo son, y que cuando no es una cosa es otra, una enfermedad, algo de lo que careces… Siempre hay motivos para luchar, y es posible que la principal batalla que hay que librar, al menos en ocasiones, sucede dentro de uno mismo.

Perdiste a vuestro padre, pero hallaste otro, y muy esforzado, en Alatriste. Sí, es un hombre valiente, y a su manera muy bueno y de nobles sentimientos. A nobleza puede que no le gane nadie, él que se llama “capitán” simplemente como apodo, como advirtió sagazmente, muy rápido, el conde-duque de Olivares.

Tú eres un digno hijo y amigo suyo, y perdona que te llame “hijo”, pero es que tanto tú como Alatriste lo merecéis. Ambos os habéis entregado la vida el uno al otro. Esto es bonito, un hermoso gesto. Recuerdo que Juan Eslava Galán decía en su libro de Historia de España contada para escépticos que la gran cultura del Siglo de Oro era como esas preciosas florecillas que crecían en el estiércol. Puede ser. Pero vuestra vida, vuestras palabras, vuestras estocadas, la valentía que demostrasteis, y también la nobleza, sí, la nobleza… todo ello flota aún en el ambiente de esta España nuestra ávida de modelos que nos inspiren, para seguir adelante.

Tal vez los tenemos, muchos, yo así lo creo, pero también creo que hay que lavarles un poco la cara, hay que recuperarlos, o crearlos, recrearlos, como ha hecho Arturo Pérez-Reverte, vuestro padre literario y mi amigo, amigo de todos sus lectores.

Gracias por darnos tanto, con la pluma y con la espada.

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