María Elena Ripetta - diariocronica.com.ar - 13/09/2025
“Estoy asistiendo a algo a lo que no esperaba asistir. Es un privilegio ver un mundo que se acaba. Lo había leído muchas veces en los libros, el final del Imperio Romano, del Imperio Persa, de Grecia, de Roma, de Constantinopla. Ahora estoy viendo el final de un mundo en el que fui criado, educado, en el que viví. Esa Europa se acabó, está muerta, es patética, se ha convertido en un parque temático para turistas. Veo el final de una manera de entender la vida, la cultura, la sociedad. Asisto con interés, es un privilegio poder asistir al final de un mundo y eso no es que me guste”, dice el escritor español Arturo Pérez Reverte café de por medio durante su visita a Buenos Aires, Argentina.
—¿La inteligencia artificial, como escritor, te preocupa?
—Tengo 74 años, tengo 30 novelas publicadas. ¿Crees que me debe preocupar a mi edad? La edad te pone a salvo de muchas cosas. Me permite ver las cosas con ecuanimidad, con serenidad. Mis novelas están ahí, ¿qué me va a preocupar? Y si el lector un día me sustituye por una inteligencia artificial, pues es que el lector no me merece.
—¿Es verdad que juegas a los videojuegos?
—Algunos, sí. El libro como objeto está sentenciado a muerte. De aquí a 20 años, el libro en papel habrá desaparecido prácticamente. Estoy convencido, pero no es nada dramático. Como antes han desaparecido tantas cosas. Si yo fuera ahora un joven que quisiera contar historias, yo no me pondría a escribir novelas, haría guiones para videojuegos, series de televisión. Intentaría adaptar mi creatividad, mi trabajo a los soportes del futuro. El ser humano ha necesitado siempre que le cuenten historias, desde que el ser humano existe. Lo que cambia es el soporte, el mecanismo con el cual te las cuentan. Fue el pergamino, el libro, la televisión, el cine. Van cambiando, evolucionando. Igual que ya nadie lee pergaminos, el libro también pasará y vendrán otros soportes que como yo no voy a estar aquí, ya me da igual los que sean. El libro será un objeto para aficionados, fanáticos o coleccionistas de arte, pues el libro será un objeto para un grupo selecto. Ya ocurre. Yo vine volando de Madrid y el único que iba leyendo un libro era yo. Estaban todos con los teléfonos. No es dramático, cambian las maneras, cambian las formas, eso es todo. Cuando era joven, iba a la guerra, veía el horror, el dolor, la muerte, los asesinados, lo veía con el estupor de un joven que descubre cosas que le asombran. Ahora lo veo todo con la experiencia del veterano que sabe que esas cosas forman parte del mundo y de la vida. Que el ser humano es así, que el mundo es así, que los mundos, las cosas terminan, la gente muere. No paro de enterrar amigos. Entonces pasan dos cosas: si eres una bestia analfabeta, dices que horror, si eres alguien con una cultura determinada comprendes que esas son las reglas. Lo bueno que tienen los libros es que te ayudan a entender, a asumir, a comprender, aceptas el mundo como es. La vida que llevé, libros que leí, me ayudaron a entender el mundo como es y a ver mi envejecimiento, el final del mundo que conozco, la muerte de los amigos, como parte de la de la vida.
—¿Las guerras nunca se van a terminar?
—¿Cómo van a terminar? La guerra forma parte de las redes humanas como el amor, como la sociedad, como la familia. Es una institución social más de la humanidad. Es una manera de resolver cosas que tiene el ser humano. ¿Cómo va a desaparecer? ¿Por qué? Siguió pasando, verdad. ¿Quién va a impedir que un hijo de puta, dictador, no dictador, un tipo que quiere ese territorio, aquel o las minas o el tesoro o el oro, o a esa población, si tiene medios, que lo haga? La guerra es una manera como otra cualquiera.
—¿Cómo surgió esta novela?
—Quería contar la historia de una mujer que se venga de su marido. Podría haber elegido muchos escenarios, pero quería que la novela tuviera interés, emoción, acción, violencia. También quería hacer una novela donde se juntaron dos cosas. Hacer una novela de una mujer y una novela de piratas de corsarios modernos. Entonces las dos confluyeron. Año 37, guerra civil española, vi que el escenario era adecuado. Pero la protagonista es la mujer. Una antigua modelo, bella, que se casó con un hombre, que no la ama, pero la quiere como trofeo social. Con el tiempo, la convivencia, él termina amándola, pero ella ha dejado de amarlo. Entonces de ese desfase nace el rencor de esta mujer y cuando en esa isla, por razones de la guerra, aparece un marino que va a estar ahí temporalmente, ella se acerca a él como consuelo. Y bueno, esa es más o menos el comienzo de la historia.
—¿Meterte en los personajes femeninos es más difícil?
—Depende. Tengo edad, he vivido cosas, he leído cosas y no soy tonto. Me fijo, sé mirar y conozco. Tengo una hija que he visto crecer también y me enseña mucho sobre las mujeres. Verla desarrollarse y afirmarse como mujer también es importante. Tengo una visión de la mujer. No hay nada más leal en el mundo que una mujer enamorada, ni animal más filoso que una mujer herida.
—En un momento de la novela que la mujer suele transformar al hombre en héroe.
—Sí, con la mirada. La mujer es muy generosa cuando se enamora. Vuelca en el hombre, en el objeto de su amor, toda su vida. Un ejemplo, un hombre casado, con una familia, conoce a una mujer de la que se enamora, va a intentar mantener las dos todo el tiempo. Una mujer que se enamora es capaz de dejar al marido de los hijos e irse con el hombre de la se enamora. Eso ya marca dos actitudes muy diferentes. El valor de la mujer, el coraje. Cuando la mujer se enamora de un hombre, entonces ese hombre se convierte en un mito para ella. No sigue a un hombre y deja todo, sino que está siguiendo a un héroe homérico. Es la mirada de la mujer la que lo convierte. Los hombres somos normales, mediocres, vulgares, cobardes, como seres humanos normales, somos egoístas, sexualmente promiscuos, somos un montón de cosas negativas... y también somos cosas buenas. Cuando la mujer descubre que no es héroe, entonces el héroe se cae en pedazos. Y cuando la mujer se quiere vengar, "yo me equivoqué, pero mi error lo vas a pagar, cabrón". A eso me refería.
—¿Te sigue pareciendo lo más aburrido escribir?
—Me gusta más imaginar. Escribir me aburre muchísimo y corregir más todavía. Me la paso muy bien pensándola. En esta novela me fui a Grecia, estuve en el Egeo buscando un lugar, hablando con la gente, comiendo, tomando fotos, tomando notas, leyendo, la fase maravillosa.
—¿Eso es mucho del periodista?
—El periodismo me dio una serie de mecanismos. Lo bueno que saco del periodismo es la manera de obtener información rápida, procesarla y utilizarla. Me dejó muchos vicios que todavía intento quitármelos. Porque el lenguaje periodístico no es el lenguaje de novela. Y cuando en una nueva novela se ve al periodista, es una mala novela, y cuando en un reportaje se ve atrás al escritor, es un mal reportaje. Son dos géneros que no hay que mezclar.
—¿Qué te gustaría que se encuentre en el libro?
—Me gustaría que se encuentre lo de siempre, pero diferente. Podría estar haciendo la misma novela siempre como hacen otros. Pero no, eso me aburriría. Lo que quiero es que encuentren los temas, mis temas, que reconozcan a Pérez-Reverte. La mujer, el héroe, el ambiente, la violencia, la derrota, la muerte, la vida. Que reconozcan los temas que me interesan, pero que al mismo tiempo vean una historia diferente, que no me repita. O sea original el tratamiento, aunque los temas sean los de siempre.
—No escribís en tus novelas con escenarios en la actualidad
—La actualidad me molesta mucho, los teléfonos móviles y esas cosas. Hoy todo es con teléfonos móviles, con ordenadores y tal. Es decir, si ves una película, no hay una que no aparezcas veinte veces hablando por teléfono o con ordenador. Eso me aburre muchísimo. Mi mundo, yo vi un mundo donde eso no era importante. Quiero seguir escribiendo sobre el mundo que conozco, que es el mío.
—¿Estas con otra novela?
—Es mi trabajo, soy escritor profesional. Hay novelistas que quieren cambiar la lectura de la literatura en cada página. Pero yo no soy ese tipo de escritor. Soy un escritor normal, cuento historias. No quiero cambiar el mundo, no tengo una misión. Yo no quiero que el lector, después de leer mi novela, quiera hacer el mundo mejor o que él sea más feliz. A mí eso me importa un carajo. Lo que quiero es que se lo pase bien con mi novela, que lo lea y que se le queden cosas en la cabeza.
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