Domingo Ródenas de Moya - elpais.com - 04/01/2022
El subtítulo reza “una novela”, pero lo que ha escrito Pérez-Reverte en 'Revolución' es una película de aventuras en el México revolucionario de 1910 a 1914, con su derroche de pólvora, balas, aspereza y caracteres violentos. La sintaxis narrativa es la propia de un guion, con los hiatos temporales entre escenas que combinan interiores y exteriores, en las que se entrevera la peripecia del héroe con la evolución de la rebelión popular. La guerra como trasfondo y hábitat, la amistad y el amor, la lealtad y la traición, la rectitud y la doblez, el coraje y la insidia alimentan la máquina bien engrasada de la trama: todas las piezas encajan entre sí y adquieren su función en el momento preciso. Incluso el comienzo anticipativo parece dicho por una voz en off (”Esta es la historia de un hombre, una revolución y un tesoro”) que invita a arrellanarse y atender el fluir de un relato cuyos personajes actúan de manera lineal, con la fijeza o rigidez de los estereotipos. El lector los ve cómo hablan y se comportan, pero no es invitado a entrar en su mecanismo mental, en su conciencia resuelta o dubitativa, limpia u oscurecida. Así, es natural —quizá en una autoironía del autor— que el protagonista, el ingeniero de minas español Martín Garret, le diga a Pancho Villa que le “sorprendería lo poco que hay en esos adentros”, los suyos, porque él es solo “un hombre que mira”. Y lo que él mira, y ve el lector, es su inmersión accidental en las tropas villistas a través del ficticio mayor Genovevo Garza, la toma de Ciudad Juárez y la desaparición del botín obtenido en el robo de un banco en Chihuahua.
El joven Garret, empleado en la Minería Norteña, se convierte en dinamitero, se gana la confianza de Garza y Villa, suscita la inquina del torvo Sarmiento, se cruza con un mercenario gringo y con una reportera bregada en salir de apuros (Diana Palmer), se enamora de la belleza de la inconveniente Yunuen, se enfrenta en duelo (ojo al capitán Córdova) por ese amor impedido y, en fin, se convierte durante año y medio en uno de los hombres que pelean en el Norte a las órdenes de Pancho Villa. La acción trepidante, la fragilidad del destino individual en una coyuntura histórica turbulenta como el México revolucionario, proceden del western y de la gran novela de aventuras (Conrad por supuesto, del que toma el exergo que abre la novela), pero también sin duda de la propia experiencia del autor como reportero de guerra. De hecho no es descabellado suponer que en la maduración del jovencísimo Garret (su aventura se extiende entre sus 24 y sus 26 años) ha alojado Reverte una buena dosis de su propio aprendizaje de la condición humana en situaciones límite, cuando se desvela la catadura moral de los seres humanos.
El instruido Garret es sometido a una segunda educación, la del mundo de la violencia y los valores primarios que pretenden legitimarla. Su aprendizaje en la rudeza y la inclemencia entre villistas que hablan un laborioso mexicano es paralelo al de la lealtad y la entrega ciega a una causa, en cuya raíz parece estar la búsqueda de la aventura por sí misma pero también la necesidad de dotar de un sentido superior su propia vida. En este sentido, el cruce del río Bravo para incorporarse al estado mayor de Pancho Villa funciona como frontera simbólica desde una épica que remite al cine de John Ford, un contexto ritual en el que debe situarse la educación de Garret como hombre lacónico, curtido, sereno y peligroso. Una novela visualizable, entretenida y de buena factura que deja poco poso y a la que no hay que exigirle mayor trascendencia.
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