11 octubre 2022

Tinta con testosterona

Pablo A Cicero Alonzo - lajornadamaya.mx - 11/10/2022

Arturo Pérez-Reverte regresa a un campo de batalla conocido, México, del que ya ha escrito páginas con olor a pólvora. Su primera historia ambientada aquí es 'La Reina del Sur', que se convirtió en una de las pioneras en novelar la tragedia del narcotráfico. Vuelve al país Pérez-Reverte, pero un poco más atrás en el tiempo. 

Así como la protagonista de su primera novela mexicana, en 'Revolución' el personaje principal es un español; a ambos lo absorbe el torbellino de violencia que es nuestro país. A los dos, es esta tierra la que les revela rasgos de su personalidad que en otras latitudes se quedarían en la oscuridad; ambos mueren y vuelven a nacer mexicanos. 

En 'Revolución' se trata de un ingeniero de minas que se torna en dinamitero de Pancho Villa; un testigo del azar en esos años de plomo. Por las páginas de metralleta de la historia se asoman Villa, los hermanos Madero, Huerta y Zapata, entre otros personajes históricos. Aunque no es el objetivo del autor, la novela ofrece, incluso para los mexicanos, un fresco fiel de la época. 

Lo que más se disfruta en las novelas de Pérez-Reverte es su sinceridad; el antiguo corresponsal de guerra no tiene más aspiraciones que gozar mientras escribe y transmitir ese gozo; no aspira a la alta literatura, a la cima de los premios; sólo quiere pasarla bien e invitarnos a su fiesta. En mi caso, lo ha logrado con diversas novelas, entre ellas esta última 'Revolución'.

Pérez-Reverte es un escritor tardío. Intoxicado de tanta atrocidad —cubrió 18 guerras— se refugió en la literatura, y no como lector. Sin embargo, mientras curaba las heridas de corresponsal, leyó todo lo que tenía que leer, y decidió comenzar a escribir historias que a él le hubiera gustado leer. Unas veces herramientas, otras lastre, el proceso de trabajo de periodista y las experiencias en antesalas del armagedón se reflejan en sus novelas. El resultado es un Ernest Hemingway castizo y de nuestra época, que licúa tinta con testosterona y nos regala personajes ordinarios en situaciones extraordinarias, y viceversa. Fetichista, en ocasiones se entretiene más describiendo el mecanismo de una pistola que en los sentimientos de sus protagonistas. 

Cuando se le acusa de escribir para hombres, él se defiende con cifras duras, demostrando que quienes más compran sus libros son mujeres. Lo que no dice es que, desde hace años, son las mujeres las que más leen. También esgrime, y aquí no hay argumento en contra, de que varios de sus personajes principales son mujeres, como Teresa Mendoza. 

A pesar del éxito de Pérez-Reverte, está condenado al fracaso. Y él lo sabe: es uno de los últimos especímenes de una raza que está en extinción; es un escritor neanderthal. Como varios de los personajes de 'Revolución', espera pacientemente su turno en el paredón, a esa última alba en la que se enfrentará a los aguijones de plomo. La corrección política y social poco a poco acortan su área de creación, y cada tema que aborda se convierte en terreno cuajado minado. Aunque nunca ha huido de la polémica —y en ocasiones, incluso, la azuza; le pone banderillas— cada vez son más violentas las críticas a comentarios no alineados; cada vez hay más escozor a quienes piensan de forma distinta. Y esto cansa, subyuga. 

El lanzamiento de 'Revolución' coincidió con el anuncio del Premio Nobel de Literatura 2022, que puede convertirse en un termómetro de las tendencias literarias —este premio, además de sus valores académicos, es una importante herramienta mercadológica; no son pocos los argumentos comerciales que se toman en cuenta en el momento de decidirlo—. Este año fue distinguida Annie Ernaux, quien abandonó la ficción para centrar su obra en una mutación de la autobiografía, un híbrido entre la descripción de la vida íntima y las técnicas de la novela; la autobiografía como folletín, lo vivido como puesta en escena. Para muchos el reconocimiento a la francesa Ernaux podría significar el fin del reinado de la novela. 

Eso, como ya mencioné, no le importa a Pérez-Reverte, a quien no le quita el sueño las tendencias literarias. El cosecha en el campo de su imaginación las historias de aventuras que sembró en su infancia y juventud, comenzando con Tintín y Astérix, Dumas y Salgari, Conrad y, por supuesto, Hemingway. 

A mí tampoco me quita el sueño la inminente muerte de la novela, ya que hay material para rato; parque, diría Pérez-Reverte, en referencia a los cartuchos disponibles para para hacer frente a la embestida. Tal vez cuando se firme la última novela desembarque a eso que llaman autoficción, y deambule por el laberinto de páginas y sentimientos. Por ahora, prefiero pasear por frentes de batalla, con balas zumbándome. 

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